Estuve
pensando un rato en esto.
Me asaltaron las dudas propias que siempre asaltan a
alguien como yo, y lo hicieron, como siempre, mientras me dedicaba a las
labores domésticas. Lo confieso, me aburre planchar, no disfruto nada limpiando
cristales y me desespera ordenar habitaciones de niños porque antes de darme la
vuelta ha aparecido uno que se ha cargado todo mi esfuerzo.
Para no
desaprovechar el tiempo, pienso en otras cosas. Para no desaprovecharlo y para
evadirme de la pereza que me da la casa.
Me puse
a pensar qué significa ser indie.
¿Independiente?
Si ser independiente significa ir por la vida siguiendo tu propio instinto, enarbolando tu bandera en solitario, entendería que indie debería ser alguien que se mueve sin compañía. Asociándonos a algo o a
alguien dejamos de estar solos y ya no creo que esa definición nos valga.
¿Soy
indie?
En lo
que se refiere a seguir mi instinto, probablemente. Actúo pensando pero sin
consultar demasiado, equivocándome y rectificando cuando lo estimo oportuno. Salto de un género a otro sin importarme mucho que habrá quien no lo entienda, incluso quien lo considere pretencioso.
En lo
que se refiere a mantenerme como escritora al margen de todo, me temo que no.
No es sólo por los compromisos adquiridos y firmados, es porque una vez que
decides insertarte en el sistema, cualquier sistema, formas parte de engranaje
de algún modo. Hasta lo que chirría es parte de ese mecanismo.
Entonces la independencia se anula por completo.
Entonces la independencia se anula por completo.
Entonces,
¿qué soy?
Una
autora en busca de lectores que empujen a mis manos a volver a componer
historias, en busca de ese estímulo externo que, no nos engañemos, supone el
impulso clave para no rendirse.
Y desde
ayer sé que, además, estoy medio loca o soy una delincuente en potencia porque dije
en alto que no me da miedo ir a la cárcel. Tendría mucho más tiempo para
escribir que ahora.
Feliz
fin de semana