lunes, 13 de septiembre de 2010

EL TIEMPO ENTRE COSTURAS

María Dueñas.


Los libros que aparecen en los estantes de superventas de los centros comerciales me provocan cierta desconfianza. He visto como, al día siguiente de salir a la venta, hay libros que ya son número uno. ¿Quién se los ha leído y ha hecho la crítica? ¿Cómo sabemos si son buenos si no ha habido tiempo para que reposen en la mente de los lectores? Fácil. Las distribuidoras (quienes realmente ganan pasta en esto del mundo editorial) se dedican a mandar cientos de ejemplares, o miles, atendiendo a criterios diversos: el nombre del autor, la oportunidad del libro, el tema de moda... Una vez introducidos en el mercado se cuentan como ventas, da igual si al día siguiente de su recepción, el gestor de turno decida devolverlos. Las listas de devoluciones, de momento, parece que son alto secreto. Por eso he tardado tanto en leer este libro. Creía que era uno más de esos libros que quieren que se vendan. O de esos que la gente compra para que los demás piensen que leen si los ven en sus estanterías. Tipo premio Planeta.

Me equivoqué, lo reconozco. El tiempo entre costuras es una novela con mayúsculas, un relato que te engancha, te arrastra y te obliga a leer sin descanso. Me ha pasado algo curioso. Cuando me quedaban cien páginas comencé a obligarme a leer más despacio, me salté momentos en los que me habría podido sumergir en la historia de Sira Quiroga, todo por prolongar en el tiempo el placer de seguir descubriendo este libro increíble. Justo lo contrario que me pasó con Un mundo sin fin, de Ken Follet; prácticamente me estaba obligando a leerlo, sólo porque Los pilares de la Tierra me pareció maravilloso. Hasta que me di cuenta de que nadie me ponía una pistola en el pecho y que si quería podía abandonar. Y lo hice.

No voy a adelantar nada del argumento porque a mí no me gusta que me cuenten mucho de un libro antes de leerlo. Sólo hablaré de sensaciones. Mientras lo leía he notado como el personaje de la protagonista crecía. Y eso me ha gustado. Al principio parece una pobre chica que se deja arrastrar por las circunstancias y, poco a poco, aprende a tomar las riendas de su destino. Me ha gustado cómo está todo ambientado, lo fácil que resulta imaginar los escenarios en los que transcurre la novela y el tratamiento del período histórico. Leí Invierno en Madrid y, a lo mejor es porque el autor no es español, pero no me enteré de la mitad. Claro, que puede ser por eso o porque yo sea muy tonta, que no lo descarto.

domingo, 29 de agosto de 2010

EL TIEMPO...

No he puesto el título entero porque no he terminado el libro pero, sin haberlo hecho, puedo decir sin equivocarme que es de lo mejor que he leído en los últimos tiempos. Me está encantando. Ya pondré el título completo cuando termine. Y hablaré de las sensaciones que me ha dejado.

domingo, 22 de agosto de 2010

HISTORIA DEL REY TRANSPARENTE

Rosa Montero




He aquí un libro, LIBRO. Así, con mayúsculas, contundente. Un libro que habría que leerlo veinte veces y todavía se nos escaparían cosas. El título, por ejemplo, todavía estoy pensando en él y en lo que en realidad significa. Supongo que si busco un poco en internet alguien lo habrá pensado por mí, pero eso no vale. Quiero averiguarlo sola o, al menos, pensar qué significa para mí. Me llevará algún tiempo y quizá jamás sepa la verdad. Un día discutí con una profesora porque no compartía mi interpretación de un poema de Machado, y pretendía convencerme de que la suya era la correcta. Si Machado no hubiera visto seguro que ninguna llevaba razón pero, por eso mismo, yo quería que me escuchara, que se planteara mi punto de vista. Lo logré después de mucho esfuerzo (lo burros que son algunos que se creen con la responsabilidad de enseñar algo a los demás) y al final el resto de mi clase estuvo de acuerdo con que mi explicación era mucho más plausible. Y la profesora se pilló una baja por depresión. Tiene que ser duro que una mocosa te demuestre que la literatura no es cuadriculada como las matemáticas. Y humillante si no tienes el reflejo de escuchar. Por eso jamás menosprecio lo que piense cualquiera de mis alumnos, por tonto que me parezca a priori. Yo también estoy aprendiendo.

Pero, a lo que iba, me ha gustado esta historia en la que hay una especie de Don Quijote femenino, Leola, disfrazada de caballero para sobrevivir, acompañada de su propia escudera, Nyneve, una mujer rechoncha y sabia que también se viste de hombre, y que dice ser una bruja. En el libro se suceden sus andanzas y las reflexiones que hablan de universales. Me ha gustado sobre todo una anécdota que le cuenta la bruja a Leola. En ella, una mujer muere de parto y el padre se desentiende de la niña por pena pero, como todo el mundo le dice que es muy especial, y que hará grandes cosas en el futuro, decide verla. Al final él también cree ciegamente en el potencial de la niña. Lo mejor, lo que responde Nyneve cuando Leola le pregunta qué ocurrió al final con la niña. Nada. Me hizo pensar en las esperanzas que ponemos en nuestros hijos y en el convencimiento que tenemos todos de que serán grandes y, en la mayoría de los casos, se quedan en nada. Me vi en esa niña y vi a otras niñas a las que, como a mí, la vida no les regaló un pedestal. Aunque alguien pudiera pensar en algún momento que potencial había.

LOS GIRASOLES CIEGOS

Alberto Méndez.


Me leí el libro en una tarde de tormenta y creo que entre la climatología y la historia salí a la calle un poco deprimida. Los Girasoles ciegos habla de un tiempo oscuro de nuestra historia, repite acontecimientos que conocemos, describe un Madrid de posguerra triste y sombrío, y no deja casi ningún hueco a la esperanza. Lo mejor del libro es la prosa, poesía casi en algunos momentos, y lo peor que consintieran convertir esto en una película. Alguien dirá: ya la he visto; y jamás se tomará la molestia de abrir el libro sin saber que se está perdiendo la esencia de lo que escribió su autor.

Mi padre nació el mismo año que Alberto Méndez, lo deduzco por la edad que tenían ambos después de su muerte, y al leer este libro y recordar el suyo encuentro que la posguerra fue muy diferente para quienes la vivieron en el campo y quienes pasaron esta etapa en una ciudad como Madrid. Para mi padre hubo menos secuelas porque las noticias siempre llegaban tarde y mal, casi lo mismo que las oportunidades.

EL BESO DEL HIGHLANDER

Karen Marie Moning

De vez en cuando hay que leer cosas ligeras, y este es uno de esos libros que, después de unos días, olvidas con facilidad. No obstante, una reflexión surge en mí después de su lectura. La intención de la autora, contar un viaje en el tiempo, está documentada con una bibliografía que aparece en las últimas páginas y parece que se planteó un relato serio; al final, lo que te queda del libro, es que es una de esas novelas romántico-eróticas de lo más mediocre. Y mi reflexión tiene que ver con la escasa docena de páginas de este tipo que te encuentras en el libro. Después de caminar siguiendo su lenguaje fluido y más o menos moderado, nos encontramos con las típicas y tópicas (y por qué no, vulgares hasta lo insoportable) descripciones de los encuentros sexuales de los protagonistas. Esto me lleva de nuevo a ese lugar extraño que es una editorial, donde unos señores (o señoras) deciden lo que debe gustarnos. Si soy sincera, esas páginas-pegote no sólo no me gustan nada, sino que me parece que encima entorpecen la trama y me las salto. Claro, que estoy segura de que habrá quien no se lea nada más… Al final, después de leer estos libros, siempre pienso en una peli que vi hace tiempo, una en la que la autora de estas novelas era en realidad un chico que se ganaba la vida con ello, pero en los libros ponían la foto de una mujer madura porque, al parecer, vende más. Mentiras editoriales que cada vez que convencen más de que, en cuestión de caminos, las pistas forestales siempre son más difíciles pero mucho más placenteras para los sentidos que las autovías.