Sinopsis:
Nada queda del aclamado líder de The Wave, la exitosa banda de rock que se perdió en una espiral de autodestrucción. Tras varios años tocando fondo, su representante ha conseguido un contrato con una discográfica y parece decidido a rescatar al grupo del olvido.
Miles sabe que es una lucha imposible, porque hace años que no consigue componer nada. Dentro de él, solo hay silencio.
Kaylee Howard es una estudiante de piano clásico que lleva una vida tranquila y ordenada. Sin embargo, esconde un secreto: no quiere ser pianista, sino cantante de rock. Impulsada por una de sus profesoras, se presenta a una audición, aunque tiene muchas dudas sobre su futuro.
Cuando cantan juntos, Miles y Kaylee pueden hacer tambalear el mundo. Hay demasiadas barreras entre ellos, pero... ¿es posible que ambos sean el impulso que necesita el otro para superar sus miedos y liberar todo su talento? ¿Podrá el amor llevarles a lo más alto o acabará por destruirles?
Mis impresiones:
No es la primera vez que leo a Marian Viladrich. En una mis incursiones por fragmentos en Amazon, de las que he hablado tantas veces, leí el principio de una de sus novelas, La cocinera de Oak Farm y la acabé comprando y leyendo entera. Solo al final me di cuenta de que, como vivo en mi mundo, había leído la tercera parte de una trilogía, pero no había echado de menos nada, así que sumó más puntos para que volviera a leer algo suyo.
Cuando Tu voz entre un millón de voces salió a la venta no lo pensé y la descargué.
La novela gira en torno a un grupo de rock, The Wave, un grupo que tuvo muchísimo éxito, pero que también se perdió en él y acabaron a la deriva. Después de un tiempo en el que sus componentes se han intentado recuperar de lo que les pasó, intentan volver a los escenarios. Para ello, buscan una voz femenina y el casting lo supera Kaylee Howard, una chica que ni se acerca al estereotipo de lo que se supone que es una estrella de rock, más bien parece lo que es, una estudiante de piano, una chica buena a la que parece que ese mundo le queda muy grande. Su voz es espectacular y empasta a la perfección con la del cantante de The Wave, Miles Baker, pero este no la quiere en el grupo.
A partir de ahí, de ese detonante que descoloca la tranquilidad, empieza una historia que está contada con mucha delicadeza. Ese es uno de los puntos fuertes de Marian Viladrich, que sabe escribir y describir con una gran riqueza de detalles los mundos que crea. Es fácil sentir que estás en un concierto o en la sala de ensayos y, aunque no escuches las canciones que están interpretando, puedes hacerte una idea perfecta de lo que los personajes sienten por esa capacidad suya de transmitir. Aunque nunca oigas ese repertorio de canciones que ella plantea para este grupo imaginario, sientes que realmente los personajes tienen voces únicas, de esas que erizan la piel desde que su garganta dispara la primera nota.
La novela, escrita en pasado y contada por un narrador omnisciente, se ambienta en Portland, aunque por ella pasan otros escenarios como Boston, Londres o Nueva York, muchos más si tenemos en cuenta que se habla de las giras del grupo.
Sobre el mundo de la música, se refleja bien ese lado oscuro que tiene, esa cara B de los grupos de rock que no es una leyenda en absoluto. Una de las razones por las que me llamó la atención también la sinopsis de la novela es que, en un tiempo muy lejano de mi vida estudié piano en el conservatorio y formé parte de un grupo de rock. Poquísimo tiempo, yo era mucho más niña buena que Kaylee y salí zumbando de allí, no estaba hecho eso para mí.
El tema de la novela es, ante todo, una reflexión sobre el éxito: alcanzarlo, caer y volver a levantarse. Es el proceso de Miles, aunque Marian no se centra en su descenso a los infiernos, ese vamos conociéndolo a través de flashbacks. Ella se centra en la recuperación y en la influencia que tiene en ella el hecho de contar con alguien que se preocupa por ti. Vemos la impotencia ante el silencio que hace que no escuche música en su interior y cómo esta se vuelve una fuerza arrolladora cuando por fin reaparece.
El talento, eso es verdad, no muere, solo a veces se queda dormido.
Todo lo que estamos viviendo ha hecho que entienda esto mucho mejor. Tantas emociones, tantas cosas impensables que se han vuelto una realidad cotidiana hicieron enmudecer mi capacidad de concentración hasta límites insospechados. No solo la creatividad, sino también la lectura, eso es lo que ha provocado que haya sido más lenta de lo que en mí es normal. Estos días raros me han hecho ir un poco a saltos, pero al final he recuperado la capacidad de leer casi a la vez que la de contar historias.
En realidad, como a Miles, me hacía falta tiempo.