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domingo, 7 de marzo de 2021

DIECISIETE PÁGINAS

Un prólogo.

Un capítulo.

Seis escenas.

Una carta.

Un par de docenas de personajes.

Ocho mil palabras.

Diecisiete páginas.

Un objetivo: 2023.



lunes, 7 de agosto de 2017

ESCRIBIR BAJO SEUDÓNIMO

No sé si alguna vez lo he dicho, pero escribo bajo un seudónimo. No fue intencionado, la realidad es que vivo bajo un seudónimo desde que nací, pero no lo sabía. Ni siquiera me lo había planteado hasta que fui a registrar mi primera novela en Cultura, en Segovia. La funcionaria que me atendió me dijo que tenía que volver a poner una portada en la novela con mi nombre real y debajo de él el seudónimo, ya que Mayte Esteban lo era.

Vale, yo sabía que no es mi nombre, no soy tonta, pero no se me pasó por la cabeza que poniendo mi diminutivo en lugar de mi nombre del DNI estaba usando un seudónimo.

Hoy me he puesto a pensar por qué se usan los seudónimos (cuando se hace de manera consciente, claro, lo mío no vale). Lo más frecuente es que una persona que firma con un alias lo haga para mantener su identidad a salvo, oculta a los demás. Pero ¿por qué? Buceando por la red he encontrado estas curiosas historias de autores que firmaron sus obras bajo un seudónimo.

Lewis Carol, autor de Alicia en el País de las Maravillas, se llamaba en realidad Charles Lutwidge Dodgson, un nombre infinitamente más largo y difícil de recordar pero, sobre todo, su nombre real, por el que era conocido en su círculo social y con el que firmaba sesudos artículos matemáticos, entre otros. Quizá eso hizo que tratase de separar su lado serio con el del escritor que firmó una obra mágica, loca, a ratos incoherente y con muy poco de científico en ella. Esa, se especula, podría ser la razón para ocultar su verdadera identidad.



Una autora que firmó con seudónimo fue la mismísima Jane Austen. Al principio, ni siquiera usó un nombre, tan solo un escueto "By a Lady". ¿Timidez? ¿Prejuicios sociales de la época? Quizá un poco de todo, porque si hay un sexo en el que el uso de seudónimo muchas veces se ha convertido en necesidad es en el femenino.


En España también tenemos casos de seudónimos famosos que escondían a una mujer. Uno de los primeros fue Fernán Caballero, alias empleado por Cecilia Böhl de Faber y Larrea para publicar sus obras. A ella las que la obligaron fueron las circunstancias: su padre le prohibió expresamente escribir en casa. Y eso que su madre era escritora… El machismo imperante en la sociedad del XIX también afectó a las archifamosas hermanas Brontë, que tuvieron que usar, las tres, seudónimos masculinos para publicar.


Pero a veces, alguna, sucede lo contrario. Yasmina Khadra es el seudónimo femenino del escritor argelino Mohammed Moulessehoul. Después de publicar con su nombre real, decidió usar un alias por motivos políticos. Quería expresarse con mayor libertad sobre la situación de su país y por eso usó un nombre distinto, tan distinto que es de mujer.


Otro caso más reciente, y por duplicado, es el de J.K. Rowling. Su editorial le aconsejó “ocultar” con las iniciales de su nombre su condición de mujer, porque le aseguraron que no tendría ninguna oportunidad como autora de fantasía, subgénero donde los que triunfan son los hombres. Vamos, un resbalón de libro el de sus editores. No hace falta que recuerde que es la escritora mejor pagada en la actualidad, puesto que la saga de Harry Potter la ha hecho mundialmente famosa, y me da la sensación de que desde el primer libro supimos que era mujer. Y nos dio exactamente lo mismo. Pero decía que su caso era por duplicado, puesto que hace unos años publicó una novela para adultos que recibió muy malas críticas (era normalita tirando a aburrida, nada que ver con el mundo mágico). Pensando que quizá su popularidad había jugado en contra, la siguiente vez publicó bajo el seudónimo de Robert Galbraith. Tampoco la novela era una maravilla, pero la crítica no se cebó con ella. Al final, el hecho de que un absoluto novato tuviera el mismo agente que la famosísima autora hizo saltar las alarmas y acabó teniendo que confesar que ella era la autora de la novela de Galbraith. Vaya, que el tal Robert no existía, salvo como un seudónimo de la famosa escritora británica.


Yendo a lo próximo, en los últimos años he conocido algún caso en el que se usaba un seudónimo porque se pretendía que la familia no se enterase de su faceta literaria. Ya sé que esto va un poco en contra del ego del escritor, que parece que siempre quiere ser reconocido, pero hay determinados géneros, como la literatura erótica (hace unos años más que ahora) que era complicado confesar que se escribían. Creo que pesa más esto que la familia.

Algunas personas de la mía, después de ocho libros todavía no saben que escribo…

Separar dos facetas distintas, deshacerse de una fama mundial que puede ser perjudicial cuando decides abordar otro subgénero, liberarse de trabas sociales y del machismo de una época pueden ser razones de peso para publicar bajo seudónimo. O esconderse.

¿Se os ocurre alguna razón más para publicar con seudónimo?


lunes, 15 de mayo de 2017

NOVEDAD: LA ARQUITECTURA DE LOS SUEÑOS


Te presento a mi nueva criatura. No es ficción, no es novela ni relato, te traigo las bambalinas de la creación de una novela y espero que disfrutes de este paseo en el que me ofrezco como tu guía, tanto si escribir es tu sueño como si tienes curiosidad por conocer todas las decisiones que un autor tiene que ir tomando a la hora de componer una novela.

¿Por qué esta portada?

Seguro que has visto cientos de manuales de narrativa, guías de creación literaria o libros de consejos de escritura. Hay muchísimos publicados, algunos más generales -como es el caso de La arquitectura de los sueños- y otros más específicos, centrados en un tema. Pero casi todos tienen un elemento común: las portadas.

Dos de cada tres tienen una máquina de escribir.

En el tercero aparece un bolígrafo.

Ahora en serio, los que os dedicáis a esto sabéis que encontrar una imagen que exprese lo que un libro contiene y, además, sea un poco original es bastante complicado. En este caso, confieso que miré montones de manuales, estuve haciendo fotos a mi vieja máquina de escribir, pensé un montón y... tuvo que llegar a salvarme la diseñadora de la portada, Pilar Muñoz -es escritora, en realidad, pero es versátil, inteligente y tiene un gusto exquisito-. Pilar encontró la imagen que define lo que es La arquitectura de los sueños.

En ella aparece una niña haciendo equilibrios sobre una pila de libros. Si miras a su cara, refleja felicidad. Si posas tus ojos en el texto, verás como le ha ido dando golpecitos con la mano, con la coleta, con el pie...





En este manual, guía, libro de no ficción o como lo quieras llamar, te muestro que para escribir una novela hay que hacer un montón de equilibrios, tomar cientos de pequeñas decisiones para que el mecanismo funcione a la perfección. Yo, como esa niña de la portada, me subo encima de los libros sobre un pie, mientras extiendo los brazos y sonrío. He aprendido las reglas de la ficción, de hecho te las voy a ir mostrando de la manera más amena que se me ha ocurrido, pero como esa niña hace con las letras, de vez en cuando muevo un poquito alguna.



Porque cuando te sabes las reglas, quizá es cuando llega el momento de transgredirlas.

¿Por qué lo he llamado La arquitectura de los sueños?

Lo digo en la sinopsis, siento que los escritores somos un poco arquitectos de sueños, vamos creándolos a partir de una idea que se gesta en nuestra mente. Poco a poco, vamos poniendo los pilares que constituyen ese mundo de ficción, esa recreación de la realidad en la que nos movemos y a la que invitamos a nuestros lectores. 

Y porque me ha gustado, porque creo que es un título bonito, un título que se ajusta mucho a lo que hacemos, construir sueños, diseñarlos para los lectores. Para el primer lector que lo hacemos, para nosotros mismos.

¿Para quién es este libro?

Podría parecer que es solo para escritores, pero yo me atrevo a decir que no, que es para mentes inquietas, para gente que quiera saber algo más del proceso creativo. Ya sabéis que yo no hago nada sin lectores cero, no me atrevo, y he empleado también a gente que no escribe. Creo que han sido los que más me han sorprendido con las impresiones de la lectura.

Quiero dar las gracias a unas cuantas personas que me han echado una mano con esto, directa o indirectamente.

Meg Ferrero. Lleva años diciéndome que escriba algo así, y cada vez que la veo me pregunta por dónde voy, así que de alguna manera ha sido el impulso primero, la causante de que la idea empezase a gestarse en mi cabeza. Y que si no la escribía ya, me temo que entraríamos en un bucle infinito, repitiendo incansables la misma conversación al saludarnos (es broma).

Pilar Muñoz. ¿Qué voy a decir de Pilar? Es un ángel con el que tropecé hace años y ha sido la artífice de la portada. De verdad, yo solo he tenido que estar de acuerdo. Como siempre, ha sido lectora cero. Es mi diapasón particular.

María José Moreno. Esta vez ha sido también lectora cero. Al final va a acabar consiguiendo que deje de ser leísta. De vez en cuando enciende un foco en el texto y me obliga a pararme a pensar.

Laura Sanz. Ha sido mi lectora cero más rápida. No sé si durmió ese día. Sus consejos los he escuchado porque es una mujer con la cabeza muy bien amueblada.

María Perbech. Es lectora, pero yo quería saber la opinión de alguien que no tiene nada que ver con la escritura y me ha dejado muy tranquila al respecto.


Para arrancar con una historia siempre necesito algo donde apoyarme. Tengo un amigo escritor, Enrique Osuna, que un día me dijo que enfoco bien los temas, pero reconozco que esta vez tenía muy claro qué era lo que quería contar, pero me faltaban las manos en las que apoyarme para dar el impulso y montarme a lomos de este caballo (he estado estos días entre metáforas y aún no se me ha pasado la resaca). Esas manos, ese enfoque y ese apoyo los encontré en una frase de Mikel Alvira, "escribir es decidir". A partir de ahí, empecé a construir esta arquitectura soñada, este manual para lectores y escritores, este libro raro que se lee en un suspiro.

Este nuevo paso adelante.

Me quiero quedar siempre entre palabras. El lado me es indiferente, pero siempre con un teclado en las manos.

Puedes conseguirlo en Amazon.

lunes, 8 de agosto de 2016

LO QUE DEJA EL VERANO

Los veranos son mi momento de lectura por excelencia. Dedico a esta actividad todo el tiempo que en invierno no tengo y son muchos los libros que caen en mis manos y que literalmente devoro. La verdad es que de muchas lecturas veraniegas no dejo constancia en el blog. Algunas, porque no me llenan en absoluto (he leído un par de bestsellers actuales de novela negra que han entusiasmado al público y a mí me han dejado fría) o están esas otras que sí, que mientras duró la lectura las disfruté pero que, una vez terminadas, poco tenía que decir de ellas y preferí mandarlas al cajón del olvido.

Aquí, en el blog, solo se refleja lo que me gusta de verdad.

Sin embargo, este verano no estoy leyendo tanto como otros. A finales de junio me di una auténtica paliza lectora poniendo mi insignificante granito de arena en un proyecto en el que creo y, aunque mi aportación no sea reseñable, acabé agotada. Incluso los escasos días de vacaciones de los que disponía se los dediqué, porque cuando creo en algo es lo que tengo, que me entrego. Me alegro de que le vaya muy bien, aunque a mí de esto solo me haya quedado la necesidad de descansar de leer y unas tremendas ganas de otra cosa...

De escribir.

Hace exactamente dos meses comencé la que es ahora la novela que estoy escribiendo. En realidad no puedo decir que fuera empezar, porque las primeras palabras de esa novela las puse hace un par de años. Un día, hace muchos meses, dejé que dos personas las vieran y coincidieron en que la novela que estaba escribiendo, o al menos eso era lo que aparentaba a juzgar por esas páginas, era chick lit. No tengo nada en contra del género, pero no era lo que yo quería escribir y era justo lo que estaba haciendo, así que mandé a paseo el proyecto y empecé otro. Tengo una novela a medias que escribí en ese tiempo y otra terminada que arrancó después.

Sin embargo, se me había quedado una espinita Yo quería contar esta historia, lo tenía muy claro, así que investigué qué era lo que hacía que pareciera un texto de un género casi con toques de humor cuando yo trataba de contar algo un poco más serio.

En narrador estaba mal enfocado.

El tiempo verbal mal elegido.

La protagonista no era la adecuada.

Los escenarios no acompañaban a mi historia.

Después de leer esto podréis pensar que no había nada en su sitio y llevaréis razón. Nada de lo que escribí se ajustaba a lo que quería así que me puse manos a la obra y empecé con la reforma. Cambié de narrador, de tiempo verbal, de género del protagonista y los escenarios fueron otros. Eso supuso que NADA de lo que tenía me sirvió. ¿Nada? Sí, lo que en el fondo quería transmitir estaba, pero la cuestión es que con solo hacer retoques no servía. Entré con pico y pala y hoy esa novela no se parece a la que la originó.

Y luego llegará la lista de turno a decirme que no trabajo los textos...

Mi cuaderno de notas y esquemas


Llevo casi 60000 palabras en estos dos meses. He sido muy constante en la redacción, dejándola de lado solo los días en los que me tuve que poner con ese otro proyecto ajeno que se comió todo mi tiempo libre y alguna dioptría. Me queda muy poco para alcanzar el final que persigo y la verdad es que hoy me he dado cuenta de que lo estoy ralentizando porque me lo estoy pasando tan bien con ella que no quiero acabar.

No encaja en el género que se me presupone como autora (el día que yo encaje en algún sitio moriré de la impresión) y por eso no hay ni opciones de publicarla, eso lo he aprendido con ATCLV, pero quizá sí las tendrá si un día decido emprender otro camino que se me ha ocurrido y que sumaría una más a las experiencias que estoy viviendo con la escritura. La verdad es que se me han ocurrido dos (en esto de elegir líos en los que meterse siempre he sido muy imaginativa y con bastante facilidad para pisar charcos en los que, a veces, acabo empapada).

De momento, no hay prisa.

Este verano me dejará estos personajes, su historia, sus pensamientos y sus miedos. Una novela que deseaba escribir y que espero redondear sobre todo para mí misma. Otros personajes, los que os mostraré en breve, navegan en un proyecto que ya está rodando y lo hacen viento en popa, para tomar el relevo de Alberto y Rocío.

Mientras estos otros tengan su tiempo, me dejarán a mí el mío para un par de novelas más.

viernes, 15 de mayo de 2015

¿TÚ CÓMO ESCRIBES UNA NOVELA?

Me han hecho unas preguntas y llevo un rato intentando contestarme sin éxito. No digo contestarlas, sino contestármelas a mí misma.

¿Tú cómo escribes una novela? ¿La planificas? ¿Sigues un orden? ¿Escribes los capítulos seguidos o el final lo tienes casi antes de empezar?

Si soy sincera, no tengo método, tengo ganas.

Algunas novelas las he escrito desde el principio hasta el final. Otra en dos tiempos que se corresponden con las dos voces narrativas. Una más suprimiendo, en un arrebato, 80 páginas (y gracias a Dios desoyendo una primera crítica cero tras la cual estuve a punto de suprimirlas todas; hablo de Detrás del cristal).

ATCLV es un puzle. El final lo escribí casi al principio. El principio lo he escrito al final. Un poco lo mismo que hice con La Chica de las Fotos.



Esta semana he pensado que, dado que siempre hago las tonterías que me pasan por la cabeza, incluso escribir una historia hacia atrás en el tiempo (Brianda, hija, qué guerrita diste), ahora tenía que probar a poner orden desde el minuto uno. Armar una estructura e intentar moverme por ella, siguiendo un plan establecido. Después de todo estoy aquí porque quiero investigar, quiero saber de primera mano todo lo que pueda aprender de literatura (vivirlo para contarlo mejor). Reconozco que me pudo el impulso y ya tenía algo escrito, pero esta tarde he estado poniendo cimientos y vigas.

No sé qué tal, ya lo contaré.

De momento me siento rara.

sábado, 24 de agosto de 2013

REGALOS PARA UN ESCRITOR

Me he puesto a mirar por ahí regalos, por si me podían dar una idea que necesito, y he tropezado con otros para regalar a un escritor. Hay clásicos, de esos que se te ocurren casi sin pensar, y otros muy generosos que al final suelen ser los que más se valoran.



-Una pluma: muy poco original, pero supongo que todo escritor tiene que tener herramientas con las que expresarse y de vez en cuando no está mal cierta nostalgia. Ya tengo mi pluma y un bolígrafo, recuerdos de cumpleaños que a veces uso para tomar notas.

-Tiempo: dejarte solo para que tengas unas horas de paz y saques de tu mente las ideas que revolotean constantemente. A esto le veo una pega, que no siempre cuando tienes tiempo la musa te visita, pero nunca está de más. Me parece muy buena idea.

-Una estancia en una casa rural: a solas contigo mismo. ¡Genial! Salvo por un detalle, hay que hacer la comida, que lleva su tiempo. Ya que te pones, a mí me lo cambias por un hotel. Comodona que me he vuelto con la edad.

-Un curso de escritura: no viene mal aprender algo nuevo. Me encanta la opción. ¿Anotado?

-Un cuaderno de notas: buena idea, los hay preciosos, tanto que hasta te da pena empezarlos. Para mí son una tentación en cuanto entro en una librería aunque yo nunca los encuentro cuando los necesito. ¡No se puede cambiar tanto de bolso!

-Una memoria USB, para que no se te pierda nada: en mi caso… las pierdo, o lo que es peor, me las meto en los bolsillos y después acaban en la lavadora. Menos mal que algunas se recuperan si las dejas secar. Y menos mal que de lo importante, hago muchas copias.

-Mostrar interés por su obra: comprar su libro. Mira que esto no me convence, parece una obligación y no me gusta que lo sea. Mejor que te lean porque apetezca y no por obligación.


Y a vosotros, ¿qué os gustaría que os regalasen? ¿O qué regalarías?

miércoles, 30 de enero de 2013

CRÍTICAS DESTRUCTIVAS



Esta mañana, al abrir el correo, tenía un email de una compañera escritora. Me remitía a un enlace, una reseña sobre su novela y me pedía que la leyese. Obediente, lo hice.



Lo que me encontré… me dejó perpleja por varias razones. La primera es que la crítica pretendiendo ser constructiva era, directamente, demoledora. Lo segundo es que se trata de una novela que yo ya he leído, y nada de lo que decía ese comentario me parecía demasiado acorde con lo que yo recordaba haber sentido en mi lectura. 

Parecía, directamente, que habíamos leído dos textos diferentes.

Sé que cada uno puede tener su opinión, y los blogs están para opinar y su trabajo es encomiable y muy respetable, pero siempre he detectado cierta unanimidad en el criterio a la hora de abordar las novelas, salvo en este caso, donde lo que se decía del libro no estaba acorde ni con lo que yo había leído ni con lo que el resto de reseñadores (bastantes ya) había detectado hasta el momento. Sé que los blogs ayudan a los lectores tanto como a los escritores, su mérito es muy grande y no se lo voy a quitar nunca, pero hay veces extrañas que esto pasa.

He estado pensando en que estos tiempos de internet nos mantienen en contacto con los lectores, lo que es bueno, pero estamos expuestos a las críticas mucho más que nunca. ¿Cómo nos las tomamos? Cada uno, supongo que reacciona teniendo en cuenta su propia sensibilidad y creo que todos procuramos aprender de lo que nos van diciendo. Al menos yo lo hago. Sin embargo, cuando te encuentras con que los argumentos que se esgrimen no son de peso sino valoraciones personales, demasiado subjetivas, cuando lo aprovechable de ese comentario es cero, te destruyen.

"No merece la pena leerte".

Eso me lo han dicho a mí. Cierto, una sola vez y una sola persona, pero suficiente para que te sientas fatal y te entren ganas de mandarlo todo al carajo, de cerrar el blog, tus perfiles en las redes, descolgar tus novelas de Amazon e irte a tu casa, tranquilamente, a ordenar armarios.

Cuando me sucedió a mí me puse a valorar las razones que habían empujado a esta crítica y las encontré lejos de lo que es el plano puramente literario, así que respiré hondo, no contesté a provocaciones y me dediqué a seguir haciendo lo que más me gusta: escribir. Si  a alguien no le merece la pena leerme, que no me lea.

Así de sencillo.

A mi amiga escritora, ya se lo he dicho, le recomiendo tranquilidad. Escúchate a ti misma, piensa en la razón por la que escribes y valora que, frente a esa única persona, hay muchas más que han disfrutado con tu libro.

Piensa que, quizá, esa persona para ser feliz necesita robar la felicidad de otros. Piensa que a veces, ciertos comentarios, definen más a quienes los hacen que a quienes los reciben.

viernes, 18 de mayo de 2012

ENTREVISTA CON ARMANDO RODERA.


Quería hablar con Armando Rodera, al que conocí hace ya un año a través de su blog “Aventuras y desventuras de un escritor novel”, de toda su experiencia desde que empezó esta aventura literaria y, pensando en su última novela, “La rebeldía del alma”, le he citado en un lugar poco frecuente para una tertulia: la cafetería del hospital.

Llego primero y me siento a esperarle con mi tablet en las manos, mientras me tomo un café despacio. No es que se retrase, es todo un caballero y nunca lo haría, es que yo he querido venir un poco antes para repasarme las preguntas, para que después la charla fluya sin interrupciones. Antes de ponerme a ello me doy un paseo por las páginas digitales de El color de la maldad y un escalofrío me recorre la espalda al recordar a Jasón, el despiadado asesino en serie que trae de cabeza a los protagonistas de la novela. De todos sus personajes creo que es el que más se ha asentado en mi memoria. Le tengo que preguntar cómo se le ocurrió alguien tan perverso. Lo anoto en una servilleta porque soy tan desastre que descubro que me he dejado el cuaderno en el coche y abandonar mi café no me apetece. Cambio de archivo y mi mirada recorre el principio de El enigma de los vencidos, la primera novela que escribió. Tengo ganas de verla en papel, ya no queda nada para que salga la edición con Ediciones B, porque estoy segura de que caerá una segunda lectura. Finalmente llego a “La rebeldía del alma”, su criatura más joven. He pasado antes por la puerta que daba a la UCI y no he podido evitar pensar que, tal vez, en alguna de las camas haya alguien que esté en el mismo estado que Susan, la protagonista. Nunca sabremos a ciencia cierta si las personas en coma escuchan, aunque… me da miedo sólo pensarlo. Una vez, al lado de alguien en coma, ante mis palabras de cariño recibí la respuesta de una lágrima. Nunca tuve la oportunidad de preguntar qué sintió en esos momentos.

Vuelvo a la realidad y me doy cuenta, horrorizada, que con mi cuaderno se han quedado las preguntas que tenía dispuestas. Tengo que tomar la decisión rápido: salgo de la cafetería y las voy a buscar o definitivamente tendré que improvisar. Me levanto y al mirar hacia la puerta una palabra me golpea en el cerebro: tarde. Armando ya está aquí, incapaz de hacer esperar a nadie en una cita.

Me saluda con una sonrisa y se sienta enseguida en la mesa que ocupo. Le pregunto qué quiere tomar y me lo indica, así que me levanto y se lo traigo. Hoy es mi invitado. Instalados el uno frente al otro, tras los saludos de rigor, empiezo a preguntar según me va pareciendo, saltándome el guión previsto, más que nada porque no lo tengo.

            -¿Cómo se te ocurrió el argumento de “La rebeldía del alma”? No es frecuente que la protagonista de una novela se la pase entera en coma…

            Buenos días, Mayte. Es un placer poder charlar contigo y quiero agradecerte la oportunidad que me brindas para que tus lectores y seguidores puedan conocerme también un poquito. Desde luego, nunca me hubiera imaginado que esta tertulia se celebraría en la cafetería de un hospital. Pero sí, es cierto, es el lugar ideal para hablar de mi última novela.
            Ya había escrito las dos novelas que tú conoces, y tenía a medias otro thriller. Entonces pensé en buscar nuevos retos, en embarcarme en un proyecto diferente. Algo más intimista, reflexivo e introspectivo, pero sin abandonar la fluidez en las tramas y ese punto de intriga que te haga seguir leyendo con avidez. Sin utilizar un estilo tan directo y contundente como en mi novela policíaca, diferenciando claramente la parte reflexiva y la de acción propiamente dicha al introducir dos narradores tan distintos.
            Quería introducir además un trasfondo de drama y problemas familiares, aparte de la trama de novela negra que subyace por detrás como leiv motiv de la historia. Lo de narrar desde el punto de vista de una persona en coma surgió después. Sabía que era un proyecto arriesgado que al principio me tomé como un reto, un ejercicio literario. Finalmente quedé satisfecho con el resultado y decidí publicar la novela, con unos resultados que jamás me hubiera imaginado.

            Quiero seguir hablando de ésta, su última novela, antes de pasar a temas generales de su reciente carrera como escritor. Han sido muchas las cuestiones que me han llamado la atención del libro.

            -En esta novela, al contrario de lo que sucede con “El enigma de los vencidos” o “El color de la maldad”, los escenarios que has elegido no son autóctonos. Te has trasladado a Estados Unidos. ¿Por qué tomaste esa decisión?

            Por varios motivos. Como comentas, mis dos primeras novelas están ambientadas en España, con personajes y lugares muy reconocidos para cualquier habitante de nuestro país. Como “El color de la maldad” lleva varios meses triunfando en Estados Unidos, pensé que podría intentar cambiar de registro y averiguar si otro tipo de escenarios funcionaban tanto aquí como allí. En mi cuarta novela, todavía sin terminar, sí introduzco una ambientación más internacional. En el caso de “La rebeldía del alma” no me preocupé en exceso por la ambientación de lugares o costumbres, los puntos fuertes de la novela son otros. Entre la relación de las protagonistas y el punto de vista al narrar, pensé que quizás debía ambientar la novela en un lugar alejado de mí para poder escribirlo desde otra perspectiva.

            En la cafetería entran dos señoras. No hablan. Sus semblantes serios me hacen pensar que algo muy malo les ha ocurrido. Inmediatamente después, tras ellas, veo llegar a un joven cargado con un peluche al que adorna un tremendo lazo. Me imagino que su visita tiene que ver con motivos más alegres, probablemente el nacimiento de un bebé. Curiosos lugares los hospitales, donde la vida y la muerte se dan la mano todos los días. Las dos señoras, la presencia imaginaria de ese niño, me devuelven a la historia central de La rebeldía del alma.  Pienso en Susan y en Denise, en su relación, y surge otra pregunta.

            -Uno de los "miedos" que tenías antes de que la novela viera la luz era la condición sexual de las protagonistas. ¿Crees que la sociedad no ha madurado todavía en este aspecto?

            Efectivamente, no te equivocas. No quería predisponer a nadie a priori, ni a favor ni en contra, ya que sólo cuento la historia de dos personas que se quieren, fuera de todo morbo, erotismo o sexualidad. Es una vuelta de tuerca más para una historia de por sí diferente, pero la verdad es que los lectores son inteligentes y se han dado cuenta perfectamente de lo que quería contar en esta novela. Creo que la sociedad cada día está más evolucionada en el sentido que comentas, pero todavía queda camino por recorrer.

            -“La rebeldía del alma” es una novela de acción y reflexión. Casi cincuenta y cincuenta. ¿Lo planeaste así o a medida que avanzaba la escritura fue madurando esta idea?
            En un principio no lo tenía planeado, Mayte. Pero claro, era muy difícil narrar toda la historia desde la perspectiva de una persona que está postrada en la cama. Por eso utilicé la tercera persona en visión múltiple para contar todo lo que sucedía fuera de las paredes del hospital, pero que de algún modo tenía relación con la trama principal, embarcándome en diálogos y acciones más propios de la novela de intriga. En el caso de lo narrado por Susan, la protagonista, quise buscar ese tono más intimista para que ella misma nos hablara desde un punto de vista más personal: sus miedos, sus ilusiones, sus sueños, sus éxitos y fracasos, su relación con los demás personajes de la novela, etc.

            Estoy muy a gusto hablando con Armando, extrayendo detalles de la novela que ya he leído, compartiéndolos con quien mejor conoce a los personajes: su autor. Puedo decirle lo que pienso y saber sus motivaciones a la hora de escribir. Hay un detalle de la novela que comenté en mi reseña, hace unos meses, y que vuelve a mi mente. Lo planteo y quiero que sea él quien me dé una respuesta a la pregunta que me he hecho varias veces.

            -Una de la cosas, pocas, que no me convencieron del todo (voy a ser mala) es que tu asesino es… demasiado educado. En un momento de cabreo monumental está "hasta las narices" y a mí, que soy una mal hablada, me sonó como flojo para salir de los labios de una persona que va por ahí matando gente. Fijo que yo habría puesto una frase mucho más contundente. Dime que no soy la única rara que se ha fijado en ese detalle…

            Bueno, Mayte, no sé si eres rara o no, ja, ja, pero es la primera vez que me comentan ese detalle. Te lo explico brevemente, también hay varios motivos. Como bien sabes, en mi novela policíaca Jasón es un despiadado asesino que no tiene reparo en matar de los modos más crueles, detalle que a determinadas personas no les ha gustado, aunque la intrahistoria de ese personaje pueda justificarlo.
            En este caso quería alejarme de ese libro, ya que no es una novela negra al uso. Sin destripar el argumento, diremos que los delitos que se pueden cometer en esta novela son de otra índole y los personajes también. Los crímenes de esta novela son debidos a otros temas. Además, también me han comentado en alguna ocasión (lectores no españoles, aquí estamos más que acostumbrados) que en “El color de la maldad” hay escenas y frases algo fuertes. Y cómo en “La rebeldía del alma” los personajes no son españoles, no quise incidir demasiado en esa cuestión.

            -En esta novela la presencia femenina, que en las otras es casi anecdótica, es la protagonista absoluta. ¿Querías cambiar el punto de vista al contar una historia?

            Sí, era una parte más del ejercicio literario que en un principio quise acometer. En mis otras novelas los personajes femeninos tienen su importancia en la historia, pero no son protagonistas absolutos. Pero además, aquí quise meterme en la piel de diversos personajes femeninos y narrar la historia desde su punto de vista. Pretendía que el que leyera la obra pudiera involucrarse en la historia sin tener en cuenta si el escritor era hombre o mujer, huyendo de los extremos para que no quedara ni cursi ni demasiado masculino. Por lo que me comentan las lectoras he conseguido mi objetivo y superado la prueba con nota, así que estoy más que satisfecho.

            Un mensaje en mi móvil nos interrumpe. Se me ha olvidado apagarlo, como siempre. En realidad no es importante, lo dejo de lado para atenderlo en otro instante. A veces, cuando faltan letras en las palabras me pongo muy nerviosa. A veces, los mensajes, emplean un lenguaje que me puede. Entre mis pensamientos, el lenguaje se pone el primero de la fila.

            -Alternas primera y tercera persona, dependiendo de si se trata de acción o reflexión, lo que me gustó mucho cuando la leí. ¿En qué tiempo verbal crees que eres más tú, estás más cómodo?

            En “El enigma de los vencidos” utilicé la primera persona y me sentí cómodo. En la policíaca comencé con narrador omnisciente y me hacía un lío. Cambié después a tercera persona con visión múltiple y me costó cogerle el tranquillo, pero ahora lo manejo mejor. Y en esta novela (al igual que la que tengo por corregir), alterno la primera y la tercera. Creo que en primera persona me siento más cómodo y me manejo mejor, pero claro, tiene sus limitaciones porque el narrador sólo puede contar lo que ve o lo que siente él en relación a esas escenas contadas.

            Nos interrumpe una discusión. Un energúmeno le está echando la bronca a la chica de la cafetería porque le ha dado mal el cambio. Nos miramos perplejos, tampoco es para tanto. Hay gente que se altera a la mínima. Sigo preguntando.

            -En tu primera novela publicada, “El color de la maldad”, Jasón es un ser que no parece humano. ¿Cómo se te ocurrió alguien así?

            He leído mucha novela negra y también bastantes thrillers psicológicos, sobre todo anglosajones. Quise acercarme a ese estilo literario, alejándome de la novela negra tradicional española, más proclive a la denuncia social. Con tan claros referentes visuales y literarios como “Seven” o “El silencio de los corderos”, el personaje de Jasón no podía ser de otro modo. Yo quería lograr un psicópata de esas características, asumiendo todos los riesgos que conlleva. Un asesino en serie con una psiqué muy compleja, que no se intenta justificar, pero que se explica en parte en la trama debido a su azarosa vida. Un ser con el que mejor no toparse, y por el que muchos lectores me han felicitado en lo literario, a pesar de sus sanguinarias andanzas.

            Armando y yo tenemos en común varias cosas: nos apasiona escribir y nos hemos metido de cabeza en esta aventura literaria nueva, que es la autoedición digital. Cierto es que los resultado son completamente diferentes, pero disfruto tanto los suyos como si fueran míos porque he tenido la suerte de conocerlos desde el primer momento.  Creo que quiero que me hable sobre ello…

            - Y ahora cuéntame, ¿cómo está siendo toda esta experiencia en la autoedición digital?

            Gratificante y muy satisfactoria, no lo voy a negar. Hace apenas un año yo era un escritor novel que buscaba hacerse un pequeño hueco en el mundo editorial. Hoy sigo siendo novel, pero por lo menos he visto recompensado tantos años de esfuerzo. Mis tres novelas publicadas en digital tienen muy buena acogida a ambos lados del Atlántico: “El color de la maldad” es el thriller policial más vendido en Estados Unidos desde hace siete meses, y “La rebeldía del alma” se encuentra entre los veinte libros más vendidos en Amazon España casi desde que se publicó. Y lo mejor de todo, “El enigma de los vencidos” fue publicado en papel en unos días por Ediciones B, una gran editorial, el sueño que llevaba tanto tiempo esperando cumplir.

            -¿Qué es lo más agotador y qué es lo más satisfactorio? Me imagino la respuesta, pero no soy capaz de controlar mi lengua.

            Lo más agotador, sin duda, es la promoción. Tampoco me gusta nada corregir las novelas y maquetar para ebook es también insufrible, pero es lo que toca. En los tiempos que corren no sólo hay que escribir, sino hacer un poco de hombre orquesta para asomar la cabeza en el mundo digital. La competencia es brutal y cada vez hay más y mejores novelas en el mercado.
            Lo más satisfactorio, también sin dudarlo un segundo, es la relación con los lectores. Es una sensación extraña saber que miles de personas de todo el mundo han adquirido tus novelas con un solo click: un placer, pero también una responsabilidad muy grande. Además, con las nuevas tecnologías y sobre todo gracias las redes sociales, ese vínculo autor-lectores ha evolucionado, se ha hecho más directo y todos podemos aprender mucho gracias a ello.

            -Que los cambios están ahí es obvio, que eres un pionero también, pero además vas a tener la posibilidad de experimentar las sensaciones que se tienen al publicar en papel respaldado por una editorial, Ediciones B. ¿Cómo imaginas que será ver tu “El enigma de los vencidos” en, no sé, por ejemplo, en un expositor de un hipermercado? En mi opinión, si llegas ahí estás en el camino de quedarte, al menos, en la memoria de la gente. No todo el mundo va a las librerías pero sí que se pasan por los hipermercados.

            Pues mira, no había pensado en los hipermercados, ja, ja. Sé que Ediciones B cuenta con una gran distribución en librerías, tendré que preguntar por el tema de los supermercados... Fuera de broma, estoy muy emocionado con mi primer libro en papel, puedes imaginártelo. Intento estar tranquilo, pero creo que no lo llevo demasiado bien, los nervios se van apoderando de mí según se acerca la fecha. Todavía no sé cómo reaccionaré cuando vea mi libro en las estanterías de cualquier comercio, sea o no especializado en literatura, pero seguro que será un momento que no olvidaré en la vida. Prefiero no pensar demasiado en ello, cuando llegue el día ya se verá.

            Ahora quiero hablar del futuro. Planes, proyectos. A ver qué me cuenta…

            -¿Has probado con otros géneros que no sean la novela?

            He escrito algún relato corto, incluso microrrelato, pero no es lo mío. De los ripios poéticos de mi juventud ya ni me acuerdo. Y el año pasado estuve a punto de lanzarme con un libro de no ficción que podía haber sido muy impactante, pero por diversos motivos que no vienen al caso, al final se rechazó el proyecto por parte de las personas interesadas.
            Así que seguiré con la novela, que es donde me siento más cómodo. Variando un poco la temática, lo has podido comprobar, pero intentando siempre aportar ese punto de intriga a las tramas para que el lector sienta ganas de seguir leyendo.

            - ¿Dónde te imaginas dentro de un año? Literariamente hablando…

            Pues no tengo ni idea, la verdad. No es que me lo imagine, pero sí que me gustaría llegar a ello: seguir escribiendo, viendo más obras mías publicadas, sea en digital o en papel y que los lectores sigan confiando en ellas; quizás algún día ver alguna de esas obras traducidas a otros idiomas y tal vez, en un futuro, pudiendo dedicarme sólo a escribir y vivir dignamente con la literatura.

            -Planes, proyectos… ¿en qué trabajas ahora?

            Tengo en mente muchos proyectos, tanto literarios como personales y profesionales. Ideas para media docena de novelas por lo menos y un cuarto manuscrito todavía por revisar, con el que tengo que ponerme en serio. En los próximos meses intentaré dar salida a alguna de estas ideas que hoy invaden mi cabeza.

            Otro mensaje. Voy a tener que mirarlo. Me recuerdan que tengo que hacer algunas cosas que están pendientes. Sin más remedio voy a tener que despedirme de Armando.

            -Me tengo que ir, me da mucha rabia pero me reclaman. Encantada de haber compartido este rato contigo, Armando.

            - Muchas gracias por todo, Mayte. Ha sido un placer charlar contigo sobre todos estos temas y espero que tus seguidores puedan conocerme un poco más gracias a la entrevista.

viernes, 12 de agosto de 2011

LAS TRAMPAS DEL LENGUAJE

El lenguaje está lleno de trampas, no sólo es necesario conocer la ortografía para decir lo que quieres decir, hay que entrenarse un poco con la sintaxis, encontrar tu estilo propio, para que lo que cuentas no sea sólo una anécdota sino que tenga alma. O para que en el examen de historia demuestres lo que sabes y no escribas otra cosa absolutamente distinta, responsable de que tu nota no pase del dos.

El mundo de blogger es infinito. Hay espacio para todo: diseño gráfico, manualidades, cocina, música, arte, historia... Cada uno vamos eligiendo los temas que más nos interesan y creando pequeños grupos en los que compartimos aficiones, sueños y, sobre todo, palabras.

Lo que más me gusta son los libros. Leer, escribir, expresarme a través de palabras ha sido siempre mi refugio para los buenos y los malos tiempos. Por eso mi mundo virtual se ha ido acomodando al real, y he ido descubriendo a gente que, como yo, lee o escribe. Algunas veces me he llevado grandes sorpresas: gente anónima que cuelga sus escritos y nos regala relatos de mucha calidad comparten espacio con otras personas a las que el talento les pasó un día por su lado sin dejarles huella alguna. O simplemente son víctimas de las trampas del lenguaje.

Sin embargo hay algo que no me gusta nada: encontrarme relatos en los que faltan letras (por esa simplificación que empleamos al escribir, que al final se traslada sin remedio a nuestro propio pensamiento), ni tampoco con faltas de ortografía que no se le perdonarían a un niño de tercero de primaria. Mucho menos libros, presuntas novelas en las que no hay erratas, hay errores de base, palabras empleadas en lugar de otras porque hemos asumido que son sinónimos cuando no es cierto. Hace poco leí en un relato un sustantivo que había sido empleado sustituyendo a una preposición y un adverbio. No una, varias veces. Las letras eran las mismas, pero un espacio entre ellas hubiera bastado para que aquello no sonase chillón (por cierto, esta expresión, "sonar chillón" es una figura literaria, sinestesia se llama, mezclar sensaciones de dos sentidos diferentes para lograr un efecto sorprendente, una de las "cosas inútiles" que enseño).

En realidad empecé a escribir esta entrada porque ayer me enfadó que una de mis alumnas me gritara (no estaba enfadada, habla así) que es absolutamente ridículo estudiar lengua, o literatura, o las figuras literarias, porque no sirve para nada en la vida. Es mejor saber química, o física, o logaritmos. Yo no pienso lo mismo. Sé hacer logaritmos, pero todavía no he encontrado una conversación interesante en la que se pueda hablar de ellos. Sin embargo sí que he hablado horas con gente del Quijote (por cierto, hay quien opina que es malo!!!) o de la novela picaresca, o de la importancia de las obras literarias para conocer mejor la sociedad que las produjo.

Sin querer me he ido desviando del tema. En realidad estaba tratando de decir que si no conocemos el lenguaje en toda su extensión y esto incluye la sintaxis, las figuras literarias, caeremos en sus trampas. Y esquivarlas es tan fácil como ser un poco más exigentes con nosotros mismos, no dejarnos vencer por la comodidad que supone escribir algunas letras menos o pararnos simplemente a escuchar en clase del lengua en lugar de quejarnos.

Para comunicarnos hablamos. Usamos el lenguaje. Los logaritmos pueden ser importantes en nuestra vida durante algún tiempo pero la lengua lo es siempre.

Me sumo a la campaña de Olga con su banner.