Sinopsis:
Tas una decepcionante
experiencia con el sistema judicial que ha puesto en libertad a un asesino
encerrado por Vila, éste se halla desencantado y más escéptico de lo que
acostumbra. Así se enfrenta al caso que le ocupa: un hombre, Óscar Santacruz,
ha aparecido con dos tiros en la nuca en el ascensor de su casa, sin que ningún
vecino haya oído ni visto nada. Parece el «trabajo» de un profesional, lo que
parece un tanto desmesurado dada la aparente poco trascendencia de la víctima.
Vila y Chamorro comienzan una investigación, muy a regañadientes por parte de
Vila, actitud que empezará pagando «el nuevo», Arnau, un joven guardia que poco
a poco se irá ganado la confianza de Vila.
Parece que los problemas en la vida de Óscar Santacruz se limitan a un divorcio mal llevado con un hijo de por medio. Pero, ¿puede ser ésta la razón de su asesinato? ¿Qué esconde la denuncia que pesaba sobre la víctima por malos tratos? ¿Y su detención por tráfico de drogas? ¿En qué oscuros asuntos estaba envuelto este hombre en apariencia tan poco peligroso?
Una novela sobre los
claroscuros de las relaciones, sobre los pasadizos del sistema judicial, sobre
las modernas técnicas de investigación incorporadas por la Guardia Civil, sobre
las injusticias que provocan las leyes, sobre el mal, que a menudo está
demasiado cerca, incluso entre lo que un día amamos.
Mis impresiones:
Este
libro no es mío. Pertenece a mi hijo, para quien está dedicado. Se lo compré en
Getafe, a finales de octubre, el día que pasamos en familia, asistiendo a
varias de las charlas que ese día se multiplicaban con motivo del Getafe Negro
del pasado 2012. Lorenzo Silva estaba allí y solo tuve que mirar a Alex para saber
que quería otro libro de él: quería tenerlo dedicado, hacerlo todavía más suyo.
La marca del meridiano todavía no había
salido a la venta, y en la caseta de la plaza tenían este ejemplar y Niños Feroces, un libro que él ya leyó
hace tiempo y del que me habla siempre que tiene ocasión. La prosa de Silva, a pesar
de su corta edad, le llegó y quería seguir disfrutando de ella. No soy quien
para negárselo, aunque reconozco que no
había leído de Lorenzo Silva nada más allá de artículos o entradas de su blog.
Le compré La estrategia del agua.
Cuando
lo tuvo entre sus manos, Alex leyó
la primera página y me dijo: "Mamá, ya sólo con esta página sé que me va a
gustar". Sin embargo, no lo ha
leído aún. Trece años parecen pocos para tener obligaciones lectoras, pero
él las tiene: compromisos escolares
que sortea a base de suspiros (me parece que su profesora no está muy al
corriente de lo que le interesa) y algunos que se impone él solo y que respeta
con más meticulosidad de la que yo empleo en seguir mi lista de pendientes.
A mí no
se me han acabado las lecturas propias, pero hace unos días, al terminar el
libro que tenía entre manos, decidí que tocaba leer algo en papel. No es que no
me guste el kindle, al contrario, pero prefiero dejar esos libros para cuando
viajo, porque pesa menos en el bolso. Como no tenía previsto salir de casa,
busqué entre los ejemplares sin leer que tenía a mano y ganó este.
Empecé.
Como
Alex, nada más terminar la primera página, ya supe que me iba a gustar.
No era
muy aficionada a la novela negra, de
hecho hasta hace más bien poco la esquivaba, pero estoy descubriendo un mundo
fascinante. En esta, enseguida me vi atrapada en la investigación del asesinato
de Óscar Santacruz. El mérito, por supuesto, lo tiene un personaje: el
brigada Vila. Me ha gustado el tono
en el que se expresa siempre, entre sarcástico
y desencantado, pero a la vez un personaje en el que algunos valores están
bien anclados y a pesar de lo que viva, de lo que le toque presenciar, los
mantiene. Un personaje duro en apariencia, bien pertrechado en una coraza de ironía con la que juega a cada
momento. Junto a él, la sargento Chamorro,
Virginia, quien lleva ya diez años a su lado y que se ha convertido en esa compañera imprescindible. Compañera de
trabajo y de vida, porque en lo sentimental, Vila jamás se lo permitiría: hay mujeres demasiado valiosas para
meterlas en tu cama y arriesgarte a perderlas. Chamorro es eficiente y el
contrapunto a la mala uva que de vez en cuando se le escapa a Vila. Junto a
ellos, otros dos personajes son claves: Arnau,
un guardia novato que a medida que avanza la trama se va ganando el respeto de
todos por su eficiencia (y por su paciencia, Vila le llama por todas las
posibles variantes de Juan cuando se dirige a él) y Salgado, una explosiva guardia civil cuyos encantos, en alguna
ocasión, agilizan la investigación.
Jueces,
abogados, una ex de manual, superiores, policías… todo un mosaico de personajes
desfilan ante nuestros ojos mientras nos bebemos esta novela. Es como agua: te
la bebes casi sin darte cuenta. Y como el agua, calma la sed lectora y no tiene
efectos secundarios sino el intenso placer de aportarle a tu cuerpo algo de lo
que estamos hechos y que nos completa: palabras, historias, reflexiones.
La
novela está dividida en veinte capítulos,
cada uno con un título, y un epílogo, y se presenta narrada en primera persona, desde el punto de
vista de Vila, por lo que muchas veces escuchamos
sus pensamientos que Lorenzo Silva hábilmente inserta en la trama policiaca
sin que en ningún momento parezcan fuera de lugar. Ahí es donde yo
personalmente encuentro a un escritor de verdad. Cuando hace del inciso una
pequeña obra maestra, cuando es capaz de hacer que el lector los espere y los
disfrute tanto como el mismo nudo de la historia.
Una de
las cosas que más me ha gustado es el sabor
a realidad que se respira durante toda la lectura. Supongo que la condición
de abogado del autor le sitúa en una posición ventajosa: lo que narra, lo ha
vivido, los escenarios no parecen jamás inventados. Los juzgados son muy
nuestros, alejados de las fantasías de las películas americanas: las
dependencias de la benemérita no se describen como perfectas oficinas sino como algo
más cutre. Lo que son. Y eso que no se ha parado a describir una casa cuartel
(unas cuantas he pisado). Supongo que las reformas de estos años se encargaron de eliminar bastantes reliquias del pasado, pero también sospecho
que quedará alguna por ahí. De primera mano digo que son bastante cutres.
Sobre
la historia en la que se sustenta la novela, el mismo autor nos advierte que
está basada en un hecho real, el
asesinato por encargo de Miguel Ángel Salgado, quien cometió, como delito para
que se le aplicase la pena de muerte, el amar
a su hijo por encima de todo. Óscar, el personaje, vive para su pequeño,
tratando de protegerle de esa guerra absurda en la que se embarcan muchas
parejas tras el divorcio y que convierte a los niños en juguetes, usados muchas
veces para conseguir ventajas económicas. Montse,
la ex mujer de Óscar es una de tantas ex que hay por ahí, que se inventan un
maltrato para obtener la custodia de sus hijos, con el único fin de amargar a
quien en algún momento amaron. La razón no es ni siquiera el desamor, el sentir
que se ha roto el vínculo afectivo, sino la rabia por haber sido cambiada por
otra que en su escala de valores es peor que ella. La reflexión del autor sobre
este tema me parece esencial y la que me sugiere a mí. La ley se hizo para
proteger a quienes sufren pero el abuso por parte de algunos la hace
insuficiente y peligrosa. A menudo, quienes sufren el peor maltrato callan o
retiran las denuncias, y las voces que se escuchan, las demandas que se ponen,
esconden a otros que buscan beneficiarse de las bondades de esta ley. A título
personal, lo de que los hijos siempre tengan que ir a vivir con la madre me
parece injusto por donde lo mires. Debería considerarse algo más que el sexo
para otorgar una custodia.
Pero no me quiero desviar.
Montse decide acabar con Óscar y está muy segura de que lo logrará y saldrá indemne. Pero ahí estarán Vila y su equipo para evitarlo, llevándonos de la mano a través de una investigación muy bien planteada. En el
último capítulo del libro, Lorenzo Silva explica por qué se titula La
estrategia del agua. Óscar Santacruz, aficionado a la lectura de Epicteto y
Sunzi, idea un plan para enfrentar a su ex que tiene que ver con este elemento.
Pero tendréis que leerlo todo para saber…
Todos los libros de esta saga son sensacionales
ResponderEliminarEste año quiero animarme a empezar con estas novelas. Así que tu reseña me motiva mucho, pero que mucho.
ResponderEliminarBesotes y feliz año Mayte!!!
Me encanta Lorenzo Silva, tu hijo apunta maneras como devorador literario y demuestra tener buen gusto. Yo he leído casi toda la saga de los guardias civiles y me encanta. Espero poder leer pronto este también. Muy feliz año nuevo, Mayte :)
ResponderEliminarUn beso shakiano!!
Silva es uno de mis favoritos,he leido casi todos sus libros,incluidos todos los de la saga Belivacqua /Chamorro.El primer libro del 2012 que leí fue Niños Feroces,y me encantó.
ResponderEliminarBesos
Seguidora fiel de la saga, y con "La marca del meridiano" en cola para ser leído. Acumulación de títulos navideños.
ResponderEliminarMe da que te va a enganchar. ¡Feliz Año a todos!