Hoy
estaba viendo el concurso que acaba a las nueve, la última de las pruebas que
en realidad es la única que me interesa del programa. Antes de ella, como cada
día desde hace tiempo, tocaba la promo diaria del libro del presentador. La
verdad es que no le hago mucho caso, ya sé que tiene un libro, no he escuchado
lo que ha dicho aunque sí ha pasado por mi mente el mismo pensamiento que
circula todos los días cuando lo veo: ¿qué pasaría con mi libro con una
publicidad de esta entidad?
La
respuesta que acude a mi mente optimista de las nueve menos cuarto es que
seguro que había cola para que lo firmase en la Feria del Libro de Madrid. (La
realidad es que ni siquiera hay planes de que vaya como autora; como persona
normal iré, por supuesto). Inciso: mi última firma programada es el domingo de 12:30 a 14:00h en la Caseta de El Corte Inglés, en la Feria del libro de Guadalajara. Ya os ampliaré la información.
El
presentador ha preguntado a una de las concursantes qué haría con el premio y
entre sus objetivos estaba acabar un libro. Entonces él ha aprovechado para
soltar un alegato, para decirle que lo intente y para dejar caer que a él se
las están dando por todas partes porque le consideran un intruso en esto de la
escritura. No ha dicho eso, en realidad se me han olvidado las palabras exactas
que ha usado pero sugería que las críticas que recibe la novela tienen sobre
todo que ver con su condición de personaje mediático. El precio del éxito de ventas
es que las críticas caigan como machetes afilados por personas que ni han
abierto el libro.
En
parte lleva razón. Hay gente que lo leerá buscándole los fallos porque se trata
de quien se trata y es normal que cuando tiran tu trabajo por tierra te sientas
mal y revientes en algún momento. Hay quien lo critica sin haber abierto la
novela. No sienta nada bien y eso no me lo tiene que contar nadie porque lo he
vivido en primera persona.
Pero tiene otro lado, ese que le proporciona su situación de privilegio, el
escaparate impagable que supone que te enfoque una cámara de lunes a viernes
mientras enseñas la portada: está vendiendo. ¡Con lo que cuesta hacerlo cuando
la única herramienta que tienes es vocearlo en las redes hasta que te quedes
sin fuelle! (Lo bueno de las redes es que afónico no te quedas).
A mí no
me molesta que haya escrito un libro.
Tampoco
que se lo hayan publicado.
Mucho
menos que venda muchísimos ejemplares.
Sé que
hay autores que se rasgan las vestiduras cuando un personaje procedente de la
televisión se pone el disfraz de escritor y se lanza al ruedo de la literatura.
Yo no, no me molesta en absoluto porque todos somos otra cosa además de
personas que escriben. Nos hemos puesto, en algún momento, ese mismo disfraz. ¿Por
qué no un presentador de la tele que encima está todo el día entre palabras? No
le veo el problema. Yo soy geógrafa. Conozco escritores que son médicos, otros
ingenieros, algunos no tienen ni terminado el instituto. ¿Por no salir en la
tele somos mejores? ¡Anda ya! ¡Eso sí que es pensar con simpleza! Otra cosa es
cuando el personaje mediático demuestra día a día que no sabe hacer la o con un
canuto, que ni se ha enterado de que el acueducto de Segovia es romano y no de
la Edad Media. Reconozco que eso me molesta un poco (sobre todo cuando hacen bromas
con mi apellido, que manda narices que hayamos tenido que coincidir publicando).
Pero
tampoco me parece mal que se vendan estos libros porque son los que realmente sanean
las cuentas de las editoriales. No se me olvida nunca que esto es un negocio y
que como negocio el objetivo es ganar dinero. No sé dónde he escrito
literatura. Pues no, no estamos todavía en eso. Lo dejamos en libros. Literatura
la hacen los grandes y la reconocemos cuando ya ha pasado tiempo desde su
publicación, cuando los textos, como el buen vino, han mejorado incluso. Cuando
en cada relectura descubres algo más.
No
tengo derecho a molestarme por el éxito de estos libros, al contrario, es una
razón más para exigirme muchísimo más porque sé que no lo voy a tener nunca tan
fácil, que lo único que tendré serán mis palabras y mis historias para convencer
a los lectores.
Y tengo
que decir otra cosa, me ha ganado la rabia que he sentido enredada en las
palabras de Christian Gálvez defendiendo su Matar a Leonardo da Vinci. Ahora sí
que digo su nombre aunque creo que sabíais de quién estaba hablando todo el
tiempo (porque había que ser corto para no darse cuenta y por la foto que he puesto). Me ha convencido su mirada, transmitía
dolor porque veía que siente este libro profundamente, que le ha puesto el alma
y que, si bien tiene esa parte fácil para vender, lo tiene casi más difícil que
yo para convencer porque le han puesto una lupa a cada una de sus palabras.
¿Sabes
qué te digo, Christian? Que ojalá vendas muchos y te vaya fenomenal.
Esta foto es de la Feria del Libro del año pasado, la tenía por el ordenador. De mi cámara, aunque no la hice yo. |