Sinopsis:
Daniel Salgado es un joven universitario, de
familia acomodada y acostumbrado a una existencia plácida. Sin saber muy bien
cómo, un día retrocede en el tiempo cientos de miles de años. Angustiado por la
situación y aferrándose a la pesadilla como única explicación posible, se ve
indefenso, perdido en un paraje inhóspito y obligado a sobrevivir sin más ayuda
que su inteligencia.
Pero ¿es tan poderosa la elogiada mente del
Homo sapiens? ¿Sería el hombre actual capaz de fabricar útiles, encender el
fuego, enfrentarse con éxito a las fieras con armas rudimentarias, guarecerse
del frío y procurarse alimentos? Con su mayor capacidad craneal y su ingente
arsenal de conocimientos, ¿lograría usted sobrevivir como lo hacían nuestros
primitivos ancestros?
El amo del fuego es una historia de lucha, de
solidaridad, de sacrificio y de amor en un mundo mucho más cercano de lo que
parece.
Mis impresiones:
En
muchas ocasiones soy lectora cero, por eso últimamente veis pocas reseñas en el
blog. Son libros de los que nada puedo contar hasta que no estén publicados. Mi
misión en este caso consiste en dar una opinión sincera del texto y procuro
ponerme en la piel del lector más capullo para advertir al autor dónde están
los puntos débiles del texto, sobre todo para que cuando llegue el tan temido
comentario negativo no le pille de susto. Ya sé que a lo mejor lo que tenía que
hacer era mirar si se ha escapado una tilde o sobra o falta una letra, pero me
parece que intentar ver un poco más allá puede ayudar a no llevarte disgustos.
En el
caso de El amo del fuego poco pude decir en este sentido porque apenas tenía
errores y además la historia me hizo disfrutar muchísimo. El tiempo que empleé
en su lectura se pasó volando y la saboreé (de esto también le hablo al
autor, no os vayáis a creer que sólo me fijo en lo malo), tanto es así que,
como en ese momento no hice una reseña, lo he vuelto a leer.
La
novela arranca a modo de diario, el de Daniel Salgado, un joven de clase alta afincado
en Salamanca, donde estudia Derecho. Daniel, con su novia Elena, su amigo Luis
y Marina, la novia de éste, decide pasar unos días de ruta gastronómica por
Castilla y León, para degustar los platos típicos de cada lugar. Ya se sabe,
cochinillo en Segovia, morcilla en Burgos... una serie de lugares comunes que en
principio no indican que ese será un viaje decisivo en su vida.
La
visita a Burgos se prolonga y la pandilla decide visitar el yacimiento de
Atapuerca en Ibeas de Juarros. Daniel, poco interesado en las explicaciones de
la guía, se desvincula del grupo a la más mínima excusa y acaba entrando por su
cuenta en un espacio vetado para los visitantes. Allí su natural torpeza le
hace acabar empapado y su móvil nuevo de última generación fallece víctima de
un chapuzón. Hasta ahí todo parece normal pero deja de serlo cuando Daniel
descubre al salir de la cueva un grupo de lo que él considera figurantes del
Parque Arqueológico. No lo son. Ha ocurrido algo extraño y ha viajado millones
de años en el tiempo y se encuentra, de pronto, con un clan prehistórico.
Al
principio todo es un sinsentido que él gestiona como si de un sueño se
tratase...
No
quiero contar más porque creo que ya me he pasado. Sólo deciros que a lo largo
del relato Daniel va sufriendo una mutación en su forma de entender el mundo.
La experiencia que está viviendo (o soñando) le está marcando, poniendo patas
arriba sus convicciones, haciéndole reflexionar sobre cómo vivimos, cómo nos
relacionamos, lo que significan palabras como amistad, la importancia de la
comida... Son tantas cosas las que le suceden que Daniel, cuando regrese al
presente, no será el mismo.
En ese
punto la novela cambia. Sigue a modo de diario y cuenta las dificultades de
Daniel para adaptarse de nuevo a lo que hasta entonces era su mundo conocido.
La locura que ha vivido le trastorna hasta el punto de que abandonará todo.
El
relato está salpicado por una prosa exquisita, una riqueza de vocabulario
difícil de encontrar en la literatura actual y una forma de narrar que en más
de una ocasión me ha hecho soltar carcajadas. Los personajes, a pesar de que no
hablan el mismo idioma, encuentran la manera de comunicarse y Enrique Osuna
logra que conozcamos perfectamente a los miembros del clan con sus
particularidades: Medio Pie, el hombre Arbusto, Ojos Claros, el Abuelo, La
Viuda, Brujita... a cada uno le pone un mote para diferenciarlos y hace que
nosotros, como lectores, los individualicemos.
Es una
novela reflexiva a ratos, divertida mucho tiempo, tierna, dura. Incluso tiene
su parte de metaliteratura al final, ya descubriréis por qué.
¿La
recomiendo?
Pues
claro que la recomiendo. Como ocurrió con El eterno olvido, no pude soltarla.