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jueves, 15 de agosto de 2024

DESCONEXIÓN

Cuando intentas secarte el pelo y el secador no va, pueden suceder dos cosas. Una, que se haya roto. Las cosas no duran eternamente, llega un día en el que su vida útil se acaba. Dos, que esté desenchufado.

Ya sé que esto parece muy tonto, pero ¿cuántas veces os ha pasado que os empecináis en que algo se os ha roto y en realidad solo le pasa que está desconectado de la corriente?

Yo he estado un tiempo pensando que estaba rota. No sentía esa corriente que tenía que fluir con una persona, una que hemos trazado a lo largo de muchos años. Por más que sí hubiera conversaciones, las sentía como cuando pides en la carnicería: cordiales, pero sin nada que te remueva por dentro. Flojitas en lo emocional, como si se hubieran desprovisto de todas las sensaciones que nos fueron aproximando.

En serio, pensé que yo estaba rota.

Me siento así con más gente últimamente, como si la chispa no saltase lo suficiente como para provocar una mínima reacción en mi organismo. Siempre tiendo a echarme la culpa de todo y llegué a la conclusión absurda de que los sentimientos humanos vienen con fecha de caducidad o con un número de usos predeterminados, como esas máquinas caseras para hacerse el láser y eliminar los pelillos del cuerpo. Pensé que he sido tan feliz, he sentido tantas veces la conexión con tantas personas, que me había cargado ya todos esos disparos y el resto de la vida iba a tener que recorrerla solo a base de chispitas.

A veces pienso cosas muy raras.

No es verdad, es solo que me he desconectado de algunas personas. Pero solo de algunas; he comprobado que no tengo ningún problema para seguir conectando con gente, el problema es que algunas de las conexiones de mi vida están desgastadísimas y necesitan cambiar el cableado.

Pero a mí no me pasa nada.

Absolutamente nada.

miércoles, 12 de junio de 2024

ÉRASE UNA VEZ UNA CAÍDA

Hubo un tiempo remoto, allá por el principio de la década de los diez, que no eras absolutamente nadie si no tenías un blog.

Todos los escritores o aspirantes a escritores teníamos uno.

Recuerdo maravillada cuando publicar cualquier idiotez de pronto situaba tu entrada en mil visitas en diez minutos, y el pestañeo asombrado al ver que algo recién gestado en tu cabeza había convocado a  tanta gente.

Estando ese ciclo en su punto álgido, me recordó que lo que sube, baja. Lo que triunfa, un día huele a rancio y lo cubre el velo del olvido. Igual que brillas cual purpurina dorada, caes en gracia y te crees un dios sobre la Tierra, después te metes un tortazo descomunal y vuelves al lado oscuro de la vida.  (Igual en esta metáfora se me ha ido la mano). 

Del mismo modo que ese aliento divino te tocó en la punta de la nariz y te hizo "poderoso", un simple estornudo dispersa el brilli-brilli y te baja del trono a la velocidad de la fibra mas potente del mercado.

Ser consciente de que esto va a pasar te mantiene cuerdo y enfocado. Mentalmente sano.

Bueno, igual para esto hay que venir ya así de casa y no con taras como el narcisismo, la bipolaridad y la mala baba, que no es enfermedad mental, pero también te convierte en un monstruo.

He visto caer demasiados ídolos de barro a lo largo de la vida y también he aprendido que, las caídas desde un décimo piso duelen más que si solo tropiezas con el bordillo. Ambas pueden matar (la gente muere de maneras muy ridículas), pero las probabilidades de sobrevivir desde un décimo son infinitamente más pequeñas que si tropiezas a 10 cm del suelo.

Pura estadística.

Y también sé que subir en ascensor mola, porque no llegas cansado, pero hay que usar la escalera para que el cuerpo se active. ¿Se tarda más? Pues sí. ¿Se llega arriba cansadísimo? También, pero siempre te puedes parar un ratito, ver el paisaje y tomar aliento. 

Si hay determinación, llegarás. ¿Convencerás? Y yo qué sé, pero sonaba muy unamuniana la pregunta y no he podido resistirme a escribirla.

Y todo esto es porque me he acordado de que hace poco alguien me preguntó si mantenía el blog. Para esa persona es una perdida de tiempo, pero para mí no. 

Sigo aprendiendo de él cada día.

Del blog, digo, de los pensamientos que activa.


sábado, 13 de abril de 2024

DIEZ O QUINCE...

Más o menos son los años y los kilos que me sobran. Los kilos, por supuesto, me preocupan más que los años, porque por ellos me echa la bronca el endocrino cada vez que voy, como si yo estuviera de acuerdo con mi tiroides en lo que le hace a mi cuerpo.

Digo que los años no me preocupan, al fin y al cabo, son experiencia. Cada uno me ha enseñado algo, me ha dejado una huella que forma parte de quien soy ahora, y no querría volver atrás... salvo por un par de detalles. El primero, que mi tiroides no haría de las suyas aún, y pesaría quince kilos menos, y que saldría bien en las fotos sin tener que recurrir a subterfugios.

Odio que me hagan fotos. Nunca he sido ni guapa ni fotogénica, así que, para salir bien en alguna fotografía, se tiene que dar una alineación de planetas. Disparo una tras otra, desespero a quien está al otro lado de la cámara (un fotógrafo profesional, en una presentación, me aseguró que él me iba a sacar guapísima, fue incapaz de hacer una medio buena) y aun así, siempre hay algo que falla.

Pero para eso está Tiktok. Yo no podré adelgazar quince kilos (ni cinco soy capaz, dos como mucho y lo recupero antes de darme cuenta), pero me puedo quitar un par de décadas de un plumazo solo con poner un filtro. Uno de los suaves, por supuesto, con los que se supone que te dejan una cara glamurosa yo parezco Carmen de Mairena en una mala noche.

Así que hoy, después de llenar la tarjeta de la cámara réflex, la buena, la de las fotos profesionales, de tomas que no valen ni para mirarlas de refilón, he decidido poner un filtro y hacerme una foto en el coche. Oye, ni tan mal...

No soy yo del todo, es solo mi juvenil espíritu el que se ve, pero qué más da. Ayer mismo escuché a un señor en Tiktok que decía que las mujeres de más de cincuenta lo tenemos chungo para gustarle a nadie, porque a los hombres de nuestra edad les gustan más jóvenes y los jóvenes ni nos ven. No tengo que estar guapa nada más que para salir en la foto de la solapa de mis libros y, si lo piensas bien, escribo ficción.

¿Por qué no ser también una ficción?


No voy a ser mala, este es mi yo real sin trampas. Llevo hasta la misma ropa.