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miércoles, 29 de noviembre de 2017

10 RAZONES PARA RELEER MATAR A UN RUISEÑOR DE HARPER LEE



1.- Porque es de esas pocas novelas que admiten ser leídas varias veces en la vida. Vuelves a ella y la disfrutas, y si hace mucho tiempo desde la primera vez, muchísimo más.

2.- Porque contiene frases inolvidables.

"Disparad a todos los arrendajos azules que queráis, si podéis acertarles, pero recordad que es un pecado matar a un ruiseñor."

3.- Porque plantea temas muy delicados como las diferencias sociales y raciales sin sermonearte sobre ello.

4.- Porque sigo pensando que Atticus Finch es maravilloso. Como hombre y como padre.

5.- Porque solo una niña como Scout, vestida como un niño y desde la inocencia inteligente, sería capaz de contar así esta historia.

6.- Porque pone el foco en la delgadísima línea que separa lo justo de lo que no lo es. Y te obliga a pararte a pensar.

7.- Porque tiene un delicado sentido del humor.

8.- Porque los diálogos caracterizan a la perfección a cada personaje. Podemos escuchar las bravuconerías de Jem, las dudas de Scout, la excesiva imaginación de Dill, la cordura lúcida de Atticus... Incluso no escuchamos a Boo y eso también nos hace oír un poco a este niño grande que lleva toda la vida encerrado. Y a la tía Alexandra, a la señorita Maudie, a Calpurnia...

9.- Porque el círculo que empieza a trazarse en la primera frase se completa al llegar al final. Probad a volver a empezar, descubriréis de qué estoy hablando. Es de esas novelas en las que el puzle encaja a la perfección.

10.- Porque al cerrarla es posible que empieces a sentir nostalgia.

Se me ocurre que puede ser un regalo muy especial para esta Navidad, para alguien enamorado de los libros. Para quien me pregunta siempre, una nota: tiene un tamaño de letra muy bueno.

lunes, 21 de enero de 2013

CÓMEME DE LINDA JAIVIN



Sinopsis:

Julia, fotógrafa obsesionada por los chicos jóvenes y la cultura china; Helen, profesora de ideología feminista a la cual traicionan deseos inconfesables; Chantal, editora de una revista de moda y con tendencia a dejarse seducir por nuevas experiencias; y Philippa, escritora en ciernes que oculta su lesbianismo y su pasión por los juegos sadomasoquistas. Cuatro amigas australianas que se reúnen en sus casas, en cafeterías y restaurantes para contarse sus opiniones sobre los hombres, las conquistas amorosas, los escarceos eróticos y sus fantasías sexuales.

Un libro imprescindible para saber de qué hablan realmente las mujeres... cuando hablan de hombres.

Mis impresiones:

No suelo leer novela erótica. No es un género que me llame especialmente la atención, de hecho, quienes me conocen saben que a las páginas "eróticas" de las novelas románticas que ocasionalmente leo, suelo llamarlas "PG", páginas pegote, porque me parece que la mayoría de las veces no aportan demasiado a la trama y se repiten sospechosamente. Creo que se añaden a las novelas para acercarlas a un determinado sector del público que se siente atraído por este tipo de literatura.

Una de las sagas en las que más me molestó la introducción de este tipo de escenas fue Los hijos de la Tierra, de J.M. Auel, porque considero que deslucen el resultado final de la obra, la alargan innecesariamente (ya es larga en sí misma) y aunque logran que sea leída por más gente, no sé si habrá otro tipo de lector que sin ellas también podría disfrutar del resto de datos que contienen, que aproximan a nuestros ojos un período de la Historia que a mí me parece fascinante: el momento en el que dos especies están pujando por la supervivencia en el planeta. De hecho, hace años mantuve una conversación sobre este tema, con alguien que había desistido en la lectura de estos libros precisamente por esto.

Quizá esa sea la razón por la que no tenía previsto leer Cómeme.

Aunque la tenía en casa.



Sin embargo, un sábado que hacía mucho frío, volví la vista hacia la estantería y me quedé mirando la portada. Me levanté de la silla, agarré el libro, cogí una manta y un café y empecé a leer.

Antes, sin embargo, me advirtieron: no te asustes cuando empieces. ¡Menos mal! Las primeras páginas me tuvieron desconcertada. La escena en un supermercado es de alto voltaje y por más que me empeñaba, mi cerebro me gritaba que era completamente inverosímil lo que me estaba contando. Hasta que entendí el porqué. Philippa, una de las cuatro protagonistas de la novela, es escritora y está mostrándoles a sus tres amigas, Chantal, Helen y Julia, el relato erótico que acaba de terminar. En realidad la novela todavía no había empezado…

A partir de ese momento, el libro se suaviza, empieza a desarrollar una trama que se asemeja a la de cualquier novela que hayas podido leer antes, pero insertando en ella pasajes en los que los encuentros y las fantasías sexuales de las protagonistas son narrados con un tono, un vocabulario y un pulso literario que no me había encontrado hasta ahora en esas "PG". Quiero decir que el lenguaje que utiliza no cae en la vulgaridad. Tampoco es cursi, logra un equilibrio que dota de solvencia a la novela, y que se refuerza con una trama de enredo en la que tiene mucho que ver un joven músico, Jake. Linda Jaivin no se queda en la superficie, araña en la psicología de estas mujeres y hace que reflexionen, por lo que en algunos momentos el contenido erótico de Cómeme pasa a un segundo plano.

La historia tiene momentos de flash back, las protagonistas recuerdan encuentros que han marcado su vida e incluso me han sacado más de una sonrisa porque, entre ellos, se cuelan momentos de dispersión mental y hasta un gato que está por allí molestando. Cuando la autora se entretiene modelando un relato, de los que escribe Philippa, me divierte cómo va corrigiéndose a sí misma (¿cómo van a sonar unos tacones si hay una alfombra?).

El doble juego de Jake y una carta enviada con mucha prisa a un destinatario equivocado, ponen el toque de humor que empuja a querer saber qué pasa al final. Cuando éste llega, la novela da un giro y te vuelve a sorprender porque nada es lo que parecía hasta entonces.
Lo que menos me ha gustado han sido las distintas posiciones del narrador para contar lo mismo, desde el punto de vista de cualquiera de ellas y del amante ocasional, o incluso la intromisión de un personaje que se hace con el mando en un momento y cuenta él mismo el final de la historia… que no resulta ser el final. Ahí el desconcierto como lectora me hizo preguntarme si yo, acostumbrada a leer de todo (me refiero a literatura de hoy y de otro tiempo) me perdía, quizá alguien que no lee tanto puede sentir la necesidad de abandonar el libro antes de concluirlo.

La novela está estructurada en trece capítulos, la mayoría de los cuales tienen títulos relacionados con la comida, pero no todos ellos. No me di cuenta hasta el final, y creo que hubiera sido más efectivo, y más acorde con el título, que lo fueran todos, pero eso es una cuestión personal mía.

Hay algo en la sinopsis con lo que no estoy demasiado de acuerdo. Yo voy todos los días a tomar café con unas amigas y aunque a veces la conversación gira en torno al sexo todavía está por la primera vez que nos contemos una fantasía erótica. No sé si es que no es muy normal hacerlo… o es que tengo que cambiar de amigas… Creo que no, que no las cambio.

Desde luego, Cómeme, no tiene nada que ver con los libros que en estos días invaden las estanterías de las librerías. Supongo que es bastante menos comercial, además de que se trata de una novela de los años 90 (la preocupación por el contagio del SIDA aparece varias veces), pero por lo poco que he leído de los otros (alguna página suelta) prefiero definitivamente esta. Aunque, en realidad, no tengo base para comparar. Cuando lea más novelas eróticas, podré saber si esta es buena de verdad, o no. 

Entretenida sí que es.

Dicen por ahí que recuerda a Sexo en Nueva York, pero más subido de tono. Pues como no he visto ni un solo capítulo de la serie, tampoco puedo opinar…

¿La conocéis?

viernes, 23 de noviembre de 2012

LA VIDA IBA EN SERIO. OBJETIVO EDITORIAL: VENDER, POR SUPUESTO.


              El otro día, paseando por TW, descubrí que Jorge Javier Vázquez, el presentador de T5, ha escrito una novela. No me había enterado porque sigo muy poco la televisión, y mucho menos programas como el que conduce, y además hace algunas semanas que anulé mi perfil en Facebook. Se puede decir que estoy incomunicada del mundo, salvo por la ventana de Twitter, donde me asomo de vez en cuando. No es que me sorprendiera que un presentador de televisión haya hecho su incursión en la literatura (ni es el primero, ni será el último), me sorprendió la reacción de la gente.

               En mis contactos de Twitter hay básicamente personas relacionadas con los libros y la noticia no es que haya sido recogida con demasiado entusiasmo, más bien al contrario: noté cierto tono no muy agradable en algunos comentarios. ¿El motivo? Supongo que a la gente que escribe le parece intrusismo por parte de alguien que aprovecha el tirón mediático de su trabajo para exponer una obra de la que, sin haber leído una sola línea, calificaban de oportunista.

Vamos a ver. 

               El mundo editorial es un NEGOCIO. Como tal, está encaminado a obtener beneficios, por lo que cualquier circunstancia que sirva para que el producto que se pone en el mercado se venda es lícito aprovecharla. Un libro de Jorge Javier Vázquez, sobre el papel, antes incluso de escribir una sola línea, cuente lo que cuente, tiene más posibilidades de vender que, por ejemplo, uno mío (no voy a entrar en los de nadie más, sirvo como ejemplo). Sin tener en cuenta nada más. Sin hablar de calidad literaria, ni de tema, ni de pervivencia de lo que cuenta en el tiempo… Ni siquiera hace falta que sea literatura. Es un producto, tiene el soporte de una campaña de marketing que se aprovecha el tirón que supone estar en la primera línea de los presentadores de televisión. Me pregunto qué haría cualquiera de las personas que el otro día lo criticaban si se encontrase en su posición. Apuesto lo que sea a que no dirían que su ética les impide publicar porque parten con cierta ventaja frente a los que no tienen a nadie detrás. Apuesto y seguro que gano…

               Seamos serios.

               Hasta hoy no he sabido nada de nada del contenido del libro. Lo más importante, las palabras que incluye, se han quedado disueltas en el debate sobre si está bien o mal que se publique. Por eso he investigado y he averiguado que se trata de una especie de biografía que en muy poco tiempo ya ocupaba el séptimo puesto en la lista de Amazon. Tampoco parece muy profundo, pero quién soy yo para hablar de eso, que mi libro más conocido es precisamente la biografía de una persona anónima, La arena del reloj.

               Faltan dos cosas.

               Primera: leerlo para poder opinar con criterio.

               Segunda: averiguar cuánto tiempo aguantará en las primeras posiciones. Cuando durará el tirón.

               Lo sabremos con el tiempo.

               Sobre lo de leerlo, me temo que tengo demasiados pendientes, no ha despertado lo suficiente mi curiosidad y, además, hay algo que no me inclinará a comprarlo: el precio. He visto que el ebook cuesta 13,99€. Me parece exagerado. Volvemos al eterno debate del precio de los ebooks: puede que 1€ sea muy poco, pero desde luego que 14 es desorbitado.

Imagen sacada de la red

jueves, 13 de septiembre de 2012

EN UN RINCÓN DEL ALMA, DE ANTONIA J. CORRALES.



Sinopsis:
Jimena escribe una larga carta a su madre en la que le explica las razones por las que ha abandonado a su marido, sus hijos, su casa y, en definitiva, su vida y se ha marchado sola a Egipto.

Mis sensaciones.

No, no me he equivocado. Hoy quiero hablar de sensaciones. En un rincón del alma es una novela muy breve, una larga carta que una hija envía a su madre, y analizar cada detalle de la trama sería de algún modo eliminar gran parte de su encanto. Por eso me decantaré por hacer otra cosa, por concentrarme en las sensaciones de su lectura.

El libro de Antonia Corrales parte de una situación que en principio puede parecer reconocible para mucha gente: una mujer, cansada de su vida, que un día decide darle un giro. Cargada con un paraguas rojo decide marcharse, hacer un viaje que siempre ha soñado. Pero no es sólo eso. A medida que la trama avanza vamos descubriendo, como si se tratara de las capas de una cebolla, el resto de sus motivaciones, las otras historias que han conducido al personaje hasta el punto donde está. Conocemos su pasado, su pasión por la pintura, su entorno y la chispa que ha hecho saltar ese resorte que le ha dado el valor para volar tras su sueño. Es una huida, pero una huida hacia adelante, sin importar el final, las consecuencias.

No es una novela de un argumento enrevesado, ni siquiera me ha sorprendido el final (creo que lo imaginaba desde el principio) pero me ha dejado sensaciones muy buenas durante la lectura. Yo también quiero "un paraguas rojo que me proteja de la lluvia y del sol, para no desaparecer bajo la lluvia al darle la mano a la soledad." Algunas de las reflexiones del personaje me han dejado pensando y eso me gusta, que los libros remuevan algo en mi interior, que sean una sacudida a la conciencia.

Me han gustado mucho dos cosas: el tono narrativo de Antonia y la excelente presentación del libro. Estoy encontrando demasiados fallos en los libros que me descargo de Amazon, no sólo en lo que se refiere a la parte técnica (maquetación). Esa la perdono porque al fin y al cabo somos autores y no tenemos por qué saber de todo, pero las faltas de ortografía un escritor, un juntaletras, un autor o lo que quiera que seamos no se las puede permitir. Estoy cansada de detectar la ausencia de algunas letras mudas, o su presencia en sitios imposibles, las comas que parece que se han dispersado como el que está echando sal al arroz y la raya, la dichosa raya, que creo que exige un cursillo acelerado.

En cuanto al estilo es pausado pero ágil a la vez, lo que hace que rápidamente te involucres con el personaje de Jimena, que sientas con ella. También el haber elegido la primera persona para la narración, y el género epistolar hace que el lector la "escuche" de algún modo y se sienta parte de la historia.

Hace meses que quería leer este libro. Probablemente, si me hubiera parado a mirarlo detenidamente no habría dejado pasar tanto tiempo porque habría descubierto que podía leerlo en unas horas, pero no lo hice. Dejé que otras lecturas se interpusieran hasta que este verano, un buen día, hice una lista con los libros que quería descargarme en amazon y fue el primero.

De esto quiero hablar un poco. Yo no descargo libros porque sí, ni siquiera por compromiso, ni siquiera porque estén en promoción gratuita. Creo que si algo no tendré en la vejez (a no ser que cambie radicalmente) será un síndrome de Diógenes, porque soy incapaz de acumular nada. Guardar porque sí no va conmigo, así que cuando quiero cualquier cosa, ya sea un libro, un perfume, o un pasador para el pelo, lo compro, pero jamás utilizo la estrategia del "por si acaso" o "para cuando tenga tiempo". Más bien soy al contrario, me deshago de lo inútil y hasta de lo útil. Mi hermana todavía me recuerda, de vez en cuando, aquel día que se me ocurrió recoger un cajón que compartíamos y entre papeles, juguetes rotos y calcetines desparejados, a la bolsa de basura fue su reloj de muñeca, que recuperó porque me conoce y revisó la bolsa antes de que acabase en el camión.

Supongo que seguiré de cerca a Antonia, leeré más novelas suyas porque su prosa es una delicia que quiero seguir saboreando.

En un rincón del alma está disponible en papel desde ayer mismo, para quienes todavía no os hayáis animado con el formato electrónico.

martes, 22 de mayo de 2012

CHARLA CON EL CLUB DE LECTURA: CRÓNICA INSIGNIFICANTE

Mañana, 23 de mayo, Emilio Casado Moreno estará en la Biblioteca Almudena Grandes (Azuqueca de Henares) para compartir con quienes se quieran acercar un rato de charla sobre su novela, Crónica Insignificante.





 Será a las 7 de la tarde, en la Sala de Conferencias del Centro Cultural, y estarán presentes los integrantes del club de lectura que amadrinan la novela, el mismo autor (obvio) y cualquiera que tenga interés por este libro. Las puertas están abiertas para hablar sobre el libro.

Estas charlas, que arrancaron en febrero, surgieron con dos objetivos: dar a conocer obras que por su condición de autoeditadas tienen más difícil el acceso al gran público y, por otro lado, ofrecerle al autor la posibilidad de enfrentarse a los lectores directamente, escuchando de primera mano las preguntas que siempre surgen durante la lectura de una novela.

Antes de Emilio Casado, los autores que han pasado por la sala de conferencias han sido Mónica Martín, Óscar R. Arteaga y Karol Scandiu.

El último de los encuentros se celebrará el día 12 de junio y me tiene un pelín nerviosa. ¿Os he contado que soy yo?

lunes, 3 de octubre de 2011

ENTREVISTA CON EMILIO CASADO MORENO, AUTOR DE CRÓNICA INSIGNIFICANTE.

He quedado con Emilio Casado Moreno, para hablar de su novela, Crónica Insignificante. Lo lógico, lo sensato, hubiera sido quedar en un bar, una sala de exposiciones, una tienda de chinos… no sé. Cualquier recinto cerrado habría servido. Seguro que lograría encontrarlo, aunque fuera preguntando. Pero no. El sentido práctico no venía en el paquete de configuración de mi persona. Traigo de serie otras chorradas superfluas, como amor por los libros y sentido crítico. Pero incluso el sentido común me falta. ¿A quién se le ocurre no preguntar siquiera por su edad o algún detalle que pueda distinguirlo del resto? ¿Por qué no le he contado cómo vendré vestida para que al menos él sepa quién soy yo? Aquí me encuentro, en medio de un mar de gente ociosa, tratando de buscar a alguien de quien poseo muy pocas referencias.


Me siento en un banco, rendida ante la evidencia de que soy tonta. Mientras, observo a cada una de las personas que se refugian del calor de esta tarde de verano bajo la sombra de unos árboles que, si pudieran, habrían elegido crecer en un bosque y no en medio de una gran ciudad. Obvio a las mujeres, seguro que detrás de ellas no está Emilio, y me dedico a los hombres. Uno empuja un columpio y charla animado con la señora de al lado. Otro está rodeado de niños, llenando globos con agua de la fuente y, me lo estoy temiendo, va a ser el primero que empiece la guerra de agua. Cuatro más esperan cargados con sus raquetas de tenis a que el grupo que ocupa la pista termine. Un grupo de mujeres acoge a un miembro del otro sexo que no se siente demasiado a disgusto comiendo pipas con ellas y compartiendo confidencias. En un banco, aferrado a un libro y con unos auriculares puestos, hay un hombre solo. No me hacen falta más datos. Aunque sea una despistada no me he olvidado de que también sé que los libros no son su única pasión: le encanta la música. Levanta la vista y me ve. Sonrío y se quita un auricular. Su mirada me confirma que es a él a quien estoy buscando.

Odio llegar tarde. Creo que la impuntualidad es una falta de respeto con el que te espera. Así pues me gusta pertrecharme de libro y auriculares siempre que quedo con alguien, porque me suelen sobrar unos minutos antes de la hora acordada. Mayte dice que quiere entrevistarme y yo he aceptado sin dudarlo, primero porque me pareció una buena idea y segundo porque, aun sin apenas conocerla, creo que va a ser una entrevistadora muy original. Me dijo que no sabía si quedar conmigo en un parque o en una oficina de Correos… al final estuvimos de acuerdo en que fuera en un parque. Mucho mejor que Correos, adónde va a parar.

Miedo me dan los críos que están correteando con los globos de agua a mi alrededor, como me mojen el e-reader me voy a tener que mosquear con alguno...

Alguien se acerca sonriente hacia mí.

Mayte, sin duda.

Menos mal que no me he equivocado de persona. Odio la sensación que te deja en el cuerpo saludar a alguien por error. Hace años saludé a un famoso confundiéndolo con un amigo. El sujeto en cuestión caminaba como él. Ni que decir tiene que ni se inmutó, al fin y al cabo estaba acostumbrado a que la gente se le acercara sin motivo. Yo, desde ese día, decidí dejar la vanidad en casa y ponerme las gafas.

Dos besos y dos sonrisas sinceras se cruzan en unos segundos. Me alegro de que nos conozcamos en persona. Después de hacerme a un lado para que se siente junto a mí en el banco le explico por qué le envié mi libro:


―Desde que empecé a “mover” Crónica insignificante los blogs literarios han sido mi principal objetivo. Creo que la gente que hay detrás adora desinteresadamente el mundo de las letras y sus opiniones contribuyen a fomentar otras muchas. A ti te lo envié porque me crucé contigo en Facebook y después de cotillear tu perfil y leer algún comentario que habías hecho creí que te podría apetecer leerme… y creo que no me equivoqué.

Claro que no se equivocó. La novela me ha gustado, pero eso no es nuevo para Emilio. Sabe que la reseña en el blog fue completamente sincera.

Mayte asiente ante mis respuestas y se muestra interesada en lo que explico. Es como si de repente el parque se hubiera vaciado de actividad para permitirnos mantener esta conversación en calma.

―¿Por qué escribes? –le pregunto. Yo sé la respuesta pero no resisto la tentación de empezar por ahí.

―¿Que por qué escribo?... La leche… porque si no hago algo me muero. Hasta hace un par de años hacía música. Un buen día colgué la guitarra y creé un nuevo documento de Word: “Si me pidieran que eligiera yo, los soltaría a todos”. Estoy casi seguro de que esa primera frase salió automáticamente y que un año después, cuando terminé la novela, seguía ahí, tal cual la redacté en el primer momento.

Es una frase contundente, te empuja a seguir leyendo. Te atrapa hasta el punto de que quieres saber de qué te está hablando. No me extraña que a él le empujara a escribir esta Crónica Insignificante que nos ha puesto en contacto.

―¿Tocas la guitarra? –no sé por qué me extraño. Escribir es una forma de expresión, igual que la música. No es tan raro encontrar un músico escritor. O un escritor músico.

―En realidad era bajista… Lo de la guitarra vino después, un poco por obligación. Cuando disolvimos nuestro último grupo seguía teniendo el gusanillo y no me quedó más remedio que aprender a tocar… pero solo un poquito. En realidad lo que me gusta es componer.

Tengo mucha curiosidad por saber dónde escribirá. No sé estarme callada, así que se lo pregunto. No me contesta enseguida. La guerra de agua interrumpe nuestra conversación. Amenaza con desplazar el frente hasta el banco que ocupamos y ponemos tierra de por medio. Una huida en toda regla, exilio involuntario que nos lleva a la terraza. Nos sentamos alrededor de una mesa de plástico y el camarero no tarda en aparecer

―Un café, por favor.

―Una cervecita fresquita me vendrá bien para engrasar las ideas y enganchar los pensamientos.

―¿Tienes algún ritual para escribir? Me refiero a un lugar, a algún momento concreto con el que te sientas más cómodo?

―Tengo una habitación en casa que suelo usar para mis cosillas… es un pequeño estudio de grabación casero con un ordenador en el que también tecleo lo que se me va ocurriendo.
Suelo escribir a última o a primera hora, casi siempre cuando todos duermen. Normalmente no me queda más remedio que arrancarme las horas de inspiración de las de sueño. Que conste que lo hago con gusto. Enciendo el ordenador, me coloco lo auriculares, pongo música y después releo los últimos párrafos escritos para retomar un poco el hilo. Me suelo poner cosas tranquilas, sobre todo voces femeninas de folk, country o pop. Tift Merrit, Jaymay, Feist, Laura Marling, Bon Iver, Gillian Welch… también me suelen acompañar Sigur Ros, Grouper, Damien Jurado, The National, Radiohead… Procuro que no sean cosas demasiado estruendosas. De todas maneras, cuando pillo el hilo, soy capaz de escuchar a Metallica a todo trapo y no salirme de la trama… aunque eso sucede menos veces de las que yo quisiera, la verdad.

Las sillas en las que estamos sentados son de plástico, como la mesa. La combinación silla de plástico/pelo liso siempre me trae las mismas consecuencias. Y si a eso le sumas que soy una patosa y le he dado una patada a la mesa, todo se complica. Mi café hace un equilibrio inestable y los dos, en un gesto reflejo, tratamos de que no se derrame. Nuestras manos se rozan y salta una chispa. Nos reímos, aunque maldita la gracia que me hace la electricidad estática. Me acuerdo de que, muchas veces, tonterías como esta las uso yo en mis historias. El café se salva y a mí se me ocurre una pregunta:

― Tus propias vivencias, ¿forman parte de tus relatos, las tomas como punto de partida o directamente inventas?

―Cuando escribo suelo tirar de imaginación más que de memoria. Aunque en realidad estos dos conceptos a veces se entremezclan y se camuflan el uno tras el otro haciendo verdaderamente difícil dilucidar si esta o aquella frase proviene en realidad de la una o de la otra. Creo que todo el que escribe es un poco esclavo de este dilema, sobre todo si pretendes dotar a tus personajes de un cierto calado, de un cierto bagaje, muchas veces no te queda más remedio que meterlos dentro de la piel de personas reales a las que has conocido a lo largo de tu vida. En Crónica insignificante hay alguna situación parecida a alguna que yo he vivido. Por ejemplo me tocó, en dos ocasiones, ir a recoger mi coche, después de que me lo robaran, al depósito que hay en Madrid justo al lado de un poblado de esos en los que se vende de todo menos pan, pero la situación no tuvo nada que ver con la que relato en la novela. Casi todo lo que escribo nace en mi imaginación calenturienta.

No voy a negar que me guste hablar de mi libro, tanto como le gustaba a Umbral, pero algunas veces tiene uno más ganas que otras y en eso hay dos cosas que influyen de manera crucial: el entorno y el interlocutor. Admito que hoy estoy muy cómodo, saboreando mi cerveza mientras parloteo tranquilamente con esta entrevistadora tan peculiar. El sol se cuela entre las ramas del castaño que nos cubre y hace que la temperatura y el ambiente sean perfectos.

Mayte sigue proponiendo.

Quiero preguntarle por su decisión de autopublicarse. Dar este paso no es fácil. Él y yo sabemos que no tiene buena prensa y, sin embargo, lo hemos hecho. Aunque sea por razones diferentes.

―Después de mover mi novela durante unos meses y de comprobar lo difícil que resulta que te publiquen y lo fácil que resulta autopublicar me decidí por intentar lo segundo, sin renunciar en ningún caso a lo primero. Poner tu novela en internet es tan sencillo como maquetarla y hacerle una bonita portada. Luego solo queda esperar a que los euros empiecen a caer del cielo.

Suelto una carcajada y le contagio. Del cielo te puede caer cualquier cosa menos euros…

―Según tengo entendido las editoriales no comulgan mucho con las obras autopublicadas. En mi caso el único interés que me movió a hacerlo fue simplemente la conveniencia de tener un formato en condiciones en el que mis amigos pudieran leerme. Una carpeta con tropecientos folios dentro no es un mamotreto cómodo ni para transportar ni para leer.

Crónica Insignificante está escrita en presente. ¿Qué tiempo verbal prefieres para contar una historia?

―El tiempo verbal no me suele importar, lo difícil a veces es situarte y centrarte en cuál es el que debes utilizar en cada momento para que la narración resulte coherente. Alguna vez, a mitad de una escena, me he dado cuenta de que la estaba narrando en pasado cuando en realidad correspondía que lo hiciera en presente… gajes del oficio.

―Ésta es la historia de Marcelo, un psicólogo divorciado, de cuarenta años, que trabaja en una prisión. ¿Por qué eliges este personaje y no otro como protagonista? ¿Tiene algo de autobiográfico? ¿Marcelo tiene algo de ti? Me temo que más de lo que confiesas...

―Marcelo es Marcelo y yo soy yo. En realidad le he parido y por eso es como una especie de hijo putativo, así que en algo se me tiene que parecer pero somos entes diferentes… al menos eso es lo que he intentado.


En realidad uno de mis objetivos al escribir la novela era utilizar a Marcelo como medio de expresión, una especie de portavoz mediante el cual dar salida a mis opiniones. Asumo como mías la mayoría de las reflexiones que el protagonista hace sobre el mundo que le rodea, incluso la mayoría de las que hace sobre el que tiene en su interior.


A pesar de todo siempre intenté que Marcelo tuviera una personalidad propia y diferenciada. Las personas, en el mundo real, no son como los protagonistas de muchas novelas, es decir, no son siempre valientes o siempre listos, o siempre decididos. En el mundo real la gente tiene dudas, vacilaciones y muchas cosas no demasiado claras. A veces también pueden mostrar mucha bondad y un rato después actuar con un trazo decididamente malvado. Traté de ambientar la novela en el mundo de la carne y el hueso, del error y de la injusticia pero sin rechazar tampoco la bondad y la valentía que también podemos encontrarnos en la vida cotidiana.

La novela está muy anclada en la realidad. Reflexiona sobre muchos temas que ahora mismo están sobre la mesa. Le pregunto si su propósito era éste al escribirla.

―No puedo negar de que una de las cosas que más me obligó a ponerme a escribir fue la necesidad que tenia de poner blanco sobre negro lo que pienso sobre algunos aspectos de la realidad que me rodea.

Hay un conato de pelea entre dos niños, cuyas madres tratan de poner paz entre ellos. Una, la más lista sin duda, les dice que hasta que no haya sangre no piensa intervenir. Los chiquillos la miran desconcertados y se van por donde han venido, olvidando incluso lo que les trajo hasta la terraza. Otros temas se cuelan en nuestra conversación. Es agradable hablar con Emilio, pero el motivo de nuestro encuentro es la entrevista, y le pregunto qué hace ahora.

―Ahora estoy atravesando un pequeño bache… la cosa se va enfriando y no veo resultados claros. A pesar de todo no me arrepiento de ni una sola de las letras que he juntado para llegar hasta aquí. He (ciber) conocido a un montón de gente interesante y sé que Crónica Insignificante le ha gustado al 99% de la gente que la ha leído. Eso es recompensa suficiente para mí. Publicar sería una especie de reconocimiento a nivel profesional, porque sé que a nivel económico no sería nada reseñable.

Recuerdo una frase de Nietzsche y se la suelto, a ver qué le parece. Me mira pensativo antes de empezar a responder.

―«Cuando un libro se abre el autor cierra la boca»… Probablemente sea bastante cierto, creo que si tienes algo que decir está bien que encuentres la forma de que sea el protagonista de tu novela o alguno de los secundarios el que lo diga. Es una buena fórmula.

Los personajes, al final de la novela, se "quejan" de que Marcelo ni siquiera les haya cambiado el nombre. ¿Te has basado en gente conocida o los has creado a partir de tópicos? En el caso de la madre parece obvio.

Crónica insignificante trata de ser un retrato de la vida y sus vicisitudes. Un canto a las personas anónimas que habitan este mundo, gente que, en muchos casos, tiene vidas anodinas y monótonas pero no exentas de riqueza interior. En sus páginas hay algún personaje tópico, alguno divertido, alguno triste… sobre todo traté siempre de que fueran reales


A veces pensamos que las cosas que aparecen en los periódicos no pasan a nuestro alrededor o que le suceden a gente que vive en otro mundo, lejano, sin darnos cuenta de que cualquier día, cualquiera de nosotros puede ser protagonista de cualquiera de esas lejanas noticias…


Una cosa nos lleva a otra y nos encontramos hablando de las estupideces que algunos plantan en sus muros de Facebook. Al menos la charla, que parece estar tocando su fin, no ha estado exenta de risas.

La actualidad se cuela en la conversación y nos olvidamos del primer propósito. La cerveza y el café se acaban y el reloj nos empuja a dar por finalizado este experimento. Ha sido más largo de lo que pensábamos los dos, pero creo que ha merecido la pena. He conocido un poco más a Emilio. Lástima que el parque no exista, ni la terraza, ni el café. Como creadores de mentiras nos lo hemos inventado todo. Sólo espero que un día el café sea real. Aunque prometo firmemente que no lo tiraré. Lo de no provocar que salten chispas si las sillas son de plástico no está tan claro.

Emilio Casado Moreno
Mayte Esteban

lunes, 5 de septiembre de 2011

ME ESTÁ ENCANTANDO ESTE LIBRO!!!!

Esta entrada mega breve es para decir que estoy leyendo un libro de esos que no puedes soltar, que te obligan a robarle horas al sueño porque quieres saborearlos enteros pero que, a la vez, sientes que no quieres que se acaben nunca. Hacía mucho tiempo que no tropezaba con uno de ellos.


Se merece mucho más que cuatro líneas, así que pronto os lo presentaré.