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martes, 27 de agosto de 2024

EMPEZANDO FINALES

Creo que en todas las etapas de la vida, hasta en los peores momentos, si sabes cómo, puedes rescatar algo bueno.

Yo en 2006 boqueaba como un pececillo al que han sacado del agua, intentando encontrar el oxígeno necesario para no asfixiarme. Tenía 36 años, dos niños muy pequeños y un marido con salud delicada. Y mi padre se estaba muriendo.

En esa situación, hundirse no era opción, porque sabía que nadie podría rescatarme, así que tiré de arrestos, trabajé el triple, dormí muy poco y me dediqué, mientras mi corazón se rompía en pedazos, a escribir una historia. Lo hice a cuatro manos, con mi padre, mientras él descontaba las horas y me iba regalando sus recuerdos felices. Los ordené con mimo, les di forma y los amarré a este mundo, porque a él no podía atarlo a mí para siempre, aunque fuera lo que más he deseado nunca.

Se me escapaba, como tiene que irse todo el mundo, y yo, con 36, me sentía como una niña pequeña a la que le apagan la luz de golpe y la dejan sola en medio de una tormenta.

La arena del reloj, el libro que salió de ahí, fue mi ancla y mi faro, y una vez que él se fue, esa historia me regaló una etapa muy feliz de mi vida. Tuvieron que pasar algunos años y algunas historias, pero al final se convirtió en una de las primeras novelas que se autoeditaron en Amazon España.

Una de las primeras que gustaron, todo hay que decirlo.

Mi padre, sin estar, estuvo conmigo desde el minuto uno en esta etapa de escritora.

La novela ha tenido dos portadas, una que le hice yo como pude y otra desde hace un año, cortesía de Estudios Álamo, que me la regalaron. Cumplió su función de abanderada, mostró que soy capaz de emocionar y de narrar, de fundirme con otra persona y que parezcamos una.

Pero ya está.

Hoy, 27 de agosto de 2024, esta historia ha puesto su punto y final.

Hace 18 años que mi padre se marchó y que di esta novela por terminada, una mayoría de edad suficiente para darle un descanso. Para que me suelte definitivamente de la mano y yo se la suelte a él. Nunca se va a desanclar de mi corazón, para eso debería haber sido un hombre gris y nunca lo fue, siempre brilló, con su inteligencia extraordinaria, su honradez y sus valores. Y si alguna vez se equivocó, como todo el mundo, supo hacer algo que mucha gente todavía tiene que aprender: pidió perdón y rehizo el camino.

Hoy, 27 de agosto de 2024, yo también empiezo otro camino, el de dar por terminados otros.

Y lo empiezo desde ese principio que fue La arena del reloj. Desde hoy ya no está disponible en ebook. Quedan dos ejemplares en papel, que compraré en cuanto me sea posible para que desaparezca definitivamente de Amazon.

Gracias por todo, papá.







miércoles, 11 de noviembre de 2015

EL FINAL DE UNA NOVELA ROMÁNTICA



A raíz de la lectura de la reseña de una novela romántica esta mañana, surge en mí la necesidad de escribir esta reflexión. ¿Por qué? Bueno, porque en esa reseña, la comentarista me ha demostrado, además de que ha hecho del libro una lectura superficial del todo, que no tiene ni la más remota idea de lo que es el género romántico.

Califica al libro de previsible.

¡Acabáramos! ¿Y le parecerá que ha descubierto América porque había “intuido” el final? Pues siento decir que no ha sido su intuición, ha sido que la novela cumplía a rajatabla las “normas” del género. ¡Porque las hay! La novela romántica, como todos los géneros que están asentados ya, las tienen y son muy claras. La principal, mirad en manuales si queréis, en tratados y hasta en la Wikipedia si no tenéis paciencia para más, es que el amor triunfe ante la adversidad. No es que haya averiguado con sus maravillosas dotes detectivescas que eso iba a suceder, es que TIENE que suceder para que la historia se adscriba en ese género.

Para que funcione.

Los finales de las novelas románticas tienen que ser positivos, dejando al lector con una sensación que es la que en realidad se busca al elegir este género. La justicia emocional, esa que en la vida muchas veces no se da, pero que en la ficción, que todo lo puede, nos permite hacer soñar. El lector de romántica, el de verdad, acepta esto y el que se acerca a él, a ver qué pasa… pues pasa que es capaz de llamar previsible, además señalándolo como algo negativo, a algo que no es más que parte de los arquetipos entre los que se mueve el género. Diciendo que el autor lo ha hecho mal… ¡cuando en realidad es todo lo contrario!

La novela romántica es una historia con final feliz. El argumento pone su principal foco en el amor, ya sea imposible o lleno de dificultades, amor que acaba venciendo, y detrás de esta primera historia puede haber otras subtramas que la enriquezcan, pero nunca debe perder esa “previsibilidad” en el final.

Que no es mala sino… norma.

Yo lo que he pensado al leer esa reseña es que mucha gente, cuando escoge un libro, no se conoce a sí mismo nada.