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lunes, 28 de junio de 2021

CASTELLANO, DE LORENZO SILVA

 



Ando estos días terminando la lectura de Castellano, el nuevo trabajo de Lorenzo Silva. Llegué a él con la impaciencia del tiempo que se te echa encima y las ganas de abordar un libro que te apetece. El Festival Internacional de Literatura en Español de Castilla y León (FILE) tenía programada una charla en Segovia capital el 27 de junio con la presencia del autor y pensé que el de los comuneros era un tema interesante sobre el que me apetecía aprender algo más. Además, escuchar a Silva es tan apasionante como leer sus libros y la cita era en la Iglesia de San Juan de los Caballeros, un antiguo templo romántico rehabilitado que hoy en día es un museo y cuya sola visita ya merece la pena.

Y era domingo por la mañana.

Resultó todo un acierto. Y digo todo en el sentido de totalidad, una mañana luminosa en la que apetecía salir a esa calle que lleva año y pico vetada, un escenario impresionante, una charla interesante y amena, y la mejor compañía que uno pueda desear, que incluía a ese hijo que tengo que está siempre ansioso por aprender. El libro había llegado a mis manos días antes y decidí empezarlo para no llegar a ciegas a Segovia. Es uno de esos que de pronto encienden luces dentro de ti y suscitan pensamientos que te habían pasado por alto hasta ese momento.

Cuando lo empecé estaba leyendo -sigo en ello- una novela que me está decepcionando profundamente. No es el novelón del que hablaban ni mucho menos, así que no me importó aparcarla un tiempo para abordar este otro libro.

La verdad es que ha sido un acierto, no solo porque me está rebajando el amargor que deja leer un libro que no te está aportando nada y que te genera más dudas que emociones positivas, sino por otro hecho que no esperaba. 

En la faja, el libro tiene impresa una frase: "Un sueño de orgullo y libertad que marcó la identidad española". Es de eso, del concepto de identidad, de lo que habla Castellano sobre todo. De cómo se forja la identidad castellana y, por qué no, de cómo se siente. Es cierto que Lorenzo Silva hace un extenso trabajo de documentación para recrear cómo fueron los inicios y el desarrollo de la revuelta comunera, que presenta a sus principales protagonistas y las relaciones entre todos ellos. Lo hace en un tono que para mí no es novelado, sino más bien próximo al ensayo, aunque donde cabe cierta subjetividad -que se ve, por ejemplo, en el uso de ciertas expresiones coloquiales. Aborda la revuelta sin crear un relato al uso para quienes están acostumbrados a que se ficcione sobre el pasado y así el lector puede sentirse más bien en una conferencia como la del otro día, donde de una manera absolutamente amena se aborda la guerra de las comunidades.

Me recuerda un poco a algunas de mis clases de Historia en la facultad.

Pero hay otra parte en el libro, curiosamente la que a mí me ha llegado más, que no habla del pasado ni de la Historia con mayúscula, que tiene un enfoque de intrahistoria unamuniana, un relato a la sombra de los titulares de la prensa porque la materia que lo forma son los recuerdos del autor y cómo, en algún momento empezó a despertar en él la conciencia de ser castellano. De que sus antepasados lo fueron. De que, aunque no había necesitado nunca reafirmar ese origen, de alguna manera estaba ahí y apareció para como una revelación tranquila y en cierto modo, quizá, reflejo del carácter de las gentes de ese pedazo del mundo.

Yo soy castellana.

Nací en Guadalajara, aunque llevo la mitad de mi vida ya en Segovia. Soy castellana por nacimiento y por elección -por amor, como Juan Bravo, llegué a esta tierra- y, hasta el otro día, cuando mis ojos recorrían las líneas del relato de Lorenzo Silva, ni siquiera había pensado en lo que amo este paisaje colinas plateadas, grises alcores y cárdenas roquedas, cómo lo retrató Machado, mi poeta. Cómo me atrae la contradicción que son sus gentes, frías y secas en apariencia, pero de corazón cálido y alma generosa cuando las conoces. Cómo adoro sus ciudades llenas de historia impresa casi en cada casa y en cada muro que el tiempo no ha logrado doblegar. Soy castellana, como mis hijos y como mis antepasados y lo he sido siempre, aunque apenas haya reparado en ello.

Y no parece que sea a la única que le ha sucedido por lo que cuenta este libro.

No puedo decir mucho más porque aún no he terminado, porque me queda que mi hijo también se empape de sus páginas y los dos hablemos de él; me falta un poco para saber la dimensión de lo que me va a dejar en el alma, pero sí puedo afirmar que no estoy sintiéndome perdida o estafada en mis expectativas lectoras. Escribo esta pequeña reseña de un libro inconcluso porque me la ha pedido María Perbech, me ha dicho que le cuente para decidir si ella también lo lee (a veces me da miedo que confíe tanto en mi criterio). Escribo para decir que me está encantando saber de hechos históricos contados de este modo. Por ejemplo, ya nunca pasaré por la Iglesia del Corpus Christi, la antigua sinagoga segoviana, sin recordar lo leído en sus páginas.

En cuanto a los datos técnicos, los capítulos en los que es protagonista la voz del autor están escritos en primera persona, alternando presente y pasado cuando lo necesita. Los que se dedican a la historia de la revuelta comunera los escribe en presente y en tercera persona, elige el tiempo más delicado para narrar, pero uno que para mí tiene una fuerza inusitada y la capacidad de acercar al lector a los hechos. Te sitúa al lado de los personajes y te incluye, de alguna manera subjetiva, en la historia, haciéndote uno más de ella. 

El libro tiene 20 capítulos, prólogo y epílogo y una de las ediciones más cuidadas de las que he tenido entre mis manos en los últimos años. Es el volumen 1535 de la colección Áncora y Delfín de Destino y lo voy a guardar con cariño porque, además, lo tengo dedicado.

Todo un lujo.



lunes, 13 de mayo de 2013

EL ALQUIMISTA IMPACIENTE DE LORENZO SILVA

Sinopsis:

 El alquimista impaciente inicia su acción con un cadáver desnudo que aparece atado a una cama en un motel. Por la situación en que se halla, sin marcas de violencia, puede ser un criemn, o no. El sargento Bevilacqua, atípico investigador criminal de la Guardia Civil, y su ayudante, la guardia Chamorro, han de resolver el enigma. La investigación que sigue no es una mera pesquisa policial. El sargento y su ayudante habrán de llegar al lado oculto de la víctima y de las personas que la rodeaban, y deberán desentrañar un complejo entramado de dinero e intereses. Pero la clave, como en la alquimia, está en la paciencia. 

El alquimista impaciente fue una adquisición en papel. Una de esas de última hora, cuando estás de viaje y sospechas que te queda muy poco tiempo con el libro que te llevaste. En realidad en mi kindle quedaban muchos por leer y algunos podría incluso releerlos, pero no me apetecía ninguna de las dos opciones. Su precio, 5,95€ y el tamaño de las letras (bueno para una cegata como yo) hicieron el resto para que me lo llevase conmigo.

Al empezara a leer me llevé la sorpresa de que la acción empezaba en Guadalajara, más concretamente en un motel de la A-2, a una altura kilométrica que hizo innecesario que me dijera el nombre (no lo menciona) porque es de sobra conocido para una alcarreña viajera como yo. Y que mi amigo Julito fue el cocinero durante muchos años del sitio en cuestión, como para no conocerlo… También la central nuclear, a la que Lorenzo Silva nunca llama por su nombre, es probablementeTrillo II. Cuando la recorren no necesitaba imaginarme nada, sino tirar de recuerdos. Si mi memoria no falla, creo que he estado cuatro veces dentro. Cada detalle de los que tenían que ver con mi tierra me eran cercanos y la única vez que algo me ha chirriado es cuando, desde Madrid, tardan "poco más de una hora" en llegar a la central. Volando, quizá. En coche… lo dudo. Pero bueno, Chamorro conduce muy bien, será eso.

Bevilacqua sigue siendo uno de mis personajes favoritos. No me creo sus "antecedentes" de psicólogo, pero es muy común en mí. Todavía no me he conseguido creer a ningún protagonista psicólogo de los que he leído. Manías mías, qué le voy a hacer. Sin embargo, su filosofía, su inteligencia, su agilidad mental, ese deje de amargura que a veces se cuela entre sus palabras y las reflexiones certeras con las que interrumpe el relato, eso sí que me cautiva.

El juego de tensión sexual entre los protagonistas también me gusta mucho. Vila siente algo que no consigue entender del todo por Chamorro (a quien no entiendo muy bien yo) y la mantiene en ese limbo indefinido en el que algunos hombres cabales ponen a la mujer que mueve sus días: lo suficientemente cerca pero sin rozarla, no sea que la confundan con una cualquiera con la que se puede tener una relación complemento, de esas que ya no son la primera que nos marcó como personas. De esas que se tienen para no transitar solo y para compartir facturas. Vila concede a Chamorro la importancia que se le da a una compañera pero para él es tan grande que no se atreve a banalizarla. Tampoco es que Chamorro esté muy por la labor, creo yo, aunque me faltan algunos libros de la saga para entenderla a ella del todo.

Mi ejemplar tiene heridas. Mis libros me sufren en silencio (menuda jauría de gritos tendría si tuvieran capacidad de gritar). Si tengo lápiz a mano, subrayo pasajes para releerlos en cualquier momento. Si estoy fuera, doblo sus esquinas sin piedad, para recordarme que en esa página hay algo que me movió a pensar. Este tiene bastantes esquinas que apuntan a frases certeras de Lorenzo Silva. De sus múltiples heridas, de eso es de lo que me apetece hablar y esa es la razón última por la cual esta será una reseña diferente a las que suelo hacer. Esto estará lleno de spoilers.

"Tal vez deba preguntárselo usted mismo como hombre. ¿Por qué una persona como Trinidad, cariñoso, responsable, sensato como pocos, pierde de pronto la cabeza y se va con una zorra a hacer todo tipo de disparates, que terminan por costarle la vida?" Blanca Díez, esposa de Trinidad Soler, la víctima que aparece asesinada en el motel.

Me asaltó una pregunta. ¿Por qué, de vez en cuando, perdemos la cabeza de esa manera por algo? No pensaba necesariamente en que nos liemos la manta a la cabeza y dejemos nuestra vida de lado a cambio de ponerle vidilla a nuestra cama, sino a las razones por las que, teniéndolo todo bien organizado, de pronto nos da por embarcarnos en aventuras que nos quedan demasiado grandes y que acaban costándonos la salud, cuanto menos. ¿Insensatez? ¿Locura transitoria? ¿Crisis existencial mal llevada? Aún estoy pensando en ello, y en el regusto amargo que la palabra zorra me dejó.

"La curiosidad es el sentimiento más volátil. Sólo dura mientras queda algo por descubrir. Cuando apartas el último velo, antes incluso, se agota y necesitas otro enigma. Las mujeres no deberían sentirse demasiado halagadas por los hombres curiosos, y me temo que casi todas tienen propensión en incurrir en ese error". Bevilacqua.

Esta es la razón por la que me gusta tanto este personaje. De pronto, en medio de una investigación que no avanza, se lanza con una teoría propia, una que tiene mucho de negativa, y con la que estoy de acuerdo. O no. La palabra clave para que la señalase es halagada. Me repatea las tripas como si una bailaora de flamenco estuviera dándolo todo encima de mi abdomen. "Me halagas". Prefiero que me llamen hija de puta, me suena menos falso. Yo y mi cara B, deslenguada, insolente y un poco caustica.

 "¿Ha leído usted Guerra y Paz? Una lástima. Siempre pregunto esto porque tengo la pequeña manía de dividir a la gente entre quienes han leído y quienes no han leído este libro. Hay una raya divisoria entre quienes soportan mil quinientas páginas de sabiduría continua y quienes se rinden a medio camino." León Zaldivar, sospechoso del asesinato de Trinidad Soler.

Curiosa manera de dividir a la gente. Para leer Guerra y Paz hay que tener tiempo, más que nada. Para hacerlo con calma. Yo soy de los que tienen la tarea sin terminar, demasiados compromisos tontos que me he forjado y que trato de deshacer. No pienso dejarlo que corra mucho tiempo. El príncipe Andrei, muy al principio de la novela, dice: Querido, no puede decirse en cualquier parte lo que uno piensa. Y no puedo estar más de acuerdo.

"Mientras la veía alejarse en aquella atmósfera ligeramente otoñal, me asaltó una nostalgia indefinida, como la que se siente por todo lo que uno ha deseado una y otra vez, sin llegar a poseerlo nunca. Por algún mecanismo perverso, eso es lo que termina añorándose, más que lo que de verdad se tuvo". Bevilaqua con respecto a Chamorro.

Es cierto. A veces algo que nunca hemos tenido se queda prendido a nosotros y nos acompaña de por vida, y de pronto alguna otra cosa se nos borra, aunque en su momento fuera clave. Se me ha olvidado casi todo de gente que se suponía que era importante en mi vida y, sin embargo, nítida y para siempre, tengo la imagen de un niño del que me enamoré en el cole y que nunca se fijo en mí.

"¿Sabes lo único que no tiene precio? Quien ha aprendido a no necesitar nada. Esa es la única gente que un hombre como yo se siente capaz de admirar. Si es que existe". Zaldivar a Chamorro.

Pues es cierto, si es que existe. Mi objetivo en un tiempo lejano fue ese, no necesitar a nadie, no depender de nadie. Ni económica ni emocionalmente, no encontrarme un día vacía porque me había quedado sin bastones en los que apoyarme. Reconozco que he fracasado en lo segundo.

"Por fortuna para quien quiere mantener oculta su verdadera personalidad, la gente tiende a manejar respecto de los demás un puñado de burdos retratos robot, que resulta preferible dejar creer al otro y al que uno se ajusta sin desviaciones". Vila a Patricia Zaldivar, amante de Trinidad Soler.

A veces hacemos eso, nos construimos personajes que resulta cómodo manejar, caretas con las que salimos a escena en la vida y que nos permiten resguardarnos de nuestro verdadero yo.

El libro me ha gustado. Ahora tengo esperando La marca del meridiano. Quería seguir un orden pero me parece que en mi vida, últimamente, el desorden es el mejor orden que encuentro.

martes, 16 de octubre de 2012

LORENZO SILVA, PREMIO PLANETA 2012.


Esta mañana me he despertado con la noticia de que el escritor Lorenzo Silva ha sido el ganador de la 61 edición del premio Planeta por su novela La marca del meridiano. Finalista del mismo premio ha sido la periodista Mara Torres, con la novela La vida imaginaria.

Lorenzo Silva tiene una impresionante trayectoria literaria, no sólo por los premios que ha ido acumulando (recibió el Premio Nadal del año 2000 por su obra El alquimista impaciente y fue finalista de ese mismo premio en 1997 con La flaqueza del bolchevique, una novela que posteriormente fue llevada al cine), sino porque a día de hoy es ya una autoridad en lo que a novela negra se refiere. Su aguda crítica se deja ver en los artículos de prensa en los que colabora y en las entradas de su blog personal.

En condiciones normales hoy sería un día de fiesta para mí. Admiro a Lorenzo por cómo escribe, sigo su blog desde hace tiempo y en la Feria del Libro de Madrid viví un momento muy especial cuando mi hijo Alex, que es seguidor de Lorenzo a pesar de su corta edad, se acercó a la caseta para que le firmase su ejemplar de Niños Feroces, una novela que le encantó, que reseñó en su blog y que conserva en su memoria como una de las mejores que ha leído. Ver la cara de felicidad que tenía mi hijo y las palabras cariñosas que le escribió en la dedicatoria Lorenzo, así como leer el post que el autor hizo en su blog días después a las sensaciones que le produjo encontrarse con que, a pesar de los tiempos que vivimos, todavía hay esperanza, que quedan niños como él que serán un día adultos, preocupados por aprender, por formar su criterio y por crecer como personas en medio de estos tiempos convulsos, fue mágico.

El día 27 de este mes, dentro de las actividades de Getafe Negro, el festival de novela policiaca de Madrid, hay programada una mesa redonda a las ocho de la tarde, a la que han llamado Las leyes de la frontera, donde el autor conversará con el escritor Javier Cercas  (autor de Soldados de Salamina). Teníamos pensado ir, regalarle a Alex un recuerdo de esos que conservas siempre en la memoria. Queríamos escuchar la conferencia y pasar una tarde especial pero ya no sé si podremos.

Ayer me robaron las cuatro ruedas del coche.

Supongo que no soy la primera ni la última persona del mundo a quien le pasa esto, pero eso no me consuela. Sé que hay miles de cosas que te pueden pasar que son infinitamente peor que esto. Sé que es algo que se arregla con dinero. Sé que hay seguros. Sé que se me olvidará, que dentro de un tiempo sólo será un recuerdo difuso, una anécdota que contar.

Lo sé.

Pero a la vez, sé que me siento mal. Que cuando baje a mi garaje, que es donde me robaron, lo haré con miedo. Sé que durante un tiempo no dormiré tranquila por si se repite. Sé que es injusto, que me ha costado muchísimo comprar mi coche para que ahora llegue alguien y por la cara se apropie de parte de él.
Me da rabia que alguien, por avaricia, por quien sabe qué negocio oscuro hará con mis ruedas (me estoy imaginando que las venderá a través de internet), hoy no me sienta todo lo bien que me debería sentir y que, probablemente, tenga que privarle de ese recuerdo a mi hijo.

Indignada.

Dolida.

Cabreada.

Rabiosa.

Triste.

Así me siento, a pesar de que los adjetivos de hoy, deberían ser otros. Haré el esfuerzo mental de cambiarlos.

Si puedo.