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lunes, 2 de abril de 2018

ESPAÑA 1936-1950: MUERTE Y RESURRECCIÓN DE LA NOVELA. MIGUEL DELIBES




Sinopsis:

Tomando como punto de partida las notas que ha ido redactando durante años, Miguel Delibes nos desgrana en España 1936-1950 su vida literaria y su obra y nos ilumina con clarividentes apreciaciones sobre sus colegas coetános. Desde su irrupción en el panorama narrativo de la posguerra española con La sombra del ciprés es alargada, el autor va descubriendo a los que serán sus compañeros de viaje -sus obras, sus virtudes y sus defectos- al tiempo que irá tomando conciencia de su propio itinerario hasta alcanzar la conspicua figura de las letras que hoy conocemos.

Con la integridad y el rigor que le caracterizan, el autor ha respetado el cariz de la opinión expresada en las notas, muchas de ellas escritas en los años cincuenta, que han sido el embrión de este volumen y nos ofrece, de este modo, un fresco espontáneo y veraz de la visión que Miguel Delibes tiene y tenía sobre sí mismo, su obra y la de los que, con él, protagonizaron la resurrección de la novela tras la Guerra Civil.

España 1939 es, al mismo tiempo, una suerte de autobiografía literaria y un personal canon literario de una época marcada por las dificultades que, sin embargo, ha sido una de las más fructíferas y enriquecedoras de la historia de la narrativa española.

Mis impresiones:

Este ensayo de Delibes se publicó en 2004. Fue el número 1000 de la colección Áncora y Delfín de Destino, y una bonita manera de darle una entidad especial fue ceder voz a uno de los escritores bandera de las letras en castellano del siglo XX, el vallisoletano Miguel Delibes. Hacía unos años que había tomado la decisión de no volver a escribir novelas, pero estas notas que fue tomando sobre los autores con los que compartió vivencias, letras y tiempo dieron como fruto este maravilloso ensayo. Un número 1000 de absoluto lujo.

En este pequeño texto, Miguel Delibes nos deja sus impresiones de algunos de los más importantes narradores de su tiempo. Me ha resultado gratificante una cosa: aunque los libros de texto las ignoren, la proporción de mujeres que Delibes menciona en este ensayo está muy próxima a la de los hombres. Por debajo, pero eso también lo explica el tiempo en el que se enmarcan. Sin embargo, él no las olvida, toma notas de ellas, desgrana sus letras y busca los matices que las dibujan como parte de esa generación de narradores (esos cinco grupos más bien que él ve). Ana María Matute, Rosa Cajal, Carmen Martín Gaite, Carmen Laforet, Mercedes Salisach, Josefina Rodríguez (Aldecoa), comparten espacio con Camilo José Cela, José María Gironella, Rafael Sánchez Ferlosio o los Goytisolo. Me ha llamado la atención porque la literatura oficial solo las menciona por encima, silenciando su labor, como si no hubieran existido.

Me causa curiosidad qué pasará en el futuro, de cuántas mujeres de las que escriben ahora se hablará, además de Rosa Montero o Almudena Grandes, que estoy segura de que no faltarán en el recuento de la gente que escribía en este tiempo que ahora es presente. Espero y deseo que en esto no se aplique el criterio de paridad para cumplir un cupo sino el de calidad. Estoy segura de que la hay de sobra.

Delibes presta atención a los premiados con el Nadal en las primeras ediciones, premio que también recibió él en el 49. Es en ese momento, cuando revisa estas novelas, cuando te das cuenta de la importancia literaria de este galardón, la relevancia de lo que allí se premió y la importancia que tuvo en cuanto a que seguía de cerca la línea por la que se movía la literatura de su momento. Son libros cargados de historia, inolvidables pese a los años -mucho más que los de ahora-, que tenían eso que hace trascender a las historias.

Pero también, esta es una semblanza personal de los autores desde la subjetividad de uno de los grandes. Delibes no solo habla de sus novelas, también lo hace de su carácter. A través de sus recuerdos conocemos a un Gironella que es capaz de apropiarse de experiencias ajenas y hacerlas pasar como suyas en la ficción. Y un Cela cultivador de su parte excéntrica porque eso capta la atención más que las letras. Y a una Ana María Matute tímida y retraída, que escribe con una sensibilidad extraordinaria sin contar apenas nada. O a esa Carmen Laforet, a la que el premio Nadal le llega tan pronto que casi la ahoga en la Nada del título de la novela.

Pero si hay una parte que me ha gustado por encima del resto han sido las cuatro conferencias. En las dos primeras he visto reflejadas muchas de las reflexiones que circulan por mi cabeza sobre la creación literaria, como si Delibes hubiera podido leer en míy hubiera sabido extraer de ella lo que pienso. Me sucedió algo así al leer un texto autobiográfico de Auster, supongo que serán lugares comunes de todas las personas que no podemos vivir sin plasmar en el papel las historias que crecen dentro de nosotros. Él dice que la escritura es la salida de humos de esa hoguera interior. Yo suelo decir que es la válvula de la olla a presión que soy por dentro.

La división en cinco etapas de la novela desde 1940 hasta el 2000 me ha parecido muy acertada y es en ella en la que se centra la tercera de las conferencias. La última es la más personal: ¿dónde está él? Se hace la pregunta estrella, la que creo que nos hacemos todos. ¿Y yo qué soy? ¿Quién soy? Estoy de acuerdo con él en que tiene un poco de cada etapa, porque las ha vivido en primera fila, absorbiendo vida y devolviendo historias. No estoy de acuerdo con él en otra: no es uno más. Es alguien muy grande.

No le darían el Nobel, como a Cela, pero para mí se lo merecía mucho más.

Hay mucho más en este ensayo, muchas frases que llevan a pensamientos sobre los que se podría estar hablando horas. No es un libro para todo el mundo, es más bien para quienes tengan interés en la literatura de verdad. Para quienes escriben y a veces, como yo, sienten que no tienen con quién compartir charlas de este tipo.

Aunque a solas, estas vacaciones yo he podido compartir lo que siento con Delibes. O él conmigo. Y ni siquiera está vivo.

Igual debería empezar a pensar que me está pasando con los libros un poco como a Don Quijote...

sábado, 10 de septiembre de 2016

CÓMO SE HACE UNA NOVELA DE MIGUEL DE UNAMUNO.


Estos días en los que estoy en pausa de escritura –que no de pensamiento, de ideas, de planificación mental de lo siguiente-, he llevado mis ojos a uno de los autores de la Generación del 98: Miguel de Unamuno. Y he estado leyendo un pequeño ensayo incluido en la edición que hizo Alianza Editorial en 1974 de un clásico de nuestra literatura: San Manuel Bueno, mártir. A esta novela volveré no tardando, aunque la he leído tres veces con anterioridad, pero es una de esas a las que no importa regresar, pero ahora me he quedado en el pequeño ensayo que engorda un libro muy breve (entre los dos son apenas algo más de doscientas páginas).

¿Por qué se me ha ocurrido leer Cómo se hace una novela justo tras terminar de escribir una novela? No lo sé, solo sé que pensé que tenía que abandonar el libro que llevaba atascando mi lectura dos semanas, buscar algo más breve y, sobre todo, que me apeteciera. Y este llevaba un tiempo llamándome y decidí que era su momento.

Para empezar, diré que no es un ensayo fácil. Unamuno es novelista, dramaturgo, poeta, ensayista y, sobre todo, filósofo. Es el hombre de los comentarios, tanto que comenta su propio texto y siempre con referencias eruditas, alusiones a otros autores, tanto de su época como anteriores y, muchas veces, a los textos sagrados que tenía por costumbre leer a diario.

Cómo se hace una novela fue escrito en París en 1925 y publicado en francés en la revista Mercure de France, el 15 de mayo de 1926.En 1927, Unamuno no tenía en su poder las cuartillas originales de aquel texto que se tradujo al francés por Juan Cassou, así que las retradujo al castellano y, cuando le pareció, fue insertando comentarios. Por eso, el texto que nos ha llegado es una de esas paradojas que tanto le gustaban, son sus propias palabras, pero tuvo que traducirlas y volver a dotarlas de sentido.

En este ensayo, Unamuno dibuja una línea argumental para una novela protagonizada por un tal U. Jugo de La Raza. En un mercadillo de París ha encontrado un libro donde se plantea una cuestión: el que lo lea, morirá al llegar al final de sus páginas. Unamuno sigue los pensamientos de este personaje, que se empieza a obsesionar con el libro. Pasa por todas las fases imaginables: ignorarlo y dejarlo en el mercadillo, volver a buscarlo, leerlo sin llegar al final, volver a empezar, quemarlo… Todo el argumento lo salpica con sus reflexiones filosóficas y esta especie de “manual” no se escapa de ellas tampoco. Pongo la palabra manual entre comillas porque es lo menos parecido a un manual de escritura de novelas que he leído nunca. Sin embargo, es el proceso que seguí al escribir mis primeras novelas: ideaba una historia, la iba imaginando poco a poco y, después, la escribía. Sin pensar en cambios de giro, detonantes, sorpresas o cliffhangers con los que enganchar al lector. Sin pensar en ellos porque, de hecho, no sabía que estas cosas existían. Unamuno tampoco se preocupa por eso, se centra más en las reflexiones de su personaje, sin inquietarse siquiera porque la novela esté terminada de manera perfecta.

Al final, después de traducir el texto, incluye algunas páginas más. Y después otras. Y más adelante, alguna más, como si no fuera capaz de dar por terminada la narración. Cómo se hace una novela es, además, su relato más íntimo, donde habla de su familia, donde deja ver lo que fue su vida personal mucho más que en ninguna otra parte.

En medio de esta historia de Jugo de la Raza, Unamuno deja unas frases que voy a copiar. Ya sabéis que no soy de spoilers, pero teniendo en cuenta que este ensayo es de 1927, me temo que voy a fastidiarle la novedad a bien pocos. Y me apetece que se queden en el espejo para releerlas de vez en cuando. Por cierto, el concepto de espejo tal como lo siento yo aparece en varias ocasiones en este ensayo, algo que me ha encantado.

“¿Y qué es la razón? La razón es aquello en que estamos todos de acuerdo, todos o por lo menos la mayoría. La verdad es otra cosa, la razón es social; la verdad, de ordinario, es completamente individual, personal e incomunicable. La razón nos une y las verdades nos separan”.

Razón y verdad. Gran reflexión. Estoy de acuerdo en que cada uno tiene siempre su verdad y que, muchas veces, los demás no la comprenden.

“La pobre mujer de letras buscaba lo que busca todo escritor, todo historiador, todo novelista, todo político, todo poeta: vivir en la duradera y permanente historia, no morir. “

No sé si estoy de acuerdo aquí. Creo que existen escritores que no aspiran a la eternidad, que no buscan no morir. Que solo buscan vivir en paz y, para ello, necesitan de las palabras escritas. Pero no soy Unamuno, ni soy filósofa, solo soy alguien que escribe.

 “El lector que busque novelas acabadas no merece ser mi lector; él está acabado antes de haberme leído”.

Esto me hizo sonreír. Si Unamuno publicase hoy en Amazon estoy segura de que lo crucificaban con los comentarios –aunque me encantaría leer sus respuestas, seguro que eran demoledoras.

“Los mejores novelistas no saben lo que han puesto en sus novelas. Y si se ponen a hacer un diario de cómo las han escrito es para descubrirse a sí mismos”.

Esto sí, esta es la idea del espejo a la que siempre ando dando vueltas. Las palabras que nos reflejan y nos descubren ante nosotros mismos.


Ha sido un pequeño placer leer este pequeño libro.

miércoles, 10 de junio de 2015

MIENTRAS ESCRIBO DE STEPHEN KING



Sinopsis:

Pocas veces un libro sobre el oficio de escribir ha resultado tan clarificador, útil y revelador. Mientras escribo empieza el relato de la asombrosa infancia de Stephen King y su extraño y temprano interés por la escritura. Una serie de vívidos recuerdos de la adolescencia, de la universidad y de los años de lucha que lo llevaron a la culminación de su primera novela, Carrie, aportan al lector una amena y divertida perspectiva sobre la formación del escritor. A continuación King describe las herramientas básicas del oficio y expone sus opiniones personales sobre el secreto de la escritura. Mientras escribo culmina con el conmovedor relato de cómo su necesidad de escribir lo estimuló para recuperarse de su casi fatal accidente en el verano de 2000.

Mis impresiones:

Es mi primer libro de King.

Lo juro.

Yo, la que no para de leer, la que creció en una biblioteca pública, la que no tiene reparos en confesar que lee best sellers (incluso algunos de ellos me gustan mucho), la que no tiene prejuicios con los géneros... no había leído ni un solo libro de Stephen King.

Y empiezo por un ensayo...

La verdad es que, conociéndome, tiene bastante sentido, porque Mientras escribo habla del oficio de escribir y me interesan mucho todas esas cuestiones. Supongo que comparo con lo que yo misma hago, me gusta saber cómo es la manera de trabajar de otros escritores.

Fue la escritora Antonia Romero quien me puso sobre la pista de este libro (que no conocía de nada) en Facebook y me pareció que podría colarlo en mis lecturas. Lo encargué y lo he ido leyendo poco a poco, bolígrafo en mano, tomando notas sobre lo que me llamaba la atención.

La primera parte del libro es una especie de biografía caótica, recuerdos. Es interesante, pero para mí no tanto como cuando empieza a contarnos QUÉ ES ESCRIBIR.

La primera palabra que utiliza llama la atención inmediatamente, porque él habla de telepatía. Considera que escribir es una magia portátil que conecta dos mentes, la del lector y la del escritor y hace una advertencia a quien quiera escucharle: escribir es algo que debes tomarte en serio. Si no, es mejor que te dediques a otra cosa.

Para hablarnos de los elementos que necesita el escritor para desarrollar su tarea, King elige un símil muy acertado, LA CAJA DE HERRAMIENTAS. Considera que aunque no las necesitemos todas en un momento dado, sí es bueno tenerlas a mano, manejarlas. Esas herramientas son el vocabulario, la gramática, el estilo, etc..

King establece una catalogación de escritores muy simple: malos, aceptables, buenos de verdad y genios como Shakespeare, y opina que solo se puede convertir en bueno un escritor aceptable. Para uno malo, no tiene compasión.

Después de este inicio divide en 16 fragmentos la narración. El primero empieza con mi frase favorita del libro, porque es algo en lo que creo, que repito hasta el aburrimiento siempre que me preguntan y que me encantó encontrar en este ensayo:

"Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de  saltárselas. No he visto ningún atajo"

Y le da lo mismo si lo que se leen son buenos o malos libros, porque de todos se aprende. Incluso opina (otra vez como yo) que de los malos se aprende hasta más, porque podemos ver con claridad errores de bulto a evitar. Me hizo mucha gracia que dijera que cuanto más lees, menos riesgo corres de hacer el tonto con un boli en la mano.

Esta es una de las cuestiones que quiero destacar de este libro, lo coloquial del lenguaje, lo fácil que te lo pone para que sigas su discurso que es casi como una conversación con un amigo, separados por la mesa de un bar, compartiendo una cerveza.

El autor analiza el espacio donde trabaja y comenta cómo lo hace él. No es algo rígido, a cada cual le sirven sus propios métodos. Eso sí, insiste en evitar distracciones como internet, teléfono o televisión. Yo añadiría otras que distraen mucho más que esto.

Después de esto entra en algo que a mí me hizo reflexionar. Te dice que escribas lo que quieras, pero que lo llenes de verdad, singularizándolo con tu manera de ver el mundo, dotándolo de vida a través de tu experiencia personal de la vida, de la amistad, las relaciones humanas, el sexo o el trabajo. Es algo en lo que había pensado muchas veces. Ha habido novelas que me han llenado, que he sido capaz de sentir a los personajes y, de pronto, al leer otra del mismo autor, no he encontrado el más leve rastro de las sensaciones que me hicieron empatizar con los personajes de la primera. Era, ahora lo sé, demasiada impostura, demasiada ausencia de la verdad que sí dejaron ver en la primera.

En esta parte también hay un apunte perfecto, a tener muy en cuenta: no hay que dar sermones sobre lo que se cree o lo que se sabe, sino insertarlo de manera natural en la narración. Creo que a todos a veces se nos escapan nuestras ideas y hay veces, es verdad, que con la sutileza de un rinoceronte en estampida.

Los siguientes puntos los dedica a analizar la trama, la descripción y el diálogo. Para él la trama es algo secundario, no le gusta sentirse prisionero de ella (otra cosa en la que nos parecemos) e incluso va más allá y quiere que los personajes le vayan sorprendiendo porque cree que si lo hacen con él, también lo harán con el lector. En cuanto a la descripción propone no abusar de ella, dejarla solo en detalles bien escogidos, los justos, porque entretenerse en esto afloja el ritmo de lo importante que es la historia. Los diálogos deben hacer sentir al lector "el placer vergonzante de estar escuchando conversaciones ajenas".

Uno de los puntos que leí con más placer fue el de la creación de los personajes. Habla de observar y reproducir con toda la verdad que se pueda porque son los motores de la historia, e insiste que debemos ser conscientes de que siempre tendrán algo de ti, de lo vivido, de lo observado y de tu imaginación. Quien se empeñe en que no tienen nada suyo a lo mejor es de los escritores de la base de la pirámide.

¿Qué hay que hacer para ganar una maratón? Entrenar. ¿Qué hay que hacer para ser escritor? Escribir. Lo que sea. Hablando de algo en nuestra historia, usando el simbolismo (sin forzarlo) y revisando el texto una vez terminado muchas veces, tras un tiempo de reposo (otra cosa que he hecho siempre).

Al final del libro se hace una pregunta: ¿Escribes por dinero? La respuesta es no. Hay que hacerlo porque te llena, porque te hace vibrar, porque el simple placer de hacerlo.

"Escribir no es la vida, pero es una manera de volver a la vida".

Escribe esta frase introduciendo la última parte, donde cuenta el accidente que sufrió en 1999 mientras paseaba. Fue atropellado por una camioneta, hubo de ser operado cinco veces y tardó bastante en recuperarse. La escritura fue su terapia.



domingo, 3 de julio de 2011

EL VIAJE A LA FELICIDAD. EDUARDO PUNSET.



Yo sé que hay gente que se rinde con estos libros cuando llegan a la primera ameba, pero a mí me encanta como escribe Eduardo Punset, no lo puedo remediar. Adquirí mi ejemplar de El viaje a la felicidad en la nueva edición de bolsillo, a un precio muy interesante, y he estado leyéndolo, disfrutándolo más bien, durante un par de semanas, alternándolo con otros libros.

Siempre digo que no hago reseñas, sino impresiones, lo que cada novela, ensayo, cuento o poema me aportan. No busco objetividad pero sí que me impongo emitir juicios con respeto. Por eso, sobre todo con libros como éste, no resumo, sino que elijo un pasaje, algo que me haya movido a reflexionar. Me gusta especialmente este párrafo:

"El placer, el bienestar y la felicidad residen en el proceso de búsqueda y no tanto en la consecución del bien deseado. (...) La felicidad está escondida en la sala de espera de la felicidad"

Muchas veces se nos olvida que estamos viviendo. Ponemos nuestra mirada en el futuro, en las metas que nos marcamos, sin darnos cuenta de que se nos pasa la vida sin disfrutarla. Mi padre, un hombre muy especial, siempre nos decía, cuando nos íbamos de viaje, que no se nos olvidara parar muchas veces por el camino: "el viaje también son vacaciones", sentenciaba con toda la sabiduría que acumuló en su vida. 

Y llevaba razón. 

Hay que sentirse vivo en cada momento y no reservarse para esos momentos que pensamos de antemano que serán dichosos. Nos perdemos muchas cosas y puede que cuando lleguemos al objetivo ese no nos haga tan felices.

Otro momento del libro que me ha encantado es cuando habla del arte como camino para alejarnos nuestras propias limitaciones. Los libros, la música, contemplar una escultura... pueden convertirse en una manera de viajar a la felicidad, porque nos permiten regresar sin peligro y sin efectos secundarios. A lo mejor por eso me gusta tanto leer. Se vive, se siente, casi cualquier cosa y siempre sin peligro. Por muchos fantasmas que vivan en un libro, al cerrarlo se van a quedar ahí.

La última reflexión que quiero destacar es una que ha venido a mi cabeza muchas veces esta semana. Punset nos recuerda que hace apenas un siglo, la esperanza de vida del ser humano estaba en torno a los treinta años, el tiempo justo para reproducirse. Hoy, duplicada con mucho esa cifra, nos enfrentamos a un montón de tiempo que no sabemos todavía gestionar. 

He pensado en mi abuela, y en los últimos años en los que ha esperado pacientemente, sentada en su sillón, la llegada del último día.