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jueves, 13 de diciembre de 2018

UN ABRAZO

Un instante que se prolonga más allá de la simple cortesía.
Mucho más.
Infinitamente más.
Ninguno de los dos afloja la presión, como si con ese gesto pudieran recuperar el tiempo que lleva aplazado.
No se mecen, se quedan quietos saboreando la sensación de, al fin, plegar la distancia hasta hacerla ninguna. Después, con lentitud, se separan y se miran, apoyados en sus frentes.
Un dedo recorre el perfil de una mejilla. Otro recoge un mechón de pelo detrás de la oreja. Unos ojos hablan de sentimientos que nunca salieron de su boca. Los otros suplican que no se atreva a ponerlos en el aire. Se romperá el hechizo. Se desvanecerá la magia enredada en la realidad, se complicarán las cosas, se desanudarán los lazos invisibles de esa complicidad que se ha ido haciendo infinita.
No quiere.
La necesita para seguir sintiendo la vida correr por las venas, para convencerse cada mañana de que hay que levantarse y enfrentar el día. Solo lo hace porque sabe que se tocarán sin rozarse, se escucharán sin oírse, se besarán sin usar las bocas y dibujarán sueños con retazos de canciones, con medias palabras que a veces son más grandes que algunas completas. Si ha aceptado ese abrazo es porque le ha prometido que solo será eso.
Un abrazo.






martes, 19 de junio de 2018

A SOLAS CON EL VIENTO




Hay gente que solo es capaz de vivir a base de emociones grandes. Necesita cambiar constantemente los escenarios, las personas, los trabajos, buscar a su alrededor algo que haga que la adrenalina corra por sus venas y active su organismo de manera salvaje. Necesitan vivir al límite.

Otras personas, lo contrario.

Necesitan muy poco. Un abrazo, unas palabras, un cielo azul, un te quiero a media voz, un gesto amable o dos minutos de música. Esas cosas tan sencillas llenan su corazón hasta desbordarlo de una felicidad que otros a veces no entienden.

No soy de grandes emociones, soy más de lo segundo. A mí las montañas rusas no me van, ya me pone en bastantes aprietos la vida como para subirme de manera voluntaria en ellas. Pero a veces, conformarte con poco tiene su lado oscuro. No haces ruido, parece que no te hace falta nada y hay días que fallan los abrazos, las palabras, el cielo azul, los gestos y la música.

No importa.

Hace mucho que descubrí que existían unos objetos mágicos, los libros, capaces de salvarme de cualquier desastre. Hace mucho, casi por casualidad, supe que tenía el don de escribir historias. Más o menos buenas, pero era capaz de hacerlo.

Desde entonces, cuando la vida me niega ese poquito de felicidad que necesito, no me desespero del todo. Sé que hay una estantería llena de tesoros en mi salón, sé que, si esos no me apetecen, solo tengo que cerrar los ojos un tiempo, abrir mi portátil y empezar a contar una historia. Tengo el poder en mis dedos y la música bailando en ellos siempre que quiera.

A veces salgo a esa mar sin rumbo a pescar palabras, me da igual si no regreso con las redes llenas. El caso es sentir el viento en la cara y contagiarme de la paz de la travesía.

Llega el verano, para mí la peor época del año por millones de razones, pero no me voy a preocupar. Tengo mi barca preparada para salir al mar. Las redes esperando a que conquiste cualquier orilla, a que me deje llevar.

Sin rumbo, sin compañero.

A solas con mis palabras.

A solas con el viento.

lunes, 28 de mayo de 2018

PÍLDORAS PARA OLVIDAR



Nos resistimos a que algunas historias terminen, pero la vida tiene eso, que no planifica los epílogos y algunas veces hasta acaba mal.

El final de una amistad, el final de un tiempo de sueños compartidos deja una herida que tarda mucho en curar. A veces haces como que no te das cuenta de que sigue abierta, esperas durante meses a que desaparezca. Pero no sucede. Un día, al pasar el dedo por encima con descuido, descubres que hay una sutura en tu alma. Que ya no duele, pero la cicatriz está ahí, para recordarte siempre que no imaginaste nada, que existió. Aceptas que ese tiempo no volverá, que igual que cambian todas las células de tu organismo periódicamente, los sentimientos mutan y se vuelven otros.

Pero cuesta tanto que estaría bien encontrar píldoras para olvidar.

domingo, 8 de octubre de 2017

FAROS (I)




Cierro los ojos frente al faro e imagino la historia de un barco que hoy busca su luz para esquivar las rocas. La tormenta de esta noche es de proporciones épicas. El barco está solo en mitad de las aguas, tan solo y aislado como la torre que vigila siempre desde la costa. Por su escalera de caracol sube el farero a la linterna. Se asegura de que todo funcione y, solo entonces, mira hacia ese mar embravecido que se ha empeñado esos días en mostrar su peor cara. Mientras, desde el buque, un marino ruega porque el farero esté en su sitio, vigilando que la lámpara no se apague.
Si él está ahí, será capaz superar la tormenta y sortear las rocas.
Como lo ha hecho otras veces.

#BuenasNochesConFaros