Sinopsis:
El retrato de una
ciudad acogedora y esquiva a partes iguales, de una familia unida por los
frágiles lazos de la necesidad y del amor y la mirada única de una mujer
maravillosa en un momento extraordinario. Faltan unas horas para la medianoche.
Por fin, después de varias tentativas, Amalia ha logrado a sus 65 años ver
cumplido su sueño: reunir a toda la familia para cenar en Nochevieja. Una madre
cuenta la historia de cómo Amalia entreteje con su humor y su entrega
particular una red de hilos invisibles con la que une y protege a los suyos,
zurciendo los silencios de unos y encauzando el futuro de los otros. Sabe que
va a ser una noche intensa, llena de secretos y mentiras, de mucha risa y de
confesiones largo tiempo contenidas que por fin estallan para descubrir lo que
queda por vivir. Sabe que es el momento de actuar y no está dispuesta a que
nada la aparte de su cometido. Un cartel luminoso que emite mensajes desde una
azotea junto al puerto, una silla en la que desde hace años jamás se sienta
nadie, una Barcelona de cielos añiles que conspira para que vuelva una luz que
parecía apagada, unos ojos como bosques alemanes y una libreta que aclara los
porqués de una vida entera; Una madre no es solo el retrato de una mujer
valiente y entrañable, y de los miembros de su familia que dependen de ella y
de su peculiar energía para afrontar sus vidas, sino también un atisbo de lo
que la condición humana es capaz de demostrarse y mostrar cuando ahonda en su
mejor versión.
Mis impresiones:
Este libro lo he tenido pendiente mucho tiempo y eso que
Mari, de La isla de las Mil Palabras, repetía constantemente que lo tenía
que leer, que no me iba a arrepentir en absoluto. Hace unos días me lo volvió a
decir y decidí que era el momento preciso para hacerle caso. Debo decir que
llevaba toda la razón, que es un libro que encaja perfectamente conmigo. Una
pequeña gran historia que refleja fragmentos del mundo cotidiano que nos rodea.
Con sus luces y sus sombras, y con la particular visión de un autor, Alejandro
Palomas, que además hace magia con las palabras.
Una madre arranca
en Nochevieja, así que ha sido una interesante coincidencia que sea mi último
libro “oficial” de 2015. Igual que la trama del libro cierra un año, yo cerraré
con él otro, el que ha reflejado mi espejo.´
No sé por dónde empezar y eso, aunque pueda parecer lo
contrario, es muy buena señal. Cuando los libros me desbordan me aturullo y no
sé cómo arrancar para hablar de ellos. Suelo embarullar la narración y de ella
solo acaba quedando una idea clara, que en realidad es la que quiero transmitir
a quien, por casualidad, tropiece con mis palabras: léela.
Cuando sea, cuando te apetezca, cuando sea su momento, pero
léela.
Pero algo tendré que escribir, además de la sinopsis, así que
allá voy. No me pidas que destripe, que llene esto de spoilers o que te cuente
la trama. Nunca lo hago, pero es que esta vez no voy a ser capaz. La base de la
historia, una cena de Nochevieja, no explica ni de lejos lo que te
vas a encontrar cuando te sientes a la mesa de esta familia. Si quieres, te
hablo de lo que he sentido. Dame la mano y confía en mí.
Cierro los ojos y me
concentro en las sensaciones que me ha dejado la novela. Dejo que pasen los
segundos y me descubro sonriendo, recordando alguna de las locas ocurrencias de
Amalia; sigo buscando dentro de mí y la sonrisa se vuelve emoción cuando la
imagino con la barbilla apoyada en el cuello de Emma, balanceándose con ella.
Sonrío de nuevo cuando visualizo la botella de vino, o la de agua, o la de Coca
Cola, peligrando a su lado por su manía de expresarse tanto con las manos. Incluso
veo a Olga que la caza al vuelo. Y escucho la voz de Fer contándome la
historia, y siento a Silvia disimulando lo que le pasa, ocultando su inquietud
tras el humo del cigarro que apenas apaga en la novela. Y a la abuela Ester, con
esas frases tan sabias que me ha dado por ir compartiendo en Twitter. Y a Olga con
su eterno “correcto” en los labios e incluso, si me esfuerzo, puedo imaginar
cómo hablaría el padre que nunca está más allá de los recuerdos, no demasiado
amables, de toda esta familia con la que he compartido esa última noche del
año. Los perros ladran y corretean por
mi lado y cuando abro los ojos y descubro que no están en realidad sé que no es
cierto. Esta familia está en un lugar privilegiado: en el de las historias que
se quedan contigo por mucho tiempo que pase.
He leído en alguna parte que la familia que aparece
retratada en Una madre es una
familia normal y corriente. Yo no lo he sentido así. No, porque Amalia tiene
una historia particular que ha hecho que viva en segundo plano y es ahora,
cuando se ve libre de su marido, cuando hace lo que le da la gana, pareciendo
una niña pequeña en muchas ocasiones. Una inocencia que contrasta con la enorme
sabiduría que es capaz de encontrar dentro de sí misma para gestionar los
sentimientos de sus hijos cuando se rompen por los reveses que les va dando la
vida.
No sé qué destacar, qué decir que me ha gustado más. Todo.
Los momentos en los que me he descubierto soltando una carcajada o esos en los
que las emociones había que contenerlas para que no se desbordasen. Me ha
parecido precioso el detalle de los tablones de corcho en el baño y ahora que
leo lo que he escrito me estoy dando cuenta de que Amalia se ha hecho dueña de
mí porque esto es un caos. Igual que su cabeza en muchos momentos, esto no es
una reseña, sino una serie de datos inconexos que parece que se han contagiado
de su espítitu.
Puede que no entiendas nada, pero da lo mismo, la tienes que
leer tú. Ya me entenderás.
Una madre es una
novela para quienes buscan disfrutar leyendo. Si buscas acción, déjalo. Si
quieres algo que no te haga pensar, pasa del libro. Si no te entusiasman las
historias de personajes, no es tu novela. Pero si eres de los que son capaces
de meterse en la piel de seres que solo existen en la imaginación del autor,
adelante. La vas a disfrutar. Y si eres como yo, una loca de anotar frases en
una libreta, tenla a mano porque son unas cuantas las que te llamarán la
atención. No pienses de ella que es una historia lacrimógena. No es para nada
eso, es de las que te emocionan porque lo tiene todo: amor, añoranza, cólera,
curiosidad, nostalgia, felicidad, cariño, ternura, optimismo, esperanza…
Que la leas. Eso es todo lo que quería decir.
Merece la pena y mucho.
Qué habilidad la tuya para hacer una no reseña, amiga. Ya desde hace tiempo sigo a Alejandro en redes sociales, y lo hago porque una vez me topé por ahí con una reflexión suya que me emocionó profundamente y que tuve la imperiosa necesidad de compartir pues, me gusta lo que dice y cómo lo dice; ternura y sensibilidad que se percibe en cualquiera de sus textos o de sus fotos con el precioso Rulfo. No lo he leído en novela aún, pero es algo que sé que sucederá en algún momento, y que tú, con tu no reseña, has hecho que, seguramente, esté más cerca. Besitos, dueña del espejo.
ResponderEliminarOhh, sorry! Me ha salido espontáneo comentar tu reseña, sin percatarme que no lo he hecho desde mi cuenta habitual, sino desde otra con la que estoy trabajando en este momento... No obstante, conoces bien a esta novelera ¿sabrás quién soy solo por mi comentario? Deseosa estoy de saberlo... ;)
ResponderEliminarMmmm, deja que piense... creo que sí, que sé quien eres (he indagado un poco). Me da que tienes un acento muy dulce y dos niños muy guapos :) Tienes que leerlo, Valme. Me han faltado palabras para explicar todo lo que he sentido.
ResponderEliminarUn beso!!
Lo hiciste por fin!! Me alegra tanto que te hayas decidido y que te haya cautivado tanto como a mí. Amalia es como tú dices, sin palabras. Sólo Alejandro se las ha dado. Y sólo hay que leerla.
ResponderEliminarMil gracias por hacerme caso.
Besos
Muchas gracias por la recomendación, Mari. Como ya he dicho, llevabas toda la razón
ResponderEliminarBesos!
Una historia llena de corazón, ternura donde salpican los sentimientos salados, dulces y de colores. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan unida a los personajes de un libro, soy un poco de Enma, de Silvia, de Amalia.....incluso de Shirley o de Max. Una novela que derrama pasiones y hace sentir el latido de la vida y que a través de saltos temporales se une a un único eje cronológico. A la misma vez que el año culmina comienza el siguiente. Un segundo de vida marca la diferencia entre momentos antagónicos: pasado de colores violetas o futuros anaranjados, recuerdos grisáceos y de multitud de colores y un futuro esperanzador esperando a ser pintado, a ser escuchado, en definitiva, a ser vivido.
ResponderEliminarBelén