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lunes, 2 de mayo de 2016

PAN DE LIMÓN CON SEMILLAS DE AMAPOLA (fin)

Quedan apenas sesenta páginas para terminar.

He estado una semana sin leer, por un exceso de asuntos personales que me han dejado sin tiempo y es como si hubiera empezado otra novela nueva. En el ritmo, que se acelera tanto que los acontecimientos ahora pasan demasiado fugaces. La escritura la noto diferente, pero quizá es mi memoria o la pausa. La novela se centra más en los hechos y menos en el pasado.

Espero haberla terminado en la próxima entrada.

Reabro esta entrada porque no voy a hacer una más. Concluí el libro y la sensación es extraña. Mucho mejor la primera parte que esta segunda en cuanto a escritura y demasiada velocidad para mí en la segunda.

No sé si haré más reseñas fragmentadas. Me lo voy a pensar.

jueves, 21 de abril de 2016

PAN DE LIMÓN CON SEMILLAS DE AMAPOLA (III)

La novela avanza y la lectura también, aunque a un ritmo menor del que desearía. Hay dos factores que lo impiden: mis propios compromisos para el día del libro, que me tienen enredada y que, durante bastantes páginas, la acción se ha ralentizado.

Me cuenta el pasado de los protagonistas y la trama espera paciente a que termine.

Yo, que soy nerviosa por naturaleza, no consigo que la lectura me sumerja del todo porque necesito un poco más de acción. Sé que es básico que conozca a los personajes para después poder juzgar sus decisiones, pero este ritmo pausado, que contrasta con lo sencillo que fue empezar y lo deprisa que me bebía las páginas, está frenando el que la termine antes.

El fin de semana se acerca. El 23 me esperan a mí los lectores lejos de casa, así que seguro que el final no lo conozco hasta la semana que viene.

Sigo...

martes, 19 de abril de 2016

PAN DE LIMÓN CON SEMILLAS DE AMAPOLA (II)



Sigo con la lectura, aprendiendo cosas de los personajes de la novela, conociéndolos. Poco a poco, la autora los muestra ante mis ojos y descubro, en esta tercera parte de la novela leída, que me enfrento ante una historia familiar, contada por un narrador omnisciente.

La autora decide que a la primera que quiere poner ante mis ojos es a Marina. Encuentro en ella a una mujer comprometida, enamorada de Mathias, una mujer de 46 años que no ha perdido la capacidad de sorprenderse por sus propias emociones. Lo descubro en las primeras páginas, cuando se enfrenta a una situación que, como matrona, no ha vivido aún. Y también sorprendida por lo que es el detonante de esta historia, una herencia recibida de alguien que no conoce y que tiene que ir a recoger a Mallorca.

De ella, de su físico, conozco poco y lo prefiero. Solo me da tres datos breves, muy concretos y no lo hace nada más presentarla, sino a medida que avanza el relato. Me gusta eso, que me permita ir matizando al personaje a medida que leo. Lo mismo hace con Anna, con su hermana, de la que me muestra los mismos matices para contraponerlas y que, desde el principio, capte lo diferentes que son. Por dentro y por fuera.

Anna, al principio, es superficial. Preocupada por las apariencias y porque busca crear a su alrededor un mundo perfecto, de anuncio, pero que falla por todas partes. Anita, su hija, es la primera que no cumple con sus expectativas. Armando, su marido, tampoco.

Alrededor de ellas, en estos primeros pasos, van apareciendo otros personajes: Imelda, la asistenta; Laura, la amiga de Marina; Cuca, una amiga de Anna; Nestor, el padre de ambas.

Y, entre la narración, cartas. Notas. Carteles. Recetas... Me han dicho que en la versión kindle no se ven bien, pero yo tengo el libro.

Llegados a este punto recuerdo, de manera inevitable, un clásico: Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, donde cada capítulo arrancaba, como en este, con una receta, pero en este libro, al menos de momento, todas son de pan.

Una curiosidad. Hice chapati. Después de leer la receta me entraron unas ganas tremendas de investigar qué era y de probar su sabor. Creo que necesito repetirla y mejorar mis habilidades culinarias. No estaba mal, pero tampoco creo que me saliera perfecto.

Sigo...