A veces se me ocurren reflexiones mientras espero en la charcutería a que me atiendan. Mientras veo cómo van cortando el queso o el jamón de york -y contando las lonchas, que no sé por qué lo hago, pero lo hago-, mi mente divaga.
El otro día, más de lo normal.
No estaba la charcutera de siempre, así que fue otra persona la que me atendió. Me dio el mismo jamón, el mismo queso, el mismo peso, pero ya allí noté que algo no iba como siempre y, cuando llegué a casa y desenvolví mis paquetes, nada era igual.
¿Por qué, si había comprado lo mismo, lo sentía distinto? Analicé las lonchas, todas igualitas, miré el peso el el recibo, perfecto. ¿Entonces? Enseguida me di cuenta de por qué me había llegado ese inquietante pensamiento a la cabeza: no estaba envuelto igual.
Mi charcutera hace este trabajo con una profesionalidad exquisita. Coloca las lonchas justo en el centro del papel encerado y, cuando termina, lo pliega de manera que, cuando llegas a casa, nada se ha descolocado. Incluso lo puedes volver a plegar tú, cuando saques lo que necesitas, y seguirá perfecto. El otro día, al llegar a casa, el jamón de york amenazó con irse al suelo y el queso... el queso se había pegado de una manera que era imposible separarlo.
¿Y por qué traigo al blog una reflexión sobre comida, si yo suelo hablar de libros? Pues porque mis conexiones neuronales deben de estar entrenadas para que, cuando hacen contacto, conduzcan los pensamientos a esa parte del cerebro en la que me siento más feliz, y de pronto pensé en libros.
Como lo oyes.
Pensé que muchas veces leemos libros que tienen exactamente los mismos ingredientes que otros pero, mientras unos nos hacen disfrutar, hay otros en los que, sinceramente, nos planteamos el abandono cada cinco minutos.
Recordé una de las últimas novelas que tuve en mis manos y cómo, cuando llegué al 60%, después de varios días de penosa lectura, decidí que hasta ahí, que tengo muchos libros pendientes y muchas ganas de tener tiempo para ellos y no podía seguir dejando pasar los días enredada en aquella historia que, si bien lo tenía todo para gustarme -me conozco-, me lo había presentado tan mal que se me resbalaba todo el tiempo.
Como el jamón de york mal envuelto.
Tanto que acabó cayéndose al pozo de los abandonos.
Y hoy, que he dado con otro libro que prácticamente se ha construido con los mismos ingredientes, me he dado cuenta de la importancia que tiene la presentación. En este libro, la autora ha procedido con el mimo de mi charcutera. Los personajes, que se movían en un cliché, ha sabido presentarlos de una manera tan extraordinaria que parecen originales. La trama, que no difiere de otras, tiene detrás un pulso narrativo de esos que, cuando llegas al 60%, lo que piensas más bien es que no quieres que se te acabe.
Este libro es La hipótesis del amor, de Ali Hazelwood.
Habían hecho tanto hype en las redes que no me había planteado leerlo, pero hubiera sido un error. Lo estoy disfrutando como una enana, me encanta la frescura, la capacidad de este libro para -por supuesto, si te gusta el género romántico contemporáneo- agarrarte de la pechera y no soltarte. Es de esos en los que estás buscando ratos para leer y, a la vez, intentas esquivarlos un poco para disfrutar más tiempo de las sensaciones que te provoca.
Olive y Adam, siendo quizá lo más opuesto, resulta que encajan a la perfección. La historia, como ellos, tiene una frescura que creo que tiene que ver mucho con la mesura con la que se nos presentan los hechos. Nada de súper dramas estilo new adult, que no puedo con ellas, -porque siento que juegan entre elevados niveles de azúcar en sangre y crisis existenciales absurdas que creo que mi etapa vital ha superado, además de sexo demasiado experimentado para la edad que se presupone a los personajes-, sino situaciones muy locas a las que la autora ha sabido dar forma lógica dejando que veamos los pensamientos de Olive todo el tiempo, pero sin escribir en primera persona. Ya sé que a mucha gente le encanta, pero a mí me cansa muchísimo leer una novela de más de cien páginas con este narrador.
Al menos, una novela romántica.
Tiene su puntito de drama, no lo niego, pero no se recrea en él. Gracias, Ali, de verdad.
No sé cómo acaba porque estoy aquí, escribiendo en el blog para no irme corriendo a leerla y tener algo que hacer esta noche, cuando no tenga sueño, pero ya sé, sin temor a equivocarme, que va a ser una de mis lecturas románticas de este año.
A pesar del hype.
También me ha llamado la atención la sinopsis de otra que ha generado expectación, pero he ido a mirar en redes si era cierta o solo la veía porque esta se ha dado solo en el círculo que me muevo. Es lo segundo, fuera de ahí está generando interés entre cero y nada. Me esperaré un tiempo para leer el fragmento gratuito y después decidiré si la leo, porque no me suele gustar cómo la autora soluciona las novelas y creerme lo que se dice ahora me parece que sería cometer el error que ya he cometido varias veces.
Cuatro, en concreto.
Pero hay que darle una oportunidad, igual ya ha aprendido a envolver el jamón del york.
Si es que lo que realmente importa no es lo qué cuenta, es cómo lo cuenta. Ahí está la clave para engancharte a una novela. Mira que no me sumerjo en muchas ocasiones con este género, pero me gusta tanto lo que cuentas que puede que le dé una oportunidad.
ResponderEliminarBesotes!!!
Es muy fresca, me ha gustado mucho cómo ha construido los personajes.
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