martes, 9 de marzo de 2021

RECUENTO

Hace un rato estaba viendo en un blog que hacemos poco recuento de nuestros logros, mientras que muchas veces nos paramos a hacerlo de los demás, sintiendo envidia.

Tal vez no le pasa a todo el mundo, solemos pintar la vida como la vemos, pasa por nuestro filtro y acabamos pensando que esa es la única verdad posible, sin cuestionarnos que, tal vez, sea solo la nuestra.

No suelo hacer recuento de mis propios logros, pero estos días, en concreto ayer, sucedió algo que esa entrada de blog me ha recordado. Y, mira por dónde, lo voy a recoger aquí.

Ayer, día de la mujer, La colina del almendro fue seleccionada por la aplicación de libros de Huawei para celebrar el día de la mujer. Es mi logro, pero ayer era un día de todas y la verdad es que preferí contarlo casi de pasada, tuve la sensación de que no venía mucho a cuento cuando era el día que era, con otras cosas que eran más importantes.

Ayer, día de la mujer, también dos de mis novelas fueron seleccionadas como lecturas para el día de la mujer por HarperCollins. De las siete que había separado la editorial, dos eran mías: La colina del almendro y Entre puntos suspensivos. Además, fui la única autora española en esa selección. Otro logro para mí que suma, pequeñas cosas que juntas, son mi biografía.

Única.

Me la he ganado yo sola. Sin débitos que deba pagar porque me he ocupado muy mucho de no endeudarme.

Ayer, en el día de la mujer, día que llevo celebrando más de treinta años de manera activa, me paré a pensar justo en esto. Es lo que tengo muy claro desde hace mucho: la lucha siempre tiene que incluir a uno mismo, ser personal y no debérsela a nadie. Los obstáculos no se solventan solo en manifestaciones masivas ni arengando a las masas, hay que remangarse y trabajar, y eso es lo que hago. Lo que llevo haciendo toda la vida. Por la igualdad efectiva, por romper los techos de cristal y por lograr avances. Esforzándome lo que sea. Aunque sean pequeños, son pasos que allanan el camino para mi hija. 

Terminar número 2 de una promoción universitaria en la que el 85% eran hombres, por ejemplo.

Ayer, día de la mujer, me lamenté de que muchas veces se nos llene la boca con la palabra sororidad, cuando en muchas ocasiones contra quienes más tenemos que luchar es con actitudes bochornosas que parten de mujeres que se hartan de decir que son feministas y después sus actos las desdicen. De eso nos queda también mucho que aprender. Mucho que avanzar.

Sigamos adelante, yo lo voy a hacer. Cordura no me falta. Corazón, mucho menos, es una cosa que no se puede fingir. Cuando se tiene, se nota y cuando no, muchísimo más.

Y voy a seguir sumando, porque para restar ya están otros.

lunes, 8 de marzo de 2021

LA SOCIEDAD LITERARIA DEL PASTEL DE PATATA DE GUERNSEY

O UN LIBRO EXCEPCIONAL LLENO DE DETALLES EXCEPCIONALES.

El título del post era tan largo que he tenido que optar por ponerlo dentro de la entrada porque no cabía. Y es que esta pequeña historia es eso, una excepción tras otra, un libro excepcional.

Permitidme que cuente esas cosas que me fueron llamando la atención.

La primera de ellas es que en la portada aparecen dos nombres. Lo primero que uno piensa es que fue un libro escrito a cuatro manos, algo que no es tan extraordinario, pues hoy en día quien más y quien menos ha escrito con otras personas. Yo misma, al principio de publicar, compuse un relato que está colgado en este blog con un autor. Fue muy divertido, porque teníamos que coordinar las partes, tan satisfactorio que después volví a repetirlo.

Ya no he vuelto a tener tiempo ni a nadie que lo tuviera para acompañarme, pero creo que es una de esas cosas que me gustaría hacer con una novela. Solo por ver qué saldría.

Los dos nombres que aparecen en la portada son Mary Ann Shaffer y Annie Barrows. La primera, editora y bibliotecaria, escribió este único libro que nunca se publicó mientras ella vivió. A terminarlo la ayudó su sobrina Annie, también escritora, y que fue quien puso todo su empeño para que las palabras de su tía no se quedasen en un cajón.

Gracias, Annie, es una verdadera delicia de libro.

Otra de sus cosas excepcionales es que se trata de género epistolar. A veces los autores nos decantamos por introducir cartas en novelas con narrador externo, porque en ellas se puede jugar a dejar que los personajes se expresen con su propia voz. Sin embargo, en menor medida se encuentran libros únicamente construidos a base de cartas. No digo que no existan, claro que los hay, y muchos, pero no es, por lo general y salvo excepciones, el género favorito del público. Eso sí, cuando un libro encuentra el tono en las cartas, son una delicia. Como estas que intercambia Juliet Ashton con los habitantes de Guernsey, una de las islas del Canal. El tono humorístico matiza la dureza del contenido, pues las misivas recuerdan los años de la ocupación nazi. Es una manera de contar las cosas que no se ahorra nada, pero lo enfoca de modo que el lector, aunque sabe que hay muchísimo dolor detrás, acaba leyendo con una sonrisa.

¿Acaso eso no es magia?

De este libro se ha hecho una película. Me parece excepcional porque si fuéramos capaces de contar los libros que se publican al año, nos daríamos cuenta que, porcentualmente, muy pocos acaban en la pantalla. Ni en la grande ni en la pequeña. Para mí, el resultado fue bastante pobre, he sentido mil cosas maravillosas leyendo el libro y con la película estuve a puntito de dormirme en el cine, pero eso es lo de menos. Alguien se sintió tan fascinado por sus palabras que decidió invertir en ellas y convertirlas en una historia visual.

Extraordinario.

No todo el libro son cartas, también se incluyen notas y telegramas, correspondencia mínima que hace avanzar la acción y que sirven también de motor para que el relato no pierda ritmo. A las cartas largas suelen seguirles otras más cortas que te empujan a seguir leyendo. Cuando te quieres dar cuenta, ya no te queda libro entre las manos.

¿Sabiduría de editora? ¿Don? ¿Casualidad? Ni idea, pero el resultado es magnífico.

Los personajes son deliciosos. Yo, que debo ser un poco rara, no consigo poner caras en mi mente a los personajes de ficción. Son emociones, olores, sensaciones. Muchos me gustan porque me recuerdan al mar, a un pastel de chocolate, al olor de mi hija o al amanecer entre los pinos, pero también los hay grises. Uno, en concreto, una mujer de Guernsey llamada Adelaide Addison, podía verla en mi mente: vestido negro, gesto adusto, nariz al techo y paso decidido para imponer su visión. Es la mala entre unos personajes adorables y yo no podía parar de reír cuando aparecía porque, más que mala, me resultaba patética, una inquisidora de pacotilla como muchas de las que nos rodean todavía en la actualidad, de ese tipo de gente que opina que todo el que no tenga su misma opinión sobre las cosas está completamente equivocado.

Genial el retrato.

Y la isla, qué voy a decir de la isla y de su historia, de la particular odisea de sus habitantes en aquellos momentos tan duros. La descripción alterna los recuerdos de los habitantes con la visión de Juliet. Un pasado de playas rodeadas de alambres de espino, otro más lejano de lugares donde sentirse libres. El mar y el cielo que es capaz de transformarlo. El olor y la vida de sus habitantes que encuentran en los libros no solo una manera de escapar de lo que les puede suponer saltarse el toque de queda una noche, sino esa paz y ese consuelo para los tiempos difíciles, esa manera de huir cuando no hay otro lugar al que escapar.

Libros que se disfrutan, que se leen y releen, sin competir a ver quién lleva más o quién lo termina más rápido. Qué tiempos aquellos en los que la vida no era una competencia.

Se lo recomiendo a la gente con sensibilidad y sentido del humor, a los que amen la literatura -hay multitud de referencias literarias- y a quienes disfruten con las historias que no necesitan sangre para reflejar el dolor. Te lo hace llegar de manera muy suave, pero igual de contundente. Lo sientes porque sabes lo que pasó en los primeros años cuarenta y, a veces, yo diría siempre, es más impactante una casa desnuda de paredes que la explosión de la bomba que la dejó así.

Yo encontré una edición de bolsillo que en papel me costó 6,95€. Muy bien invertidos, por cierto.


domingo, 7 de marzo de 2021

DIECISIETE PÁGINAS

Un prólogo.

Un capítulo.

Seis escenas.

Una carta.

Un par de docenas de personajes.

Ocho mil palabras.

Diecisiete páginas.

Un objetivo: 2023.



viernes, 19 de febrero de 2021

MANEJAR LA FRUSTRACIÓN




Una de las cosas que hay que aprender a manejar cuando decides publicar un libro es la frustración. Casi más que las palabras, casi más que el marketing, hay que saber cómo enfrentarse a muchos de los contratiempos que nos vamos a ir encontrando.

No es nada sencillo.

Conozco gente que se ha rendido, que se ha dicho un día que no tenía necesidad de pasar por esto, ha recogido los bártulos y se ha ido a su casa a ser feliz. Conozco gente que ha requerido de tratamiento psicológico, porque no es nada fácil no tomarse como personales algunas de las cosas que nos llegan a través de los libros (algunas son personales, siempre hay gente que usa lo que más duele para hacer daño a otros, es una de las leyes más antiguas de la selva, y esto es una selva).

Conozco a gente que va y viene, que desaparece cuando ya no puede más y regresa cuando le puede eso que tenemos todos dentro, que nos hace vibrar cuando estamos escribiendo, aunque sea una simple entrada de blog.

Conozco a otra que se quiere ir siempre, pero que no termina de hacerlo porque le puede la responsabilidad de compromisos adquiridos, y va ensanchando sus espaldas y cargando con cada vez más peso. No sé qué será de ellos cuando sea tanto que acaben vencidos. 

Nunca te dicen que, cuando escribas, lo primero que tendrás que aprender es a manejar la frustración, esa que deriva de que cualquiera, de manera anónima y en apenas cinco minutos -o tres, a veces no hacen falta más-, tiren todo tu trabajo de años con media docena de palabras que algunas veces son hasta mentira. Gente que no te conoce, pero opina, que es gratis y está al alcance de todos.

¿Por qué lo hacemos?

Me lo pregunto todos los días tres o cuatro veces, y en mi caso ni siquiera es por las recompensas externas. Sí, me leen. Sí, me llega mucho de lo que hago sentir, pero a veces escribimos para quienes queremos y de las personas que más quiero solo me lee una. 

Sé que si escribes me entiendes.

Sé que si solo lees, tal vez no.

Sé que somos seres raros que no sabemos trazar líneas y no rebasarlas si sabemos que nos hacen daño, pero es que hace tiempo que siento que esto es como una adicción: por mucho que sepas que te va a matar, no la abandonas.

Por mucho que sepas que eres carne de francotiradores, sigues.

MI PORTÁTIL Y YO

 


Si alguien viera mi portátil seguro que podría carita de pena. Está roto por setecientos veinte sitios: una esquina, se abre la zona de la pantalla, se me han borrado la mayor parte de las letras, no funciona la batería (ni encuentro repuestos), no va el wifi, me apaño con un USB externo que hace esa función, no va bien la cámara, he roto ya tres veces el cable que conecta la pantalla con el teclado...

Y seguro que me dejo cosas.

Podría decir que no estoy contenta con él, que me ha dado muchos problemas, pero estaría faltando a la verdad: mi portátil es la caña. Si está así es porque lo tengo desde septiembre de 2014. No ha sido un ordenador mimado, de esos que se tienen pero no se tocan, qué va... De él han salido montones de novelas, las que están publicadas y las que tengo en espera. He escrito varios cientos de entradas de este blog. He pasado muchas horas haciendo promociones en las redes sociales. He charlado con amigos. He visto comentarios. He lidiado con enemigos (bueno, esto es un poco hiperbólico, hay gente que me ha ido poniendo zancadillas una detrás de otra, pero no tienen entidad de enemigos, pobrecillos, bastante tienen con lo tontos que están...)

Y no me ha dado un solo fallo de los importantes.

Sigue siendo rápido, sigue teniendo un montón de memoria (los archivos de texto, que es lo que yo hago, no ocupan apenas) y quisiera seguir con él para siempre. Con todas sus taras, con sus miles de defectos, pero me gustaría no tener que estar embarcada en la tarea de buscarle sustituto.

Lo he hecho estos días.

De hecho, me compré otro, muy cuqui, que tuve que devolver a los dos días porque se ponía borrosa la pantalla.

He decidido retomar la búsqueda, aunque yo no soy de buscar aventuras, solo acabo embarcada en ellas por accidente, porque no queda más remedio o porque a veces uno necesita renovar el aire porque se ahoga y abre las ventanas un rato largo. No querría cambiar mi portátil, pero se va haciendo necesario.

Aunque duela desprenderse de todo lo que ha significado para mí.