Sinopsis:
¿Se puede publicitar una novela de zombis como romántica?
Alex Vílchez, autor reconocido de novelas de suspense, lo ha
hecho animado por su editora, bajo el seudónimo de Robert Cooper. Es cambiar de
tercio o no escribir, porque se encuentra en un bajón creativo. Y para sorpresa
de todos, la novela rompe el techo de ventas, posicionándose en el número uno
de romántica.
A Lucía, administradora de la web más visitada del género,
casi le da un soponcio cuando se entera y lee la novela de zombis. Sube una
crítica que hace que el libro baje quince puestos en un solo día, declarándole
la guerra. Y Vílchez está dispuesto a presentar batalla, utilizando mil
artimañas para fastidiar a la mujer que intenta hundirlo.
Casualidades de la vida, se encuentran en una cita a ciegas.
Lucía y Alex se atraen de inmediato. Pero ¿qué puede pasar
cuando ella se entere de que Alex no es otro que su odiado Robert Cooper? ¿Qué
hará Vílchez al saber que Lucía es la administradora de la web que le ha
fastidiado las ventas y le está dejando en ridículo?
Mis impresiones:
La última de las reseñas de este blog fue de una novela de
Nieves Hidalgo y ahora vengo con otra obra de la misma autora. Os lo dije en
ella, A las ocho en el Thyssen ya la tenía en digital, pero la llegada de Destinos cautivos en papel a casa hizo cambiar mis planes.
Luego, al terminarla, empecé a leer mi regalo del día del
libro, El baile de las luciérnagas de Kristin Hannah. Ya sabéis que desde hace
mucho no tengo lista de prioridades, solo sigo mis deseos. Esta la tuve que
abandonar. No le sucede nada malo a la novela y ya he retomado la lectura, pero
me pasó algo muy extraño: cada palabra de El baile de las luciérnagas me hacía
llorar. Yo. La que no llora con los libros. Se ve que tuve unos días muy malos
(de zanjar asuntos pendientes sobre todo) y tenía tal dolor de ojos que me
enfadé conmigo misma. El libro me está encantando, pero necesitaba frenar esas
emociones.
¿Qué mejor que volver a Nieves?
Y así llegué hasta Alejandro y Lucía, a la curiosa historia
entre un autor de novela negra que por una idea loca de su editora acaba
escribiendo una novela romántica de zombis, y la bloguera que pone a caldo en
su web semejante despropósito.
[Esto puede parecer muy de ficción, pero hace unos años
hicieron furor las novelas eróticas de humanas con dinosaurios. Después de eso,
los zombis no me sorprenden nada.]
Alejandro Vilchez está pasando por un mal momento. Su novia
le dejó a dos días de la boda y no es capaz de encontrar la inspiración. El
bloqueo le dura ya más de seis meses y, por la presión de su editora, se ve
empujado a escribir Tránsito mortal, la descabellada historia de los amores de
unos zombis. Vomitiva por donde se mire, pero con una entusiasta campaña de marketing
se ha convertido en la novela romántica más vendida. Claro que no la firma él,
sino el misterioso Robert Cooper, un seudónimo detrás del que protege su
verdadera identidad.
Lucía, por su parte, tiene una vida tranquila como ayudante
en una clínica dental, aunque en sus ratos libres es la administradora de una
de las webs más importantes: Sueña romántica. Cuando Tránsito mortal cae en sus
manos le parece un insulto absoluto a la novela romántica y hace una reseña
demoledora de la novela que consigue que baje un montón de posiciones en las
listas. Quince de sopetón.
Alex y Lucía no se conocen, pero por una de esas
casualidades del destino (de verdad, para los descreídos, las casualidades
existen en la vida real), acaban conociéndose a través de una web de citas.
Así, dos personajes que están más bien predestinados a odiarse acaban quedando
a las ocho en el Thyssen y descubriendo que quizá uno es lo que le falta a la
vida del otro.
Si hay una cosa que hace que A las ocho en el Thyssen
destaque entre las novelas de Nieves Hidalgo no es la trama ni el tema, ni
siquiera los personajes o la ambientación. Según palabras de la autora, es la
primera vez que se adentra en el subgénero de la romántica contemporánea. Hasta
ahora siempre había escrito novelas históricas, en las que se mueve como pez en
el agua (doy fe, aunque no sea notaria). Sin embargo, Nieves ha querido
explorar y yo creo que sale más que airosa del reto.
A mí la novela me ha durado un día entre las manos. Me he
dejado llevar por lo que me estaba contando y no tengo un pero que ponerle. Nieves
Hidalgo escribe de cine, sabe llevarte de la mano, da igual en qué época esté
escrito lo que te cuenta. Lo hace con solvencia, con gracia y me da lo mismo si
no me sorprende con giros de doble salto mortal con caída hacia atrás y saludo
al respetable.
Me mete en la historia, me la creo y la leo sin saltarme una
coma.
Además retrata unos
personajes a los que vas descubriendo a medida que avanza la novela, con
múltiples facetas que no expone desde el primer instante. Alejandro empieza
siendo el típico protagonista: es guapo a rabiar, un escritor de éxito y al
principio un poco chulito, pero a medida que avanza vas descubriendo sus
fantasmas, su pasado, las sombras de su vida y resulta ser un personaje mucho
menos superficial.
Lucía es una chica sensible, soñadora, lectora, administra
un blog… También es guapa y lista, pero tiene una suerte penosa en el amor. ¿Demasiado
tópicos los dos? Bueno, quizá, pero como yo no me he ido saltando páginas (no
se me ocurre hacer reseñas de novelas en las que me salto las páginas), he
acabado descubriendo a un personaje que me ha recordado a alguna persona real
que conozco.
Los secundarios de A las ocho en el Thyssen sirven como sostén
de los principales. José, Asier, la señora Elvira, amiga Maribel y Takamoto son
los apoyos y el contrapunto de Lucía. Carlos y Lara hacen ese mismo papel con
Alex. El antagonista es Cooper, o Alex, o nadie. Y eso mola, que no haya un
malo malísimo, sino una comedia de enredos bonita y bien contada, con
personajes reconocibles en la realidad y
situaciones que te sacan más de una sonrisa.
¿Y qué me decís de Zeus, el perro de Lucía? Desde que
Ulises, mi labrador, entró en mi vida, me he dado cuenta de que me encanta que
salgan perros en las novelas.
Otra cosa que me ha gustado muchísimo son los escenarios.
No solo el Madrid de los Austrias, por
el que Nieves nos pasea de vez en cuando, sino las menciones a otros lugares
que para mí son muy especiales. Pastrana, por ejemplo. Ya sé que sale poco,
pero la villa ducal fue el lugar en el que trabajé hace muchos años y conservo
impagables recuerdos. Y Peñafiel y el Duratón, que están a un tiro de piedra de
mi casa. (De hecho, si me asomo a la terraza y el día está despejado, veo la
parte de arriba de las Hoces). La autora no se pasa con las descripciones, son
las justas para situarnos y crear la atmósfera necesaria en cada momento, pero
invitan a recrear en tu mente esos lugares.
Algo que sé que Nieves ha reflejado bien, pero que no he
vivido en primera persona ni tampoco comparto es la relación que tiene Lucía
con su web. El personaje le da demasiada importancia a un espacio virtual, tal
vez porque está sola, aunque sus amigos creo que completan bastante los vacíos
de su vida personal. Me intentaba poner en su lugar y creo que si alguien me
tira el blog un día (y mira que llevo años con él, que ya le he podido coger
cariño), como le pasa a ella después de publicar la reseña de libro de Cooper,
a mí me daría un ataque, pero de risa.
Os digo una cosa, si os apetece leer algo divertido y bien
escrito, esta es la novela.