Cualquier necio puede escribir en lenguaje erudito. La
verdadera prueba es el lenguaje corriente. (Clive Staples Lewis)
Intenté leer un libro de esos que encontramos recomendados
en FB cada día. De alguien que reniega de la publicidad cansina que reconozco
que a veces hacemos, pero que la practica en cuanto tiene ocasión y novela
nueva. A pesar de que tiene una mayoría de opiniones positivas, incluso de
gente con gustos afines a los míos, tengo que decir que desistí antes de llegar
al consabido 10% de cortesía. Y eso que tenía la novela entera, que me la
descargué pagando. El lenguaje, farragoso hasta más no poder, sobre adjetivado,
imposible, me despertó un sopor inmenso y antes de darme cuenta estaba pensando
en cualquier otra cosa que no fuera en la protagonista de la historia.
Abandoné.
Hace unos días, en un blog, leí que cualquiera que se lo
plantee puede escribir un best seller. No estoy nada de acuerdo. Hay
determinados esquemas que provocan que una novela se venda bien porque ayudan a
que se lea sin apenas darte cuenta, pero fijándome en ésta, adelantando
páginas, observando la longitud de los capítulos y la manera de cerrarlos, fui
consciente de que los sigue a rajatabla… salvo uno: sencillez expresiva. Que no
simpleza. Una grande de las letras, de las grandes de verdad, Ana María Matute,
decía en algún momento que escribir sencillo no es nada fácil y corroboro sus
palabras. Como autor te puedes decantar por decorar los escritos para huir de
ese cliché que te atizan en cuanto se entiende perfectamente lo que dices y sin
querer acabas haciendo lo que ocurría en esa novela: la sobrecargas de
reflexiones inútiles, la llenas de metáforas y adornos y el lector se va de
paseo por su mente, olvidándose de que estaba leyendo la historia que
imaginaste.
Volví a las opiniones de la novela en Amazon y descubrí que aunque
podía sentirme identificada con alguna de las negativas, tampoco podía
descartar las buenas porque no he logrado ni siquiera adentrarme en la novela.
No me sirvieron de nada, esa es mi conclusión. Lo único que me sirvió fue
probar.
Sin embargo, sé algo. Creo que desestimo leer ni una sola de
las que vea suyas en adelante porque hay miles donde elegir y no me ha gustado
su estilo. La elegancia de una frase sencilla jamás la tendrá una en la que
sobran palabras. La elegancia, me decían, no está en vestirte de sedas, sino
ponerte un trapo y que te quede como si fuera seda. Es algo innato que sólo
algunos llevan en sus genes. Yo, me pongo un trapo y sigue pareciendo un trapo,
pero mi hermana, por ejemplo, no. Le sienta bien cualquier cosa, la convierte
en algo especial sólo con mantenerla en contacto con su cuerpo. Mira que nos
parecemos, pero el efecto no es el mismo.
Con la escritura creo que ocurre algo así, hay quien
convierte lo aparentemente fácil en arte y quien confunde el talento con las
florituras literarias. A lo mejor estoy equivocada.
Seguro.
No digo que siempre haya que ser sencillo, pienso que hay
quien no lo es y se maneja de maravilla pero eso está al alcance de muy pocos elegidos.