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viernes, 26 de agosto de 2011

TURÉGANO

El pasado domingo empezaron las actividades de la semana cultural de Turégano, la que precede a las fiestas de septiembre. Volvíamos a nuestra casa, atravesando el pueblo por la carretera, cuando nos dimos cuenta de que estaban a punto de dar los premios del certámen de pintura rápida, en los que el castillo siempre se convierte en el principal protagonista. Nos paramos, por supuesto. Es alucinante lo que algunas personas son capaces de hacer. Mirad uno de los cuadros, pintado en solo unas horas:


Como no podía ser de otro modo, acabamos tomando algo en El Zaguán, una posada rural que hay en uno de los rincones de la plaza porticada. Hace años, cuando vine a vivir a Segovia, trabajé una temporada en este pequeño hotel. Puedo deciros que es uno de los más bonitos que conozco. En su restaurante se come de maravilla y siempre te reciben con una sonrisa, te alojes allí o estés simplemente de paso. El domingo, además de los cuadros diseminados por los soportales, había un coche aparcado en la puerta que llamó nuestra atención:



Al otro lado de la plaza vimos esta motocicleta. Una de dos, o era el día de los vehículos con solera, o es que Turégano sigue, como siempre, siendo un lugar lleno de magia. Ésta es la motocicleta, sidecar, o como quiera que se llame:


El caso es que, volver a Turégano, siempre me trae recuerdos. Y de ese trabajo, como recepcionista de El Zaguán, aún ha pervivido algo, aunque sólo sean unas palabras que al leerlas reconocí al instante como mías. A pesar de los años que han pasado, el folleto de publicidad de este hotel apenas ha cambiado y sigue empezando por unas líneas que escribí:

La Villa.

Cuando el viajero llega a Turégano desde Segovia, su vista tropieza, inevitablemente, con la plaza porticada y el castillo medieval, lugar tan repleto de historia como de fábulas. De la presencia de Fernando el Católico, Antonio Pérez, el Secretario Real de Felipe II, el Duque de Osuna o el Almirante de Aragón se tienen datos ciertos, amén de otros que forman parte de la leyenda popular.


Todo esto me recuerda que hay una novela terminada, una novela que empezará su andadura, si finalmente un trámite atascado no lo retrasa, a principios de 2012. El Zaguán y el castillo de Turégano, esta plaza porticada y algunos habitantes imaginarios tienen un gran protagonismo en esa historia llena de magia.

domingo, 21 de agosto de 2011

EL CALOR, UNAS FOTOS Y LAS FIESTAS PATRONALES.

¡Qué calor! Ni siquiera en Segovia, lugar al que todos le suponéis un clima gélido, se pueden soportar los días que llevamos. En mi casa, por lo menos, durante el día tenemos unos treinta grados en el salón, llegando a los treinta y dos cuando a mi hija se le "olvida" cerrar la puerta de la terraza. Por la noche la temperatura suele bajar mucho, pero en esta semana no ha bajado de los veintisiete. Con este calor la pereza se multiplica. Parecemos una manada de leones después de una buena comida, tirados en el sofá sin hacer nada.

Todo este tiempo lo he dedicado a pensar, y pensando pensando me he acordado de que llevo semanas aparcando hacerles unas fotos a mis libros. Me ha costado levantarme del sillón, ir a la estantería, sacarlos, buscar la cámara, fotografiarlos y volver a colocar todo. Después he tenido que darme una ducha porque ni os imagináis lo que he sudado. Menos mal que abandoné a tiempo el primer plan, que consistía en limpieza general. Así que, ya que me ha costado tanto hacer una tontería semejante, ¿por qué no compartirla?
Mis dos novelas publicadas, los relatos premiados y un homenaje a mi otra abuela.

A toda la pereza acumulada por el calor hay que sumarle el cansancio. Llevamos una semana de fiestas y, aunque sólo salimos un ratito, estoy agotada por la falta de costumbre y por la música de las atracciones que parece que tienen un altavoz encima de mi cama. Hoy acaban con una comida en el río y esta noche será raro no escuchar más chiscar las trallas (esto debe ser gacería, la jerga exclusiva de Cantalejo y significa golpear las trallas contra el suelo para que hagan ruido). Los quintos llevan desde el uno de agosto haciéndolo y hasta que no lleguen los quintos del año próximo no las volveremos a escuchar. Quiero decir que los que han alcanzado este año la mayoría de edad se han portado, han sido mucho menos pesados que los de otras generaciones. Pero hay que aguantar, es la tradición. Las consecuencias de quejarse contundentemente por esta costumbre forman parte de la peor leyenda negra de este pueblo, esa que no se cuenta en alto no sea que se despierten los fantasmas.