Sinopsis:
Un hombre aparca en un área de servicio su caro coche nuevo, un coche que acaba de comprar gracias a los ahorros de varios años, un coche que le roban delante de sus narices, y también su ordenador, y su móvil, y su ropa y... y no le queda otra opción que fiarse de un músico callejero para que le lleve con su vieja furgoneta a la comisaría más cercana. Una comisaría situada en un enigmático lugar llamado La Isla. Un lugar donde... todo es diferente.
Mis impresiones:
La novela de Eloy Moreno, El regalo, es diferente. No solo porque la manera elegida para contarla es poco convencional, sino porque durante toda la lectura tienes la sensación de que estás inmerso en un cuento, uno de esos con moraleja final, un cuento para pensar. Y claro que lo logra, no solo porque el texto está salpicado de frases que te hacen pararte a reflexionar -por más que la mayoría las hayas leído mil veces en otras partes- sino porque es una perfecta fábula de cómo nos movemos en este mundo en el que vivimos.
El protagonista del relato no tiene nombre. De hecho, creo que nadie tiene nombre en esta historia. Sabemos de ellos lo que son: un músico, un fotógrafo, un policía... pero jamás nos dice cómo se llaman porque en realidad no importa. Los personajes son reflejos de personas reales con las que nos cruzamos todos los días, personas que, poco a poco han ido perdiendo los sueños, dejándose arrastrar por este mundo en el que todo está medido y programado.
Lo son, pero les pasa algo que acaba cambiándolo todo.
Escribir una historia como esta, que empieza siendo un puzle de piezas sueltas que solo encajarán a medida que se llegue hasta el final me parece muy complejo, más si unimos ese pequeño detalle de no nombrar. Sé, por experiencia, que no ponerle nombre a los personajes dificulta la narración. No es fácil decir ella y que sepas a que ella se refiere en concreto, ni lograr que el texto se convierta en repetitivo si anulas de manera voluntaria el recurso de nombrar, pero Eloy Moreno lo hace y lo hace muy bien, impregnando además el texto de una prosa que es sencilla, pero que, por momentos, se vuelve hasta poética.
De esa que lleva mucho trabajo detrás.
El desconcierto del protagonista cuando llega a La Isla, el lugar ficcticio donde se desarrolla todo el relato, donde las cosas no funcionan igual que en ningún otro lugar, lo vives con él mientras lees y, al menos en mi caso, a veces se ha producido una cierta incomodidad ante tanta sacudida de conciencia. Una incomodidad derivada de nuestra propia comodidad, del lugar donde los instalamos y que nos decimos que es el mejor del mundo, pero que, como nos dice varias veces, es solo una excusa para no actuar.
Este libro es una fábula sobre perseguir los sueños. En este punto, y en algunos que relata vidas "normales" a mí me sacaba sonrisas porque yo he renunciado muchas veces, pero no en el sentido en el que lo hace el personaje, sino en todo lo contrario. He renunciado a la comodidad por tener presentes los sueños, a acumular cosas -y algunas experiencias- en favor de tener más tiempo para compartir con mis hijos. Muchas veces he pensado que quizá no estaba trazando un futuro seguro para mi jubilación, pero a cambio tengo un presente lleno de ellos y estamos construyendo momentos y recuerdos felices.
Recomiendo la novela. Para pensar, para disfrutar con un libro bien escrito y porque lo que nos dice, aunque lo sepamos, no bien mal recordarlo de vez en cuando.