Ayer me llegaba a mi correo un post del blog de Abel Amutxategi, Cómo escribir un libro, al que llevo suscrita tanto que ya ni me acuerdo de cuándo lo hice. Se titula 12 formas de ayudar GRATIS a tu autor favorito, y como él lo cuenta de maravilla, pinchando en el enlace veréis las que propone.
Después, volved, que quiero contaros yo algo.
¿Ya está?
Bien ahora os digo yo. Ayer, cuando leí el post, me di cuenta de que llevo años haciendo esto, no solo con autores consagrados, sino con muchos que he ido conociendo a través de las redes, que me han gustado y no he dudado un instante en recomendar. Lo he hecho a través del blog, en Facebook, en Twitter, de viva voz... porque soy una cansina con las cosas que me gustan y, por qué no, porque también me apetecía compartir impresiones con otras personas sobre estos libros, y esa es una buena manera de hacerlo.
Incluso a los que han publicado con editorial los he ayudado "recolocando" sus libros en las librerías, algo que algún día me va a causar un disgusto.
Y, aún más allá, a veces he buscado en los ordenadores que hay en las grandes cadenas de venta de artículos informáticos los perfiles de las novelas y los he dejado abiertos, bien visibles. Yo que sé, igual el siguiente que tocase el ordenador se podría fijar en ellos...
Como autora, hay personas que han hecho conmigo algo así. Me han dedicado espacio en sus blogs, me hicieron entrevistas, han recomendado mis libros en sus perfiles... Y sé que eso ha sido esencial para que yo, a día de hoy, tenga tres novelas publicadas con editorial. Sin eso, sería todavía más desconocida. Una persona, a la que creo que le debo el principio y se lo tengo que reconocer, es Tatty, de El Universo de los libros, que me abrió las puertas cuando todas estaban cerradas. A ella se sumó Mónica, después Marga y un largo etcétera de blogs.
Todas ellas contribuyeron al boca oreja, que tiene un poder inmenso de convocatoria. Es más poderoso que cualquier campaña de marketing orquestada, porque siempre suele haber detrás de él un producto que tiene calidad suficiente como para que alguien arriesgue el valor de su palabra recomendándolo.
Espera, ¿qué acabo de decir?
Me temo que aquí hay un punto que debo matizar.
Cuando empecé a publicar en Amazon los autores independientes nos organizamos para publicitarnos entre nosotros. La plataforma era nueva, el fenómeno estaba en pañales y se hacía necesaria una difusión importante y conjunta para crear el ruido suficiente y que nos prestasen atención. Organizamos una lista con los libros que teníamos en la plataforma y la compartimos, para que cada uno pegase, por turnos, los tuits en su perfil. Los demás solo tendrían que retuitearlo y el ruido estaba asegurado. Al principio éramos un número razonable de autores, una docena aproximadamente, pero pronto se empezó a unir mucha más gente atraída por la posible repercusión de la estrategia. (Para quienes no tienen memoria, que los hay, sí, yo estuve desde el primer día en eso que se llamó Generación Kindle). La verdad es que funcionó, Amazon en pocos meses pasó de ser una página más a una de las más recomendadas en las redes. Nosotros, pasamos de desconocidos totales a autores que se buscaban la vida con bastante ingenio y sin apoyo editorial. Ganamos, pero también ganó Amazon.
Y mucho más que nosotros.
En ese momento, yo creo que algo no estaba bien planteado; se recomendó sin leer, solo por el apoyo recíproco, incumpliendo una premisa que desde el principio debía de haber sido básica. Yo, que encima era de las pocas que habían leído a muchos de ellos, salí bastante escaldada de esto, no creáis, y no solo porque no conseguí muchos lectores entre esos escritores, sino por otros fenómenos que se dieron en paralelo.
Llevo un imán de neodimio que atrae idiotas insertado en lo más profundo de mi organismo.
El primer día que me tocó tuitear tropecientas novelas (ya os digo que enseguida se enganchó mucha gente) lo hice religiosamente, pero tuve que aguantar a una pedante en Twitter que me atacó por usar este sistema (y eso que a la pedante le vino de maravilla porque favorecía a una persona de su entorno, pero ya sabéis que Twitter tiene el mayor número de imbéciles por bit cuadrado). Me llevé un disgusto de la leche, porque yo en ese momento era más pava que ahora y era incapaz de mandar a la mierda a nadie, por mucho que se lo mereciera.
Aguanté casi un año siendo generosa con personas que en muchos casos no lo estaban siendo conmigo (la persona a la que más tuits le puse en esas fechas no me puso ni uno solo a mí y eso que se declaraba en privado -en público no- mi mejor amigo escritor). Un día, después de aguantar a otro individuo que no sé por qué motivos recomendó a todo el mundo que me bloqueasen en todas las redes (un tipo infernal, recuerdo que se llamaba Dante) decidí zanjar el asunto y cambiar la estrategia.
Justo como hicieron conmigo, dejé de recomendar porque sí. Total, si ya me habían puesto a caer de un burro, era mejor que al menos fuera honesta conmigo misma.
Empecé a recomendar solo los libros que había leído y me habían gustado, que por otro lado eran un montón, porque soy de esa clase de escritores en extinción que leen muchísimo.
Desde entonces, las personas que me siguen saben que cuando recomiendo un libro lo hago convencida de lo que estoy diciendo, que si tuiteo algo, es porque creo en ello. Que lo hago porque quiero y no porque deba nada a nadie.
Y hablando de deber, fijaos hasta donde llega lo tonta que soy que en el último caso que he vivido de desequilibrio tuiteril (cómo me gusta inventarme palabras) este ha ido de tres o cuatro tuits al día en mi cuenta para una novela y tres tuits (tres) de ese autor entre mis dos últimas novelas para mí. Si hiciera cuentas, no compensaría, pero el caso es que a mí las novelas me gustaron y me da igual lo que hagan los demás. No los pongo para que me los pongan, de hecho los pongo incluso cuando a mí se me ignora.
No se trata de personas, se trata de novelas.
Si te tuitean por cómo eres y no por cómo escribes, vamos mal.
Por cierto, mientras estaba redactando esto, se me ha ocurrido otro post: cómo perjudicar a tu autor favorito. Igual hasta un día lo escribo.
O no, este año no ando muy bien de tiempo.