Retrato de la escritora e ilustradora Flavia Vicentin
imaginando a María de Zayas (añadido en octubre de 2023 a esta entrada)
Se ha convertido, por la influencia de las redes sociales, en un día en el que felicitamos a las mujeres que dedican su tiempo a crear historias, pero yo creo que debería ser también un momento en el que rescatásemos a todas aquellas que en otro tiempo fueron creadoras de contenidos y que, por distintas razones, fueron silenciadas en la Historia.
Por eso, hoy, aunque sea un día después, vengo a hablaros de María de Zayas.
María, nacida en 1590, fue autora de novelas cortas, teatro y poemas y tuvo mucho éxito en su tiempo, el Siglo de Oro español. Prueba de su talento fue que sus obras se estuvieron reimprimiendo durante muchísimo tiempo. Hija de militar, viajó mucho, algo infrecuente en la época, y esos viajes hicieron que su mente despierta se fuera empapando de lugares e historias que después plasmó en su literatura.
Pero, todavía hoy, es una gran desconocida.
Es así porque en el siglo XIX fue silenciada por la Inquisición. Ella, y otras mujeres como ella, no cumplían los estrictos parámetros de virtud que un tiempo machista y misógino exigía, así que desapareció de los manuales de literatura, donde solo nos quedó constancia de Santa Teresa de la Jesús o Sor Juana Inés de la Cruz, ambas monjas. No es de extrañar que, en mi mente de niña, cuando era pequeña imaginase que, para escribir, era imprescindible ser religiosa…
María dedicó su tiempo a denunciar las limitaciones que para la mujer representaban la moral y las costumbres del XVII, y fue capaz de producir unas obras tan interesantes que un autor francés, Paul Scarrron, la plagió. Hasta ahí llegó su talento, aunque a nosotros solo nos haya llegado casi el eco de su nombre.
María de Zayas Sotomayor tuvo, en su tiempo, la admiración de Lope de Vega, uno de los grandes autores de nuestra literatura, y pudo ver sus obras impresas. Como os dije, escribió verso y prosa, en ella se aprecia la influencia de Cervantes, y siempre tuvo claro que lo que pretendía con sus libros era entretener, que es el fin último, o primero, de la literatura. Sencilla y amena, no se ahorró la violencia en sus escritos cuando lo creyó necesario y construyó personajes femeninos fuertes que en muchas ocasiones reclamaban su sexualidad, pero no amparadas en el deseo, sino como una manera de demostrar su libertad.
Escribió Novelas amorosas y ejemplares en la primera parte de su producción y los Desengaños amorosos en la segunda, en ambas ocasiones colecciones de novelas cortas, algunas de influencia cervantina y otras italiana. Todo el tiempo se queja en ellas de que a las mujeres no se les dé la oportunidad de recuperar y vengar su honor, ese tema tan literario y tan nuestro, incluso tampoco el decidir su destino. Las mujeres son víctimas de una sociedad violenta e injusta que no se preocupa de sus necesidades. Todo ello lo remata con finales trágicos, sin rasgos de endulzamiento, porque la sociedad en la que vive no es dulce. No habrá bodas o finales felices porque sospecho que no creía en ellos.
Aunque su tema, siempre, fuera el amor.
Reivindica el papel de la mujer, pero no como un ser pérfido, como lo había pintado la literatura hasta el momento, o carente de carácter (recordemos a Celestina o Melibea), sino alguien capaz de mostrar valor y honestidad, pero con su propio criterio. Quiere despertar conciencias dormidas y deja claro el concepto de igualdad en una frase muy contundente:
“Porque las almas no son hombres ni mujeres, ¿qué razón hay para que ellos sean sabios y nosotras no podamos serlo”.
La educación en igualdad, para esto, es crucial. Anima a las mujeres a reclamar su derecho a la cultura, que piensa que en su tiempo ha sido monopolizada por los hombres. Y eso, al final, la conducirá al olvido del que ahora la rescatamos.
Os dejo un soneto de María de Zayas, el amor como una lucha de contrarios, reflejado de un modo tan similar al que lo hicieron Lope o Quevedo que no entiendo cómo no nos ha llegado con la misma fuerza que los de ellos.
Amar el día, aborrecer el día,
llamar la noche y despreciarla luego,
temer el fuego y acercarse al fuego,
tener a un tiempo pena y alegría.
Estar juntos valor y cobardía,
el desprecio cruel y el blando ruego,
tener valiente entendimiento ciego,
atada la razón, libre osadía.
Buscar lugar en que aliviar los males
y no querer del mal hacer mudanza,
desear sin saber que se desea.
Tener el gusto y el disgusto iguales,
y todo el bien librado en la esperanza,
si aquesto no es amor, no sé qué sea.
Uys, pues no conocía a la autora. Voy a tener que investigar más. Me ha gustado ese soneto que nos has dejado.
ResponderEliminarBesotes!!!
Es magnífica, nada que envidiar a los autores masculinos. Tiene obras en libre dominio, así que puedes encontrarla con facilidad y también se lee muy fácil.
EliminarEsta pasada primavera, en Madrid, le hicieron un homenaje en el teatro, hicieron una adaptación de sus Desengaños amorosos.
Te invito a conocerla y a comparar este soneto con la definición del amor de Lope y Quevedo. Ya verás qué parecidos son en el fondo.
Besos.
Gracias por descubrirnos a esta autora, Mayte. Por lo que acabo de leer buscando información sobre ella, parece que algunas de sus novelas cortas están escritas siguiendo, en cierto modo,las pautas de Miguel de Cervantes y sus Novelas Ejemplares. Veo también que Lope de Vega admiró su trabajo. Otra autora más silenciada, y señalada por la Inquisición. Como para no leerla. Besos.
ResponderEliminarEste año tuve la ocasión de hablar en un instituto de su obra y, para hacerlo, estuve investigando. Esto es solo una pequeña parte de aquella investigación. Leí varias de sus obras y fue un gran descubrimiento.
EliminarUn beso!
No conocía de nada a esta autora. Gracias por acercárnosla.
ResponderEliminarLa cita que has compartido es brillante. SI al menos hoy día se valora su obra es señal de que hizo muy bien su labor.
Necesitamos más Zayas en el mundo.
BEsos.
Desde luego.
EliminarMuchos besos