Yo tengo escritos libros para mí.
Es verdad que alguno lo he compartido con otra persona, pero la mayoría de esos textos son privados y los guardo solo por el placer de tenerlos. Algún día, si me animo, quizá los suba a una de esas plataformas que los transforman en libros físicos, para que también ocupen un lugar en mis estanterías reales.
Hay uno que tiene un título que puede que suene a quienes atraviesan este blog: El espejo de la entrada. Son relatos de aprendizaje, algunos de ellos bastante desastrosos, pero necesarios para poder llegar a abordar esas otras novelas de más de cien mil palabras y un centenar de personajes.
Pero si hay uno al que tengo un cariño especial es a Machado y yo, una especie de algo impublicable del que me he acordado ahora leyendo un tuit, que me sirve de excusa para pensar en voz alta.
Hace mucho que no escribo solo para mí, creo que a lo mejor este verano que empieza podría ser un momento excelente para retomar esa buenísima costumbre.