Tengo un compromiso
inquebrantable, un acuerdo conmigo misma que espero respetar durante el resto
de la vida, porque significa respetarme a mí misma. Escribiré solo aquello que me apetezca
escribir, sin fijarme más metas que disfrutar el camino que conduzca mis
palabras a construir una nueva historia, a insuflar vida a cuanto personaje
tenga el capricho de instalarse en mi imaginación.
No me guiarán modas.
No me ataré a géneros.
No firmaré plazos que le pongan
cadenas a la creatividad, que me obliguen a virar mis intenciones, a exprimir
el talento que aún no sé si tengo.
Seguiré el camino que me tracen
mis deseos porque, lo único que deseo, es ser feliz.
Este compromiso significa
renunciar a oportunidades. Ya lo he hecho y lo seguiré haciendo, porque no hay
mejor termómetro para saber si el sendero que has elegido es el correcto que
escucharte a ti mismo. He aprendido a escucharme, a usar el silencio para
analizar las reacciones de mi cuerpo, esas que me indican con la más absoluta
certeza qué es lo que quiero y qué es lo que estoy haciendo bien o mal.
No me importa equivocarme, me di
permiso hace mucho para hacerlo.