¿Sabéis qué es? Es como se autodenomina un grupo de escritores que ya hace un tiempo que se mueve en internet y que han encontrado en Amazon el portal adecuado para dar salida a sus obras. Se llama Kindle, como el dispositivo lector para el que están configuradas las obras que se cuelgan en esta página. La idea de adoptar un nombre generacional es interesante, pero creo que es muy pronto para afirmar si esta generación son todos los que están o están todos los que son. O somos, que yo también ando por ahí.
Mucho se puede hablar de las características que tiene que cumplir un grupo literario para ser considerado generación. Muy resumido podrían ser estas:
- edades próximas
- movidos por un acontecimiento
- reacción similar ante los problemas de su época.
En cuando a las edades próximas, me he fijado que en este grupo hay gran variedad, el abanico que separa a unos autores de otros es incluso superior a los veinte años. La proximidad de edad, entonces, se nos cae. El acontecimiento aglutinador podría ser la popularización de la plataforma digital en la que todos publicamos, Amazon y el contacto a través de las redes sociales como Facebook, pero lo de la reacción similar ante los problemas de nuestra época… ahí es donde creo que esto se desmorona. Por la variedad de géneros, de temática de las obras… Además, falta algo en esa lista previa que hice: lazos de amistad, tan importantes en generaciones literarias que todos tenemos en mente, como la del 98 o la del 27. Puede que entre algunos de nosotros exista en el mundo real, pero la amistad, en este grupo, es virtual en la mayoría de los casos.
El mundo editorial, la maquinaria que hasta hace poco era el único modo de llegar a los lectores, es bastante lento y se está quedando obsoleto. Desde que el autor termina el manuscrito, lo registra y lo pone en la mesa de una editorial, hasta que recibe una respuesta pueden pasar meses, años, o incluso toda la vida, porque hay algunas que ni se molestan en contestar. Demasiado tiempo para una época en la que el mundo se mueve a la velocidad de la luz. Demasiadas negativas también, todo hay que decirlo.
Internet, las herramientas que pone en nuestras manos, han suprimido largo proceso de espera al que obligaban las editoriales y con algunos conocimientos básicos de informática es posible convertir nuestros escritos en novelas y en tan solo unos minutos colocarlos en uno de los portales con mayor difusión mundial sin pasar por el frustrante trámite del rechazo.
En este proceso de publicación, los filtros sobre la calidad de la obra los decide la conciencia de cada uno. Los habrá que no acepten que nadie le ponga o le quite una coma a su novela, los que la revisen concienzudamente hasta que no quede ni un error, los que antes de lanzarse (como yo) hayan dejado que la obra pase por los ojos de más de una docena de lectores… Ninguna de las opciones considero que sea mejor o peor, supongo que tiene más que ver con la seguridad en uno mismo que con los resultados que cada método te vaya a reportar. ¿Quién me dice que el criterio de un taxista que se ha leído el manuscrito en sus ratos perdidos esperando clientes en el aeropuerto es mejor que el de un escritor que confía en cada una de sus líneas? Nadie, por supuesto.
Pero esta facilidad, la inexistencia de profesionales del tema me da que pensar. Pienso comparando, como siempre. Me acuerdo de los años en los que los profesionales del ladrillo (los albañiles de toda la vida, vamos) fueron sustituidos por mano de obra más barata que entraba a raudales en nuestro país. Fáciles de contratar, baratos, y que acababan los pisos en un santiamén. ¿A qué precio al final? Voy a hablar de algo que conozco. Mi propia casa. Mi terraza, hasta la reforma, tenía baldosas sueltas en varios tonos de teja. Aleatoriamente dispuestas. Acabaron todas destrozadas y a la simpática vecina de abajo no se le ocurrió otra cosa que ponerme una denuncia por las filtraciones de agua… Mis cuartos de baño, alicatados de aquella manera, resultó que debajo de una gruesa capa de gotelé (¡dios cómo lo odio!) que tenía que ir sólo en el techo, tenían azulejos. Para recuperarlos hubo que hacer una labor de limpieza que un poco más y me lleva el tiempo que tardaron los romanos en construir el acueducto. Al tratar de quitar la horrorosa pintura original de algunas habitaciones (más gotelé) se acabó cayendo el yeso de las paredes… Desistí.
¿No acabará pasando eso con estas obras? Puede que al principio, a simple vista, hayan quedado muy aparentes pero tras un tiempo, cuando la moda o las tendencias cambien, ¿no se les acabará cayendo el yeso? ¿No acabaremos descubriendo más mediocridad de la deseable? ¿No habrá sido exagerado hablar de generación tan pronto?
Creo que hacen falta profesionales en todas partes, en la construcción de casas y en la elaboración de libros. Evitarían, por ejemplo, errores de base. No voy a criticar a nadie más que a mí misma. Sigo con las analogías. Si tú vendes gasolina, ¿quiénes serán tus clientes? Obviamente, los que tengan dos cosas: coche que la necesite y dinero para pagarla, ¿no? Bueno, pues yo, que soy muy lista, no lo pensé. Elegí vender gasolina a gente sin coche y sin tarjeta de crédito. Mi novela no va mal, de hecho se ha colocado un montón de veces el número dos de su categoría (el uno se resiste y yo tan contenta porque no pierdo la apuesta del tatuaje) pero esto tiene que parar. ¿Por qué? Pues porque, de momento mis "clientes" han podido ser gente que me conozca pero mis potenciales clientes, el público que encaja con el perfil de mi libro, que yo sepa, ni tienen tarjeta de crédito ni un kindle. Son muy jóvenes. Eso, alguien con experiencia, con criterio, lo habría visto antes. El libro se acabará perdiendo en las listas que varían a cada hora. Listas que, por otro lado, no significan nada. ¿Quién decide la calidad? ¿El número de ventas? No estoy tan segura. De hecho, ni siquiera en papel, editados al modo tradicional, estoy segura de que el número de ejemplares vendidos vaya parejo a la calidad.
Por eso, sigo diciendo que es muy pronto para hablar de generación.
Estamos en medio de una tormenta, las aguas se mueven de manera violenta y hasta que el temporal no amaine nada ocupará el lugar que le corresponde. Amazon ha entrado con la fuerza de un tsunami, haciendo temblar las bases en las que se sustentaba un gran negocio. Creo que el sector editorial está reaccionado de manera muy lenta y esto les tiene que hacer pensar. Hace muy poco he leído que Kodak reaccionó tarde a la revolución digital y acabará desapareciendo. Yo espero que los libros en papel no desaparezcan nunca, lo espero y creo que no lo harán, pero también creo que no hay que menospreciar los cambios.
Tomen nota.
Enlace de la página de Esteban Navarro con los autores de la generación kindle.
Grupo de FB