Hoy he dado un abrazo... raro. Uno de esos que te salen del alma y que encuentras que no tiene correspondencia porque la presión de los brazos del otro no es lo que esperabas.
-¿No te gusta que te abrace?
-Me da lo mismo.
Lo reconozco, el nudo en el corazón ha puesto en marcha el mecanismo de las lágrimas, a las que no les he dado opción: las he acallado con una inspiración fuerte.
La adolescencia no es fácil para nadie. Ni para quien está inmerso en ese tiempo de profundos cambios físicos que alteran los niveles hormonales, ni para los que rodean quien está en pleno crecimiento.
Para una madre, la adolescencia de un hijo es una pesadilla de la que te quieres despertar lo más pronto posible.
Siempre habíamos sido un equipo, desde el día en el que su llegada me transformó por completo, desde ese momento en el que dormir y comer se convirtieron en una utopía porque me tuve que acostumbrar a sus rutinas. Daba lo mismo porque cada abrazo, cada beso, cada sonrisa eran el mejor alimento y el mayor de los descansos. Sentirlo entre mis brazos, acariciar su rostro, escuchar los sonidos que entrenaban su garaganta para que más tarde hablase, me hacían tocar el Cielo, ese que existe de verdad y que está tan cerca cuando quieres a alguien que te quiere de verdad.
Ahora, mi niño, no está.
Lleva meses evitando que nos vean juntos en público, no quiere que nadie sepa que aún, a escondidas, se le escapan besos. Prefiere mantenerme a una distancia prudencial. No quiere que nadie más que yo sepa que me sigue queriendo, elige la privacidad de nuestro mundo compartido para devolverme su cariño, pero siempre y cuando nadie más lo sepa.
Sé que se pasará, que llegará un día en el que sus hormonas se asentarán de nuevo y dejará las tonterías de lado. Volverá a ser el que era, recuperaré sus abrazos, sus besos y su presencia. Estoy completamente segura, pero ahora el camino es una cuesta arriba. Menos mal que sé que todo lo que sube, acaba bajando, y que dentro de un tiempo volverá.
Cuando la complicidad es tanta, puede que haya un tiempo de dudas pero se acaban pasando.
Estoy convencida.
(Para todas esas madres que saben de lo que estoy hablando)
MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
viernes, 8 de febrero de 2013
martes, 5 de febrero de 2013
EL RELATO DE HOY
No está, no se puede leer todavía.
Lo escribí, claro que sí, pero... esta mañana me he levantado con los cables cruzados y en lugar de abrir el blog he tecleado en Google...
CONCURSO DE RELATO POR EMAIL
¿Casualidad?
¿El destino?
No sé.
El caso es que antes de que se me ocurriera cambiar de opinión, o que se me olvidase, que es muy propio de mi carácter despistado, me he puesto manos a la obra y en media hora tenía un correo confirmándome que participo.
Tiene un premio en metálico considerable, pero en realidad lo que me ha movido ha sido el reto, el probarme de nuevo que no tengo que tener miedo de hacer esas cosas, que antes me salían con una espontaneidad que, no sé por qué, he ido perdiendo. Esto, hace unos años, no habría sembrado en mi ni una mínima duda. Últimamente he tenido muchas con respecto a casi todo y ya va siendo hora de que me las sacuda.
Por cierto, ahora que estáis por aquí. ¡Ya he visto la portada de mi novela!
No sé si todavía no es la definitiva pero
ME GUSTA.
sábado, 2 de febrero de 2013
DETRÁS DEL CRISTAL
Mentiría si dijera que esto está siendo fácil. Perseguir los sueños tiene la dificultad añadida de que son intangibles, que no se pueden agarrar con las manos y prenderlos a tu cuerpo, que se queden contigo para siempre.
En el camino se van dando pasos, algunos hacia adelante, y otros te obligan a retroceder, a pararte, incluso hay momentos tan complicados que puedes sentir la tentación de abandonar.
Merece la pena cuando encuentras manos a las que agarrarte, que tiran de ti cuando la tentación de sentarte a mirar el paisaje es muy fuerte.
Tengo un plazo, unos días más para dar por concluida la cuarta aventura, para dejar ya a mis personajes solos, que sean ellos, a partir de ese momento, quienes caminen. Me queda poco para presentaros a Ana y Andrés.
Y a Raquel.
Y a Pedro.
Y a Pablo...
Lo reconozco, estoy asustada. Reconozco que como Ana, me siento a veces más cómoda Detrás del Cristal.
Etiquetas:
nueva novela
jueves, 31 de enero de 2013
GESTOS, PALABRAS, NOTICIAS...
Ese día
hacía un calor mortal. Como en casa eran difíciles de soportar los más de
treinta grados en el salón, decidí coger a los niños y bajarlos al patio del
edificio donde, no sé por qué, siempre hace muchísimo frío.
Faltaba poco para
que su padre volviera de trabajar y le esperaríamos los tres mientras jugábamos
un rato.
Llegó
puntual, como siempre, aunque algo en su rostro me dijo que traía dentro una
noticia que no me iba a gustar. Siempre he sabido leer cada uno de sus gestos,
aunque quiera ocultarlos.
Al lado
de los buzones me dio un abrazo inesperado, fuerte, como si con ese preludio
quisiera espantar el rastro amargo de lo que tenía que contarme. Después, sin
preámbulos que lo hicieran todavía más doloroso para él, lo soltó:
-Tu
padre me ha llamado esta tarde… Tiene cáncer.
En mi
interior, lo sabía. Las alarmas llevaban tiempo disparadas y mi sexto sentido,
ese que odio con todas mis fuerzas porque nunca se equivoca, me lo había
susurrado días antes.
No sé
por qué reacciono así. Supongo que es un mecanismo de defensa, pero en ese
momento no lloré. Mantuve cierta calma, mientras subíamos a casa. Me
decía que siempre hay una solución, un tratamiento, que la gente lucha y se
cura, que lo he visto otras veces en mi propia familia… Me estaba protegiendo
del dolor con pensamientos positivos, incluso mientras hablaba un poco después con
mi hermana por teléfono y ella me regañaba porque decía que no estaba siendo
razonable, que el diagnóstico era demoledor. Que tenía que despertarme del
sueño de un final feliz.
Lloré,
claro. ¡Cómo no hacerlo! Cuando se desdibujó la coraza, el mundo se me vino
encima y lo regué con una lluvia de lágrimas.
Los
días siguientes mi cerebro se desbocó. Quería hacer algo, aunque no fuera
consciente de qué era lo que podía suponer una solución. De pronto, una idea se
coló en mi mente: tenía que decirle que me contase quién había sido, cómo había
logrado convertirse en el hombre que era. Teníamos que escribir juntos su vida,
ese plan que estaba aplazado para momentos con más tiempo, para cuando mis
niños no me necesitasen tanto. Tenía que apresar cada instante que nos quedase
juntos y hacerlo especial.
Me
compré un portátil y juntos empezamos a escribir La arena del reloj.
Hoy,
años después, sé que no pude tener mejor idea. No lo mantuve conmigo, no se
puede luchar contra el destino, pero se quedaron en mí sus recuerdos, su
historia, y sus palabras, y cada vez que veo este libro me siento orgullosa de
ser su hija.
Etiquetas:
La arena del reloj,
vivencias
miércoles, 30 de enero de 2013
CRÍTICAS DESTRUCTIVAS
Esta mañana,
al abrir el correo, tenía un email de una compañera escritora. Me remitía a un
enlace, una reseña sobre su novela y me pedía que la leyese. Obediente, lo
hice.
Lo que
me encontré… me dejó perpleja por varias razones. La primera es que la crítica
pretendiendo ser constructiva era, directamente, demoledora. Lo segundo es que
se trata de una novela que yo ya he leído, y nada de lo que decía ese
comentario me parecía demasiado acorde con lo que yo recordaba haber sentido en
mi lectura.
Parecía, directamente, que habíamos leído dos textos diferentes.
Sé que cada uno puede tener su opinión, y los blogs están para opinar y su trabajo es encomiable y muy respetable, pero siempre he detectado cierta unanimidad en el criterio a la hora de abordar las novelas, salvo en este caso, donde lo que se decía del libro no estaba acorde ni con lo que yo había leído ni con lo que el resto de reseñadores (bastantes ya) había detectado hasta el momento. Sé que los blogs ayudan a los lectores tanto como a los escritores, su mérito es muy grande y no se lo voy a quitar nunca, pero hay veces extrañas que esto pasa.
Sé que cada uno puede tener su opinión, y los blogs están para opinar y su trabajo es encomiable y muy respetable, pero siempre he detectado cierta unanimidad en el criterio a la hora de abordar las novelas, salvo en este caso, donde lo que se decía del libro no estaba acorde ni con lo que yo había leído ni con lo que el resto de reseñadores (bastantes ya) había detectado hasta el momento. Sé que los blogs ayudan a los lectores tanto como a los escritores, su mérito es muy grande y no se lo voy a quitar nunca, pero hay veces extrañas que esto pasa.
He
estado pensando en que estos tiempos de internet nos mantienen en contacto con
los lectores, lo que es bueno, pero estamos expuestos a las críticas mucho más
que nunca. ¿Cómo nos las tomamos? Cada uno, supongo que reacciona teniendo en
cuenta su propia sensibilidad y creo que todos procuramos aprender de lo que
nos van diciendo. Al menos yo lo hago. Sin embargo, cuando te encuentras con
que los argumentos que se esgrimen no son de peso sino valoraciones personales,
demasiado subjetivas, cuando lo aprovechable de ese comentario es cero, te
destruyen.
"No
merece la pena leerte".
Eso me lo
han dicho a mí. Cierto, una sola vez y una sola persona, pero suficiente para
que te sientas fatal y te entren ganas de mandarlo todo al carajo, de cerrar el
blog, tus perfiles en las redes, descolgar tus novelas de Amazon e irte a tu
casa, tranquilamente, a ordenar armarios.
Cuando
me sucedió a mí me puse a valorar las razones que habían empujado a esta
crítica y las encontré lejos de lo que es el plano puramente literario, así que
respiré hondo, no contesté a provocaciones y me dediqué a seguir haciendo lo
que más me gusta: escribir. Si a alguien
no le merece la pena leerme, que no me lea.
Así de
sencillo.
A mi
amiga escritora, ya se lo he dicho, le recomiendo tranquilidad. Escúchate a ti
misma, piensa en la razón por la que escribes y valora que, frente a esa única
persona, hay muchas más que han disfrutado con tu libro.
Piensa
que, quizá, esa persona para ser feliz necesita robar la felicidad de otros. Piensa
que a veces, ciertos comentarios, definen más a quienes los hacen que a quienes
los reciben.
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