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viernes, 14 de febrero de 2020

CLICHÉS ROMÁNTICOS


Hoy, día del amor por excelencia, tenía ganas de ver qué se dice de la novela romántica en internet y me he puesto a hacer una búsqueda. Salvo portales especializados y blogs dedicados al género, no he encontrado ni un solo artículo que no esté lleno de clichés sobre la novela "rosa". He tenido que buscarlo así porque para muchos, romántica solo se refiere a la novela del Romanticismo y no ha habido otro modo de dar con material.

No he encontrado nada relevante, así que he decidido escribir algo. Eso que se me pasa por la cabeza, esas ideas que bullen en el interior cuando leo según qué idioteces.

Lo primero es un deseo que guardo en mi interior. Ojalá alguien dé el paso de escribir algo serio defendiendo este género y se acabe con los clichés sobre él de una vez.

¿Os imagináis una tesis doctoral sobre la novela romántica de los últimos años? Qué bonito sería.

Si en ese hipotético trabajo se eligiera con criterio, si se leyeran novelas de quienes realmente escriben bien (y en este género hay quien escribe muy, muy bien) se darían cuenta de que muchas de las ideas que se tienen sobre la novela romántica están obsoletas, que las historias hace años que no se mueven en los parámetros que "presupone" quien no ha leído una sola de ellas. Los "cuñados" de la literatura verían que hace años que se evita el machismo en las tramas, que se incluyen personajes de todas las tendencias sexuales, que se dibujan mujeres fuertes que no necesitan que nadie las salve... o sea, justo lo contrario de lo que tienen sellado a fuego en esas mentes que hablan de todo sin saber de nada.

Pero, claro, cómo lo van a saber, si no leen nada de esto, no sea que se les contamine el cerebro con "amoríos".

Yo llegué muy tarde al género y lo hice tras pasar por Unamuno, Galdós, Machado o Valle-Inclán. Después deleer a Lorca y disfrutar con Hemingway. Tras haber leído a Cortazar o a Ken Follet. Y me gustó, como me gusta Manrique o Fernando de Rojas.  Empece leyendo a autoras, españolas y empecé a entender por qué a mi primera historia con editorial y a mí misma nos habían puesto el sello de romántica. Aunque no me sentara la etiqueta como un guante, podría pasar por una de ellas, porque conté una historia sobre emociones, para mí, lo que mueve el mundo. No me importó esa etiqueta, porque lo que leí de autoras españolas me entusiasmó. Tal vez porque empecé por Nieves Hidalgo, que es una fabulosa narradora que no tiene nada que envidiar a nadie, con un gusto exquisito para elegir las palabras. O porque seguí con Isabel Keats, que es capaz de hacer que te metas en la trama y no pares de reír hasta que se termina. O, qué sé yo, porque con Carla Crespo descubrí que la historia más sencilla, contada con gracia, puede hacer que te olvides de lo que sucede a tu alrededor.

Luego leí a algunas autoras americanas, pero ninguna me impresionó. Seré rara, quizá, no lo sé, o las traducciones no me dejaron disfrutar de los libros, que es muy posible. Un día, por casualidad, di con Sophie Kinsella, inglesa, y fue amor a primera vista, se ha quedado conmigo como una imprescindible.

También leí otros libros que no trajeron como resultado experiencias positivas, pésimas historias mal contadas que se regodeaban en el cliché y que no me decían nada de nada, hasta el punto de que, en muchas ocasiones, acababa leyendo en vertical. Causantes de que este género lleve colgado el cliché de malo. Da igual lo bien que lo hagan Nieves Hidalgo, Carla Crespo o Isabel Keats si después la gente lo identifica con eso.

Pero es que eso es la paja, como se hace en otros géneros deberíamos quedarnos con el grano.

No sé por qué en este género nadie se para a separarla de una puñetera vez. Pero en serio.


viernes, 19 de enero de 2018

HOY HABLAMOS CON SANDRA BRUNA (AGENTE LITERARIO)

Después de diez años asomándome al espejo y tratando temas relacionados con la literatura, me he dado cuenta de que no he dado voz a personas que estoy segura de que tienen algo muy interesante que aportar. Nunca, por ejemplo, he hablado con un agente literario. Es una figura que conozco, pero no en primera persona. A pesar de llevar tres novelas publicadas con dos grandes editoriales, mi acceso a ellas no fue por el camino tradicional: una me vino a buscar a mi casa y arribé en la otra a través de un premio literario. Quizá por eso, siempre he visto de lejos la figura del agente o la agencia literaria y no me he parado a valorar su importancia. 

No lo he valorado porque mi camino ha sido un sendero un tanto alternativo.

He decidido que quiero saber un poco más, porque quizá se abran ante mis ojos nuevas posibilidades que no he contemplado. O, dado que sois muchos los escritores que visitáis este espacio, tal vez os pase a vosotros.

He buscado en la red agencias literarias y la verdad es que hay muchas, pero me he decidido a preguntar a Sandra Bruna. Sé que me funcionan bien las corazonadas y la verdad es que esta vez no ha sido distinto. Le he propuesto un cuestionario para ponerlo en común con vosotros, y muy amablemente se ha prestado a ello.

Sandra Bruna, para los que no la conocéis, lleva casi tres décadas en este oficio, pero como veremos en la entrevista su trabajo es mucho más complejo e interesante que el mero hecho de servir de puente entre el autor y la editorial. Si después de leer la entrevista queréis saber un poco más, podéis encontrar su agencia pinchando en el enlace. A ella os la presento en esta imagen, rodeada de libros, una de sus grandes pasiones.






Mayte Esteban: Lo primero, Sandra, es darte la bienvenida a mi blog. Muchas gracias por aceptar el reto de atravesar el espejo conmigo. Quiero comenzar preguntando lo más obvio. ¿Qué es un agente literario?

Sandra Bruna: Antes que nada es un placer colaborar contigo y te felicito por tu buen trabajo como Bloggera y como escritora. Cada vez necesitamos mejores profesionales en el sector, así que felicidades.

La definición de agente literario convencional es la persona que media entre autor y editor. Sin embargo el trabajo de agente ha cambiado mucho desde que empezaron las primeras agencias y creo que esta definición es la esencia pero, a la práctica, es otra muy distinta, al menos en mi caso, ya que no sólo mediamos, sino que acompañamos al escritor de principio a fin con tareas que antes nadie hubiera dicho que eran de la agente, pero que por mi experiencia en estos 27 años de carrera, ahora es, en muchos casos, casi imprescindible que el agente intervenga.

ME: Antes, al introducir el tema, he contado que mi llegada al mundo editorial ha sido un poco inusual, pero también he observado que en los últimos años, con el acceso que tenemos todos a internet, muchas barreras que antes existían con las editoriales se han ido cayendo. Podemos llegar a ellas casi directamente. ¿Por qué sigue siendo necesaria esta figura del agente o la agencia?

SB: Yo soy partidaria de que hay autores que no necesitan agente, depende de cada caso, porque hay autores que son de un solo libro, o porque su carrera literaria es paralela a otras. Pero, en cambio, creo que hay autores a los que les es muy necesario tener alguien al lado para dirigir su carrera, porque no sólo es escoger el mejor editor para cada novela, sino saber dónde quieres ir, dónde quieres llegar, y hacer una buena estrategia que para cada autor es diferente. Y es diferente para lengua española y después para cada país donde creemos que esa novela puede viajar, ya que una de las funciones esenciales que la agente hace es poder exportar las novelas a otras lenguas, y aquí sí que creo que es vital nuestra aportación, pero siempre interviniendo desde la publicación castellana. No vale yo me hago lo de aquí y tú te encargas de lo de fuera, porque la estrategia es un paquete general, que debe estar bien estructurada  desde el inicio. Y para eso creo que hay que estar en manos de profesionales y, cuando un autor quiere profesionalizar su carrera, la mayoría de veces, un agente es necesario.

ME: Mira, en eso no había pensado, no se me había ocurrido que para exportar nuestras novelas es muy útil tener un agente. Esa es una de vuestras funciones que realmente desconocía por completo. Nos puedes contar, en rasgos generales, cómo trabaja un agente literario. ¿Es solo un intermediario entre la editorial y el autor o también se implica de alguna manera en el proceso de creación de la obra? Se me ocurre preguntar si hace sugerencias para mejorar el texto o para adaptarlo al mercado o si solo se limita a buscarle una editorial donde encaje.

SB: Esto es lo que quería decir en la primera pregunta. Hay agentes que se limitan a esto, pero yo he visto que mi modelo de agencia no va por ahí y nosotros no sólo nos implicamos en el texto, en ayudar y acompañar, sino después también nos implicamos  en ayudar a la editorial a promocionar y a vender.

Quizás mi agencia es atípica, pero nunca me ha gustado ser sólo un punto de conexión, porque los libros hay que vivirlos con el autor para después venderlos, pero eso ya es muy personal.

ME: Pues ese es otro enfoque muy interesante, porque sé por experiencia que hay veces que te puedes sentir un poco perdido. Acompañar me parece esencial. Voy viendo cuáles son los beneficios para el autor al trabajar con una agencia con respecto a hacerlo sin ella, pero seguro que hay algo que se me escapa.

SB: El autor que quiere profesionalizarse creo que tiene muchos beneficios con un buen agente al lado. No sólo porque no está solo con su libro, sino porque hay un trabajo burocrático que el autor debe olvidar para dedicarse a escribir, y por lo que comentaba de hacer una buena estrategia editorial, que es distinta y cambiante, y para eso hay que estar remando juntos con alguien que es de tu equipo. Porque el editor al que no vendes puede dejar de serlo, en cambio el agente intentará hasta al final, si ha confiado en ese autor, llegar dónde ambos habíamos planeado, porque las ventas no dependen siempre de la calidad de la novela ni del autor.

ME: Ahora voy a hacer una pregunta un poco incómoda. Charlando con autores, me han contado que muchas veces el trabajo con sus agentes no ha sido del todo satisfactorio. ¿Por qué tienen mala prensa? ¿Hay mucho intrusismo? ¿Hay mucha gente sin aval haciéndose pasar por quienes no son?

SB: No es una pregunta incomoda. Los autores que no están satisfechos con sus agentes deben cambiar de agente o no tenerlo. Yo creo que no es cuestión de mala prensa, sino de que cada autor debe saber lo que quiere y porqué lo quiere, igual que el agente, y si ambos quieren lo mismo, la cosa normalmente funciona. No creo que haya gente haciéndose pasar por lo que no es, pero sí que es cierto que ser agente no es nada fácil. Creo que si yo no llevase 27 años en esta profesión, cambiaría ahora mismo y haría otra cosa, porque desde fuera puedes verlo sencillo, sin mucha inversión, y que se puede hacer incluso desde casa y no digo que no sea así cuando uno empieza, pero si te dedicas a ello y creces profesionalmente es un oficio complejo y de mucha dedicación, que no todo el mundo está dispuesto a hacer y por eso quizás hay malos entendidos. Además, un valor fundamental para ser un buen agente es la honestidad a pesar que a veces tengas que decir cosas que no son fáciles de trasmitir como que una novela no funciona, que hay que esforzarse más o que no se encuentra editor para una novela que todos consideramos buena en casa, pero fuera no, para ponerte algún ejemplo. Para que la relación agente-autor funcione tiene que haber confianza.

ME: Y pensando en la inexistencia de avales, ¿qué piensas de todo este fenómeno de la autoedición? ¿Crees que es una moda que pasará y que los autores acabarán volviendo a buscar un hueco en las editoriales tradicionales? ¿En qué medida crees que está afectando al mercado literario?

SB: Ha sido un fenómeno y han salido autores autopublicados que han acabado en grandes editoriales. Yo abrí una línea de autoedición llamada SB&BOOKS en su momento, bajo el paraguas de la agencia, para publicar en ebook, y descubrimos nuevas voces que han pasado al papel, y que estamos muy contentos de poder representar, pero hemos detectado que la venta de ebook es tan mínima, en la mayoría de los casos, que no podemos vender gato por liebre y el modelo de negocio como lo teníamos concebido no puede seguir. Por eso creo que nunca se ha visto afectado el canal tradicional y por suerte el papel sobrevive bien.

ME: (Yo, que tengo lector digital desde hace ocho años, he vuelto al papel como lectora. No sé si es romanticismo, pero cada vez me llama más tener un libro entre las manos y no un dispositivo.)

Como te he dicho al principio, a pesar de llevar años publicando no tengo ni he tenido agente, así que tengo algunas preguntas técnicas. Por ejemplo, ¿se pueden contratar vuestros servicios por una sola obra o va vinculado a la actividad literaria del autor durante un tiempo determinado? ¿Cuánto tiempo suele ser? ¿Tardáis mucho en darle una respuesta respecto a una obra que os mande?

SB: Cada agencia tiene sus condiciones. Es mejor consultar con quien te interese.

ME: Entiendo. Me preguntaba si había una especie de modelo, como los contratos editoriales que, aunque tienen matices de una editorial a otra -incluso de una obra a otra-, siguen un patrón más o menos general. Y ya la última pregunta. ¿Cómo me convencerías de que necesito contratar tus servicios como autora? A mí o a cualquiera de los escritores que pasan por el blog.

SB: El que tiene que estar convencido es el autor, y el agente debe valorar si ese autor necesita los servicios de un agente, como ya he comentado antes, no todos los autores creo que necesite agente. En mi caso, es muy importante tener claras las cosas y, por tanto, yo no quiero convencer a nadie de nada de lo que uno mismo no crea o sienta. Sin embargo, el servicio de una agencia es muy valioso en muchos aspectos cuando hay respeto, confianza y fidelidad por ambas partes.

ME: Me gustan estas tres palabras, creo que apoyarse en ellas es la mejor manera de que salgan bien las cosas. Ha sido un placer charlar un rato contigo y conocer un poco más tu trabajo, Sandra. Te deseo que sigas teniendo mucho éxito con todo lo que te propongas.


En la imagen que adjunto en el blog, que amablemente me ha cedido la agencia, Sandra Bruna lleva una camiseta de una campaña solidaria en la que llevan inmersos cinco años: La literatura alimenta. Su objetivo es conseguir recaudar dinero para becas en comedores escolares, para aquellos niños que se encuentran en situación de pobreza y que no reciben una alimentación adecuada. Es el quinto año que se unen a la campaña de Educo. Si quieres saber más acerca de esto, pincha aquí.


domingo, 7 de enero de 2018

LOS CORRALES DE COMEDIAS



Acaba de empezar el siglo XVI y el gremio de artesanos de Madrid prepara la fiesta del Corpus con una representación. Ellos mismos, esos que en sus horas de trabajo se dedican a labrar los metales o a curtir pieles, durante unas horas se convertirán en actores. No habrá decorado, no habrá un escenario fijo: tan solo el humilde carro que después se usará en la procesión, con la pared de la iglesia al fondo.

Ni siquiera sabrán esos artesanos, aficionados a entretener a sus congéneres, que están sentando las bases del teatro que en un siglo será el mayor espectáculo del que disponga la capital. Pero han dado un paso de gigante, ha sido tal su éxito que, a mediados de siglo, ya existirán espacios donde se cobrará una entrada para verlos contar historias sobre un rudimentario tablado: los corrales de comedias. En ellos, el público se separará por clase social, puesto que los pudientes, incluido el rey, tendrán reservados los corredores de las plantas. Y por sexos: las mujeres al fondo, en la cazuela, y los hombres en el centro del patio. Ellas son espectadoras de segunda y tampoco tienen presencia en la escena. De hecho, los papeles femeninos hasta la segunda mitad del siglo los representarán hombres disfrazados...

Un escritor puede contar las cosas tal como sucedieron o darles una vuelta. A veces, solo con esto, aparecen historias inolvidables. La ficción, ante todo, es ficción. O debería serlo…


jueves, 3 de noviembre de 2016

LOS CÓDIGOS LITERARIOS



Estaba repasando los elementos de la comunicación, aplicados a la literatura, cuando una idea me asaltó por sorpresa.

En literatura, el emisor es el autor, el receptor es múltiple, los lectores de la obra, incluso los espectadores cuando se trata de teatro que ha sido para representarse sobre un escenario. Los canales han ido variando a lo largo de la historia, desde las primeras tablillas de arcilla encontradas que marcan el inicio de lo que conocemos como Historia, pasando por soportes como el pergamino, el papiro, el papel y, hoy en día, el digital. El mensaje es propio de cada obra y el contexto tiene que ver con la época que se refleja.

Me falta el código, pero me voy a parar antes en el contexto, porque aquí también hay algo que decir.

Es importante conocer el contexto histórico de cada obra para que no hagamos análisis simplistas de lo que nos está contando el autor, para que no digamos estupideces como las que he tenido que leer a veces. No es lo mismo una escena escrita para una obra del siglo XXI, que la misma para mediados del XX, porque la sociedad no era la misma y lo que ahora nos parece reprobable (porque lo es) quizá en ese momento formaba parte de la "normalidad" social. Criticarlo como algo intolerable es signo de ignorancia.

Esto lo he visto en algún comentario que no tenía en cuenta el contexto de la obra y siento pena por quien se atreve a lanzarse a la piscina con argumentos absurdos. Yo no vería verosímil, en pleno siglo XXI, un duelo con pistolas al amanecer, pero en La Regenta hay uno y jamás se me ocurriría tildarlo de absurdo. En esa época la gente se comportaba así y si yo decido escribir sobre ese tiempo y retratar un duelo es porque es perfectamente verosímil. Aunque lo escribiera ayer mismo.

Pero vamos al código, que era en realidad lo que me hizo pensar ayer.

El código literario tiene sus reglas. Hay que conocerlas para entender del todo la obra, porque si no hay matices que se nos escapan. Tenemos que saber qué es una metáfora, por ejemplo. Las figuras literarias forman parte de ese código y alejan el lenguaje literario del coloquial. Lo enriquecen, lo transforman, le dan contenido. Si yo escribo: "El texto estaba tan mal escrito que el autor parecía hijo de la ESO", estoy diciendo mucho más que lo que pone y si el lector no encuentra la metáfora, obviamente se estará perdiendo gran parte del contenido de la obra.

Por poner un ejemplo.

Pero no solo existe ese código. Hay otros que hemos interiorizado con el tiempo y que regulan de alguna manera cómo funcionan las obras. Por ejemplo, y me voy a lo que conozco de primera mano, la novela romántica tiene sus códigos. Siempre, en primer plano, debe existir una historia de amor. Chico chica. Chico chico. Chica chica. Eso ya lo elige el autor, pero siempre tiene que estar ahí, moviendo el hilo principal porque si no no sería romántica. Por debajo de eso, debe existir otra trama que mueva a los personajes. Que suponga la diferencia con respecto al resto de historias. Y, al final, siempre, de manera ineludible, un final satisfactorio para el lector, que en este género es feliz y que acaba con perdices en el menú. Si te saltas el código, descolocas al lector del género. Si el lector que se acerca a la obra lo desconoce, emite análisis absurdos en los que la palabra "predecible" se convierte en la estrella.

Igual pasa en la novela policiaca. ¿Os imagináis una en la que se plantee un asesinato y no se resuelva? ¿Qué pensaríais?

...

Pues eso, que la novela no funciona porque se ha saltado una de las premisas básicas de este subgénero narrativo, la que regula que todo misterio tiene que tener su solución completa.

Creo que antes de lanzarnos a analizar las obras literarias deberíamos hacer un pequeño trabajo de reflexión, intentar conocer el ADN literario para juzgar de verdad, no solo desde lo que a nosotros nos gustaría que pasara. Porque, eso de que "no es lo que esperaba", solo me indica que se ha hecho un nulo trabajo en este sentido.

sábado, 10 de septiembre de 2016

CÓMO SE HACE UNA NOVELA DE MIGUEL DE UNAMUNO.


Estos días en los que estoy en pausa de escritura –que no de pensamiento, de ideas, de planificación mental de lo siguiente-, he llevado mis ojos a uno de los autores de la Generación del 98: Miguel de Unamuno. Y he estado leyendo un pequeño ensayo incluido en la edición que hizo Alianza Editorial en 1974 de un clásico de nuestra literatura: San Manuel Bueno, mártir. A esta novela volveré no tardando, aunque la he leído tres veces con anterioridad, pero es una de esas a las que no importa regresar, pero ahora me he quedado en el pequeño ensayo que engorda un libro muy breve (entre los dos son apenas algo más de doscientas páginas).

¿Por qué se me ha ocurrido leer Cómo se hace una novela justo tras terminar de escribir una novela? No lo sé, solo sé que pensé que tenía que abandonar el libro que llevaba atascando mi lectura dos semanas, buscar algo más breve y, sobre todo, que me apeteciera. Y este llevaba un tiempo llamándome y decidí que era su momento.

Para empezar, diré que no es un ensayo fácil. Unamuno es novelista, dramaturgo, poeta, ensayista y, sobre todo, filósofo. Es el hombre de los comentarios, tanto que comenta su propio texto y siempre con referencias eruditas, alusiones a otros autores, tanto de su época como anteriores y, muchas veces, a los textos sagrados que tenía por costumbre leer a diario.

Cómo se hace una novela fue escrito en París en 1925 y publicado en francés en la revista Mercure de France, el 15 de mayo de 1926.En 1927, Unamuno no tenía en su poder las cuartillas originales de aquel texto que se tradujo al francés por Juan Cassou, así que las retradujo al castellano y, cuando le pareció, fue insertando comentarios. Por eso, el texto que nos ha llegado es una de esas paradojas que tanto le gustaban, son sus propias palabras, pero tuvo que traducirlas y volver a dotarlas de sentido.

En este ensayo, Unamuno dibuja una línea argumental para una novela protagonizada por un tal U. Jugo de La Raza. En un mercadillo de París ha encontrado un libro donde se plantea una cuestión: el que lo lea, morirá al llegar al final de sus páginas. Unamuno sigue los pensamientos de este personaje, que se empieza a obsesionar con el libro. Pasa por todas las fases imaginables: ignorarlo y dejarlo en el mercadillo, volver a buscarlo, leerlo sin llegar al final, volver a empezar, quemarlo… Todo el argumento lo salpica con sus reflexiones filosóficas y esta especie de “manual” no se escapa de ellas tampoco. Pongo la palabra manual entre comillas porque es lo menos parecido a un manual de escritura de novelas que he leído nunca. Sin embargo, es el proceso que seguí al escribir mis primeras novelas: ideaba una historia, la iba imaginando poco a poco y, después, la escribía. Sin pensar en cambios de giro, detonantes, sorpresas o cliffhangers con los que enganchar al lector. Sin pensar en ellos porque, de hecho, no sabía que estas cosas existían. Unamuno tampoco se preocupa por eso, se centra más en las reflexiones de su personaje, sin inquietarse siquiera porque la novela esté terminada de manera perfecta.

Al final, después de traducir el texto, incluye algunas páginas más. Y después otras. Y más adelante, alguna más, como si no fuera capaz de dar por terminada la narración. Cómo se hace una novela es, además, su relato más íntimo, donde habla de su familia, donde deja ver lo que fue su vida personal mucho más que en ninguna otra parte.

En medio de esta historia de Jugo de la Raza, Unamuno deja unas frases que voy a copiar. Ya sabéis que no soy de spoilers, pero teniendo en cuenta que este ensayo es de 1927, me temo que voy a fastidiarle la novedad a bien pocos. Y me apetece que se queden en el espejo para releerlas de vez en cuando. Por cierto, el concepto de espejo tal como lo siento yo aparece en varias ocasiones en este ensayo, algo que me ha encantado.

“¿Y qué es la razón? La razón es aquello en que estamos todos de acuerdo, todos o por lo menos la mayoría. La verdad es otra cosa, la razón es social; la verdad, de ordinario, es completamente individual, personal e incomunicable. La razón nos une y las verdades nos separan”.

Razón y verdad. Gran reflexión. Estoy de acuerdo en que cada uno tiene siempre su verdad y que, muchas veces, los demás no la comprenden.

“La pobre mujer de letras buscaba lo que busca todo escritor, todo historiador, todo novelista, todo político, todo poeta: vivir en la duradera y permanente historia, no morir. “

No sé si estoy de acuerdo aquí. Creo que existen escritores que no aspiran a la eternidad, que no buscan no morir. Que solo buscan vivir en paz y, para ello, necesitan de las palabras escritas. Pero no soy Unamuno, ni soy filósofa, solo soy alguien que escribe.

 “El lector que busque novelas acabadas no merece ser mi lector; él está acabado antes de haberme leído”.

Esto me hizo sonreír. Si Unamuno publicase hoy en Amazon estoy segura de que lo crucificaban con los comentarios –aunque me encantaría leer sus respuestas, seguro que eran demoledoras.

“Los mejores novelistas no saben lo que han puesto en sus novelas. Y si se ponen a hacer un diario de cómo las han escrito es para descubrirse a sí mismos”.

Esto sí, esta es la idea del espejo a la que siempre ando dando vueltas. Las palabras que nos reflejan y nos descubren ante nosotros mismos.


Ha sido un pequeño placer leer este pequeño libro.