jueves, 25 de junio de 2015

EL LECTOR CERO


El otro día hablaba del Lector ideal, refiriéndome a la figura de la que habla Stephen King en su ensayo Mientras escribes, y decía que no es lo mismo que lector cero. A simple vista puede parecerlo, porque ambos van a cumplir una función en cierto modo similar: la de impedirnos saltar a la piscina y que esté vacía.

Eso, por supuesto, siempre que estemos dispuestos a escuchar.

Entonces, ¿cuál es el matiz?

El Lector Ideal, según él, es alguien para quien escribes de manera inconsciente, mientras que el lector cero no tiene por qué. Por eso él decía que ese LI solía ser de tu entorno próximo, mientras que el cero no necesita cumplir ese requisito. El LI nunca te hablará de erratas porque no es su función (a no ser que escribas “hojo”, claro, que eso lo ve cualquiera), pero notará enseguida si te has salido de tu voz narrativa, contagiándote de la última lectura que has hecho, o si usas expresiones que en ti no son en absoluto habituales. Verá agujeros en la trama, pero quizá no sea capaz de decirte qué hacer con ellos. Ah, y no se va a ahorrar contarte en qué partes no paró de bostezar, o en qué otras no podía soltar el libro, aportando una información más que útil para el ritmo.

Sin embargo, todo lo que recibamos del LI será emocional.

Lo técnico se lo dejará a ese lector cero del que hablamos.

¿Quiénes pueden ser lectores cero? Obviamente, gente que lea. Que parece una tontería que haya que señalarlo, pero hay veces que se nos olvida. Tiene que poder ayudarte con una corrección ortográfica (aunque esta convendría dejarla en manos de profesionales cuando se acabe la novela) y tener capacidad crítica suficiente para que su lectura sirva para algo. Y tiene que ser de absoluta confianza porque vas a darle una obra inédita.

El lector cero te dirá si cierras bien las tramas o te dejas cabos sueltos, te hablará de los personajes, de los ambientes y te dirá en qué puntos hay frases mal construidas, proponiéndote alternativas. Ojo, proponiendo; siempre la última palabra debe ser del autor, que para eso la criatura es suya.

Yo, además, le atribuyo otra función.

Puede darte una idea del público potencial de la novela.

Cuando decidí buscar lectores cero para Detrás del cristal sabía que, de la forma que presentaba la historia, era probable que el público potencial fuera femenino, entre 20 y 50 años. Aproximadamente. Seleccioné alguna persona de ese rango, pero, además, busqué la opinión de tres hombres de edades diferentes. La sorpresa fue mayúscula cuando me encontré que ellos percibían la novela con mucha más profundidad y eso me anticipó algo que ha sucedido con este libro: ha gustado a hombres casi más que a mujeres.


No sé si hay gente que cobra por hacer lecturas cero (seguro, en esta vida hay de todo), pero yo hasta ahora no los he encontrado. Intento compensar su tiempo con algún detalle (el libro en papel, una cerveza…) aunque es verdad que tengo a un par de ellos que por razones de distancia y aplazamiento de planes, cuando quiera saldar mi deuda va a ser muy muy grande. En mi caso, también juega el “hoy por ti, mañana por mí” porque vivo rodeada de escritores. 

lunes, 22 de junio de 2015

EL LECTOR IDEAL



El otro día, leyendo Mientras escribo, el ensayo de Stephen King, tropecé con su definición de Lector Ideal. Al leer el nombre pensé inmediatamente en ese lector complaciente que te dice que eres un genio como no ha nacido otro y que te mereces todos los premios literarios que se otorgan a la gente que escribe en tu idioma y alguno más como el Nobel, pero enseguida recapacite.

Imposible.

El lector ideal es justo lo contrario, es aquel que es capaz de decirte, sin paños calientes, que hay algo que chirría en la narración, que logra transmitirte las sensaciones que recibe sin ahorrarse las necesarias críticas. Sin ser borde, pero sin la complacencia que no sirve para nada más que para que te des un porrazo de los gordos.

Yo creo que es una figura impagable.

King dice que el lector ideal es alguien para quien el autor escribe, y lo suele colocar en su círculo próximo vital. Las parejas son los lectores ideales más frecuentes, pero hay quien deja esto en manos de su mejor amigo. Tener lector ideal es como ir con el cinturón de seguridad. No impide que te des un tortazo con el coche, pero siempre serán los daños menores que si sales volando por el parabrisas.

O, como dice él en el libro, el que te avisa para que no salgas a escena con la bragueta bajada.

Yo he tenido lector ideal en algunas novelas y en otras no tanto y se nota mucho en la seguridad con la que te enfrentas a los primeros lectores del mundo exterior. Tenerlo no es obligatorio, pero sí es cierto que te sientes desprotegido sin él, sobre todo si eres como yo, que me quito el cinturón del coche solo porque si no, no me puedo bajar de él.

Por cierto, el lector ideal no es igual que el lector cero o beta. De este hablamos otro día.


miércoles, 10 de junio de 2015

MIENTRAS ESCRIBO DE STEPHEN KING



Sinopsis:

Pocas veces un libro sobre el oficio de escribir ha resultado tan clarificador, útil y revelador. Mientras escribo empieza el relato de la asombrosa infancia de Stephen King y su extraño y temprano interés por la escritura. Una serie de vívidos recuerdos de la adolescencia, de la universidad y de los años de lucha que lo llevaron a la culminación de su primera novela, Carrie, aportan al lector una amena y divertida perspectiva sobre la formación del escritor. A continuación King describe las herramientas básicas del oficio y expone sus opiniones personales sobre el secreto de la escritura. Mientras escribo culmina con el conmovedor relato de cómo su necesidad de escribir lo estimuló para recuperarse de su casi fatal accidente en el verano de 2000.

Mis impresiones:

Es mi primer libro de King.

Lo juro.

Yo, la que no para de leer, la que creció en una biblioteca pública, la que no tiene reparos en confesar que lee best sellers (incluso algunos de ellos me gustan mucho), la que no tiene prejuicios con los géneros... no había leído ni un solo libro de Stephen King.

Y empiezo por un ensayo...

La verdad es que, conociéndome, tiene bastante sentido, porque Mientras escribo habla del oficio de escribir y me interesan mucho todas esas cuestiones. Supongo que comparo con lo que yo misma hago, me gusta saber cómo es la manera de trabajar de otros escritores.

Fue la escritora Antonia Romero quien me puso sobre la pista de este libro (que no conocía de nada) en Facebook y me pareció que podría colarlo en mis lecturas. Lo encargué y lo he ido leyendo poco a poco, bolígrafo en mano, tomando notas sobre lo que me llamaba la atención.

La primera parte del libro es una especie de biografía caótica, recuerdos. Es interesante, pero para mí no tanto como cuando empieza a contarnos QUÉ ES ESCRIBIR.

La primera palabra que utiliza llama la atención inmediatamente, porque él habla de telepatía. Considera que escribir es una magia portátil que conecta dos mentes, la del lector y la del escritor y hace una advertencia a quien quiera escucharle: escribir es algo que debes tomarte en serio. Si no, es mejor que te dediques a otra cosa.

Para hablarnos de los elementos que necesita el escritor para desarrollar su tarea, King elige un símil muy acertado, LA CAJA DE HERRAMIENTAS. Considera que aunque no las necesitemos todas en un momento dado, sí es bueno tenerlas a mano, manejarlas. Esas herramientas son el vocabulario, la gramática, el estilo, etc..

King establece una catalogación de escritores muy simple: malos, aceptables, buenos de verdad y genios como Shakespeare, y opina que solo se puede convertir en bueno un escritor aceptable. Para uno malo, no tiene compasión.

Después de este inicio divide en 16 fragmentos la narración. El primero empieza con mi frase favorita del libro, porque es algo en lo que creo, que repito hasta el aburrimiento siempre que me preguntan y que me encantó encontrar en este ensayo:

"Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de  saltárselas. No he visto ningún atajo"

Y le da lo mismo si lo que se leen son buenos o malos libros, porque de todos se aprende. Incluso opina (otra vez como yo) que de los malos se aprende hasta más, porque podemos ver con claridad errores de bulto a evitar. Me hizo mucha gracia que dijera que cuanto más lees, menos riesgo corres de hacer el tonto con un boli en la mano.

Esta es una de las cuestiones que quiero destacar de este libro, lo coloquial del lenguaje, lo fácil que te lo pone para que sigas su discurso que es casi como una conversación con un amigo, separados por la mesa de un bar, compartiendo una cerveza.

El autor analiza el espacio donde trabaja y comenta cómo lo hace él. No es algo rígido, a cada cual le sirven sus propios métodos. Eso sí, insiste en evitar distracciones como internet, teléfono o televisión. Yo añadiría otras que distraen mucho más que esto.

Después de esto entra en algo que a mí me hizo reflexionar. Te dice que escribas lo que quieras, pero que lo llenes de verdad, singularizándolo con tu manera de ver el mundo, dotándolo de vida a través de tu experiencia personal de la vida, de la amistad, las relaciones humanas, el sexo o el trabajo. Es algo en lo que había pensado muchas veces. Ha habido novelas que me han llenado, que he sido capaz de sentir a los personajes y, de pronto, al leer otra del mismo autor, no he encontrado el más leve rastro de las sensaciones que me hicieron empatizar con los personajes de la primera. Era, ahora lo sé, demasiada impostura, demasiada ausencia de la verdad que sí dejaron ver en la primera.

En esta parte también hay un apunte perfecto, a tener muy en cuenta: no hay que dar sermones sobre lo que se cree o lo que se sabe, sino insertarlo de manera natural en la narración. Creo que a todos a veces se nos escapan nuestras ideas y hay veces, es verdad, que con la sutileza de un rinoceronte en estampida.

Los siguientes puntos los dedica a analizar la trama, la descripción y el diálogo. Para él la trama es algo secundario, no le gusta sentirse prisionero de ella (otra cosa en la que nos parecemos) e incluso va más allá y quiere que los personajes le vayan sorprendiendo porque cree que si lo hacen con él, también lo harán con el lector. En cuanto a la descripción propone no abusar de ella, dejarla solo en detalles bien escogidos, los justos, porque entretenerse en esto afloja el ritmo de lo importante que es la historia. Los diálogos deben hacer sentir al lector "el placer vergonzante de estar escuchando conversaciones ajenas".

Uno de los puntos que leí con más placer fue el de la creación de los personajes. Habla de observar y reproducir con toda la verdad que se pueda porque son los motores de la historia, e insiste que debemos ser conscientes de que siempre tendrán algo de ti, de lo vivido, de lo observado y de tu imaginación. Quien se empeñe en que no tienen nada suyo a lo mejor es de los escritores de la base de la pirámide.

¿Qué hay que hacer para ganar una maratón? Entrenar. ¿Qué hay que hacer para ser escritor? Escribir. Lo que sea. Hablando de algo en nuestra historia, usando el simbolismo (sin forzarlo) y revisando el texto una vez terminado muchas veces, tras un tiempo de reposo (otra cosa que he hecho siempre).

Al final del libro se hace una pregunta: ¿Escribes por dinero? La respuesta es no. Hay que hacerlo porque te llena, porque te hace vibrar, porque el simple placer de hacerlo.

"Escribir no es la vida, pero es una manera de volver a la vida".

Escribe esta frase introduciendo la última parte, donde cuenta el accidente que sufrió en 1999 mientras paseaba. Fue atropellado por una camioneta, hubo de ser operado cinco veces y tardó bastante en recuperarse. La escritura fue su terapia.



jueves, 4 de junio de 2015

YA ESTÁ A LA VENTA LA CHICA DE LAS FOTOS DE MAYTE ESTEBAN (HQÑ)

Esta noche, como Cenicienta, he esperado a que dieran las doce. A esa hora estaba previsto el estreno –se permitían ciertos minutos de retraso como cortesía–, y había que prepararse como esta novela merece. Como en realidad no me iba a ver nadie, lo que he preparado ha sido más sencillo que el vestido de la portada y la alfombra roja: una botella de vino blanco que puse a enfriar y un par de copas.

Con él voy a brindar.

Primero, por aquel día de diciembre de 2011, cuando surgió dentro de mí la primera semilla de esta novela, que nacía simplemente para entretenerme durante la Navidad. A continuación, por mis lectores cero, las tres personas que la leyeron antes de enviarla al HQÑ y que estuvieron seguros de que la que tenía entre manos era una buena historia. Después, a dos pedazo de amigas que no han dejado de alentarme todo este tiempo –y que estoy segura de que no dejarán de hacerlo-. A quienes han compartido estos días de preventa (preestreno casi) las promos, a quienes las han puesto por su cuenta, a quienes me han mandado todos esos preciosos mensajes de ánimo que he estado contestando hasta hace un momento y a los que incluso han hecho un conteo hacia atrás de este momento, para el que yo no he tenido ni tiempo.

A quienes me aguantáis con paciencia los enlaces que de pronto llenan mis perfiles sociales cuando me dan arrebatos de sobreprotección maternal hacia la novela.

No  pongo nombres porque siempre me olvido de alguien y no es justo. Al fin y al cabo, quienes sois os reconoceréis.

Y en último lugar, pero no los últimos, a todos y cada uno de vosotros, los que esta noche recibiréis en vuestro lector el libro. La confianza mostrada en mí al comprarlo a ciegas emociona y pesa a partes iguales. Espero devolvérosla con palabras: las de la novela.

Todo empieza en Grimiel, un pequeño pueblo en la falda de una montaña, a unas tres horas al norte de Madrid. Es invierno, y lunes, así que el coqueto hotel rural está a punto de cerrar. Luisa se irá a ver su serie, Dani a celebrar su cumpleaños y Rocío seguirá con los eternos preparativos de su boda, para la que queda mes y medio. Nada parece interrumpir la suave rutina que preside entre semana este pequeño paraíso. ¿Nada? Este lunes, sí. Una pareja de actores, Lucía Vega y Alberto Enríquez, lo han elegido para relajarse antes del estreno de su última película. La prensa no tiene que saber de su idílico descanso, y mucho menos de la relación que los une. Al menos hasta que la película se estrene.

Pero ¿todo esto es verdad o no es más que parte de un guion de cine?

Leo estos días un libro, Mientras escribo, de Stephen King. En él dice que pone a los personajes en una clase de aprieto y se dedica a observar y transcribir cómo salen de él. Pues algo así es lo que hice.


Espero que os divirtáis.

lunes, 1 de junio de 2015

DESCUBRIENDO A VALENTINA DE MARA MACBELL


Sinopsis:

Cuando descubres que tu vida no es todo lo que podría llegar a ser; cuando piensas que no estás sacándole todo el jugo que podría tener... entonces tienes que reconstruirlo todo y, en especial, reconstruirte a ti misma.
Valentina ha temido esa decisión durante los últimos años en los que ha estado viviendo una vida que a priori debía pertenecerle, pero con la que jamás se ha sentido completa.
La aparición de una persona, extrañada pero no extraña, le ayudará a dar el paso idóneo para despertar en ella su parte más íntima y más real: su verdadera identidad, anulada durante el tiempo suficiente como para que esta resurja con la fuerza necesaria para afrontar su futuro inminente.
El apoyo de sus amigos será indispensable para no desviarse del camino trazado, para no tropezar y para huir de las incertidumbres.
Pero, ¿para levantarse, no es necesario caer anteriormente? ¿Y si el camino trazado fuese el primer desvío hacia la verdadera felicidad de Valentina?

Mis impresiones:

Lo primero que tengo que decir es que fue toda una sorpresa descubrir que conocía a Mara Macbell. Detrás del seudónimo estaba Maca, alguien con quien interactuaba en las redes, a la que conocía a través de su blog, pero como siempre voy a la carrera no me había dado cuenta de que tenía un seudónimo con el que escribía. Cuando compré Descubriendo a Valentina, en preventa, no sabía que era ella, simplemente había leído a quienes habían tenido la oportunidad de leer el libro antes de que se publicase y sus opiniones positivas me empujaron a decidirme por él.

¡Fue genial!

Descubriendo a Valentina es una historia fresca, actual, con un personaje que enamora desde el principio. Su situación personal es complicada, pero no pierde el sentido del humor en ningún momento cuando empieza a contarla en primera persona, y eso hace que sigas leyendo, empapándote con sus inquietudes que se van haciendo un poco tuyas. Valentina viene de un matrimonio en el que se ha sentido anulada y la decisión de dar por terminada esa historia le ayuda a tomarla Jack, un hombre al que ha conocido a través de un chat y con el que siente una conexión especial, aunque nunca se hayan visto. Cuando se marcha de casa lo hace sin nada, se instala en casa de su mejor amiga, Rebeca, y allí vuelve a coincidir con Rubén, el hermano pequeño de Rebeca, que se ha convertido en un hombre atractivo. Valentina y Rubén empiezan una relación en la que ella se muestra cauta, porque después de lo vivido le da miedo el compromiso, pero la personalidad de él, la manera de comportarse con Valentina van haciendo que pierda todos los miedos.

¿Por qué os la recomiendo?

Pues porque es de esas historias que se leen solas, que cuando te quieres dar cuenta llevas media novela y no quieres que se termine, aunque a la vez buscas llegar al final, seguir de la mano de un personaje que le ha salido redondo.

Descubriendo a Valentina es una novela autoeditada, está disponible en Amazon por menos de lo que cuesta un café y prueba de que lo que estoy contando sobre su calidad es cierto es que en menos de un mes se ha colocado número uno del top. De verdad, hacedme caso, descubrid a Valentina porque no os vais a arrepentir.

Tiene un alto contenido erótico, pero está tan bien contado, con tanto sentido del humor, que hay escenas en las que vais a soltar una carcajada.


Felicidades Maca/Mara, me has conquistado.