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viernes, 6 de enero de 2017

LAS HIJAS DE BANU DE ELENA FUENTES MORENO



Sinopsis:

Sara vive en un futuro perfecto, hasta que un libro se cruza en su camino cambiándolo todo para siempre.
Una saga familiar maldita.
Un amor que hará tambalear el mundo.
Una era insólita.
Un nuevo orden.
Una civilización perfecta.
Ellas dirigirán la tierra...
¿Estás preparado para ver el futuro?

Mis impresiones:

Las hijas de Banu es la tercera obra que leo de Elena Fuentes Moreno en menos de un año. Eso, evidentemente, es porque me han gustado las dos anteriores, porque en ningún momento me he sentido defraudada por lo que he ido encontrando en sus novelas.

Ya os conté que la primera que leí, Barridos por el salitre, me sorprendió muchísimo. ¿Podría pasar de nuevo? Pues sí, la prueba es esta novela, totalmente distinta a las anteriores. Esta es una distopía.

Para mí, el atractivo de las distopías está en crear una sociedad casi desde sus cimientos y eso Elena Fuentes lo hace de manera sorprendente. Pero vamos al principio de la historia, para que nos podamos entender bien.

La novela se divide en un prefacio, titulado La semilla, para que podamos entender qué era lo que pasó en la Tierra para que todo llegase al extremo de hacerse necesaria una nueva manera de organizar la civilización. Después la novela se divide en cinco capítulos largos y un epílogo, donde la historia principal de Las hijas de Banu queda cerrada (aunque tengo la sensación de que es una de esas novelas en las que se podría seguir narrando durante muchas más entregas).

La trama arranca en 2152. Banu huye de un mundo sumido en una guerra devastadora, buscando un lugar seguro, aunque con una guerra bacteriológica en ciernes es poco probable que lo encuentre. Banu procede de Irán y, tras un penoso viaje, llega sola a Lisboa, donde coge un barco en el que cruzará el Atlántico. Tiene solo 18 años. Al llegar al otro lado del mar, la guerra ya es un hecho en todo el planeta y quedan pocos supervivientes.

Por otro lado, el narrador omnisciente de la novela da un salto temporal de unos cien años hacia adelante nos presenta a la joven Sara, miembro de la nueva sociedad creada por Banu. Y aquí llega mi problema. Si os cuento cómo es esta sociedad, os destrozo la novela, la parte que a mí me ha parecido un ejercicio fantástico de creatividad. Por eso, solo me voy a quedar con un detalle. Para crear esa sociedad partiendo casi de cero, Banu toma una decisión muy drástica, con implicaciones éticas importantes: eliminar una parte esencial de lo que somos.

Ya, ya sé que en este punto de la reseña solo me están entendiendo los que hayan leído la novela y la autora, pero os prometo que tiene que ser así, que no puedo decirlo porque el spoiler sería de los gordos. Solo os diré que es en ese punto cuando la novela toca la conciencia de quien la lee, porque te hace plantearte si realmente sería justo hacer algo así y cuáles serían las consecuencias. Elena usa la historia para poner a los personajes en el aprieto de descubrir que su vida, tal como la conocen, es una gran mentira y usa para ello, para el primer descubrimiento de que las cosas no son como se las han contado, un libro: Romeo y Julieta de Shakespeare. Un libro que descubre que existen también emociones que les han sido vetadas.

Por cierto, vais a entender muy bien por qué se llama Las hijas de Banu.

Ha habido momentos en los que el libro me ha traído a la memoria otra distopía, Juntos, de Ally Condie, que leí hace unos años. Sobre todo en un pequeño detalle, que es algo que de esa distopía no he podido olvidar, porque no me parece descabellado: los personajes no saben escribir a mano porque han dejado de hacerlo. En el caso de Las hijas de Banu, se juega con un lápiz para dibujar o contrapuesto a hacerlo con dispositivos electrónicos.

En cuanto a la narración, la novela se lee con fluidez, sin escollos. Los personajes son coherentes, aunque a los "malos" los he visto menos perfilados. Son más tópicos que los buenos.

¿Os la recomiendo? Si os gustan las distopías, sí, por supuesto. La creación de esa sociedad que hace Elena merece la pena. Es muy visual, muy futurista pero, a la vez, no imposible. Hay elementos de los que habla que no creo que haga falta que pasen dos siglos para que los tengamos en nuestras manos. Y eso de que los dispositivos que utilizan y de los que dependen para todo... ¿Esto no está pasando ya?

Podéis encontrar Las hijas de Banu en Amazon, por menos de un euro.

La novela ha sido mi última lectura de 2016 y la primera de 2017, porque se me coló un libro de por medio:  Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket, una novela de fantasía, para niños, que disfruté mucho (las explicaciones de lo que significan las palabras son muy divertidas). Estoy pensando que quizá haga una reseña, depende del tiempo que tenga esta semana.

sábado, 28 de marzo de 2015

KHIMERA DE CÉSAR PÉREZ GELLIDA



Sinopsis:

2054. Tras la Guerra de Devastación Global, la realidad social y geopolítica ha cambiado rotundamente. Los viejos conceptos de la democracia y el capitalismo han sido enterrados por las corrientes transhumanistas y la tecnofagia. El poder se concentra en manos de las grandes corporaciones, sin embargo todavía queda un cabo suelto, un molesto inconveniente que se escapa de las afiladas uñas de la Asamblea: Khimera.

En la arriesgada búsqueda de un enigmático personaje conocido como el bogatyr -héroe para algunos y villano para otros-, están puestas las últimas esperanzas de aquellos que luchan para lograr que el mundo cambie para siempre.

Mis impresiones:

Quería leer esta novela desde que vi el booktrailer y la portada, así que cuando me enteré que se publicaba el día después de mi cumpleaños me dediqué a dejar mensajes por todas partes para asegurarme de que alguien me la regalase. ¡Y lo conseguí! El mismo día 5 de marzo llegaba a la librería y me lo traían a casa a mediodía.

Empecé a leerlo en cuanto terminé de trabajar.

He escuchado por ahí que hay que leer la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, las otras tres novelas de Gellida, para disfrutarla al completo, pero la verdad es que no estoy segura de que eso sea absolutamente necesario. Yo solo he leído Memento Mori (las otras dos las tengo, pero esperando) y la he disfrutado. Es posible que quizá algunos aspectos los haya pasado por alto, sobre todo en el tramo final de la narración, pero es que estoy convencida de que esta es una de esas novelas (pocas) que cuando pase un tiempo volveré a leer, descubriendo muchos detalles que estoy segura de que se me han escapado. No es una novela para leer rápido, pero no puedes evitar que los acontecimientos te arrastren y no puedas parar. Por eso digo lo de una segunda lectura pasado un tiempo y espero que para entonces haya leído Dies Irae y Consumatum est. Podré entonces valorar si esto que dicen importa tanto.

Antes hablaba de la portada que me llamó mucho la atención. Me parece un acierto. La sobrecubierta con solapas, con las letras del título en relieve, es muy atractiva, pero la verdad es que hasta que no empecé a leer no me di cuenta de que un elemento esencial en la historia lo estaba viendo desde el principio en ella. Mi despiste suele ser genial porque me sigo sorprendiendo con todo.  

La edición me parece fantástica; cuando quitamos la sobrecubierta (algo que siempre hago al leer libros de tapa dura, para no destrozarla) encontramos el símbolo de Khimera y el título en letras doradas. No hay autor, ni impresión alguna en el lomo ni la contraportada. Solo un negro que resulta bastante simbólico con el panorama que dibuja la novela.

Dicen que en toda la obra de César Pérez Gellida la música es una protagonista esencial. En el caso de Khimera está presente en la manera de estructurar el relato. El armazón con la que nos presenta Gellida esta historia es un concierto. En él van asumiendo papeles en esa orquesta imaginaria, Rusalka, la soprano, y Frederik Keergaard, el tenor, a los que acompañan el resto de personajes sentados delante del piano o frotando las cuerdas de violas, violines y violonchelos. Con la batuta en la mano, el autor, César Pérez Gellida. Como un buen concierto empieza con un Preludio que enseguida capta la atención del espectador-lector, una leyenda que posteriormente entenderemos en toda su dimensión.

Tras esto, cuatro movimientos, Allegro Assai (2034), Adagio Sostenuto, Andante Moderato y Grave Lacrimoso (todos en 2054), rematados por un Rondó final que se ajustan a la perfección al contenido de cada parte. Dentro de ellos las escenas, como en las otras novelas de César, están situadas espacial y temporalmente.

Creo que aún no lo he dicho: Khimera es una distopía ambientada en un tiempo muy cercano, apenas alejada cuatro décadas de la actualidad, después de que una guerra de dimensiones épicas haya arrasado el mundo tal y como lo conocemos. No sé si en la forma esta novela será profética, como se atreven a adelantar algunos, si este planeta se parecerá a cómo lo recrea César, pero el fondo, las ideas subyacentes que quedan en la mente del lector son tan inquietantemente posibles que provoca cierto escalofrío.

Lo que plantea es un mundo dividido en bloques tras la Gran Guerra de Devastación. Con ese nombre podemos intuir qué es lo que nos cuenta que hemos hecho los seres humanos con nuestro planeta. Después de la guerra a finales de los años treinta, y de la que se conoció como Década Triste, el mando lo tiene la Asamblea, un órgano de gobierno formado por corporaciones empresariales. La democracia y el capitalismo se han superado y ahora se imponen las corrientes transhumanistas que no tienen reparos en traspasar los límites de la naturaleza. Esto tiene consecuencias, entre ellas un importante aumento de las diferencias de clase y la superpoblación. Es este precisamente uno de los que intenta solucionar la Asamblea, a costa de las vidas de los que considera humanos de segunda, sobre todo moradores y duendes, unos seres deformes que han nacido después del uso de gases tóxicos que han propiciado mutaciones genéticas en nuestra especie.

La tecnología lo controla absolutamente todo a través de la Lupa y la libertad ha quedado casi como un recuerdo, aunque quieres viven bien apenas se den cuenta de ello o, como en el caso de Patricia Jones, apenas parezca importarles. El dinero sigue moviendo el mundo (me ha hecho gracia que la unidad monetaria sean los culos) y para la Asamblea solo queda una amenaza que eliminar: Khimera, y más en concreto el último de sus integrantes, el último bogatyr, el único que sobrevivió al que nadie conoce.  Para algunos es héroe, para otros villano, pero todos le buscan por distintas razones.

Pero ¿qué es Khimera? Nos cuenta la novela que fue un proyecto gestado en Rusia, compuesto por agentes superdotados. Todos fueron exterminados; todos menos el bogatyr que intentará frenar el plan genocida de la Asamblea.

La novela, al arrancar, me pareció perfecta. El principio con esa leyenda despertó mi interés, pero una vez entrados en materia, cuando empezaron los datos sobre la Gran Guerra de Devastación, reconozco que me costó centrarme, porque me esforzaba en memorizar y eran tantos los acontecimientos que acabé aturullándome. Hasta que me cansé. Decidí que ya me enteraría más adelante, si era necesario, y si no mala suerte. El caso es que cuando me relaje y empecé a conocer a los personajes, en el segundo movimiento, me olvidé por completo de ese pequeño escollo y mi percepción cambió.

Después de esto la novela se vuelve muy visual y muy rápida, y a medida que vas leyendo muchísimo más. Los fragmentos se van acortando, las escenas cada vez más breves te van empujando a la siguiente y cuesta mucho soltar el libro. El ritmo vertiginoso de los acontecimientos, junto con una escritura sin escollos, sin artificios innecesarios, hace que te sumerjas en ella y cuando te quieres dar cuenta has llegado al final, que por otro lado me parece muy acertado.

Cuando estaba leyendo la última parte no podía dejar de pensar en un autor francés realista, y no porque escriba parecido a César ni porque trate los mismos temas. Me vino a la cabeza porque en su obra los personajes saltan de una novela a otra, apareciendo en ellas en distintos momentos de sus biografías particulares. Balzac, el autor al que me refiero, creó un universo propio y esto también me lo he encontrado en otro autor reciente, Fernando Trujillo. Me gusta la idea y, sobre todo, como es capaz de integrarlos sin que parezca forzado. Si no has leído los otros libros quizá son detalles que se te escapan, pero si sucede lo contrario es todo un acierto y establece cierta complicidad con el lector.

Los personajes de Khimera, como ya comenté, son los intérpretes de la orquesta. Al principio se nos da una breve descripción de cada uno y a medida que avanza los giros que toma la trama van a ir descolocando nuestra percepción sobre ellos. No sabes nada de ellos en realidad hasta que terminas de leer. Kai-Xi ha sido, sin duda, el que me ha sorprendido más. Supongo que a otros les habrá pasado con Rusalka, o con Frederick, o con el mismísimo Benjamin Harding…

Recomiendo esta novela a quienes disfrutan de los thriller, de las distopias y de las novelas que enganchan. No os vais a arrepentir.

Un dato significativo del trabajo bien hecho, no solo en cuanto a la escritura de la novela sino al apoyo que le ha dado la editorial es que cuatro días después de su publicación ya se anunciaba la segunda edición.


Ole por ellos, así se trabaja.