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lunes, 3 de octubre de 2016

ENTREVISTA: MARÍA JOSÉ MORENO, LA TRILOGÍA DEL MAL.

©Alberto Jordán


Mi invitada:

Nombre: María José Moreno (Córdoba, 1958).
Profesión: Psiquiatra, profesora de la universidad de Córdoba y escritora.
Obras publicadas: Bajo los tilos (Ediciones B), La Trilogía del Mal: La caricia de Tánatos, El poder de la Sombra y La fuerza de Eros (Versátil)

La Trilogía del Mal.

Mucho se está hablando -y muy bien- de las tres novelas que María José Moreno ha escrito. La trilogía se cataloga como novela negra, o domestic noir para ser más precisos, pero tiene un elemento diferenciador con la mayoría de los libros publicados. Ese Mal, que ella insiste en llamarlo con mayúsculas, es un mal que nos rodea a todos sin que apenas lo percibamos. No nos muestra en sus novelas un mundo de asesinos en serie o de crímenes sangrientos, sino más bien el mal que está en nuestro entorno sin que seamos muchas veces conscientes de él. Ese matiz es lo que convierte a estas tres novelas en algo mucho más aterrador, puesto que al leer te das cuenta de que es muy posible que tengas el peligro mucho más cerca de ti de lo que crees.

La trilogía tiene mucha reflexión, aunque insertada de tal modo en una narración tan trepidante que apenas te das cuenta de todo lo que deja en ti hasta que la terminas. Es entonces cuando empieza un proceso dentro del lector, cuando te asaltan preguntas que querrías hacerle a María José Moreno. Ella, como psiquiatra con treinta años de experiencia, es la mejor para contestarlas. Como tenía la opción de hacérselas, no me lo he pensado. He buscado a la doctora Moreno y le he planteado un tema que no se toca directamente en esta trilogía, pero que su lectura ha hecho que en mí se despierten cuestiones que quería poner sobre el papel.

¿Estamos los adultos tan expuestos como los niños a los peligros del acoso por las redes?

No sé si vosotros os preguntáis lo mismo que yo pero, por si acaso, comparto la agradable charla que he mantenido con ella.

La entrevista:

La Trilogía del Mal que nos has presentado a lo largo del último año, por la que te felicito de nuevo, tiene muchos puntos que resultan muy atractivos para los lectores. Las tres novelas tienen tramas adictivas, personajes potentes, un entorno reconocible para cualquiera y, sobre todo, llevan al lector a reflexionar sobre ese mal cotidiano que convive muy cerca de todos y al que a veces no prestamos atención porque actúa en silencio.

En la primera novela, La caricia de Tánatos (un título que siempre me ha fascinado, por cierto), trataste el tema de los malos tratos psicológicos. Con El poder de la Sombra diste un giro, centrando el tema en los abusos en la infancia y en la última, la novela que cierra la trilogía, La fuerza de Eros, nos pones sobre aviso de los riesgos que acarrea la mala utilización de internet.

Aparecen personajes que, escondidos tras perfiles falsos, se introducen en el mundo de nuestros hijos con malas intenciones, y eso supone una llamada de atención para los padres, sobre el uso de las redes que hacen los niños. Pero, yo me pregunto si a esto solo los menores están expuestos o los adultos somos igual de vulnerables. ¿Crees que solo les puede pasar algo como lo que planteas a niños?

Por desgracia, nadie está libre de ser acosado. Las redes sociales, en las que exhibimos nuestra imagen, nuestro quehacer y, algunas veces, hasta nuestra vida privada son una fuente de datos para que depredadores de cualquier tipo, no tienen por qué ser sexuales, se hagan con esos datos y a partir de ahí inicien un acoso que puede ir desde robo de identidad, de contraseñas, hackeo de cuentas… Existe una novela que de manera ficcionada nos plantea este grave problema y que recomiendo es: Alterword de Antonia Huertas de ediciones Versátil.  

Cierto. Escuché a Antonia Huertas hablar de su libro en Madrid y me llamó mucho la atención el tema de su novela. Por cierto, me recuerdas que aún no lo he leído. Me parece que tengo que adelantarlo en mi lista cuanto antes. Sigo con las preguntas que me ha generado la lectura de la Trilogía y te lanzo la siguiente. En el caso de que un adulto se vea en esa situación en la que pones a las niñas de la novela, ¿cuáles serían las razones por las que caería en la «trampa»?

La situación que se da en mi novela no suele ocurrir en un adulto, porque el pedófilo solo acecha a la población que comprende su objeto sexual, niñas o niños, casi siempre menores de 13 años. Pero sí podemos ser objeto de otro tipo de acosadores y de hecho lo vemos con frecuencia: el novio despechado que sube fotos de su novia en ropa interior, el marido o la mujer celosa que intenta hackear cuentas de su conyuge para saber si están teniendo aventuras extramatrimoniales, personas que hackean cuentas para realizar spam, compañeros envidiosos que te quieren desacreditar a la vista de todos mostrando tus imperfecciones… o personas solas que abren su corazón y su vida a anónimos que están al otro lado de la pantalla y que creemos a pies juntillas lo que les dicen. Es donde quiero lanzar la alarma para que la desconfianza siempre sea la base que domine nuestras actuaciones en la red, hasta que conozcamos personalmente a esa otra persona.

Y otra cosa que me pregunto. ¿Crees que en el caso de que alguien adulto sea acosado, lo contaría antes que un niño?

Estoy segura de que el adulto posee mecanismos para afrontar este problema más adecuados que un niño, pero también se oculta a veces por vergüenza de haber caído en esa situación, por lo que de un modo u otro siempre los malos salen ganado. La policía insiste en la denuncia, única manera de atajar este problema.

Ya, pero a veces el acoso es leve, sin mucha base para poner una denuncia y, sin embargo, afecta de manera grave a quien lo está sufriendo. Recuerdo a Marina, tu personaje de La caricia de Tánatos. Muchas de las cosas que sufre de su maltratador son muy complicadas de demostrar y a ella la hunden. Entonces, deduzco, deberíamos centrarnos en el tema de la prevención. ¿Cómo podemos intentar que no nos suceda?

Es necesario educar, educar y educar en el manejo de las redes sociales. Cuando el adulto sepa manejarlas adecuada y responsablemente estará en posición de enseñarlo, transmitirlo, a los más pequeños desde muy temprano y así  inculcar mediante el aprendizaje, lo mismo que las normas básicas de educación y de educación vial…etc. 

Ahí veo un problema. Esto va tan rápido que es casi imposible anticiparse a los cambios, ir por delante de las barbaridades que se le pueden ocurrir a mentes enfermas. Nosotros mismos, como adultos, estamos aprendiendo y hay incluso padres que ni siquiera se acercan a las redes. Porque no les interesan, porque no sienten que lo necesiten, pero si tienen hijos, esa es mi opinión, deberían estar atentos a todo.

Volviendo a lo que nos ocupa. ¿Se puede caer en la trampa de los acosadores a través de chantajes emocionales?

Sin duda, es una de las maneras en las que más daño se puede hacer a nivel personal, y por supuesto a través de internet, porque se ataca directamente a la autoestima de la persona, a la parte más vulnerable de su personalidad y los acosadores lo saben y lo utilizan a menudo.

He leído sobre este tipo de gente que se valen de lo que la víctima valora la relación que tienen con ella y aprovechan esa vulnerabilidad para acceder a ellas. ¿Qué tipo de información crees que se debe manejar con cuidado en las redes?

Existen unas reglas básicas entre las que se encuentran las siguientes: 
Prestar atención cuando publiquemos y subamos material:
Pensar muy bien qué imágenes, vídeos e información escogemos para publicar.
No publicar nunca información privada.
Usar un seudónimo y nunca nuestra verdadera imagen.

Escoger cuidadosamente a nuestros amigos:
No aceptar solicitudes de amistad de personas que no conozcamos.
Verificar todos nuestros contactos.

Proteger nuestro entorno de trabajo y no poner en peligro nuestra reputación:
Al registrarnos en una red social, usar nuestra dirección de correo personal (no el correo de la empresa).
Tener cuidado de cómo representamos en Internet a nuestra empresa u organización.
No mezclar nuestros contactos de trabajo con nuestros amigos.
No dejar que nadie vea nuestro perfil o nuestra información personal sin permiso.
No dejar desatendido nuestro teléfono móvil.
No guardar nuestra contraseña en nuestro móvil.
Usar las funciones de seguridad de que disponga nuestro móvil.

Proteger nuestro teléfono móvil y la información guardada en él:
Tener cuidado con lo que publicamos sobre otras personas.
Informarnos:
Leer con atención y de principio a fin la política de privacidad y las condiciones y términos de uso de la red social que escojamos

Protegernos con la configuración de privacidad:
Usar opciones orientadas a la privacidad (comprobar quién puede ver nuestras fotos, quién puede ponerse en contacto con nosotros y quién puede añadir comentarios).
Informar inmediatamente si nos roban el teléfono móvil.
Tener cuidado al usar el teléfono móvil y estar atento a dónde lo dejamos.

Prestar atención a los servicios basados en la localización y a la información de nuestro teléfono móvil:
Desactivar los servicios basados en la localización geográfica cuando no los estemos usando.

Como verás, es fácil incumplir estas normas. Yo misma he caído en una mala práctica.

Creo que todos, pero es un poco lo que decía antes. Estamos aprendiendo, y además no conocemos todas las funciones de nuestros equipos. El otro día descubrí que Google tiene un rastreo de mis movimientos por el mapa de España de los últimos tres años. Me entretuve en borrarlo, preocupada además, porque soy de las que están obsesionadas con que mi teléfono no siga mi ubicación (¿a ellos qué les importa?), pero no hay manera. Volví a entrar al cabo de unos días y aunque tuve cuidado, se había vuelto a activar. Y eso es solo un ejemplo.

Por cierto, ¿cómo se presenta ante nosotros un acosador? ¿Se muestran ante su víctima como víctimas? 

La manera de presentación de los acosadores de un adulto depende de la intencionalidad que tenga con ese acoso, desde luego que hacerse pasar por víctima es una manera de manejar la relación y a partir de ahí crear lástima en la posible víctima y atraerla a su terreno. 

He leído también que cuando no consiguen lo que quieren, castigan a sus víctimas, pero me pregunto qué tipo de castigos se pueden infligir a través de una pantalla para que resulten tan efectivos y tan demoledores.

Creo que antes ya te lo he comentado pero a través de la pantalla, en una red social donde el acceso es libre se puede hacer daño: denigrando, criticando, mintiendo, falseando noticias, mostrando imágenes censurables…

La verdad es que todo esto da mucho, mucho miedo. A mí, por lo menos, me da más miedo que los asesinos en serie. ¿Hay algún modo de detectarlos precozmente? ¿Hay ciertos tics que sean indicadores?

Por desgracia no es fácil detectar este tipo de comportamientos, a no ser que uno esté muy a la defensiva y seguro que cuando bajemos la guardia, se nos puede meter alguien. Lo principal es  estar alerta y en cuanto veamos algo extraño no consentirlo y bloquear a la persona que intuimos puede producirnos algún daño, denunciar, y si no tenemos éxito, salir de esa red social. 

Hay veces que te entran ganas. La semana pasada, sin remontarnos más, tuve que bloquear a tres perfiles. dos en Twitter y uno en Instagram, a los que mi actividad como escritora les interesaba menos que mi persona. Al principio, cuando tropecé con gente así, me hicieron sentir fatal, como si yo fuera una mala persona por bloquear a alguien, pero con el tiempo he ido aprendiendo. Bloqueo ya con una soltura que da gusto, sin ningún tipo de remordimientos. He llegado a la conclusión de que no merece la pena actuar de otro modo, que no soy peor persona por protegerme de quienes se entrometen en mi vida, sino un poco más cauta que hace tiempo.

Muchas gracias, María José, por tu tiempo y por responder a mis preguntas. Espero que quien nos lee siga tus consejos y esté atento a quienes nos rodean. La mayoría es buena gente, pero como aprendemos con tus novelas, hasta el ser más encantador puede esconder debajo un depredador.

Y a los que no habéis leído la Trilogía, tomad aliento y a ello. Os va a resultar muy reveladora.

Y seguro que os asaltan mil reflexiones.



viernes, 18 de mayo de 2012

ENTREVISTA CON ARMANDO RODERA.


Quería hablar con Armando Rodera, al que conocí hace ya un año a través de su blog “Aventuras y desventuras de un escritor novel”, de toda su experiencia desde que empezó esta aventura literaria y, pensando en su última novela, “La rebeldía del alma”, le he citado en un lugar poco frecuente para una tertulia: la cafetería del hospital.

Llego primero y me siento a esperarle con mi tablet en las manos, mientras me tomo un café despacio. No es que se retrase, es todo un caballero y nunca lo haría, es que yo he querido venir un poco antes para repasarme las preguntas, para que después la charla fluya sin interrupciones. Antes de ponerme a ello me doy un paseo por las páginas digitales de El color de la maldad y un escalofrío me recorre la espalda al recordar a Jasón, el despiadado asesino en serie que trae de cabeza a los protagonistas de la novela. De todos sus personajes creo que es el que más se ha asentado en mi memoria. Le tengo que preguntar cómo se le ocurrió alguien tan perverso. Lo anoto en una servilleta porque soy tan desastre que descubro que me he dejado el cuaderno en el coche y abandonar mi café no me apetece. Cambio de archivo y mi mirada recorre el principio de El enigma de los vencidos, la primera novela que escribió. Tengo ganas de verla en papel, ya no queda nada para que salga la edición con Ediciones B, porque estoy segura de que caerá una segunda lectura. Finalmente llego a “La rebeldía del alma”, su criatura más joven. He pasado antes por la puerta que daba a la UCI y no he podido evitar pensar que, tal vez, en alguna de las camas haya alguien que esté en el mismo estado que Susan, la protagonista. Nunca sabremos a ciencia cierta si las personas en coma escuchan, aunque… me da miedo sólo pensarlo. Una vez, al lado de alguien en coma, ante mis palabras de cariño recibí la respuesta de una lágrima. Nunca tuve la oportunidad de preguntar qué sintió en esos momentos.

Vuelvo a la realidad y me doy cuenta, horrorizada, que con mi cuaderno se han quedado las preguntas que tenía dispuestas. Tengo que tomar la decisión rápido: salgo de la cafetería y las voy a buscar o definitivamente tendré que improvisar. Me levanto y al mirar hacia la puerta una palabra me golpea en el cerebro: tarde. Armando ya está aquí, incapaz de hacer esperar a nadie en una cita.

Me saluda con una sonrisa y se sienta enseguida en la mesa que ocupo. Le pregunto qué quiere tomar y me lo indica, así que me levanto y se lo traigo. Hoy es mi invitado. Instalados el uno frente al otro, tras los saludos de rigor, empiezo a preguntar según me va pareciendo, saltándome el guión previsto, más que nada porque no lo tengo.

            -¿Cómo se te ocurrió el argumento de “La rebeldía del alma”? No es frecuente que la protagonista de una novela se la pase entera en coma…

            Buenos días, Mayte. Es un placer poder charlar contigo y quiero agradecerte la oportunidad que me brindas para que tus lectores y seguidores puedan conocerme también un poquito. Desde luego, nunca me hubiera imaginado que esta tertulia se celebraría en la cafetería de un hospital. Pero sí, es cierto, es el lugar ideal para hablar de mi última novela.
            Ya había escrito las dos novelas que tú conoces, y tenía a medias otro thriller. Entonces pensé en buscar nuevos retos, en embarcarme en un proyecto diferente. Algo más intimista, reflexivo e introspectivo, pero sin abandonar la fluidez en las tramas y ese punto de intriga que te haga seguir leyendo con avidez. Sin utilizar un estilo tan directo y contundente como en mi novela policíaca, diferenciando claramente la parte reflexiva y la de acción propiamente dicha al introducir dos narradores tan distintos.
            Quería introducir además un trasfondo de drama y problemas familiares, aparte de la trama de novela negra que subyace por detrás como leiv motiv de la historia. Lo de narrar desde el punto de vista de una persona en coma surgió después. Sabía que era un proyecto arriesgado que al principio me tomé como un reto, un ejercicio literario. Finalmente quedé satisfecho con el resultado y decidí publicar la novela, con unos resultados que jamás me hubiera imaginado.

            Quiero seguir hablando de ésta, su última novela, antes de pasar a temas generales de su reciente carrera como escritor. Han sido muchas las cuestiones que me han llamado la atención del libro.

            -En esta novela, al contrario de lo que sucede con “El enigma de los vencidos” o “El color de la maldad”, los escenarios que has elegido no son autóctonos. Te has trasladado a Estados Unidos. ¿Por qué tomaste esa decisión?

            Por varios motivos. Como comentas, mis dos primeras novelas están ambientadas en España, con personajes y lugares muy reconocidos para cualquier habitante de nuestro país. Como “El color de la maldad” lleva varios meses triunfando en Estados Unidos, pensé que podría intentar cambiar de registro y averiguar si otro tipo de escenarios funcionaban tanto aquí como allí. En mi cuarta novela, todavía sin terminar, sí introduzco una ambientación más internacional. En el caso de “La rebeldía del alma” no me preocupé en exceso por la ambientación de lugares o costumbres, los puntos fuertes de la novela son otros. Entre la relación de las protagonistas y el punto de vista al narrar, pensé que quizás debía ambientar la novela en un lugar alejado de mí para poder escribirlo desde otra perspectiva.

            En la cafetería entran dos señoras. No hablan. Sus semblantes serios me hacen pensar que algo muy malo les ha ocurrido. Inmediatamente después, tras ellas, veo llegar a un joven cargado con un peluche al que adorna un tremendo lazo. Me imagino que su visita tiene que ver con motivos más alegres, probablemente el nacimiento de un bebé. Curiosos lugares los hospitales, donde la vida y la muerte se dan la mano todos los días. Las dos señoras, la presencia imaginaria de ese niño, me devuelven a la historia central de La rebeldía del alma.  Pienso en Susan y en Denise, en su relación, y surge otra pregunta.

            -Uno de los "miedos" que tenías antes de que la novela viera la luz era la condición sexual de las protagonistas. ¿Crees que la sociedad no ha madurado todavía en este aspecto?

            Efectivamente, no te equivocas. No quería predisponer a nadie a priori, ni a favor ni en contra, ya que sólo cuento la historia de dos personas que se quieren, fuera de todo morbo, erotismo o sexualidad. Es una vuelta de tuerca más para una historia de por sí diferente, pero la verdad es que los lectores son inteligentes y se han dado cuenta perfectamente de lo que quería contar en esta novela. Creo que la sociedad cada día está más evolucionada en el sentido que comentas, pero todavía queda camino por recorrer.

            -“La rebeldía del alma” es una novela de acción y reflexión. Casi cincuenta y cincuenta. ¿Lo planeaste así o a medida que avanzaba la escritura fue madurando esta idea?
            En un principio no lo tenía planeado, Mayte. Pero claro, era muy difícil narrar toda la historia desde la perspectiva de una persona que está postrada en la cama. Por eso utilicé la tercera persona en visión múltiple para contar todo lo que sucedía fuera de las paredes del hospital, pero que de algún modo tenía relación con la trama principal, embarcándome en diálogos y acciones más propios de la novela de intriga. En el caso de lo narrado por Susan, la protagonista, quise buscar ese tono más intimista para que ella misma nos hablara desde un punto de vista más personal: sus miedos, sus ilusiones, sus sueños, sus éxitos y fracasos, su relación con los demás personajes de la novela, etc.

            Estoy muy a gusto hablando con Armando, extrayendo detalles de la novela que ya he leído, compartiéndolos con quien mejor conoce a los personajes: su autor. Puedo decirle lo que pienso y saber sus motivaciones a la hora de escribir. Hay un detalle de la novela que comenté en mi reseña, hace unos meses, y que vuelve a mi mente. Lo planteo y quiero que sea él quien me dé una respuesta a la pregunta que me he hecho varias veces.

            -Una de la cosas, pocas, que no me convencieron del todo (voy a ser mala) es que tu asesino es… demasiado educado. En un momento de cabreo monumental está "hasta las narices" y a mí, que soy una mal hablada, me sonó como flojo para salir de los labios de una persona que va por ahí matando gente. Fijo que yo habría puesto una frase mucho más contundente. Dime que no soy la única rara que se ha fijado en ese detalle…

            Bueno, Mayte, no sé si eres rara o no, ja, ja, pero es la primera vez que me comentan ese detalle. Te lo explico brevemente, también hay varios motivos. Como bien sabes, en mi novela policíaca Jasón es un despiadado asesino que no tiene reparo en matar de los modos más crueles, detalle que a determinadas personas no les ha gustado, aunque la intrahistoria de ese personaje pueda justificarlo.
            En este caso quería alejarme de ese libro, ya que no es una novela negra al uso. Sin destripar el argumento, diremos que los delitos que se pueden cometer en esta novela son de otra índole y los personajes también. Los crímenes de esta novela son debidos a otros temas. Además, también me han comentado en alguna ocasión (lectores no españoles, aquí estamos más que acostumbrados) que en “El color de la maldad” hay escenas y frases algo fuertes. Y cómo en “La rebeldía del alma” los personajes no son españoles, no quise incidir demasiado en esa cuestión.

            -En esta novela la presencia femenina, que en las otras es casi anecdótica, es la protagonista absoluta. ¿Querías cambiar el punto de vista al contar una historia?

            Sí, era una parte más del ejercicio literario que en un principio quise acometer. En mis otras novelas los personajes femeninos tienen su importancia en la historia, pero no son protagonistas absolutos. Pero además, aquí quise meterme en la piel de diversos personajes femeninos y narrar la historia desde su punto de vista. Pretendía que el que leyera la obra pudiera involucrarse en la historia sin tener en cuenta si el escritor era hombre o mujer, huyendo de los extremos para que no quedara ni cursi ni demasiado masculino. Por lo que me comentan las lectoras he conseguido mi objetivo y superado la prueba con nota, así que estoy más que satisfecho.

            Un mensaje en mi móvil nos interrumpe. Se me ha olvidado apagarlo, como siempre. En realidad no es importante, lo dejo de lado para atenderlo en otro instante. A veces, cuando faltan letras en las palabras me pongo muy nerviosa. A veces, los mensajes, emplean un lenguaje que me puede. Entre mis pensamientos, el lenguaje se pone el primero de la fila.

            -Alternas primera y tercera persona, dependiendo de si se trata de acción o reflexión, lo que me gustó mucho cuando la leí. ¿En qué tiempo verbal crees que eres más tú, estás más cómodo?

            En “El enigma de los vencidos” utilicé la primera persona y me sentí cómodo. En la policíaca comencé con narrador omnisciente y me hacía un lío. Cambié después a tercera persona con visión múltiple y me costó cogerle el tranquillo, pero ahora lo manejo mejor. Y en esta novela (al igual que la que tengo por corregir), alterno la primera y la tercera. Creo que en primera persona me siento más cómodo y me manejo mejor, pero claro, tiene sus limitaciones porque el narrador sólo puede contar lo que ve o lo que siente él en relación a esas escenas contadas.

            Nos interrumpe una discusión. Un energúmeno le está echando la bronca a la chica de la cafetería porque le ha dado mal el cambio. Nos miramos perplejos, tampoco es para tanto. Hay gente que se altera a la mínima. Sigo preguntando.

            -En tu primera novela publicada, “El color de la maldad”, Jasón es un ser que no parece humano. ¿Cómo se te ocurrió alguien así?

            He leído mucha novela negra y también bastantes thrillers psicológicos, sobre todo anglosajones. Quise acercarme a ese estilo literario, alejándome de la novela negra tradicional española, más proclive a la denuncia social. Con tan claros referentes visuales y literarios como “Seven” o “El silencio de los corderos”, el personaje de Jasón no podía ser de otro modo. Yo quería lograr un psicópata de esas características, asumiendo todos los riesgos que conlleva. Un asesino en serie con una psiqué muy compleja, que no se intenta justificar, pero que se explica en parte en la trama debido a su azarosa vida. Un ser con el que mejor no toparse, y por el que muchos lectores me han felicitado en lo literario, a pesar de sus sanguinarias andanzas.

            Armando y yo tenemos en común varias cosas: nos apasiona escribir y nos hemos metido de cabeza en esta aventura literaria nueva, que es la autoedición digital. Cierto es que los resultado son completamente diferentes, pero disfruto tanto los suyos como si fueran míos porque he tenido la suerte de conocerlos desde el primer momento.  Creo que quiero que me hable sobre ello…

            - Y ahora cuéntame, ¿cómo está siendo toda esta experiencia en la autoedición digital?

            Gratificante y muy satisfactoria, no lo voy a negar. Hace apenas un año yo era un escritor novel que buscaba hacerse un pequeño hueco en el mundo editorial. Hoy sigo siendo novel, pero por lo menos he visto recompensado tantos años de esfuerzo. Mis tres novelas publicadas en digital tienen muy buena acogida a ambos lados del Atlántico: “El color de la maldad” es el thriller policial más vendido en Estados Unidos desde hace siete meses, y “La rebeldía del alma” se encuentra entre los veinte libros más vendidos en Amazon España casi desde que se publicó. Y lo mejor de todo, “El enigma de los vencidos” fue publicado en papel en unos días por Ediciones B, una gran editorial, el sueño que llevaba tanto tiempo esperando cumplir.

            -¿Qué es lo más agotador y qué es lo más satisfactorio? Me imagino la respuesta, pero no soy capaz de controlar mi lengua.

            Lo más agotador, sin duda, es la promoción. Tampoco me gusta nada corregir las novelas y maquetar para ebook es también insufrible, pero es lo que toca. En los tiempos que corren no sólo hay que escribir, sino hacer un poco de hombre orquesta para asomar la cabeza en el mundo digital. La competencia es brutal y cada vez hay más y mejores novelas en el mercado.
            Lo más satisfactorio, también sin dudarlo un segundo, es la relación con los lectores. Es una sensación extraña saber que miles de personas de todo el mundo han adquirido tus novelas con un solo click: un placer, pero también una responsabilidad muy grande. Además, con las nuevas tecnologías y sobre todo gracias las redes sociales, ese vínculo autor-lectores ha evolucionado, se ha hecho más directo y todos podemos aprender mucho gracias a ello.

            -Que los cambios están ahí es obvio, que eres un pionero también, pero además vas a tener la posibilidad de experimentar las sensaciones que se tienen al publicar en papel respaldado por una editorial, Ediciones B. ¿Cómo imaginas que será ver tu “El enigma de los vencidos” en, no sé, por ejemplo, en un expositor de un hipermercado? En mi opinión, si llegas ahí estás en el camino de quedarte, al menos, en la memoria de la gente. No todo el mundo va a las librerías pero sí que se pasan por los hipermercados.

            Pues mira, no había pensado en los hipermercados, ja, ja. Sé que Ediciones B cuenta con una gran distribución en librerías, tendré que preguntar por el tema de los supermercados... Fuera de broma, estoy muy emocionado con mi primer libro en papel, puedes imaginártelo. Intento estar tranquilo, pero creo que no lo llevo demasiado bien, los nervios se van apoderando de mí según se acerca la fecha. Todavía no sé cómo reaccionaré cuando vea mi libro en las estanterías de cualquier comercio, sea o no especializado en literatura, pero seguro que será un momento que no olvidaré en la vida. Prefiero no pensar demasiado en ello, cuando llegue el día ya se verá.

            Ahora quiero hablar del futuro. Planes, proyectos. A ver qué me cuenta…

            -¿Has probado con otros géneros que no sean la novela?

            He escrito algún relato corto, incluso microrrelato, pero no es lo mío. De los ripios poéticos de mi juventud ya ni me acuerdo. Y el año pasado estuve a punto de lanzarme con un libro de no ficción que podía haber sido muy impactante, pero por diversos motivos que no vienen al caso, al final se rechazó el proyecto por parte de las personas interesadas.
            Así que seguiré con la novela, que es donde me siento más cómodo. Variando un poco la temática, lo has podido comprobar, pero intentando siempre aportar ese punto de intriga a las tramas para que el lector sienta ganas de seguir leyendo.

            - ¿Dónde te imaginas dentro de un año? Literariamente hablando…

            Pues no tengo ni idea, la verdad. No es que me lo imagine, pero sí que me gustaría llegar a ello: seguir escribiendo, viendo más obras mías publicadas, sea en digital o en papel y que los lectores sigan confiando en ellas; quizás algún día ver alguna de esas obras traducidas a otros idiomas y tal vez, en un futuro, pudiendo dedicarme sólo a escribir y vivir dignamente con la literatura.

            -Planes, proyectos… ¿en qué trabajas ahora?

            Tengo en mente muchos proyectos, tanto literarios como personales y profesionales. Ideas para media docena de novelas por lo menos y un cuarto manuscrito todavía por revisar, con el que tengo que ponerme en serio. En los próximos meses intentaré dar salida a alguna de estas ideas que hoy invaden mi cabeza.

            Otro mensaje. Voy a tener que mirarlo. Me recuerdan que tengo que hacer algunas cosas que están pendientes. Sin más remedio voy a tener que despedirme de Armando.

            -Me tengo que ir, me da mucha rabia pero me reclaman. Encantada de haber compartido este rato contigo, Armando.

            - Muchas gracias por todo, Mayte. Ha sido un placer charlar contigo sobre todos estos temas y espero que tus seguidores puedan conocerme un poco más gracias a la entrevista.

lunes, 3 de octubre de 2011

ENTREVISTA CON EMILIO CASADO MORENO, AUTOR DE CRÓNICA INSIGNIFICANTE.

He quedado con Emilio Casado Moreno, para hablar de su novela, Crónica Insignificante. Lo lógico, lo sensato, hubiera sido quedar en un bar, una sala de exposiciones, una tienda de chinos… no sé. Cualquier recinto cerrado habría servido. Seguro que lograría encontrarlo, aunque fuera preguntando. Pero no. El sentido práctico no venía en el paquete de configuración de mi persona. Traigo de serie otras chorradas superfluas, como amor por los libros y sentido crítico. Pero incluso el sentido común me falta. ¿A quién se le ocurre no preguntar siquiera por su edad o algún detalle que pueda distinguirlo del resto? ¿Por qué no le he contado cómo vendré vestida para que al menos él sepa quién soy yo? Aquí me encuentro, en medio de un mar de gente ociosa, tratando de buscar a alguien de quien poseo muy pocas referencias.


Me siento en un banco, rendida ante la evidencia de que soy tonta. Mientras, observo a cada una de las personas que se refugian del calor de esta tarde de verano bajo la sombra de unos árboles que, si pudieran, habrían elegido crecer en un bosque y no en medio de una gran ciudad. Obvio a las mujeres, seguro que detrás de ellas no está Emilio, y me dedico a los hombres. Uno empuja un columpio y charla animado con la señora de al lado. Otro está rodeado de niños, llenando globos con agua de la fuente y, me lo estoy temiendo, va a ser el primero que empiece la guerra de agua. Cuatro más esperan cargados con sus raquetas de tenis a que el grupo que ocupa la pista termine. Un grupo de mujeres acoge a un miembro del otro sexo que no se siente demasiado a disgusto comiendo pipas con ellas y compartiendo confidencias. En un banco, aferrado a un libro y con unos auriculares puestos, hay un hombre solo. No me hacen falta más datos. Aunque sea una despistada no me he olvidado de que también sé que los libros no son su única pasión: le encanta la música. Levanta la vista y me ve. Sonrío y se quita un auricular. Su mirada me confirma que es a él a quien estoy buscando.

Odio llegar tarde. Creo que la impuntualidad es una falta de respeto con el que te espera. Así pues me gusta pertrecharme de libro y auriculares siempre que quedo con alguien, porque me suelen sobrar unos minutos antes de la hora acordada. Mayte dice que quiere entrevistarme y yo he aceptado sin dudarlo, primero porque me pareció una buena idea y segundo porque, aun sin apenas conocerla, creo que va a ser una entrevistadora muy original. Me dijo que no sabía si quedar conmigo en un parque o en una oficina de Correos… al final estuvimos de acuerdo en que fuera en un parque. Mucho mejor que Correos, adónde va a parar.

Miedo me dan los críos que están correteando con los globos de agua a mi alrededor, como me mojen el e-reader me voy a tener que mosquear con alguno...

Alguien se acerca sonriente hacia mí.

Mayte, sin duda.

Menos mal que no me he equivocado de persona. Odio la sensación que te deja en el cuerpo saludar a alguien por error. Hace años saludé a un famoso confundiéndolo con un amigo. El sujeto en cuestión caminaba como él. Ni que decir tiene que ni se inmutó, al fin y al cabo estaba acostumbrado a que la gente se le acercara sin motivo. Yo, desde ese día, decidí dejar la vanidad en casa y ponerme las gafas.

Dos besos y dos sonrisas sinceras se cruzan en unos segundos. Me alegro de que nos conozcamos en persona. Después de hacerme a un lado para que se siente junto a mí en el banco le explico por qué le envié mi libro:


―Desde que empecé a “mover” Crónica insignificante los blogs literarios han sido mi principal objetivo. Creo que la gente que hay detrás adora desinteresadamente el mundo de las letras y sus opiniones contribuyen a fomentar otras muchas. A ti te lo envié porque me crucé contigo en Facebook y después de cotillear tu perfil y leer algún comentario que habías hecho creí que te podría apetecer leerme… y creo que no me equivoqué.

Claro que no se equivocó. La novela me ha gustado, pero eso no es nuevo para Emilio. Sabe que la reseña en el blog fue completamente sincera.

Mayte asiente ante mis respuestas y se muestra interesada en lo que explico. Es como si de repente el parque se hubiera vaciado de actividad para permitirnos mantener esta conversación en calma.

―¿Por qué escribes? –le pregunto. Yo sé la respuesta pero no resisto la tentación de empezar por ahí.

―¿Que por qué escribo?... La leche… porque si no hago algo me muero. Hasta hace un par de años hacía música. Un buen día colgué la guitarra y creé un nuevo documento de Word: “Si me pidieran que eligiera yo, los soltaría a todos”. Estoy casi seguro de que esa primera frase salió automáticamente y que un año después, cuando terminé la novela, seguía ahí, tal cual la redacté en el primer momento.

Es una frase contundente, te empuja a seguir leyendo. Te atrapa hasta el punto de que quieres saber de qué te está hablando. No me extraña que a él le empujara a escribir esta Crónica Insignificante que nos ha puesto en contacto.

―¿Tocas la guitarra? –no sé por qué me extraño. Escribir es una forma de expresión, igual que la música. No es tan raro encontrar un músico escritor. O un escritor músico.

―En realidad era bajista… Lo de la guitarra vino después, un poco por obligación. Cuando disolvimos nuestro último grupo seguía teniendo el gusanillo y no me quedó más remedio que aprender a tocar… pero solo un poquito. En realidad lo que me gusta es componer.

Tengo mucha curiosidad por saber dónde escribirá. No sé estarme callada, así que se lo pregunto. No me contesta enseguida. La guerra de agua interrumpe nuestra conversación. Amenaza con desplazar el frente hasta el banco que ocupamos y ponemos tierra de por medio. Una huida en toda regla, exilio involuntario que nos lleva a la terraza. Nos sentamos alrededor de una mesa de plástico y el camarero no tarda en aparecer

―Un café, por favor.

―Una cervecita fresquita me vendrá bien para engrasar las ideas y enganchar los pensamientos.

―¿Tienes algún ritual para escribir? Me refiero a un lugar, a algún momento concreto con el que te sientas más cómodo?

―Tengo una habitación en casa que suelo usar para mis cosillas… es un pequeño estudio de grabación casero con un ordenador en el que también tecleo lo que se me va ocurriendo.
Suelo escribir a última o a primera hora, casi siempre cuando todos duermen. Normalmente no me queda más remedio que arrancarme las horas de inspiración de las de sueño. Que conste que lo hago con gusto. Enciendo el ordenador, me coloco lo auriculares, pongo música y después releo los últimos párrafos escritos para retomar un poco el hilo. Me suelo poner cosas tranquilas, sobre todo voces femeninas de folk, country o pop. Tift Merrit, Jaymay, Feist, Laura Marling, Bon Iver, Gillian Welch… también me suelen acompañar Sigur Ros, Grouper, Damien Jurado, The National, Radiohead… Procuro que no sean cosas demasiado estruendosas. De todas maneras, cuando pillo el hilo, soy capaz de escuchar a Metallica a todo trapo y no salirme de la trama… aunque eso sucede menos veces de las que yo quisiera, la verdad.

Las sillas en las que estamos sentados son de plástico, como la mesa. La combinación silla de plástico/pelo liso siempre me trae las mismas consecuencias. Y si a eso le sumas que soy una patosa y le he dado una patada a la mesa, todo se complica. Mi café hace un equilibrio inestable y los dos, en un gesto reflejo, tratamos de que no se derrame. Nuestras manos se rozan y salta una chispa. Nos reímos, aunque maldita la gracia que me hace la electricidad estática. Me acuerdo de que, muchas veces, tonterías como esta las uso yo en mis historias. El café se salva y a mí se me ocurre una pregunta:

― Tus propias vivencias, ¿forman parte de tus relatos, las tomas como punto de partida o directamente inventas?

―Cuando escribo suelo tirar de imaginación más que de memoria. Aunque en realidad estos dos conceptos a veces se entremezclan y se camuflan el uno tras el otro haciendo verdaderamente difícil dilucidar si esta o aquella frase proviene en realidad de la una o de la otra. Creo que todo el que escribe es un poco esclavo de este dilema, sobre todo si pretendes dotar a tus personajes de un cierto calado, de un cierto bagaje, muchas veces no te queda más remedio que meterlos dentro de la piel de personas reales a las que has conocido a lo largo de tu vida. En Crónica insignificante hay alguna situación parecida a alguna que yo he vivido. Por ejemplo me tocó, en dos ocasiones, ir a recoger mi coche, después de que me lo robaran, al depósito que hay en Madrid justo al lado de un poblado de esos en los que se vende de todo menos pan, pero la situación no tuvo nada que ver con la que relato en la novela. Casi todo lo que escribo nace en mi imaginación calenturienta.

No voy a negar que me guste hablar de mi libro, tanto como le gustaba a Umbral, pero algunas veces tiene uno más ganas que otras y en eso hay dos cosas que influyen de manera crucial: el entorno y el interlocutor. Admito que hoy estoy muy cómodo, saboreando mi cerveza mientras parloteo tranquilamente con esta entrevistadora tan peculiar. El sol se cuela entre las ramas del castaño que nos cubre y hace que la temperatura y el ambiente sean perfectos.

Mayte sigue proponiendo.

Quiero preguntarle por su decisión de autopublicarse. Dar este paso no es fácil. Él y yo sabemos que no tiene buena prensa y, sin embargo, lo hemos hecho. Aunque sea por razones diferentes.

―Después de mover mi novela durante unos meses y de comprobar lo difícil que resulta que te publiquen y lo fácil que resulta autopublicar me decidí por intentar lo segundo, sin renunciar en ningún caso a lo primero. Poner tu novela en internet es tan sencillo como maquetarla y hacerle una bonita portada. Luego solo queda esperar a que los euros empiecen a caer del cielo.

Suelto una carcajada y le contagio. Del cielo te puede caer cualquier cosa menos euros…

―Según tengo entendido las editoriales no comulgan mucho con las obras autopublicadas. En mi caso el único interés que me movió a hacerlo fue simplemente la conveniencia de tener un formato en condiciones en el que mis amigos pudieran leerme. Una carpeta con tropecientos folios dentro no es un mamotreto cómodo ni para transportar ni para leer.

Crónica Insignificante está escrita en presente. ¿Qué tiempo verbal prefieres para contar una historia?

―El tiempo verbal no me suele importar, lo difícil a veces es situarte y centrarte en cuál es el que debes utilizar en cada momento para que la narración resulte coherente. Alguna vez, a mitad de una escena, me he dado cuenta de que la estaba narrando en pasado cuando en realidad correspondía que lo hiciera en presente… gajes del oficio.

―Ésta es la historia de Marcelo, un psicólogo divorciado, de cuarenta años, que trabaja en una prisión. ¿Por qué eliges este personaje y no otro como protagonista? ¿Tiene algo de autobiográfico? ¿Marcelo tiene algo de ti? Me temo que más de lo que confiesas...

―Marcelo es Marcelo y yo soy yo. En realidad le he parido y por eso es como una especie de hijo putativo, así que en algo se me tiene que parecer pero somos entes diferentes… al menos eso es lo que he intentado.


En realidad uno de mis objetivos al escribir la novela era utilizar a Marcelo como medio de expresión, una especie de portavoz mediante el cual dar salida a mis opiniones. Asumo como mías la mayoría de las reflexiones que el protagonista hace sobre el mundo que le rodea, incluso la mayoría de las que hace sobre el que tiene en su interior.


A pesar de todo siempre intenté que Marcelo tuviera una personalidad propia y diferenciada. Las personas, en el mundo real, no son como los protagonistas de muchas novelas, es decir, no son siempre valientes o siempre listos, o siempre decididos. En el mundo real la gente tiene dudas, vacilaciones y muchas cosas no demasiado claras. A veces también pueden mostrar mucha bondad y un rato después actuar con un trazo decididamente malvado. Traté de ambientar la novela en el mundo de la carne y el hueso, del error y de la injusticia pero sin rechazar tampoco la bondad y la valentía que también podemos encontrarnos en la vida cotidiana.

La novela está muy anclada en la realidad. Reflexiona sobre muchos temas que ahora mismo están sobre la mesa. Le pregunto si su propósito era éste al escribirla.

―No puedo negar de que una de las cosas que más me obligó a ponerme a escribir fue la necesidad que tenia de poner blanco sobre negro lo que pienso sobre algunos aspectos de la realidad que me rodea.

Hay un conato de pelea entre dos niños, cuyas madres tratan de poner paz entre ellos. Una, la más lista sin duda, les dice que hasta que no haya sangre no piensa intervenir. Los chiquillos la miran desconcertados y se van por donde han venido, olvidando incluso lo que les trajo hasta la terraza. Otros temas se cuelan en nuestra conversación. Es agradable hablar con Emilio, pero el motivo de nuestro encuentro es la entrevista, y le pregunto qué hace ahora.

―Ahora estoy atravesando un pequeño bache… la cosa se va enfriando y no veo resultados claros. A pesar de todo no me arrepiento de ni una sola de las letras que he juntado para llegar hasta aquí. He (ciber) conocido a un montón de gente interesante y sé que Crónica Insignificante le ha gustado al 99% de la gente que la ha leído. Eso es recompensa suficiente para mí. Publicar sería una especie de reconocimiento a nivel profesional, porque sé que a nivel económico no sería nada reseñable.

Recuerdo una frase de Nietzsche y se la suelto, a ver qué le parece. Me mira pensativo antes de empezar a responder.

―«Cuando un libro se abre el autor cierra la boca»… Probablemente sea bastante cierto, creo que si tienes algo que decir está bien que encuentres la forma de que sea el protagonista de tu novela o alguno de los secundarios el que lo diga. Es una buena fórmula.

Los personajes, al final de la novela, se "quejan" de que Marcelo ni siquiera les haya cambiado el nombre. ¿Te has basado en gente conocida o los has creado a partir de tópicos? En el caso de la madre parece obvio.

Crónica insignificante trata de ser un retrato de la vida y sus vicisitudes. Un canto a las personas anónimas que habitan este mundo, gente que, en muchos casos, tiene vidas anodinas y monótonas pero no exentas de riqueza interior. En sus páginas hay algún personaje tópico, alguno divertido, alguno triste… sobre todo traté siempre de que fueran reales


A veces pensamos que las cosas que aparecen en los periódicos no pasan a nuestro alrededor o que le suceden a gente que vive en otro mundo, lejano, sin darnos cuenta de que cualquier día, cualquiera de nosotros puede ser protagonista de cualquiera de esas lejanas noticias…


Una cosa nos lleva a otra y nos encontramos hablando de las estupideces que algunos plantan en sus muros de Facebook. Al menos la charla, que parece estar tocando su fin, no ha estado exenta de risas.

La actualidad se cuela en la conversación y nos olvidamos del primer propósito. La cerveza y el café se acaban y el reloj nos empuja a dar por finalizado este experimento. Ha sido más largo de lo que pensábamos los dos, pero creo que ha merecido la pena. He conocido un poco más a Emilio. Lástima que el parque no exista, ni la terraza, ni el café. Como creadores de mentiras nos lo hemos inventado todo. Sólo espero que un día el café sea real. Aunque prometo firmemente que no lo tiraré. Lo de no provocar que salten chispas si las sillas son de plástico no está tan claro.

Emilio Casado Moreno
Mayte Esteban