miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA MUSA Relato ¿mitológico? breve.



               Mi escritor me abandonó. Ya, ya sé lo que dicen, que somos las musas las que los abandonamos a ellos, pero en mi caso no fue exactamente así. Al principio…

               Mi escritor tenía ideas en su cabeza. Muchas. Las ponía en orden, creaba relatos pero todos ellos carecían de la calidad suficiente para ser bien considerados por los demás. Por más que se esforzaba, lo que le salía era mediocre, sin la emoción suficiente para que un editor sintiera interés por ellos. Cada madrugada se afanaba en conseguir inspiración, pero ésta no encontraba el camino hasta sus manos. Las ideas no parecían conectarse con sus dedos y no pulsaba las teclas adecuadas en su ordenador. Sabía que podía, pero estaba bloqueado.

               Ahí aparecí yo.

               Fue una noche cualquiera en la que había borrado ya todo lo escrito. Estaba a punto de abandonar cuando se acordó de que las musas existimos; recordó que había leído que tenernos cerca era como sentir que alguien te murmura palabras al oído que tú solo tienes que dejar que fluyan.

               -¿Dónde estás, musa? –susurró. No quería despertar a nadie en casa. Escribía en ratos robados al sueño y a los suyos.

               Yo escuché a lo lejos sus palabras y me acerqué hasta su lado. La desesperación en su rostro desapareció en el instante en el que, suavemente, toqué su frente. Entonces, febril, empezó un relato. La primera frase de su libro le salió de lo más profundo de su alma, según confesó tiempo después a quienes lo entrevistaban, pero no fue así: fui yo quien la puso a su alcance. Noche tras noche, madrugada tras madrugada, lo visité. Con mi ayuda fue componiendo la novela que soñaba, sin ser consciente en ningún momento de que no era él solo quien trabajaba.

               Meses después llegó el éxito. Las críticas positivas que al principio levantaron su autoestima y que finalmente transformaron a mi escritor en un hombre demasiado pagado de sí mismo. Le rodearon los aduladores. Pensó que estaba todo hecho y que cuando de nuevo se pusiera manos a la obra, con la segunda novela que ya habíamos empezado juntos, sería igual de sencillo que con la primera.

               Cometió un tremendo error que pagará siempre.

               Una humana.

               La confundió conmigo.

               Pensó que ella era su musa y se atrevió a invocar mi nombre poniéndole su rostro. Le dijo que sin ella no se sentiría jamás inspirado, que a partir de ese instante todo lo que saliera de su mente llevaría, irremediablemente, su sello. Su nombre.

               Hace meses que no hablo para él.

               Miro su rostro cuando se sienta al teclado y no acierta con el tono, ni con las palabras, ni con el argumento que le lleve de nuevo a lugar privilegiado donde le conduje con mi toque y no hago nada. No me muevo, no susurro aunque me invoque. Le miro sufrir, derrotado.

               No se puede abandonar a una musa por una simple mortal.

               Al menos, no a mí. Ahora soy yo quien le abandona.

               Para siempre.


   Las musas, según la mitología griega, fueron nueve: Calíope ( ‘la de la bella voz’) musa de la elocuencia y poesía épica; Clío (‘la que ofrece gloria’) musa de la Historia; Erato (‘la amorosa’) musa de la poesía lírica-amorosa; Euterpe (‘la muy placentera’) musa de la música; Melpómene (‘la melodiosa’) musa de la tragedia; Polimnia (‘la muchos himnos’) musa de los cantos sagrados y la poesía sacra;Talía (‘la festiva’) musa de la comedia y de la poesía bucólica; Terpsícore (‘la que deleita en la danza’) musa de la danza y poesía coral y Urania (‘la celestial’) musa de la astronomía, poesía didáctica y las ciencias exactas.

   Se les atribuye el poder de traer a la mente de los escritores mortales lo que van a relatar, otorgándole gracia y armonía al resultado. También se les atribuyen dones proféticos (mi pobre escritor del relato ya puede echarse a temblar). 

   Tanta es su fama, que hasta el mismo Dante, en La divina comedia, las invoca:

¡Oh musas, oh altos genios, ayudadme!
¡Oh memoria que apunta lo que vi,
ahora se verá tu auténtica nobleza!

   Yo, por si acaso, no voy a hacer que se enfaden conmigo...




lunes, 10 de diciembre de 2012

EL PRINCIPITO DE Antoine de Saint-Exupéry


Unos años atrás, esperando mi turno en una librería, observé como la dependienta envolvía en papel de regalo una lujosa edición de este maravilloso libro. Me había llamado la atención y había tenido un ejemplar en mis manos, valorándolo como una joya que es. Incluso me tentó comprarlo, pero era demasiado caro y entonces tenía otras prioridades más urgentes que el comprar un libro repetido.



Pero no fue eso lo que más me llamó la atención, sino el comentario de la compradora: había elegido el libro para un niño de apenas seis años, esperando que le gustase mucho. Mi mente malévola pensó: espera sentada. Un niño de seis años no puede jamás encontrar la belleza que encierran cada uno de los párrafos de esta novela, sencillamente porque no está preparado para entenderla. Como mucho, podría disfrutar de las ilustraciones pero me preguntaba si sería capaz de apreciarlas también en su justa medida y mi cerebro insistía en la imposibilidad de ese hecho.

Hay multitud de fragmentos en el libro que son poesía en prosa, sencillez cargada de una profundidad inusual, y hoy, en lugar de reseñar un clásico que casi todo el mundo conoce, me limito a rescatar de uno de ellos la más hermosa definición de amistad que conozco.

" -¿Qué significa "domesticar"? –volvió a preguntar el Principito.
-Es una cosa ya olvidada –dijo el Zorro-, significa "crear lazos"…
-¿Crear lazos?
-Efectivamente, verás –dijo el Zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Tú tampoco tienes necesidad de mí. No soy para ti nada más que un zorro entre  otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo… "

viernes, 7 de diciembre de 2012

FAN FIC DE… SU CHICO DE ALQUILER


Hace tres años le daba clase a Olga, una adolescente por entonces de quince años. Un día me dijo que escribía cada noche un fan fic en un foro y estaba muy contenta porque tenía 22 seguidores de su historia. Me llamaron la atención tres cosas en esa conversación: primera, que me encontraba ante alguien con mis mismas inquietudes literarias; segunda, me moría de envidia porque yo en mi blog, por entonces, tenía menos de 22 seguidores (quizá no tenía ni media docena) y tercera, no tenía ni pajolera idea de qué era eso de un "fan fic". Olga se encargó de contarme que era una historia inventada, en la que se usaban como personajes tus cantantes favoritos, o los personajes de libros de éxito.



Con el tiempo y las visitas virtuales por este universo llamado internet, descubrí que existen multitud foros con historias en esta línea, tantos que si a alguien le da por hacer un estudio un día sobre el fenómeno se puede volver medio loco. Simplificando, me di cuenta de que cualquier libro de éxito, sobre todo en juvenil, tiene sus correspondiente fan fic. O varios. Los personajes de Harry Potter o de Crepúsculo "viven" en la red peripecias que no han sido imaginadas por J.K. Rowling o Stephanie Meyer, sino por adolescentes que como Olga entretienen su tiempo libre tejiendo tramas nuevas.

¿A qué viene todo esto? Pues a algo que descubrí ayer por casualidad.


Estaba buscando Su chico de alquiler, el enlace de Amazon, en un ordenador que no era el mío. Como en él, Google no está acostumbrado a mis búsquedas, se me olvidó poner Amazon y salieron páginas diferentes a las habituales. La primera, este enlace que pinché alentada por mi curiosidad:

                                                        
Ahí, en un foro, empezaba un relato que se llama como el mío, Su chico de alquiler, pero con ciertas variaciones, por supuesto. Ya no transcurre en Madrid, sino en Londres y los protagonistas… pues no son exactamente los mismos son…

¡Harry Potter y Ginny Weasley!

Estuve un tiempo perpleja, intentando asimilar qué proceso mental ha llevado a alguien a fusionar a estos personajes con los míos, pero enseguida se quedó dibujada una sonrisa en mi rostro.

Me parece un honor.

Sinceramente.

Hay a quien no le gusta esto, porque les parece que vampirizan sus ideas, pero yo no lo siento así. Es extraño, eso sí. Dos personajes que conozco, de una autora a la que siempre he admirado, se han ido a colar en un relato que escribí hace años. No me imagino a Harry en el papel de Javier, no tienen nada que ver, y Paula es puro temperamento, a años luz de Ginny, pero ese no es mi problema, veremos cómo la autora de este relato se las arregla para seguir adelante.

Me han dicho muchas veces que con una vuelta más, Su chico de alquiler tiene alma de película y quizá es cierto. Si me hubiera llegado una oferta de una productora para valorar si merece la pena ser llevada al cine no me hubiera quedado tan asombrada como con esto. Es algo que yo creía que sólo le ocurría a quienes son superventas y la mía, aunque se ha puesto muchos días número uno en Amazon, en juvenil, no es que sea de las habituales del top 100. Toda esta historia me lleva a una pequeña reflexión: ¿qué pasaría si este libro tuviera detrás una campaña de marketing? Si él solito, sin apoyo apenas, ha conseguido atención suficiente para convertirse en un fan fic, lo de la película caía fijo, jajaja.

Entre el montón de cosas curiosas que llevo vividas desde que comenzó mi aventura literaria, esta ha sido una de las más sorprendentes.

¿Os ha pasado alguna vez algo impensable?

martes, 4 de diciembre de 2012

ESCRITORES, NOVELISTAS Y ALGUNAS GENERALIDADES PREVIAS A ESCRIBIR UNA NOVELA.



Escribir no es solamente juntar palabras con coherencia sintáctica. Implica, además, reflejar la sensibilidad del autor, su cultura y su capacidad para emocionar. Por eso, no todo el que escribe de manera correcta, tiene talento literario. Viviríamos rodeados de escritores. Prácticamente todos los autores de buenas reseñas literarias en los blogs, serían escritores, porque tienen soltura para expresar su opinión y construyen textos que se entienden, ¿no? Un escritor, necesariamente, tiene que tener algo más, un don para tocar el alma de sus lectores.

Sin embargo, existen fórmulas para escribir novelas, generalidades que pueden lograr que casi cualquiera que se exprese medianamente bien y tenga imaginación suficiente, pueda lograr construir una novela entretenida y solvente. Estaríamos entonces, ante un novelista.

¿Queréis saber cómo? Hace meses estuve investigando y entre mis papeles han aparecido las notas que tomé. Hablaban de la creación de un best seller, generalidades a tener en cuenta antes de enfrentarse incluso a empezar la construcción del texto. Eran pocas instrucciones y me tomé un tiempo en anotarlas.

Empezaba diciendo que lo primero, lo fundamental, era pensar en un argumento que distraiga. Evidentemente, si ideamos una novela en el que el centro de la acción sea el aleteo de las moscas, no podremos ser Pepita Pérez, la secretaria de un taller de coches, futura novelista de éxito: tendríamos que tener un talento especial, ser capaces de emocionar desde la nada más absoluta, espacio reservado solamente a quienes he llamado escritores al principio.

Lo siguiente que recomendaba era que no se podía dejar nada a la imaginación del lector. Todo hay que enlazarlo, atarlo, no hacer trampas en definitiva. Pues esto que parece una perogrullada, no lo es. Es mucho más complicado de lo que puede parecer en principio. Muchas novelas, publicadas con el apoyo de grandes editoriales, están llenitas de trampas.

La tercera instrucción hablaba de los personajes. Recomendaba que fueran familiares, identificables, cercanos… Debían ser humanos pero con algo especial, tampoco valía cualquiera. Pensé que es sensato, de hecho, algunas de las novelas que más me han gustado tenían como protagonistas a personajes con los que podrías cruzarte en el metro. Gente con aspecto normal, pero que en el fondo no lo son tanto. Por eso no son personas, sino personajes.

También se acordaban del lenguaje y en este caso no había dudas: preferiblemente, inclinarnos por una prosa cercana y comprensible. Nos aseguraría llegar a un número mucho más elevado de lectores.
Uno de los pilares del best seller es encadenar conflictos, sin dar un solo respiro al lector. No sé dónde, hace años, leí que Ken Follet se lo planteaba como reto, que no se superasen las dos páginas de lectura sin que la acción avanzase. Eso le da ritmo a las novelas, el lector continúa leyendo casi sin darse cuenta de que está siendo llevado de la mano. Para esto había un truco: acabar un capítulo con un gancho, una pequeña anticipación de la acción del siguiente que obligase a seguir leyendo.

Finalmente, optar por los finales de película, pero no de una película de cine Croata (lo siento, he visto un cartel del cine club, donde había un título algo así como ¿Qué es un hombre sin bigote?, dentro de un ciclo de cine Croata subtitulado y me ha podido), sino una de esas películas cuyos finales se te quedan grabados, aunque sea previsible. Eso no importaba mucho, a veces los lectores están buscando en la lectura puro entretenimiento.

Dicho todo esto, me apunté las instrucciones pero siento decir que no fui capaz de hacer caso a casi nada. Sigo escribiendo por puro instinto. Ni siquiera soy capaz de hacer un esquema y seguirlo. Las navidades pasadas comencé una novela experimental, tenía todo clarísimo y antes de darme cuenta había perdido el hilo. A saber qué saldrá.

Reflexión de un martes lluvioso…

viernes, 30 de noviembre de 2012

RESPIRA...


Respira…

Llevo así toda la tarde.

Obligándome a respirar y a contar hasta diez.

Hace unos días, La arena del reloj tenía nueve comentarios. Algunos procedían de personas que conozco, o más bien de personas que he conocido después de que ellos se enteraran de que estoy en el mundo a través de la novela. No hay ningún comentario de mi familia porque, aunque una persona ha tratado varias veces de expresar su opinión, al ser alguien próximo a mí, no se la admiten. ¡Tócate los pies! Como que no hay comentarios en Amazon que proceden del entorno de los autores, que deberían estar eliminados por esa regla de tres. Más de dos casos conozco…

Mi amigo Enrique Osuna (perteneciente al grupo de personas que he conocido a través del libro) retiró su comentario, como todos los que hizo en esta página, por las razones que explica en su blog y que yo conocía de antemano. Me pareció perfecto, cada uno es libre de expresar su opinión y cambiarla, o no querer que esté visible. Al fin y al cabo los dos sabemos lo que opina de la novela, hemos hablado de ello en privado y a mí, con eso, me basta. Es más, me sobra con que la leyera y nos pusiera en contacto hace ya un año porque me dio la oportunidad de conocer a una gran persona. Esto no me enfadó, ni muchísimo menos, porque fue decisión suya, de quien subió el comentario.



Hoy he perdido otro comentario en El medallón de la magia. Porque sí. Porque a alguno de los entes misteriosos que se ocupan de esta página no le ha parecido bien y lo ha fulminado. Tenía cinco estrellas y se ve que han pensado que eran muchas. ¡Fuera! Sin más.

Me ha sentado mal, pero peor ha sido cuando me he empezado a dar cuenta de que no era a mí sola a quien le le estaban desapareciendo comentarios. Hay quienes han perdido muchos más en esta poda de puntuaciones del último viernes de noviembre.

Mal de muchos… Hasta me conformé, soy así…

Hasta hace un rato.

He recibido una nueva opinión de cinco estrellas. En Su chico de alquiler. Ahora que está número uno en juvenil. Precisamente ahora, después de que lleva mucho tiempo ahí y a nadie se le había ocurrido dejar sus impresiones en la página española, porque en la de Estados Unidos hace tiempo que sí la tiene.

¿Problema?

Pues que el autor de ese comentario no se ha leído una sola línea de mi libro, sólo lo ha hecho para colar un enlace a una novela con la que no me da la gana que se relacione a la mía. He escrito un correo para quejarme, pero no he recibido respuesta. A lo mejor están cenando todavía.

Lo que no entiendo de esto es me quitan opiniones de gente que SE HA LEÍDO mis libros y me dejan una de alguien que encima de que sus palabras demuestran que no ha puesto nada más que vaguedades que no dicen nada, te lleva a un libro con el que no tengo nada que ver.

No me da la gana de que se quede.

He denunciado un abuso.

A ver si hay suerte y mañana no está.

(Dos días después, el comentario sigue, pero esta vez, la respuesta que he recibido es mucho menos tajante y se plantean investigar a una persona que tiene más de cien comentarios en la misma línea que el que me ha dejado en el libro. No creo que suceda nada. Incrédula que me estoy volviendo...)