Mis
vacaciones de verano se suceden a trompicones: unos días en junio, otros en
agosto y otros en septiembre. En realidad no hago mucho más allá de lo de
siempre porque no me voy a ninguna parte, sin embargo el tiempo de ocio se
multiplica y los libros que pasan por mis manos se suceden a más velocidad de
la normal.
En mis
días de junio han caído tres novelas.
Probablemente
debería haberlas plasmado aquí pero hace dos o tres reseñas me descubrí
aburriéndome mientras diseccionaba la novela que recientemente había pasado por
mis manos. No creo que cuando algo te aburre el resultado sea bueno y si a eso
le sumamos que tampoco tengo la obligación de hacerlo… me empecé a preguntar
cuál había sido el camino para llegar hasta aquí, para acabar haciendo un
análisis de cada libro que leo, por qué lo he estado repitiendo a lo largo de
estos más de cinco años. La respuesta llegó muy clara: para mí. Para recordarme
los libros que pasan por mis manos y me gustan, para tenerlos ordenados y que
mi prima los viera (creo que lo he dicho un montón de veces). Por eso mis
reseñas carecen de técnica y se desvían del sendero de lo correcto día sí y día
también.
Son
esbozos de emociones y algo de argumento, lo justo para recordarme a mí esa
lectura.
Me
gustaba mucho hacerlo, no me llevaba demasiado tiempo y además existía un
intercambio de opiniones con los lectores de este blog que enriquecía mi
lectura aportándole más matices. A veces incluso en ese intercambio intervenía
el mismo autor, todo un lujo.
Pero descubrí
otra cosa no tan buena.
De
pronto, en medio de un libro me paraba a analizar el tiempo verbal, la postura
del narrador, las motivaciones remotas de los personajes que les llevaban a
tomar decisiones trascendentales en su vida… y pensé que ya está bien. Es como
si en medio de un momento de pasión arrebatadora, en lugar de disfrutar del
beso empiezas a tomar notas del recorrido de la lengua, del cosquilleo en la
nuca o de la mano que se desliza sutilmente por tu espalda.
¡Adiós
la magia!
Me
estaba perdiendo algo clave en la lectura que es pasar las páginas
bebiéndolas y creo que eso me produjo una terrible sed que tres lecturas han
saciado de golpe. Tres libros que me han hecho ver que necesito enfocar esto de
otro modo.
Otra
cosa que también me ha estado dando vueltas por la cabeza ha sido algo que leí
hace poco en un muro de Facebook. Hablaban de reseñas positivas y negativas, de
lo poco que se mojan algunos blogs a la hora de criticar negativamente determinados
libros. ¡Yo nada! Sencillamente porque no pasa por aquí ningún libro que no me
haya gustado. Eso se lo dejo a quienes lo quieran, a quienes les divierta o a
quienes les obliguen sus compromisos, pero no es mi caso. Si un libro me ha
emocionado, aunque sea por la razón más absurda, lo veréis aquí. Si me ha
parecido una castaña, o no me ha enganchado lo suficiente, o le he visto fallos
tremendos… me lo saltaré porque precisamente nadie me ha mandado hacer esto y
eso me da la libertad de decidir. Sin embargo, desde fuera, esto se ve como
algo que resta credibilidad a todo lo positivo que pueda decir de otro libro
porque parece complacencia.
Yo no
lo veo así pero… ya he dicho mil veces que soy rara.
Así que
no sé si habrá más reseñas. Igual cambio de idea dentro de diez minutos o
vuelvo a sentir la necesidad pero ahora no me apetece decir nada más que me han
gustado mucho estos tres libros.
Ciudad
de cristal, de Paul Auster, porque me encanta el juego de espejos que plantea
con tantas personalidades que adopta su protagonista, porque se le escapan
frases de esas que subrayo, porque el análisis del Quijote me ha parecido
soberbio.
Christy
Alien. ¡Quiero un Rockford!, de Iván Hernández, porque me ha hecho reír, porque
me ha entretenido un montón y me parece una excelente lectura para cualquier
tarde. Y encima estoy ya esperando la siguiente de esta saga de novelas por entregas.
Tengo
tu número, de Sophie Kinsella, porque me ha devuelto a esos veranos en los que
me sentaba en un banco del parque con un libro y el mundo desaparecía a mi
alrededor, tanto que a veces se me olvidaba que no estaba allí porque sí, sino
porque tenía que vigilar a dos niños pequeños.
Los
tres, aunque sean géneros distintos, tienen algo en común: si me sobrase tiempo
y me faltasen lecturas, me gustaría volver a ellos. Yo sí soy de repetir cuando
un libro me gusta. De hecho, a algunos de los que tengo en casa se les caen las
páginas.