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sábado, 29 de marzo de 2014

CÓMO ESCRIBO


Cada uno tiene su propio método de escritura, algo con lo que se siente cómodo e identificado y que le permite avanzar en las historias. Me he estado preguntando qué es lo que hago yo y es un poco caótico, la verdad. De hecho creo que en cada novela varío las estrategias, en función de lo que me apetece o de lo que me pide el cuerpo.


Su chico de alquiler la escribí a mano y en pasado. Después la pasé al ordenador, haciendo algunos cambios y sólo un montón de años después decidí cambiar el tiempo de la narración. Toda la novela fue reconducida, del pasado al presente y aproveché para actualizarla. En el momento en el que la escribí un teléfono móvil era ciencia ficción e internet algo a lo que no tenía acceso todo el mundo. Es la que sufrió un cambio más radical de todas.

La arena del reloj fue escrita desde el primer momento en el ordenador. Para ella me apoyé en la grabadora que conservaba de mis tiempos de locutora de radio. Fue quizá la más tecnológica, escribía con los cascos puestos, dándole a la pausa, llamando a mi padre por teléfono cada dos por tres para preguntarle cosas. Es un tiempo que costó por las circunstancias pero que recuerdo con cariño porque me hizo vivir con intensidad sus últimos meses, apretando ese lazo que siempre fue fuerte entre los dos hasta el punto de que siento que siempre está conmigo.

El medallón de la magia la escribí toda seguida, del principio al final, utilizando el ordenador. Ni siquiera la separé por capítulos en archivos distintos, fui uno detrás de otro. Cuando terminé y la leí necesité recolocar una parte pequeñísima de la historia, el primer capítulo es el último que escribí. Me documenté para los pequeños datos históricos que contiene y todas las notas están en un cuaderno de tapas rosas, casi todos relacionados con el Siglo de Oro y que sigo usando para la segunda parte, que digo yo que terminaré algún día. Otra que estoy escribiendo seguida, sin pausas, arrastrando cada vez que guardo el archivo todos los capítulos.

Detrás del cristal la empecé a mano. Después la pasé al ordenador y la abandoné años. Luego la retomé. Borré ochenta páginas de un plumazo porque estaba segura de que había errado el camino. Un día la retomé y salió sola pero cuando se la di a mis lectores cero me comentaron todos lo mismo: no estaba terminada. La historia que la distanciaba de una novela romántica al uso no la había terminado de contar. ¡Llevaban toda la razón! Era la primera vez que una de mis novelas pasaba un juicio antes de ser publicada y si lo pedí, pensé que lo sensato era pensar en lo que me habían contado. Varios fragmentos fueron escritos al final y otros modificados. Estuve haciendo correcciones hasta el día antes de publicarla. También escribí a mano algunas escenas que están en un cuaderno naranja que es para verlo. Empieza con párrafos de la novela, sigue con ejercicios de vectores, hay notas de la novela que acabo de terminar, incluso algún capítulo entero. Correcciones de erratas del medallón, alguna canción, frases para analizar, un eje cronológico, un relato corto, unas cuentas, apuntes para crear un marcapáginas, proyectos de novelas, la reseña de un libro, apuntes sobre narración, resumen de ventas de amazon…

La que acabé en el verano ha sido escrita a saltos, desordenada. Teniendo clara la estructura pero ya no he tenido un único archivo sino uno por cada capítulo. Tengo un esquema en unas cartulinas que me ayudó a organizar la información.


Así que, si me paro a pensar cómo escribo, la conclusión es... que escribo como me da la gana.

¿Tú cómo lo haces?

martes, 25 de marzo de 2014

INTERPRETAR UNA NOVELA: CÓMO ABORDAR UNA RESEÑA.


En los últimos años han proliferado en internet blogs que analizan novelas desde el punto de vista del lector y muchas veces me pregunto si hay normas a seguir para hacer este análisis. Muchas veces las reseñas se hacen desde la subjetividad más absoluta, como es mi caso, valorando las sensaciones que produce el texto en quien se acerca a él. Se quedan en las emociones que ha conseguido remover, dando quizá pequeños apuntes sobre la técnica utilizada por el autor. Evidentemente no hay reglas fijas para analizar una obra literaria pero existen determinados aspectos que pueden hacer del análisis algo más profundo.

Esto que planteo lo he recogido de aquí y de allá, de lo que veo y de algunas pautas escritas que pueden resultar interesantes para los reseñistas.

  • Autor y época del mismo.
Muchas veces nos paramos en el nombre del autor, sin analizar su biografía, su contexto cultural, donde nació... Esto, aparentemente banal, no lo es en absoluto. Conocer las circunstancias del autor cuando componía el texto ayuda a comprenderlo mejor. Ya hablé en el blog de la necesidad de conocer el contexto del autor para saber el por qué de determinados fragmentos del texto. Ilumina la interpretación y la enriquece.

  • Personajes.
El análisis, tanto el protagonista como el antagonista, es una de las cuestiones que no se pasan por alto. Los personajes son la base de la novela y ver su evolución a lo largo de la misma puede ser tan interesante como la misma trama. Podemos fijarnos en si son planos o redondos, si se aprecian en ellos cambios significativos a lo largo del relato.

  • Época en la que transcurre la novela.
Muchas veces nos encontramos con que la novela no transcurre en el momento histórico que está viviendo su autor y podemos analizar el acierto (o desacierto) del mismo al recrearla, del mismo modo que si lo que nos presenta es una historia contemporánea a la escritura. En este caso el valor de la novela, bajo mi punto de vista, se eleva porque la literatura es un reflejo de su tiempo. Por esa razón es frecuente utilizarla para comprender el periodo histórico en el que fue escrita. Sin querer le doy más importancia a las novelas que retratan la sociedad del tiempo del autor porque estoy convencida de que la experiencias vividas en primera persona tienen una correspondencia más intensa en los textos.

  • Estructura.
Podemos pararnos a pensar si la novela está armada en capítulos, si utiliza recursos con el flash back o la anticipación y analizar ese armazón que el autor ha urdido. Hay novelas en las que la estructura es esencial para su comprensión.

  • Ambientación.
Otro elemento clave son los escenarios por los que se mueven los personajes. Se puede hacer un análisis de si son reales o ficticios y en qué medida son capaces de sustentar la verosimilitud de la trama. Hay novelas en las que la ambientación ejerce un efecto mágico, que es un elemento que por sí mismo se puede casi convertir en un "personaje".

  • La sociedad.
Al igual que se construyen los ambientes se recrean las sociedades. En las contemporáneas podemos ver cómo se refleja la sociedad del momento y en aquellas fantásticas que crean mundos inexistentes podemos pararnos a analizar si lo que plantean podría darse hipotéticamente.

  • La mirada del autor.
Su visión del mundo, si es optimista o pesimista, se ven irremediablemente en cada párrafo. La voz narrativa, esa que nos permite reconocer el estilo tal y como se reconoce a un cantante, por ejemplo, puede ser otro elemento más a analizar. Si solo hemos leído una obra de él apenas podemos ser conscientes de esto pero si se trata de alguien con quien repetimos podremos observar si la narración sigue determinados parámetros que nos pueden indicar la procedencia del mismo.


Se puede hacer de mil maneras más pero estas pautas pueden ser un comienzo.

viernes, 28 de febrero de 2014

LA VOZ NARRATIVA: EL SONIDO DEL ALMA.


La voz narrativa es aquella que adopta el narrador a la hora de contar una historia. En los manuales se habla de tres tipos de voces: la del narrador homodiegético, la del autodiegético y, finalmente, la del exdiegético.

La voz se elige al empezar cualquier relato. En el primer caso, el narrador cuenta la historia desde dentro, a partir de su interior y se presenta en primera persona, aunque no siempre participando en la historia como protagonista de la misma. Es en el segundo cuando se convierte en narrador-protagonista, manteniendo esa primera persona o incluso hay veces de uso de la segunda. En el tercero, el narrador toma distancia con la historia, usando la tercera persona y narrando los hechos desde la distancia.

Eso dice la teoría.

Sin embargo, en todas las novelas, para mí hay otra voz: la voz del autor, lo que escuchamos los lectores cuando enfrentamos un libro. Es, o debería ser, única, personal e intransferible. Un rasgo esencial para distinguirlo del resto.

Pongamos un símil con la música. Si yo escucho una canción, la que sea, interpretada por Malú, sé que es ella porque reconozco sus giros, su tono, su manera de terminar cada frase. Da igual que ella cante algo que no forma parte de su repertorio porque inmediatamente lo hará suyo y yo, como espectadora, podré darme cuenta de que es Malú la que está interpretando esa canción.

Otro más. A la hora de contar un cuento, Caperucita por ejemplo, y aunque la historia sea la misma en esencia, cada uno le aportará sus matices. Puede que finjamos en un momento la voz del lobo feroz para darle más dramatismo, o incluso usemos un tono más agudo para las intervenciones de la niña, pero cuando estemos narrando, se nos oirá a nosotros mismos.

Pasa igual en la escritura. Cada uno, elija el narrador que elija, cuente la historia que quiera, tiene su propia "voz" que otros que nos hayan leído antes son capaces de reconocer de inmediato como rasgo de nuestra personalidad. Al principio, mientras aprendemos a escribir, podemos experimentar hasta encontrarnos pero una vez que la tenemos nuestra voz es nuestro sello, algo precioso que hay que cuidar y mimar.

Es el sonido del alma de cada escritor.

¿Permitirías que alguien te dijera cómo tiene que sonar tu alma?


Reflexión de un viernes gris.

viernes, 31 de enero de 2014

ENERO LECTOR


Si tengo que definir este mes de enero que se acaba, diría de él que se trata de mi enero más lector. Por mis ojos han pasado una docena de títulos.

Más o menos.

Los he ido agrupando en categorías.

* * *

Libros incompletos.

Lecturas que aún no he terminado porque lo que me pedían era leerlas despacio, saboreándolas.




Es el caso de En los lugares de la inocencia perdida, de José Luis Palma. Voy leyendo poco a poco, entre libro y libro. En realidad se cruzaron algunos que tenía que leer forzosamente y fui aplazándolo aunque sigo sumergida en la historia de Eduardo, Mareko y Dakota. Poquito a poco, recordando con ellos retazos de la Historia de nuestro país que se entremezclan con su propia historia personal. Me está gustando mucho cómo escribe José Luis Palma, seguro que repito con él en algún momento. (Digital)




Otro que no he terminado es Lágrimas de tequila, de Cita Franco Parrilla. La explicación para que esté incompleto es sencilla: son relatos. Siempre los leo con calma, de uno en uno. Me gusta que se queden conmigo un tiempo, pensar en lo que me han contado. Si los leyera seguidos creo que se perderían muchas sensaciones por el camino y por eso no corro. Me están gustando mucho, Cita tiene una prosa que te lleva de la mano y hay una inmensa ternura en este libro. (Digital)

* * *

Los obligatorios.

Lecturas (o relecturas) de clásicos que necesito revisar periódicamente.





Este mes ha sido el turno de volver a posar mis ojos sobre El árbol de la ciencia de Pio Baroja y de empaparme de novelas ejemplares de Cervantes. Han salido airosas del lance, Riconete y Cortadillo y El celoso extremeño. El licenciado vidriera no es que me haya emocionado, pero bueno, lo he leído a gusto, pero El coloquio de los perros... ese ha sido mi cruz. Seguro que no tenía el momento, quién soy yo para criticar a Don Miguel, pero vaya, que no he disfrutado nada, nada la lectura. Creo que de no ser por él, hubiera leído incluso algún libro más este mes. (Papel)

* * *

El divertido.

Ese que necesitas en los momentos en los que reír viene muy bien.


He vuelto a la jefa del Chick-lit, Shopie Kinsella, y me lo he pasado en grande con La reina de la casa. Al principio tuve la sensación de que no era su mejor novela pero poco a poco me fue convenciendo cada vez más. Lo que notaba es que quizá es el menos "ligero" de los que he leído hasta ahora de ella. La chispa que tienen otros no está tan lograda pero a cambio me encontré con algunas acertadísimas reflexiones que había ido dejando caer y que me gustaron. (Papel)

* * *

El intrascendente.

Ese que aunque no lo hubiera leído no habría pasado nada.


Como construir una súper heroína de Sandra Barneda. Cayó en mis manos una tarde, me la leí y poco más. Entretiene. Es corto. Poco más que decir, que creo que es uno de esos libros que se publican aprovechando el tirón de un nombre. (Digital)

* * *

Lectura cero.

De las que me hace llegar la gente que confía en que le diga realmente lo que pienso de diversos aspectos del libro antes de salir del horno (del todo).

O más bien diría yo, una relectura cero, porque ya lo había leído una vez, en una versión anterior. Como aún es pronto para hablar de ello, discretamente me guardo el título pero os diré que me ha encantado. Otra vez. Los pequeños retoques que se han hecho en la novela la agrandan aún más y cuando esté en las librerías (que va a estar seguro) voy a gritar a pleno pulmón que yo la leí de las primeras. Me tiene fascinada (¿se nota?). (Digital)

* * *

El que me sorprendió.

Porque lo encontré por casualidad y me dejó muy buen sabor de boca.



El chico perfecto no sabe bailar el twist de Bea Magaña. La razón para comprarlo fue tonta del todo. Yo no conocía a Bea pero su nombre me sonaba porque tenemos amigos comunes en Facebook, así que, a través de un enlace de Antonia Romero (gracias por descubrírmela) fui a ver la novela a Amazon. La mención a Segovia en la sinopsis picó mi curiosidad y allá que fui. Se saltó toda la inmensa lista de lecturas que tengo porque se me ocurrió empezar a leerlo y ya no pude parar. La historia que cuenta me gustó mucho pero para mí tenía el extra de mostrarme la Segovia que conocí en mi adolescencia, cada uno de los bares que frecuentaba, las calles, la plaza de toros... es que podía ver cada escenario en mi mente perfectamente dibujados. Me trajo además buenos recuerdos. Magia pura, Bea, no sé cómo darte las gracias porque aunque para otros lectores esto no sea tan relevante la ambientación, para mí sí que lo fue. Lo recomiendo. Y si eres de Segovia, más. (Digital)

* * *

Los que esperaba impaciente.

Esos que llevan en mi lista mucho tiempo pero que quería leer en papel.


El final del Ave Fénix, de Marta Querol fue el primero de ellos. Me lo trajeron los Reyes y en cuanto pude me puse con él, aunque es cierto que el prólogo me dejó tan tocada que tuve que hacer una pausa. Marta no lo sabe (si lee esto se enterará) pero hay una escena que viví en primera persona, algo que ella ha escrito en ese prólogo que me pasó cuando mi padre murió, en sus últimos momentos: una lágrima que los médicos pueden decir lo que quieran pero que para significó algo que la medicina no puede explicar. Después de esto me sumergí en esta saga familiar que cuenta parte de la vida de Elena Lamarc y ahí estuve, varios días esperando que llegase la hora de leer para poder ponerme con él. Ahora acaba de publicar Las guerras de Elena en papel y en cuanto lo vea me lo traeré para casa. Eso seguro. (Papel)


Y la última... Bajo los tilos de María José Moreno. No sé el tiempo que la he aplazado. Desde que supe que estaría en papel y que contendría algún capítulo más que la versión que yo tenía, la dejé de manera consciente porque además, aunque leo divinamente en mi kindle, aún sigo sintiendo que algunos libros especiales quiero tocarlos, olerlos mientras leo. ¡Tanto esperar y no me duró nada! La verdad es que está tan bien escrito, fluye de manera tan magistral que cuando te quieres dar cuenta... ¡lo has terminado! Me gustó mucho cómo María José ha sabido ir dosificando la intriga para que quieras leer y leer. No es casualidad que haya gustado tanto, es un libro de los que recomendaré sin lugar a dudas y ya he empezado a encargar alguno para regalar. (Papel)


Por cierto, hoy mismo, a las ocho de la tarde, en la Librería Luque de Córdoba, María José Moreno presenta su novela. Y a mí, por una pirueta del destino, me la va a firmar. Unas manos familiares harán de correo para ello, mi cuñada Pilar está allí y será ella la que asista a la presentación y quien se traiga el libro.

Hasta aquí este mes de lecturas, en el que no ha habido reseñas en el blog. La verdad es que he preferido relajarme un poco y dedicarme a leer, sencillamente, por placer. 

Como debería ser siempre.




lunes, 6 de enero de 2014

MULTIPLICACIONES EGIPCIAS: ¡MÁS QUE FÁCILES!

¿Alguna vez os habéis preguntado cómo multiplicaban los egipcios? Supongo que no, como no es normal tampoco preguntarse dónde guarda la vecina los botones que se le caen a las camisas, pero cuando os cuente el método que usaban, con el que probablemente hicieron los cálculos para construir las pirámides, seguro que lo que os preguntaréis es cómo habéis podido vivir todos estos años sin saberlo.

Ahí se me ha ido la mano un montón, me temo.

El método egipcio hace unos cuantos años que lo conozco pero siempre que se lo explico a los chicos, aquellos días raros en los que apenas hay deberes ni exámenes a la vista y los noto un poco dispersos, obtengo como recompensa toda su atención y se afanan en resolver ellos mismos multiplicaciones, sorprendiéndose de que sea casi tan rápido y tan sencillo como apretar las teclas de la calculadora.

Bueno, tampoco es eso. No es tan sencillo ni tan rápido pero es infinitamente más sorprendente.

Como lo más sencillo es empezar con un ejemplo, tomad lápiz y papel y seguidme. 

Vamos a multiplicar 18 x 11.

Para multiplicar colocaremos números en dos columnas. En la de la izquierda nuestro primer número, 18, y en la derecha el número 1. Después iremos doblando sucesivamente las dos cifras:

18          1
36          2
72          4
144        8

No seguiremos porque 8 + 8 = 16 y ya es mayor que 11, la segunda cifra de nuestra multiplicación, por eso ya no nos hará falta. Ahora, con las cifras de la derecha, buscamos sumar 11. Nos va a sobrar alguna fila, así que la tachamos. Sumamos el resto de las cifras:

18          1
36          2
72          4
144        8
198        11

Y ahora, la prueba de la verdad… Coged la calculadora (o usad la cabeza, lo que os resulte más fiable) y multiplicad 18 x 11. Sorprendente, ¿verdad? En realidad no hemos multiplicado en ningún momento, sólo hemos sumado.

Ya sé que siempre hablo de libros en este blog pero hoy, por alguna razón, me apetecían más los números.