jueves, 5 de mayo de 2022

MÁS DE DOS MIL PALABRAS

No debería ser motivo de reflexión que alguien que escribe a diario escriba un día más de dos mil palabras, pero en mi caso supone algo tan extraordinario que necesito contarlo aquí, en este diario literario que abrí hace ya catorce años. 

Llevo mucho tiempo arrastrando a un cuerpo al que le ha dado por volverse lento y en ese esfuerzo ha habido que dejar de lado algunas cosas. 

Por ejemplo, escribir novelas.

Esto no significa que no escriba.

Escribo a diario. 

En redes, en cuadernos, ejercicios de todo tipo, corrijo y en todo ese proceso las palabras son necesarias... Pero hacía tiempo que no lograba avanzar en una novela, que cada momento de escritura se convertía en una cuesta arriba en la que he tenido que luchar.

Me sentía como cuando te arrastra la corriente y, por más que braceas, lo único que haces es cansarte más y más sin lograr llegar a ninguna parte.

Ayer me enfadé conmigo misma. 

Este bloqueo tiene nombre y sé las causas, me conozco lo suficiente como para identificar mis males sin necesidad de que nadie me dé un diagnóstico. Estaba braceando, peleando en una lucha desigual en la que tengo todas las de perder y lo peor es que en esa batalla me estaba perdiendo a mí misma. 

He dejado de luchar.

Quien quiera, que se quede.

Quien quiera, que se vaya.

Esto también sirve para las novelas que no fluyen.

Ayer decidí empezar algo nuevo, una historia bonita y sin pretensiones, una que no tenga mil tramas que se entrecrucen y esté en un momento histórico tan complicado como lejano.

Una en la que no tenga que lidiar con idiotas.

Como hice con la que escribí a mi madre, voy a disfrutar. Y si se queda en el cajón, pues no estará sola porque allí viven aún unas pocas historias.

Y si sale, pues ya veremos qué pasa.

Y esta entrada la estoy escribiendo mal a propósito, con trazas de copywriter, porque me hace mucha gracia que esto sea lo que se premie en estos momentos de la historia.

Ah, y he abierto un canal de Twitch.

No sé para qué, pero lo he hecho.



domingo, 24 de abril de 2022

SIN FECHA DE CADUCIDAD, X PREMIO INTERNACIONAL HQÑ

 Quiero recoger en el blog que ya ha salido a la venta la novela con la que he ganado el X Premio Internacional HQÑ. Ha sido muy extraño, se publicó ayer en digital, día del libro de 2022, y no consta en Amazon casi ninguna venta. Al menos, su descenso constante en el ranking da a entender que apenas se ha descargado, aunque en otros libros, con menos de las que me han llegado capturas me situé en el top.

No sé qué ha pasado y tampoco me preocupa mucho. Me parece raro, pero esto es ingobernable. Imprevisible. Extrañísimo. Y me lo quiero dejar en el blog porque aquí reúno todas las cosas que me han ido pasando en este camino.

No voy a dejar de hacerlo ahora que he llegado a la meta...

EDITO: Varios compañeros me han escrito para decirme que han detectado lo mismo que yo, que han debido tocar el algoritmo porque están pasando cosas muy extrañas con las listas y las ventas, una no correspondencia que no habíamos vistos desde 2011. Me quedo más tranquila aunque me parezca una putada.

Os dejo la sinopsis y la portada.




Una promesa. Un singular contrato. Una locura, pero tenía que intentarlo.

Héctor Martín tiene un serio problema y, después de agotar todas las vías que se le ocurren para solucionarlo, se encuentra que no tiene a quién acudir. Desesperado, se acuerda de Alba, la que fue su mejor amiga en la adolescencia. Alba firmó una promesa sin fecha de caducidad, pero tal vez ya no esté dispuesta a cumplirla porque hace mucho que sus vidas se separaron.

Alba S. Kent es la autora más exitosa de novelas de fantasía del momento. No atraviesa una buena racha, desde hace tiempo recibe correos de un tal Romeo que han pasado de la admiración más profunda hasta un tono tan preocupante que ha despertado muchos fantasmas del pasado.

¿Podrá Alba confiar en Héctor de nuevo después de lo que pasó entre ellos y con la amenaza de un acosador perturbando su ánimo?


El enlace de compra os lo dejo aquí.

jueves, 24 de marzo de 2022

¿PERO ESTAMOS TONTOS?

Esta tarde he sabido que la autora Jennifer L. Armentrout lleva unos días recibiendo insultos de "fans" porque ha escrito una escena que no les ha gustado.

¿En serio?

Siento decirlo, pero eso tiene un diagnóstico psiquiátrico y no es especialmente bueno. Y no me refiero a la autora, por supuesto, me refiero a esas personas que no son capaces de conjugar la pasión lectora con el equilibrio mental y con la educación necesaria para conducirse por la vida. La literatura es ficción pero, sobre todo, pertenece a sus autores. Si a ti como lector no te gusta un final, pasa a otro libro. Y si te desespera, abre un Word y te escribes tu final, el que te hubiera gustado a ti.

Punto.

Nadie te lo va a impedir y, lo más importante, no le haces daño a nadie.

Lo demás es de necesitar ayuda médica urgente, pero además insultar a la autora hasta obligarla a cerrar sus redes sociales es de ser mala persona.

Luego nos echamos las manos a la cabeza si una persona pública se suicida después de leer las barbaridades que dicen de ella en las redes, pero qué poquito le paramos los pies a quienes no dudan en escudarse en perfiles que la mayoría de las veces no tienen ni las narices de poner su nombre y su foto, no sea que alguien pueda saber, en la calle, que no son tan buenas personas como predican.

Por cierto, son los mismos que se ponen hastags solidarios a la mínima que encuentran la ocasión.

Lo dicho, para hacérselo mirar.

martes, 15 de marzo de 2022

CUIDAR, CUIDARSE.

Cuando no estoy bien, recurro a la memoria y retrocedo en el tiempo. Sin máquinas sofisticadas, sin alterar líneas temporales que perturben el futuro, viajó.

Al patio de la casa de mis abuelos. 

A las tardes escuchando sus historias. 

A la mejor tortilla de patatas que se haya preparado jamás. 

A la anciana más dulce y más buena del mundo, que era la tía María, la hermana de mi abuela. 

Tengo 20 años de nuevo y no quiero más vida que quedarme a su lado para siempre.

 Escuchándolos. Mimándolos. Regañándolos si se saltaban algunas normas estrictas con la comida (la abuela era diabética) o si el abuelo se me escapaba en un descuido a casa de alguna vecina. 

No quiero moverme de nuestras tardes bajo la parra, porque hoy sé que no me faltaba nada importante en esos momentos.  Me QUERÍAN. Sin fisuras, sin engaños, sin juzgarme nunca. Y yo los cuidaba, pero ellos también a mí. Como nadie lo ha hecho jamás y como no espero que sepa hacerlo ni siquiera yo misma.

Supongo que a los 20 tienes prisa. Quieres ser independiente. Viajar. Vivir. Se te queda pequeño el patio de tus abuelos. Por eso cometí la torpeza de batir las alas. Hubiera sido mejor que batiera huevos e igualarse su tortilla. 

Ahora, a mi edad, sé que ese era mi mundo. El más luminoso, donde cuidar y que te cuidasen se daban la mano de tal modo que nadie parecía más importante sujetando al otro.

Hoy ya no existen ellos tres salvo en mi corazón y mis recuerdos, pero en noches como esta los tengo. Solo me hace falta cerrar los ojos para volver a escuchar sus voces y sentir su amor inmenso.






lunes, 14 de marzo de 2022

AFÓNICA

¿Qué es lo peor que te puede pasar si decides dedicarte a grabar audiolibros? Quedarte afónica. Pues sí, señores, así de torpe soy.

El viernes por la tarde me empecé a poner tontorrona. No sabía precisar qué me pasaba, pero el caso es que notaba como si estuviera cayéndome hacia el abismo de un catarro de los épicos.

Por supuesto, no hice caso. Estaba pasando un fin de semana ansiado desde hacía muchos meses con mis amigas, así que una simple "sensación" no iba a fastidiarme mis días. 

Eso no lo consiguió, pero en el hotel hacía un calor de morirse y por la noche hubo que abrir la ventana de la habitación. Sé lo que me pasa si duermo con la ventana abierta antes del mes de junio. Prefiero pasar calor a acabar con dolor de garganta, pero no estaba sola y cuando hay otras personas siempre hay que llegar a acuerdos. Hay que ceder. Hay que ser persona y no un ser egoísta.

No lo fui, tiendo a poner por delante a los demás siempre y así me pasó: el sábado me levanté peor.

Tampoco era algo concreto, era solo un cansancio que por momentos crecía, pero la comida animada, las visitas a unas casas que se merecen una novela, el encontrarme uno de mis libros en un pueblo andaluz, las risas, los cafés... me hicieron obviar lo obvio: me estaba poniendo muy malita.

A pasos agigantados.

Esa noche, pedí que la ventana estuviera cerrada, pero a las cuatro de la mañana tuve que claudicar y que la abrieran. Era incuestionable que hacía un calor mortal, pero también era cierto que yo no estaba nada bien. Ahora sé que debería haber bajado a recepción y haberme hecho con otra habitación, pero siempre piensas que no será para tanto.

Pues mira, sí, lo era.

Por supuesto, me levanté el domingo hecha unos zorros. Justo lo mejor para hacerte 500 km. Volví a casa tan derechita a la cama que a las nueve de la noche estaba frita y no me he despertado hasta las siete de la mañana. El cansancio y la medicación me han tumbado.

Hoy lunes me he pasado la mañana leyendo, descansando en la cama porque quería acudir al trabajo y lo he hecho, pero me he quedado sin voz a mitad de la tarde. No me he planteado en ningún momento escaquearme, es online y no iba a contagiar a nadie, pero tampoco he contado con que acabaría peor de lo que he empezado la semana. He solventado las horas que quedaban a base de caramelos y haciendo clases prácticas, que se habla menos, pero aquí estoy ahora, sin lograr respirar y con ganas de meterme en la cama y no salir por lo menos hasta el martes... de la semana que viene.

Tampoco lo haré, mañana a las siete Ulises querrá salir a dar su paseo y no se lo voy a negar. 

No me voy a morir, lo tengo claro, pero la verdad es que me fastidia tener que renunciar a grabar y me temo que mañana por la tarde acabaré como hoy.

Salvo milagro.

Y yo no creo en los milagros.

Si algo me puede salir mal, me sale. Si digo algo y se puede malinterpretar aunque no sea mi intención, se malinterpreta. Si hay una posibilidad de ponerse mala por abrir una ventana de noche, ahí estoy yo. La primera.