Esta semana hemos recuperado una buena costumbre, la de tomar prestados libros de la biblioteca. En realidad la costumbre la habíamos perdido porque donde vivo no funciona demasiado bien, por eso hace mucho que mis hijos tienen el carné de la biblioteca de Cabanillas del Campo, donde vive su abuela, que sí es un ejemplo de cómo tienen que funcionar estos lugares. Es una biblioteca viva. Es en el verano cuando suelen ir casi todas las mañanas, cuando se quedan unos días en la casa de mi madre, a buscar sus lecturas. Pero esta semana, coincidiendo con una visita que le hemos hecho, ha sido la abuela quien les ha traído tres cuentos.
Los tres sirvieron para que Aitana tuviera su dosis de palabras nocturnas, antes de ir a dormir.
Todos son de Pep Bruno: La casa de mi abuela, La noche de los cambios y Pétala. Cada uno de estos cuentos breves está acompañado de unas ilustraciones preciosas. En el caso de La noche de los cambios son de Lucie Müllerova, La casa de mi abuela ha sido ilustrado por Matteo Gubellini y Pétala por Luciano Lozano.
¿Qué se puede contar de un cuento que se resuelve en pocas líneas? Poco sin destriparlo, así que hablaré de las risas de Aitana con La noche de los cambios, sobre todo cuando descubrió donde estaban las 37 ovejas, o de lo que le gustó en Pétala que la lluvia y la sonrisa del sol formaran el arco iris. Probad, vosotros que sé que tenéis niños, a contarles algún cuento de Pep. Les van a encantar. Estos tres son de OQO Editora.
Si queréis saber más sobre este autor, pinchad aquí.