martes, 2 de enero de 2018

HAY ESPERANZA


Era 28 de diciembre, pero los alumnos de segundo de Bachillerato del IES Hoces del Duratón no gastaron una broma, sino que hicieron algo excepcional. Ya había sido original que organizasen hace unas semanas un torneo de fútbol sala para ayudar a la financiación de su viaje de fin de estudios a Mallorca, pero no se han quedado ahí. Han seguido ideando para que no sean las típicas papeletas –que también las han hecho- las que les ayuden a lograr el objetivo.

El 28, organizaron un concierto muy personal, puesto que no se trataba de ningún artista conocido, sino que fueron ellos mismos los que se atrevieron a subirse a un escenario. Y, doy fe de primera mano, porque en el pasado lo hice, que no es nada sencillo tomar la decisión de exponerte frente a la gente que te conoce, con los focos en la cara y toda la atención para ti. Hay que ser muy valiente.
Parte de la recaudación será para ellos, para su viaje, y otra parte se la donaron a la Asociación de Alzheimer y otras Demencias de Cantalejo.

Algunos de estos chicos llevan tomando clases de música desde que eran muy pequeños y pensaron que podía ser buena idea organizar este concierto. Pasarlo bien a la vez que sacaban algo de dinero, contribuir a una causa social que es importante y la verdad es que creo que el resultado fue muy bueno.

Yo estuve allí, sentada en las filas de detrás.



El concierto lo presentaron Raúl y Sandra Casla, y lo primero que hicieron fue dar paso a Esther Muñoz, la secretaria de la Asociación, para que hiciera una introducción sobre la enfermedad. La pillaron con el pie cambiado porque no se imaginaba que tuviera que salir al escenario, me lo contó a la salida, y casi estoy por afirmar que fue la que estuvo más nerviosa de todos. Agradeció a los chicos que se hubieran ofrecido y contó que cuando se lo dijeron no salían en la Asociación de su estupor porque se les hubiera ocurrido. Nos contó que llevan poco tiempo y necesitan algunos empujones, así que cualquiera causa como esta les viene fenomenal.



Lo primero que hicieron fue proyectar un pequeño documental que hablaba de la enfermedad.
La verdad es que hay que tomar conciencia de ella, porque es tan dura que no solo enferman las personas que la padecen, sino que sus familiares acaban sufriendo el mal del cuidador. Por eso son tan necesarias estas asociaciones, para que por lo menos den un respiro a las familias y, también, para asesorarlas legalmente. El Alzheimer incapacita y a veces es necesario tomar medidas legales cuyos trámites no todo el mundo conoce. Esa guía es necesaria y, sobre todo, un alivio para quienes ya están sufriendo por ver cómo las personas que quieren se deterioran día a día. La Asociación está abierta a la inscripción de nuevos socios.

Una vez terminada esta introducción, empezó la música. Cuatro de los alumnos de Segundo de Bachillerato fueron los protagonistas de este evento:

Samuel San Antolín cantó desde canciones clásicas hasta contemporáneas, incluso se atrevió a cantar una al piano que él mismo tocaba: Comiéndote a besos, de Rozalén. Nos dijo que era la primera vez que hacía eso en público y yo le digo que puede repetir. Pregunté por ahí y esta fue la canción que más gustó de las que interpretó, tal vez porque todos la conocían.



Vanesa Muñoz se dedicó al género que más le gusta, el flamenco, y su repertorio fue muy variado, versionando canciones de Manuel Carrasco y Antonio Orozco entre otras. En algunas de ellas la acompañaba a la guitarra su profesor de la escuela de música.



Celia Pastor actuó al piano, instrumento que toca desde que tenía 6 años y al que se quiere dedicar. Ha adquirido ya un enorme dominio de la técnica. Tanto que la última de las canciones que cantó Samuel ella la interpretó al piano. Para mí fue uno de los momentos más bonitos y creo que es una pena que no se les ocurriera hacer alguna canción los tres juntos, ellos dos y Vanesa, porque hubiera quedado muy chulo.



Elena de Francisco tocó la dulzaina, poniendo el toque autóctono a la noche, con temas del cancionero de Agapito Marazuela. Y seguro que a alguien le sorprende, pero a mí me emocionó –y eso que no soy ni de Segovia-. Me emocionó porque Elena, que estaba nerviosísima, casi tanto como Esther, una vez que se puso a tocar, acompañada por su hermano y su primo, disfrutó como una enana. Desde donde yo estaba veía cómo le brillaban los ojos y lo que estaba disfrutando encima del escenario.


Creo que este será un recuerdo impagable para todos ellos y tengo la sensación de que puede inaugurar una tradición. Y lo que me parece más importante: creo que es esperanza. Esperanza en las nuevas generaciones, en gente que quiere hacer cosas en lugar de destruirlas, en chicos que, sin dejar de ser uno más en su tiempo, sin abandonar el teléfono móvil –ninguno lo suelta-, además son capaces de emplear horas y horas en llegar al dominio de un instrumento o a cantar sintiendo la música. Les queda por aprender, pero eso el otro día no importó, porque la idea era pasarlo bien, hacérselo pasar bien a las personas que allí estábamos y sacar algo de dinero para su viaje.

Estoy segura de que esto quedará como un recuerdo inolvidable, como todos los que atesoren cuando lleguen a Mallorca.

(Nota: como alguno se os ocurra hacer balconing nos presentaremos allí todas las madres, así que procurad evitarlo como sea).

(Nota 2: seguid pensando en cosas interesantes, un mercadillo de segunda mano, por ejemplo).


(Nota 3: gracias a Samuel y a Carmen que me han dejado las fotos para esta entrada. Yo no hice, estaba disfrutando de su actuación).