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viernes, 29 de enero de 2021

SEÑORA DE ROJO SOBRE FONDO GRIS DE MIGUEL DELIBES

 


Sinopsis:

Un prestigioso pintor, sumido en una grave crisis creativa, va hilando ante su hija sus recuerdos más íntimos en un monólogo que es a la vez homenaje y exorcismo. Su relato se centra en dos acontecimientos: la detención de dos de sus hijos por motivos políticos y, fundamentalmente, la enfermedad y muerte de su mujer, Ana, a los cuarenta y ocho años. Ana contagiaba una sensación de belleza y plenitud que cobró un verdadero alcance sobre el fondo gris de lo cotidiano y los sinsabores de la enfermedad. Historia de un amor en carrera desenfrenada hacia la muerte y sobrecogedora semblanza de un personaje femenino, Señora de rojo sobre fondo gris es una profunda lección de humanismo y madurez artística que sólo Miguel Delibes podía ofrecernos.


Mis impresiones:

Creía que lo terminaría hoy, por las noches leo en digital, pero no fui capaz de soltarlo. Delibes es Delibes y esta novelita no te deja así como así. Novelita por lo corta, porque en realidad es una de esas novelas grandes que te conectan con alguien desconocido. Dibuja emociones a flor de piel: desesperadas, lúcidas, intensas, tan certeras que se enredan con la enfermedad y te hacen sentirlas tuyas. El amor, tan inmenso que no encuentra manera de disimularse entre esos personajes ficticios que tienen una base tan real, ese que se empeña en no aceptar lo inevitable.

Porque esto no es ficción.

Este es un juego en el que Delibes disimula su vida. Y el pintor no es pintor, sino el mismo autor. Y el lienzo en blanco, sospecho, es esa incapacidad de ilusionarse que te asalta cuando lo que está sucediendo a tu alrededor te desborda, cuando las emociones se hacen dueñas de ti de tal manera que desdibujan hasta lo que tiraba de ti a diario.

Qué imposible se hace seguir cuando amas tanto a alguien sentenciado.

Pero también hay otro lado en esta historia, contada en segunda persona a una hija, a la que parece querer dejar la herencia de su madre, la emocional, los recuerdos de ella, de esa mujer vital que siempre fue todo para él. Y lo hace con una profunda admiración, la presenta ante nosotros como la mujer perfecta. No ve en ella nada reprobable, quizá, si tiene algo así, le da la vuelta y se lo adjudica a él mismo.

Qué grande haber logrado que te ame alguien así, ¿verdad?

En dos o tres instantes, me vi en las palabras escritas por Delibes, en aquel inventar diagnósticos, en ese afán por no aceptar lo inevitable. En su necesidad de escribirlo, como si eso desanudase la angustia que se fue a vivir a mi pecho.

Qué complicado cuando te toca este papel, el del que se queda, el de la impotencia de ver sin poder actuar porque no hay absolutamente nada que puedas hacer para mantener a la persona a tu lado. La empatía que despertaron en mí estas páginas fue brutal. Porque yo lo sentí hace años, desde otro ángulo, desde mi posición de hija, y tuve la misma necesidad de disolver la pena en recuerdos.

De recogerlos, de ordenarlos, aunque yo no eligiera contarlos sino que le diera a él, a mi padre, su voz, y recogiera la mía, en dos historias paralelas que se complementan. Sé que mi pluma fue torpe e inexperta, pero esa verdad que te golpea con este libro sí fui capaz de transmitirla. Por eso ha sido todavía más especial, porque nunca había llegado a este libro y, al leerlo, me he sentido aún más cerca del maestro, sabiendo que en mis venas corre esa sangre de quienes necesitan las palabras incluso para explicarse lo que no quieren explicarse.

Este era el momento para leer Señora de rojo sobre fondo gris. Me alegro mucho de no haberlo hecho antes.

Si te gustó Señora de rojo sobre fondo gris, tal vez te guste La arena del reloj

jueves, 15 de marzo de 2018

EL COLOR DE LAS MAREAS DE MIKEL ALVIRA



Sinopsis:

A través de un manuscrito, un anciano, que se presenta como Joaquín, le cuenta a la galerista Nuria Tussaud la historia de su tatarabuela Beatriz y de su familia. El viaje por la memoria reconstruye vidas pasadas, historias que en los nuestros pensaríamos que son imposibles.

El color de las mareas es la historia de amor de Beatriz y Marcel Hugarte, filtrada por la mirada de Mikel Alvira, que traza el lienzo de unas fascinantes relaciones humanas a lo largo de cinco décadas, desde aquel recordado 1898 hasta 1948.

Mis impresiones:

Conocí a Mikel Alvira a través de La novela de Rebeca hace un par de años. Ya en ese momento me fascinó su capacidad para jugar con las palabras, con los narradores, su particular forma de armar las historias. Sabía que quería leer algo más suyo y que sería especial, y no me equivocaba.

Por todo.

Lo primero, en lo que concierne a lo personal, es que he leído sin presión. A veces, cuando me gusta una historia, yo sola me estreso, porque sé que voy a contar aquí mis impresiones y me esfuerzo en recordar datos, en anotar, en asir sensaciones para después plasmarlas en el blog. Hace poco decidí que no iba a volver a hacerlo, porque la lectura se había convertido en un sillón incómodo: cuando el libro no me llegaba, porque no lo disfrutaba. Cuando sí lo hacía, por esa necesidad de no dejarme nada.

Dejé las notas a un lado, abrí las páginas del libro y le hice una promesa silenciosa: voy solo a leer. Voy a disfrutar este viaje cerrando los ojos y dejándome llevar de la mano.

Y lo he hecho, he leído, me he dejado mecer en la prosa poética de Mikel, como si estuviera a bordo del Hamaika mientras Marcel Hugarte lo pilotaba. He escuchado atentamente esta historia de vaivenes en el tiempo, de narradores que se dan la mano y se van cediendo el testigo. Me he parado a saborear esos otros párrafos en los que el narrador piensa en voz alta y me habla de la vida, pero no de la de Marcel o Beatriz, ni siquiera la de Nuria o Jorge, o de cualquiera de los otros personajes que pueblan la novela: cuando me habla de la vida, de lo que todos podemos experimentar en algún momento.

Me he dejado conmover y seducir por la sabiduría de las emociones que se te meten bajo la piel y te despiertan.

No os voy a contar mucho de la historia. Os diré que, al terminar, me pregunté si Marcel Noviembre fue como la marea en la vida de Beatriz Tussaud. Me pregunté por San Telmo y su faro, y esa galería de arte en un lugar tan especial. Y en una frase, la única que no pude evitar anotar (uno no se cura de golpe de toda una vida): "Hay miradas que valen una vida".

Cerré el libro con la misma frase que lo abre y, si no fuera porque la vida es corta y los libros muchos, tal vez hubiera pensado subirme de nuevo en este barco y recorrer el mar de emociones que lleva.

Un placer, señor Alvira. Ha sido un placer este paseo.

Le espero en el siguiente.

sábado, 20 de enero de 2018

MAPAS EN LA NOVELA

Seguro que habéis escuchado mil veces eso de si tú eres escritor de brújula o de mapa. Yo... tengo mis dudas. Soy de brújula porque a veces les concedo a los personajes el capricho de meterme en embolados, pero soy de mapa porque, aunque me despiste a menudo, no quiero perderme.

Esto no ha sido siempre así, creo que hubo un tiempo que era de instinto puro y duro, que ni brújula ni mapa, hasta el punto de que no podía entender cuando alguien te decía: me queda un capítulo. Me parecía magia absoluta saber eso.

Pero estoy cambiada, he aprendido tantas cosas en estos últimos años que, si no me hiciera con mapas, sé que no sería capaz de terminar ni una sola historia. Claro, que estoy pensando que me licencié en geografía y en esta carrera eran esenciales los mapas. Tal vez por eso acabo trazando mapas de colores para escribir una novela.


Cuando hablo de mapas no me refiero solo a los típicos que sitúan una ciudad, sus carreteras, sus ríos e hitos principales. No. También me refiero a otros. Esos que trazábamos en la geografía del tiempo con las relaciones familiares, los años de nacimiento y las defunciones me sirven para encajar las vidas de todos los personajes; o esos otros planos de ciudades en los que anoto dónde vive cada personaje y los tiempos que le llevaría realizar un recorrido a pie, en coche o en bicicleta desde sus casas hasta sus lugares de trabajo.

También, me da por hacer mapas como el de arriba, un croquis que señala las relaciones familiares y profesionales entre los distintos personajes de mi historia.

Mi cuaderno de notas es un caos de mapas, no sé si porque soy geógrafa y me fascinan o porque, en esta vida, sin un plano y una brújula siempre te acabas perdiendo.

PD: Uno de mis profesores de la Facultad, al leer uno de mis trabajos (Comentario sobre el Atlas de la Ciudad de Madrid) me dijo algo premonitorio: "Dedíquese a escribir, el suyo es el trabajo más ameno que he leído nunca." Eran como cien comentarios a mapas en los que tenía que señalar si tenían todos los elementos, si usaban bien los colores, si la escala era adecuada... Nada para lucirse, desde luego, pero me las arreglé para que cada comentario fuera único y no repitiera un simple patrón.
En ese momento pensé que mi profesor tenía que dormir más, pero llevaba razón, estoy hecha para escribir. Aunque después lo acabe llenando todo de mapas, para que se note lo que soy de verdad.

jueves, 11 de enero de 2018

PLANIFICAR EL TIEMPO DE UNA NOVELA

Estaba pensando esta mañana, mientras daba resbalones con la nieve del pinar, en lo mucho que ha cambiado mi manera de trabajar en los últimos años. No solo porque he modificado los horarios -escribía después de comer, que era cuando los niños se dormían la siesta y me dejaban-, era capaz de hacerlo aunque estuviera la televisión puesta y hubiera un escándalo de mil demonios, y nunca me molestaba dejar frases a medias.

Un vez deje a unos personajes en un camino polvoriento, a punto de ser asaltados por tres rufianes y me dio lo mismo que pasara un año entero hasta que decidí terminar la escena.

No planificaba nada, simplemente me sentaba y escribía, siguiendo el instinto de la lectora que siempre he sido. Era todo caótico y mágico, porque de aquel desastre fui capaz de sacar de mí varias novelas y muchos relatos que incluso se llevaron premios.

Insensatos jurados que pensaban de mí cosas buenas...

El caso es que desde hace unos años eso se ha dado la vuelta del todo.

Para escribir necesito silencio absoluto, nada a mi alrededor que perturbe la paz que me permita no dejarme frases a medias ni personajes esperando durante un año en un camino para que los rescate. No puedo soportar la televisión puesta y me cuesta muchísimo concentrarme si hay alguien más en el mismo espacio que yo. Si contamos con que no tengo un lugar para escribir -eso de un despacho con tus cosas, una mesa y una silla para mi no existe, escribo con el portátil sobre las piernas en cualquier lugar-, muchas veces me encuentro con días y días en los que no puedo avanzar.

No hay paz.

En ese contexto de pausas constantes, no puedo exigir a mi familia que me deje la casa para mí sola, he tenido que agarrarme a la planificación. Sobre todo para no verme obligada a releer novelas enteras para ver por dónde iba.

Creedme,cuando llevas 150.000 palabras es una tarea titánica.

Mi modelo de planificación pasa por un cuaderno. En él trazo un calendario, a veces del año que necesito por la misma trama de la novela y otras uno cualquiera. Solo necesito apoyarme en él, situar en un tiempo las escenas para estar segura, por ejemplo, de que no mando a nadie al instituto un domingo -que me pasó en un borrador-, o para no hablar de una tarde fría si por el transcurrir de la novela resulta que hemos llegado al mes de agosto.







Los calendarios tienen notas. Sobre lo que sucede, sobre el tiempo que abarca un capítulo o el día en el que transcurre una escena. A veces escribo quién interviene en cada una y algún dato significativo que no debe pasarme por alto.

¿He dicho planificar?

En realidad, el tiempo no lo planifico, sino que lo fijo en estos calendarios y en esas notas a posteriori, pero no sabía cómo titular la entrada. Lo hago después, me preocupo de dejar esto claro en mis notas, como en otras notas del cuaderno -lo hago a mano- que lleva todos los apuntes de la novela. Las fichas de los personajes, donde apunto a grandes rasgos cómo los imagino -está por la primera vez que use la foto de alguien, pero todo se andará-, lo que sucede en cada capítulo, el esquema previo, el armazón de la novela que a veces no ha sido más que una palabra que definía cada capítulo.

Y vosotros, ¿hacéis algo así? ¿Sois ordenados? ¿Sois un caos? ¿Sois felices escribiendo?

lunes, 15 de mayo de 2017

NOVEDAD: LA ARQUITECTURA DE LOS SUEÑOS


Te presento a mi nueva criatura. No es ficción, no es novela ni relato, te traigo las bambalinas de la creación de una novela y espero que disfrutes de este paseo en el que me ofrezco como tu guía, tanto si escribir es tu sueño como si tienes curiosidad por conocer todas las decisiones que un autor tiene que ir tomando a la hora de componer una novela.

¿Por qué esta portada?

Seguro que has visto cientos de manuales de narrativa, guías de creación literaria o libros de consejos de escritura. Hay muchísimos publicados, algunos más generales -como es el caso de La arquitectura de los sueños- y otros más específicos, centrados en un tema. Pero casi todos tienen un elemento común: las portadas.

Dos de cada tres tienen una máquina de escribir.

En el tercero aparece un bolígrafo.

Ahora en serio, los que os dedicáis a esto sabéis que encontrar una imagen que exprese lo que un libro contiene y, además, sea un poco original es bastante complicado. En este caso, confieso que miré montones de manuales, estuve haciendo fotos a mi vieja máquina de escribir, pensé un montón y... tuvo que llegar a salvarme la diseñadora de la portada, Pilar Muñoz -es escritora, en realidad, pero es versátil, inteligente y tiene un gusto exquisito-. Pilar encontró la imagen que define lo que es La arquitectura de los sueños.

En ella aparece una niña haciendo equilibrios sobre una pila de libros. Si miras a su cara, refleja felicidad. Si posas tus ojos en el texto, verás como le ha ido dando golpecitos con la mano, con la coleta, con el pie...





En este manual, guía, libro de no ficción o como lo quieras llamar, te muestro que para escribir una novela hay que hacer un montón de equilibrios, tomar cientos de pequeñas decisiones para que el mecanismo funcione a la perfección. Yo, como esa niña de la portada, me subo encima de los libros sobre un pie, mientras extiendo los brazos y sonrío. He aprendido las reglas de la ficción, de hecho te las voy a ir mostrando de la manera más amena que se me ha ocurrido, pero como esa niña hace con las letras, de vez en cuando muevo un poquito alguna.



Porque cuando te sabes las reglas, quizá es cuando llega el momento de transgredirlas.

¿Por qué lo he llamado La arquitectura de los sueños?

Lo digo en la sinopsis, siento que los escritores somos un poco arquitectos de sueños, vamos creándolos a partir de una idea que se gesta en nuestra mente. Poco a poco, vamos poniendo los pilares que constituyen ese mundo de ficción, esa recreación de la realidad en la que nos movemos y a la que invitamos a nuestros lectores. 

Y porque me ha gustado, porque creo que es un título bonito, un título que se ajusta mucho a lo que hacemos, construir sueños, diseñarlos para los lectores. Para el primer lector que lo hacemos, para nosotros mismos.

¿Para quién es este libro?

Podría parecer que es solo para escritores, pero yo me atrevo a decir que no, que es para mentes inquietas, para gente que quiera saber algo más del proceso creativo. Ya sabéis que yo no hago nada sin lectores cero, no me atrevo, y he empleado también a gente que no escribe. Creo que han sido los que más me han sorprendido con las impresiones de la lectura.

Quiero dar las gracias a unas cuantas personas que me han echado una mano con esto, directa o indirectamente.

Meg Ferrero. Lleva años diciéndome que escriba algo así, y cada vez que la veo me pregunta por dónde voy, así que de alguna manera ha sido el impulso primero, la causante de que la idea empezase a gestarse en mi cabeza. Y que si no la escribía ya, me temo que entraríamos en un bucle infinito, repitiendo incansables la misma conversación al saludarnos (es broma).

Pilar Muñoz. ¿Qué voy a decir de Pilar? Es un ángel con el que tropecé hace años y ha sido la artífice de la portada. De verdad, yo solo he tenido que estar de acuerdo. Como siempre, ha sido lectora cero. Es mi diapasón particular.

María José Moreno. Esta vez ha sido también lectora cero. Al final va a acabar consiguiendo que deje de ser leísta. De vez en cuando enciende un foco en el texto y me obliga a pararme a pensar.

Laura Sanz. Ha sido mi lectora cero más rápida. No sé si durmió ese día. Sus consejos los he escuchado porque es una mujer con la cabeza muy bien amueblada.

María Perbech. Es lectora, pero yo quería saber la opinión de alguien que no tiene nada que ver con la escritura y me ha dejado muy tranquila al respecto.


Para arrancar con una historia siempre necesito algo donde apoyarme. Tengo un amigo escritor, Enrique Osuna, que un día me dijo que enfoco bien los temas, pero reconozco que esta vez tenía muy claro qué era lo que quería contar, pero me faltaban las manos en las que apoyarme para dar el impulso y montarme a lomos de este caballo (he estado estos días entre metáforas y aún no se me ha pasado la resaca). Esas manos, ese enfoque y ese apoyo los encontré en una frase de Mikel Alvira, "escribir es decidir". A partir de ahí, empecé a construir esta arquitectura soñada, este manual para lectores y escritores, este libro raro que se lee en un suspiro.

Este nuevo paso adelante.

Me quiero quedar siempre entre palabras. El lado me es indiferente, pero siempre con un teclado en las manos.

Puedes conseguirlo en Amazon.

jueves, 3 de noviembre de 2016

LOS CÓDIGOS LITERARIOS



Estaba repasando los elementos de la comunicación, aplicados a la literatura, cuando una idea me asaltó por sorpresa.

En literatura, el emisor es el autor, el receptor es múltiple, los lectores de la obra, incluso los espectadores cuando se trata de teatro que ha sido para representarse sobre un escenario. Los canales han ido variando a lo largo de la historia, desde las primeras tablillas de arcilla encontradas que marcan el inicio de lo que conocemos como Historia, pasando por soportes como el pergamino, el papiro, el papel y, hoy en día, el digital. El mensaje es propio de cada obra y el contexto tiene que ver con la época que se refleja.

Me falta el código, pero me voy a parar antes en el contexto, porque aquí también hay algo que decir.

Es importante conocer el contexto histórico de cada obra para que no hagamos análisis simplistas de lo que nos está contando el autor, para que no digamos estupideces como las que he tenido que leer a veces. No es lo mismo una escena escrita para una obra del siglo XXI, que la misma para mediados del XX, porque la sociedad no era la misma y lo que ahora nos parece reprobable (porque lo es) quizá en ese momento formaba parte de la "normalidad" social. Criticarlo como algo intolerable es signo de ignorancia.

Esto lo he visto en algún comentario que no tenía en cuenta el contexto de la obra y siento pena por quien se atreve a lanzarse a la piscina con argumentos absurdos. Yo no vería verosímil, en pleno siglo XXI, un duelo con pistolas al amanecer, pero en La Regenta hay uno y jamás se me ocurriría tildarlo de absurdo. En esa época la gente se comportaba así y si yo decido escribir sobre ese tiempo y retratar un duelo es porque es perfectamente verosímil. Aunque lo escribiera ayer mismo.

Pero vamos al código, que era en realidad lo que me hizo pensar ayer.

El código literario tiene sus reglas. Hay que conocerlas para entender del todo la obra, porque si no hay matices que se nos escapan. Tenemos que saber qué es una metáfora, por ejemplo. Las figuras literarias forman parte de ese código y alejan el lenguaje literario del coloquial. Lo enriquecen, lo transforman, le dan contenido. Si yo escribo: "El texto estaba tan mal escrito que el autor parecía hijo de la ESO", estoy diciendo mucho más que lo que pone y si el lector no encuentra la metáfora, obviamente se estará perdiendo gran parte del contenido de la obra.

Por poner un ejemplo.

Pero no solo existe ese código. Hay otros que hemos interiorizado con el tiempo y que regulan de alguna manera cómo funcionan las obras. Por ejemplo, y me voy a lo que conozco de primera mano, la novela romántica tiene sus códigos. Siempre, en primer plano, debe existir una historia de amor. Chico chica. Chico chico. Chica chica. Eso ya lo elige el autor, pero siempre tiene que estar ahí, moviendo el hilo principal porque si no no sería romántica. Por debajo de eso, debe existir otra trama que mueva a los personajes. Que suponga la diferencia con respecto al resto de historias. Y, al final, siempre, de manera ineludible, un final satisfactorio para el lector, que en este género es feliz y que acaba con perdices en el menú. Si te saltas el código, descolocas al lector del género. Si el lector que se acerca a la obra lo desconoce, emite análisis absurdos en los que la palabra "predecible" se convierte en la estrella.

Igual pasa en la novela policiaca. ¿Os imagináis una en la que se plantee un asesinato y no se resuelva? ¿Qué pensaríais?

...

Pues eso, que la novela no funciona porque se ha saltado una de las premisas básicas de este subgénero narrativo, la que regula que todo misterio tiene que tener su solución completa.

Creo que antes de lanzarnos a analizar las obras literarias deberíamos hacer un pequeño trabajo de reflexión, intentar conocer el ADN literario para juzgar de verdad, no solo desde lo que a nosotros nos gustaría que pasara. Porque, eso de que "no es lo que esperaba", solo me indica que se ha hecho un nulo trabajo en este sentido.