El viernes por la tarde me empecé a poner tontorrona. No sabía precisar qué me pasaba, pero el caso es que notaba como si estuviera cayéndome hacia el abismo de un catarro de los épicos.
Por supuesto, no hice caso. Estaba pasando un fin de semana ansiado desde hacía muchos meses con mis amigas, así que una simple "sensación" no iba a fastidiarme mis días.
Eso no lo consiguió, pero en el hotel hacía un calor de morirse y por la noche hubo que abrir la ventana de la habitación. Sé lo que me pasa si duermo con la ventana abierta antes del mes de junio. Prefiero pasar calor a acabar con dolor de garganta, pero no estaba sola y cuando hay otras personas siempre hay que llegar a acuerdos. Hay que ceder. Hay que ser persona y no un ser egoísta.
No lo fui, tiendo a poner por delante a los demás siempre y así me pasó: el sábado me levanté peor.
Tampoco era algo concreto, era solo un cansancio que por momentos crecía, pero la comida animada, las visitas a unas casas que se merecen una novela, el encontrarme uno de mis libros en un pueblo andaluz, las risas, los cafés... me hicieron obviar lo obvio: me estaba poniendo muy malita.
A pasos agigantados.
Esa noche, pedí que la ventana estuviera cerrada, pero a las cuatro de la mañana tuve que claudicar y que la abrieran. Era incuestionable que hacía un calor mortal, pero también era cierto que yo no estaba nada bien. Ahora sé que debería haber bajado a recepción y haberme hecho con otra habitación, pero siempre piensas que no será para tanto.
Pues mira, sí, lo era.
Por supuesto, me levanté el domingo hecha unos zorros. Justo lo mejor para hacerte 500 km. Volví a casa tan derechita a la cama que a las nueve de la noche estaba frita y no me he despertado hasta las siete de la mañana. El cansancio y la medicación me han tumbado.
Hoy lunes me he pasado la mañana leyendo, descansando en la cama porque quería acudir al trabajo y lo he hecho, pero me he quedado sin voz a mitad de la tarde. No me he planteado en ningún momento escaquearme, es online y no iba a contagiar a nadie, pero tampoco he contado con que acabaría peor de lo que he empezado la semana. He solventado las horas que quedaban a base de caramelos y haciendo clases prácticas, que se habla menos, pero aquí estoy ahora, sin lograr respirar y con ganas de meterme en la cama y no salir por lo menos hasta el martes... de la semana que viene.
Tampoco lo haré, mañana a las siete Ulises querrá salir a dar su paseo y no se lo voy a negar.
No me voy a morir, lo tengo claro, pero la verdad es que me fastidia tener que renunciar a grabar y me temo que mañana por la tarde acabaré como hoy.
Salvo milagro.
Y yo no creo en los milagros.
Si algo me puede salir mal, me sale. Si digo algo y se puede malinterpretar aunque no sea mi intención, se malinterpreta. Si hay una posibilidad de ponerse mala por abrir una ventana de noche, ahí estoy yo. La primera.