El otro día hablaba del Lector ideal, refiriéndome a la
figura de la que habla Stephen King en su ensayo Mientras escribes, y decía que
no es lo mismo que lector cero. A simple vista puede parecerlo, porque ambos
van a cumplir una función en cierto modo similar: la de impedirnos saltar a la
piscina y que esté vacía.
Eso, por supuesto, siempre que estemos dispuestos a
escuchar.
Entonces, ¿cuál es el matiz?
El Lector Ideal, según él, es alguien para quien escribes de
manera inconsciente, mientras que el lector cero no tiene por qué. Por eso él
decía que ese LI solía ser de tu entorno próximo, mientras que el cero no necesita
cumplir ese requisito. El LI nunca te hablará de erratas porque no es su
función (a no ser que escribas “hojo”, claro, que eso lo ve cualquiera), pero
notará enseguida si te has salido de tu voz narrativa, contagiándote de la
última lectura que has hecho, o si usas expresiones que en ti no son en
absoluto habituales. Verá agujeros en la trama, pero quizá no sea capaz de
decirte qué hacer con ellos. Ah, y no se va a ahorrar contarte en qué partes no
paró de bostezar, o en qué otras no podía soltar el libro, aportando una
información más que útil para el ritmo.
Sin embargo, todo lo que recibamos del LI será emocional.
Lo técnico se lo dejará a ese lector cero del que hablamos.
¿Quiénes pueden ser lectores cero? Obviamente, gente que
lea. Que parece una tontería que haya que señalarlo, pero hay veces que se nos
olvida. Tiene que poder ayudarte con una corrección ortográfica (aunque esta convendría
dejarla en manos de profesionales cuando se acabe la novela) y tener capacidad
crítica suficiente para que su lectura sirva para algo. Y tiene que ser de
absoluta confianza porque vas a darle una obra inédita.
El lector cero te dirá si cierras bien las tramas o te dejas
cabos sueltos, te hablará de los personajes, de los ambientes y te dirá en qué
puntos hay frases mal construidas, proponiéndote alternativas. Ojo,
proponiendo; siempre la última palabra debe ser del autor, que para eso la
criatura es suya.
Yo, además, le atribuyo otra función.
Puede darte una idea del público potencial de la novela.
Cuando decidí buscar lectores cero para Detrás del cristal
sabía que, de la forma que presentaba la historia, era probable que el público
potencial fuera femenino, entre 20 y 50 años. Aproximadamente. Seleccioné
alguna persona de ese rango, pero, además, busqué la opinión de tres hombres de
edades diferentes. La sorpresa fue mayúscula cuando me encontré que ellos
percibían la novela con mucha más profundidad y eso me anticipó algo que ha
sucedido con este libro: ha gustado a hombres casi más que a mujeres.
No sé si hay gente que cobra por hacer lecturas cero
(seguro, en esta vida hay de todo), pero yo hasta ahora no los he encontrado.
Intento compensar su tiempo con algún detalle (el libro en papel, una cerveza…)
aunque es verdad que tengo a un par de ellos que por razones de distancia y
aplazamiento de planes, cuando quiera saldar mi deuda va a ser muy muy grande.
En mi caso, también juega el “hoy por ti, mañana por mí” porque vivo rodeada de
escritores.