Hablamos de los dos tipos que hay, las objetivas, es decir, aquellas que se hacen con el objeto de exponer un tema sin entrar en ninguna valoración, y las subjetivas, esas en las que prevalecen las emociones del autor, cargadas de sentimientos.
Yo no sé hacer descripciones objetivas.
Ni aprenderé.
Llevo unos días tratando de resumirme a mí misma lo que me está pasando con Detrás del cristal y la imparcialidad es imposible. Tanto que desisto y me quedo con todo este enorme torrente de sentimientos que me provoca el resultado que está dando este trabajo de años.
Pensé publicarla hace un año pero... un comentario no demasiado alentador, sobre la postura de mi narrador (aviso, es omnisciente, lo sabe todo y a veces interviene en la narración) me hizo pensar que quizá no sé escribir todavía y que tenía que darme más tiempo.
Lo hice y no me arrepiento en absoluto.
En este año la vida me ha pasado un poco por encima, algunas situaciones me han superado y he estado inmersa en un proceso de aprendizaje que, de alguna manera, se refleja en la novela. Escuché todo lo que tenían que decirme de ella, escuché a mi propio narrador omnisciente, revisé y reestructuré y ahora, estoy segura, es el libro que quería escribir.
Pero aún no es MI libro.
Todavía estoy aprendiendo.
No voy a hacer una descripción subjetiva de los últimos dieciocho días que lleva publicada, voy a dejar constancia en una imagen que creo que lo resume todo, quizá de manera mucho más objetiva. Añadiendo que lleva 5 opiniones de cinco estrellas. ¡Casi nada!