jueves, 31 de enero de 2013

GESTOS, PALABRAS, NOTICIAS...

Ese día hacía un calor mortal. Como en casa eran difíciles de soportar los más de treinta grados en el salón, decidí coger a los niños y bajarlos al patio del edificio donde, no sé por qué, siempre hace muchísimo frío.

Faltaba poco para que su padre volviera de trabajar y le esperaríamos los tres mientras jugábamos un rato.

Llegó puntual, como siempre, aunque algo en su rostro me dijo que traía dentro una noticia que no me iba a gustar. Siempre he sabido leer cada uno de sus gestos, aunque quiera ocultarlos.

Al lado de los buzones me dio un abrazo inesperado, fuerte, como si con ese preludio quisiera espantar el rastro amargo de lo que tenía que contarme. Después, sin preámbulos que lo hicieran todavía más doloroso para él, lo soltó:


-Tu padre me ha llamado esta tarde… Tiene cáncer.

En mi interior, lo sabía. Las alarmas llevaban tiempo disparadas y mi sexto sentido, ese que odio con todas mis fuerzas porque nunca se equivoca, me lo había susurrado días antes.

No sé por qué reacciono así. Supongo que es un mecanismo de defensa, pero en ese momento no lloré. Mantuve cierta calma, mientras subíamos a casa. Me decía que siempre hay una solución, un tratamiento, que la gente lucha y se cura, que lo he visto otras veces en mi propia familia… Me estaba protegiendo del dolor con pensamientos positivos, incluso mientras hablaba un poco después con mi hermana por teléfono y ella me regañaba porque decía que no estaba siendo razonable, que el diagnóstico era demoledor. Que tenía que despertarme del sueño de un final feliz.

Lloré, claro. ¡Cómo no hacerlo! Cuando se desdibujó la coraza, el mundo se me vino encima y lo regué con una lluvia de lágrimas.

Los días siguientes mi cerebro se desbocó. Quería hacer algo, aunque no fuera consciente de qué era lo que podía suponer una solución. De pronto, una idea se coló en mi mente: tenía que decirle que me contase quién había sido, cómo había logrado convertirse en el hombre que era. Teníamos que escribir juntos su vida, ese plan que estaba aplazado para momentos con más tiempo, para cuando mis niños no me necesitasen tanto. Tenía que apresar cada instante que nos quedase juntos y hacerlo especial.

Me compré un portátil y juntos empezamos a escribir La arena del reloj.

Hoy, años después, sé que no pude tener mejor idea. No lo mantuve conmigo, no se puede luchar contra el destino, pero se quedaron en mí sus recuerdos, su historia, y sus palabras, y cada vez que veo este libro me siento orgullosa de ser su hija.



miércoles, 30 de enero de 2013

CRÍTICAS DESTRUCTIVAS



Esta mañana, al abrir el correo, tenía un email de una compañera escritora. Me remitía a un enlace, una reseña sobre su novela y me pedía que la leyese. Obediente, lo hice.



Lo que me encontré… me dejó perpleja por varias razones. La primera es que la crítica pretendiendo ser constructiva era, directamente, demoledora. Lo segundo es que se trata de una novela que yo ya he leído, y nada de lo que decía ese comentario me parecía demasiado acorde con lo que yo recordaba haber sentido en mi lectura. 

Parecía, directamente, que habíamos leído dos textos diferentes.

Sé que cada uno puede tener su opinión, y los blogs están para opinar y su trabajo es encomiable y muy respetable, pero siempre he detectado cierta unanimidad en el criterio a la hora de abordar las novelas, salvo en este caso, donde lo que se decía del libro no estaba acorde ni con lo que yo había leído ni con lo que el resto de reseñadores (bastantes ya) había detectado hasta el momento. Sé que los blogs ayudan a los lectores tanto como a los escritores, su mérito es muy grande y no se lo voy a quitar nunca, pero hay veces extrañas que esto pasa.

He estado pensando en que estos tiempos de internet nos mantienen en contacto con los lectores, lo que es bueno, pero estamos expuestos a las críticas mucho más que nunca. ¿Cómo nos las tomamos? Cada uno, supongo que reacciona teniendo en cuenta su propia sensibilidad y creo que todos procuramos aprender de lo que nos van diciendo. Al menos yo lo hago. Sin embargo, cuando te encuentras con que los argumentos que se esgrimen no son de peso sino valoraciones personales, demasiado subjetivas, cuando lo aprovechable de ese comentario es cero, te destruyen.

"No merece la pena leerte".

Eso me lo han dicho a mí. Cierto, una sola vez y una sola persona, pero suficiente para que te sientas fatal y te entren ganas de mandarlo todo al carajo, de cerrar el blog, tus perfiles en las redes, descolgar tus novelas de Amazon e irte a tu casa, tranquilamente, a ordenar armarios.

Cuando me sucedió a mí me puse a valorar las razones que habían empujado a esta crítica y las encontré lejos de lo que es el plano puramente literario, así que respiré hondo, no contesté a provocaciones y me dediqué a seguir haciendo lo que más me gusta: escribir. Si  a alguien no le merece la pena leerme, que no me lea.

Así de sencillo.

A mi amiga escritora, ya se lo he dicho, le recomiendo tranquilidad. Escúchate a ti misma, piensa en la razón por la que escribes y valora que, frente a esa única persona, hay muchas más que han disfrutado con tu libro.

Piensa que, quizá, esa persona para ser feliz necesita robar la felicidad de otros. Piensa que a veces, ciertos comentarios, definen más a quienes los hacen que a quienes los reciben.

sábado, 26 de enero de 2013

DICEN POR AHÍ...


Dicen por ahí que en esta vida hay tres cosas que uno debe hacer:
               - plantar un árbol
               - escribir un libro
               - tener un hijo

Dicen también que eso no es difícil. Lo difícil es:
               - que el árbol crezca…
               - que el libro sea leído por alguien…
               - que el hijo se convierta en persona.




El árbol… lo planté hace tiempo.

El libro... lo leyeron ya.

Mis hijos crecen y, de momento, se parecen bastante a lo que asumo que es una persona.

Ayer vi Hermano Mayor y creo que es en esto en lo que tengo que poner más interés. Aunque sólo sea por seguir conservando las puertas de mi casa sin agujeros o que ninguno de ellos, dentro de unos años, decida que de mayor lo que quiere ser es narcotraficante.

Feliz fin de semana.

miércoles, 23 de enero de 2013

UN AÑO DE MAGIA: EL MEDALLÓN...


Esta entrada nocturna tiene un poco de nostálgica. Hace un año que redacté estas líneas. Hace un año estaba todo decidido para que El medallón de la magia empezara a dar sus primeros pasitos en papel. Para llegar a Amazon todavía le quedaba un poquitín.


     Salío con una portada curiosa, una en la que vemos la marca de bruja de Amanda. Poco después, cambié de idea y utilicé la portada original, la primera que hice para esta novela, en la que el medallón toma protagonismo. Entre todos los colores que usé, al final me quedé con el morado, que no sé por qué, en pantalla se ve azul...

Os he contado de qué va, entresijos de su creación, escenarios en los que sucede...



      Me falta enseñaros las dos últimas páginas, los agradecimientos...


Esta novela nació, sobre todo, por Alejandro, mi hijo mayor. Él, con su imaginación y sus ganas de leer una historia de espadas y magia hizo que arrancase en mi cabeza este cuento de una bruja y un soldado. Me ayudó a ponerle nombre a los personajes; se llaman, salvo los que debían tener un nombre concreto, como sus amigos. Algunos reúnen en su nombre a dos o más personas que los dos queremos. También me ayudó a buscar los escenarios en los que debían transcurrir las aventu­ras de Amanda y Alonso y me fue sugiriendo la trama. Por supuesto, en esta historia no podía faltar Turé­gano, donde él tiene sus raíces y su corazón.

Quiero darle las gracias también a Ana Esteban, que leyó la pri­mera el manuscrito y dibujó el medallón. Eres una luchadora, la mejor derrotando a coco­drilos, tú sí que mereces una historia. Gracias por tu insistencia para que no dejase esta aventura escrita, como tantas otras, abandonada en un cajón, con la excusa de que a mí no se me dan bien los finales.

Gracias a Estela y a Rubén por hacer que mi trabajo sea uno de los motores de mi vida. Vuestro esfuerzo y lo que conseguís con él es la mejor recompensa. Habéis aprendido que estudiar es sólo para voso­tros, para haceros crecer como personas, pero repercute en mí porque me hace sentir que vale la pena el esfuerzo diario. Me dais mucha envi­dia, yo también quiero tener la edad de Amanda…

A Aitana, que va entendiendo que también escribo para ella.

Gracias a Pilar, bibliotecaria de Cabanillas del Campo, por molestarse en buscar muchos de los errores que contenía el manuscrito y por suge­rir correcciones. Su entusiasmo se contagia. Gracias a Verónica, a la que literalmente atraqué para que se lo leyera y que curó mi mano iz­quierda para que pueda seguir escribiendo.

Un millón de gracias Eva Ortiz, bibliotecaria de Azuqueca de Henares, que lleva años creyendo en mí, teniendo menos dudas que yo misma. Gracias por la presentación de La arena del reloj, fue muy emocionante y por empeñarte en que detrás de mi nombre ponga es­critora. Dicho por ti suena grande. Te inventaste muchas cosas que hicieron que mi adolescencia fuera muy intensa.

Muchas gracias a todos mis amigos blogueros, que han compartido con entusiasmo mi mundo en esos universos tan suyos y tan mágicos que son los blogs. Llenáis de calor el frío mundo virtual. Gracias por no dejar que me acomode, por exigirme un poco más.

Una mención especial a Barby, que se quedó en el camino, lleván­dose con ella toda la magia. Siento haber tardado tanto en compartir esta historia contigo.

Este año, a través de El espejo de la entrada, he conocido a mu­chos escritores que están empezando y que, estoy segura, van a ser muy grandes. Lo mejor es que algunos de ellos puedo acoplarlos también en mi lista de amigos. Sois bastantes, así que, como no quiero dejarme a nadie, igual que en el caso de los blogs, no pondré nombres: vosotros sabéis quiénes sois, al fin y al cabo sois expertos en leer entre líneas.

Sobre todo, gracias a Alberto, que me quiere, me escucha y, cuando me doy por vencida, me empuja para que siga adelante. Te quiero.

Gracias a ti, que no me has dejado abandonar y has estado siempre ahí, empujándome.

Pido perdón desde aquí por los errores de maquetación pero mis conocimientos llegan hasta donde llegan y he sido incapaz de casar a las viudas y consolar a las huérfanas.

Prometo seguir intentándolo.

Felices sueños...

¡Por cierto! Un pajarito me ha soplado que lo empiezan a leer en el instituto!!!


lunes, 21 de enero de 2013

CÓMEME DE LINDA JAIVIN



Sinopsis:

Julia, fotógrafa obsesionada por los chicos jóvenes y la cultura china; Helen, profesora de ideología feminista a la cual traicionan deseos inconfesables; Chantal, editora de una revista de moda y con tendencia a dejarse seducir por nuevas experiencias; y Philippa, escritora en ciernes que oculta su lesbianismo y su pasión por los juegos sadomasoquistas. Cuatro amigas australianas que se reúnen en sus casas, en cafeterías y restaurantes para contarse sus opiniones sobre los hombres, las conquistas amorosas, los escarceos eróticos y sus fantasías sexuales.

Un libro imprescindible para saber de qué hablan realmente las mujeres... cuando hablan de hombres.

Mis impresiones:

No suelo leer novela erótica. No es un género que me llame especialmente la atención, de hecho, quienes me conocen saben que a las páginas "eróticas" de las novelas románticas que ocasionalmente leo, suelo llamarlas "PG", páginas pegote, porque me parece que la mayoría de las veces no aportan demasiado a la trama y se repiten sospechosamente. Creo que se añaden a las novelas para acercarlas a un determinado sector del público que se siente atraído por este tipo de literatura.

Una de las sagas en las que más me molestó la introducción de este tipo de escenas fue Los hijos de la Tierra, de J.M. Auel, porque considero que deslucen el resultado final de la obra, la alargan innecesariamente (ya es larga en sí misma) y aunque logran que sea leída por más gente, no sé si habrá otro tipo de lector que sin ellas también podría disfrutar del resto de datos que contienen, que aproximan a nuestros ojos un período de la Historia que a mí me parece fascinante: el momento en el que dos especies están pujando por la supervivencia en el planeta. De hecho, hace años mantuve una conversación sobre este tema, con alguien que había desistido en la lectura de estos libros precisamente por esto.

Quizá esa sea la razón por la que no tenía previsto leer Cómeme.

Aunque la tenía en casa.



Sin embargo, un sábado que hacía mucho frío, volví la vista hacia la estantería y me quedé mirando la portada. Me levanté de la silla, agarré el libro, cogí una manta y un café y empecé a leer.

Antes, sin embargo, me advirtieron: no te asustes cuando empieces. ¡Menos mal! Las primeras páginas me tuvieron desconcertada. La escena en un supermercado es de alto voltaje y por más que me empeñaba, mi cerebro me gritaba que era completamente inverosímil lo que me estaba contando. Hasta que entendí el porqué. Philippa, una de las cuatro protagonistas de la novela, es escritora y está mostrándoles a sus tres amigas, Chantal, Helen y Julia, el relato erótico que acaba de terminar. En realidad la novela todavía no había empezado…

A partir de ese momento, el libro se suaviza, empieza a desarrollar una trama que se asemeja a la de cualquier novela que hayas podido leer antes, pero insertando en ella pasajes en los que los encuentros y las fantasías sexuales de las protagonistas son narrados con un tono, un vocabulario y un pulso literario que no me había encontrado hasta ahora en esas "PG". Quiero decir que el lenguaje que utiliza no cae en la vulgaridad. Tampoco es cursi, logra un equilibrio que dota de solvencia a la novela, y que se refuerza con una trama de enredo en la que tiene mucho que ver un joven músico, Jake. Linda Jaivin no se queda en la superficie, araña en la psicología de estas mujeres y hace que reflexionen, por lo que en algunos momentos el contenido erótico de Cómeme pasa a un segundo plano.

La historia tiene momentos de flash back, las protagonistas recuerdan encuentros que han marcado su vida e incluso me han sacado más de una sonrisa porque, entre ellos, se cuelan momentos de dispersión mental y hasta un gato que está por allí molestando. Cuando la autora se entretiene modelando un relato, de los que escribe Philippa, me divierte cómo va corrigiéndose a sí misma (¿cómo van a sonar unos tacones si hay una alfombra?).

El doble juego de Jake y una carta enviada con mucha prisa a un destinatario equivocado, ponen el toque de humor que empuja a querer saber qué pasa al final. Cuando éste llega, la novela da un giro y te vuelve a sorprender porque nada es lo que parecía hasta entonces.
Lo que menos me ha gustado han sido las distintas posiciones del narrador para contar lo mismo, desde el punto de vista de cualquiera de ellas y del amante ocasional, o incluso la intromisión de un personaje que se hace con el mando en un momento y cuenta él mismo el final de la historia… que no resulta ser el final. Ahí el desconcierto como lectora me hizo preguntarme si yo, acostumbrada a leer de todo (me refiero a literatura de hoy y de otro tiempo) me perdía, quizá alguien que no lee tanto puede sentir la necesidad de abandonar el libro antes de concluirlo.

La novela está estructurada en trece capítulos, la mayoría de los cuales tienen títulos relacionados con la comida, pero no todos ellos. No me di cuenta hasta el final, y creo que hubiera sido más efectivo, y más acorde con el título, que lo fueran todos, pero eso es una cuestión personal mía.

Hay algo en la sinopsis con lo que no estoy demasiado de acuerdo. Yo voy todos los días a tomar café con unas amigas y aunque a veces la conversación gira en torno al sexo todavía está por la primera vez que nos contemos una fantasía erótica. No sé si es que no es muy normal hacerlo… o es que tengo que cambiar de amigas… Creo que no, que no las cambio.

Desde luego, Cómeme, no tiene nada que ver con los libros que en estos días invaden las estanterías de las librerías. Supongo que es bastante menos comercial, además de que se trata de una novela de los años 90 (la preocupación por el contagio del SIDA aparece varias veces), pero por lo poco que he leído de los otros (alguna página suelta) prefiero definitivamente esta. Aunque, en realidad, no tengo base para comparar. Cuando lea más novelas eróticas, podré saber si esta es buena de verdad, o no. 

Entretenida sí que es.

Dicen por ahí que recuerda a Sexo en Nueva York, pero más subido de tono. Pues como no he visto ni un solo capítulo de la serie, tampoco puedo opinar…

¿La conocéis?