martes, 19 de marzo de 2013

¿POR QUÉ HACES ESTO?

Me lo he preguntado mil veces, ¿por qué te metiste en este lío? Me he respondido que me aburría, que un día abrí el explorador de internet, di vueltas erráticas y tropecé con una página donde podía crear un blog y lo hice para ver qué era.

No entendía nada.

Tan poco, que hubo un tiempo en el que no supe volver a ella, en el que pasaron meses sin visitar mi propio espacio porque como le puse este nombre tan peculiar, cada vez que lo buscaba, Google me llevaba a IKEA...

Un día me llegó un mensaje de alguien desde el otro lado del océano y recuperé mi enlace. Vi que el blog tenía actividad al margen de mí misma, seguidores insospechados que sí encontraron el modo de ver lo que había puesto. Iban creciendo y, cada domingo, el único día que me conectaba, encontraba respuesta en los comentarios a mis reflexiones en voz alta. Me animó a seguir.

Fue extraño, divertido. Una manera nueva de interactuar que era desconocida para mí hasta entonces.

Me atreví a hablar de mis libros, comenté los de otros y poco a poco este proyecto repentino empezó a tomar cuerpo.

No pensaba en darle continuidad hasta que me convencieron de que la amistad era posible a través de la pantalla, que lo que era una simple ventana en la que insertar contenidos también era un espacio de intercambio de emociones.

Creo que seguí más por eso que por nada, porque cuando abría el espejo encontraba el reflejo de personas reales que me regalaban cinco minutos de su tiempo para decirme, aunque las palabras escritas fueran otras, hola, estoy aquí.

Los tiempos cambian, las cosas mutan y los reflejos de este espejo no son los mismos. Han llegado otros y los primeros se han marchado.

Y a mí me da mucho coraje echarlos tanto de menos.

Será que los cambios me cuestan demasiado, que me da miedo no estar a la altura, que me exijo demasiado. Hoy tenía que escribir una reseña pero no tengo ganas.

Ya lo haré...

domingo, 17 de marzo de 2013

FRASE







Cada lágrima enseña a los mortales una verdad.

Platón (427 a.C.-347 a.C.) Filósofo griego.

miércoles, 13 de marzo de 2013

DETRÁS DEL CRISTAL CASI UN MES DESPUÉS

Hace casi un mes que publiqué en Amazon Detrás del cristal. Concretamente, el día 15, hará ya cuatro semanas que el libro está a la venta. Si me hubieran jurado que pasaría lo que está sucediendo hubiera acusado a la persona de un exceso de imaginación: desde el primer día se montó en el top 100, empleó una semana en ir escalando posiciones hasta subirse a la lista de los diez primeros y allí sigue, ahora, mientras escribo, en el número tres, justo detrás de las novelas de Fernando Gamboa González, a quien siempre le digo que el día que le pase me pondré muy tontorrona. Es normal, es un crack, sus novelas gustan y mucho y pasarle, como me dice él, sin intermitentes, es un reto tonto, de esos que te pones en la vida por puro afán de superarte.



Reviso mi muro de Facebook y me doy cuenta de que lo estoy llenando de cifras, de rankings, de posiciones, de comentarios de los que voy recibiendo, de reseñas... convirtiéndolo en algo monotemático y quizá aburrido, pero es que detrás de cada captura de pantalla, de cada una de las fotos, de las posiciones... hay emociones.

Las mías.

Intento dejarme a mí misma constancia de lo que me está pasando pero a la vez me obligo a frenar mi entusiasmo porque os aseguro de que es mucho más intenso de lo que dejo escapar. Detrás de cada una de esas publicaciones hay a veces lágrimas emocionadas, cada vez que miro la posición de la novela no soy inmune a las pequeñas variaciones. Cada vez que alguien hace un comentario, le da a un me gusta, me envía un mensaje de ánimo o elude pronunciarse en público hay sentimientos que algunos días me desbordan. Lo he dicho más de una vez, me siento como una olla express sin válvula.

Por si esto fuera poco, empiezan a llegar reseñas del libro. La primera fue Violante Martín, quien contó sus impresiones del libro. Me encanta esta reseña, sobre todo al final, cuando nos cuenta que para no dejar de leer... ¡se llevó el portátil a la peluquería!

Reseña en el Blog El mundo y yo.

Pilar Muñoz Álamo, escritora, autora del libro de relatos Ellas también viven (por cierto, tenéis que leerlo) me regaló una reseña muy especial. Si algo tiene Detrás del cristal, como dificultad para reseñarlo, es que no se puede hacer fácilmente sin destripar la trama. Me costó muchísimo escribir la sinopsis para contar sin contar, y Pilar, con esa capacidad que tiene para expresarse, supo esquivar esa dificultad, haciendo una lectura profunda de la novela, no quedándose en la apariencia de una historia disparatada.

Reseña en el blog Ellas también viven.


Ayer llegó la tercera reseña de la novela. Otro escritor, Félix Jaime Cortés, autor de El hombre de Grafeneck, (que también os recomendé en el blog este verano), puso mis emociones a prueba del todo. Igual que Pilar supo encontrar las palabras para contar sin desvelar, supo arañar en el fondo de lo que quería contaros a través de unos personajes en apariencia sencillos. Leedlo, yo no sé todavía qué decirle.

Reseña en el Blog Impresiones de un acompañante.

No se queda ahí, están los comentarios en Amazon, algunos de personas a las que no conozco de nada, otros de gente a la que he recuperado en mi vida a través de los libros...

Son tantas cosas.

Estoy esperando algo negativo, estadísticamente tiene que llegar, pero mientras, disfruto a mi manera y me lo cuento aquí, mirándome en mi espejo. Desde Detrás del cristal...


lunes, 11 de marzo de 2013

PAUL AUSTER, DIARIO DE INVIERNO.



Sinopsis:

Reseña del editor, extraída de Amazon.

Auster vuelve la mirada sobre sí mismo y parte de la llegada de las primeras señales de la vejez para rememorar episodios de su vida. Y así, se suceden las historias: un accidente infantil mientras jugaba al béisbol, el descubrimiento del sexo, las masturbaciones adolescentes y la primera experiencia sexual con una prostituta, la rememoración de sus padres, un accidente de coche en el que su mujer resulta herida, una presentación en Arles acompañado por su admirado Jean-Louis Trintignant, la estancia en París, una larga lista comentada de las 21 habitaciones en las que ha vivido a lo largo de su vida hasta llegar a su actual residencia en Park Slope, sus ataques de pánico, los viajes, los paseos, la presencia de la nieve, el paso y la herida del tiempo... En definitiva, un magistral autorretrato. «Paul Auster ha construido uno de los universos más inconfundibles de la literatura contemporánea... Realmente está en posesión de la varita de un mago» (Michael Dirda, The New York Review of Books). «Un escritor cuya obra brilla con originalidad e inteligencia» (Don DeLillo).

Mis impresiones:

Pocos libros, últimamente, me han tocado tanto. Diario de invierno no es una novela, es la autobiografía del escritor norteamericano Paul Auster, y lo que en realidad me movió fue la manera que elige para narrarlo. Auster, en su línea de contravenir las normas (algo que siempre hacen los grandes y lo hacen muy bien) elige contar su propia vida en segunda persona, de manera que el lector parece escuchar a un narrador que le está contando al propio autor su trayectoria vital. 

Atípica, personal, magistral.

Pero no se queda en eso, lo hace además de manera desordenada, con fragmentos suelos, anécdotas que no siguen necesariamente una secuencia temporal y que tienen distintos nexos, dependiendo del tramo de la novela en el que te encuentres. A veces son las casas en las que ha vivido, escenarios en los que sitúa los momentos vitales que le han ido formando como persona. A veces se centra en familiares claves (su padre, su madre, las relaciones con ambos y con sus dos esposas) y en cada uno de esos instantes va desvelando algo de sí mismo.

No es la historia lo que importa, las anécdotas, son los sentimientos, los pensamientos de Auster que nos recuerdan, en su manera de narrar, que también es un poeta. El libro está plagado de metáforas, enumeraciones eternas, giros del lenguaje que colocan el texto en un plano difícilmente alcanzable. 

Leyéndole entiendo aún más que estoy en proceso de aprendizaje, me siento pequeña y a la vez muy próxima a él porque en algunas de sus reflexiones sobre la escritura me estoy viendo tan reflejada que a veces es como si tal o cual frase pudiera haber salido de mi boca. Porque esta lectura me ha descubierto que no soy única, que hay alguien, con una edad muy distinta a la mía, que ha crecido en una sociedad diferente, que tiene ciertos rasgos en su alma que lo convierten sentimentalmente en una gemela de la mía. Asusta. Asusta mucho porque compararse con alguien así suena pretencioso, vanidoso y cualquier cosa menos humilde pero no lo puedo evitar. Me veía ahí, escribiendo con apenas doce, como él. Pensando que esto es una parte tan grande de mí que sin ella no sabría seguir.

En cuanto al anecdotario de la novela, me quedo con las actas de la comunidad de vecinos que redactaba su mujer. ¡Fantásticas! Normalmente son un coñazo y ella hacía que entrasen ganas de recibir una. Bueno, supongo que se le escapaba que también es escritora.

¿Lo recomiendo? Sí, pero no sé. Es extraño, aunque a mí me ha resultado fascinante.

viernes, 8 de marzo de 2013

DESPERTAR


La brisa del mar soplaba suave revolviendo mi melena suelta mientras se colaba en mi interior a través de la nariz. Sentada en la arena, el horizonte me abrigaba, cargándome de ese optimismo que hacía meses que me había abandonado. Se estaba bien. Muy bien. Las olas, con su cadencia constante, relajaban mis músculos y me dejaba llevar por mis sentidos, empapándome de todo lo que percibían: el suave piar de las gaviotas, el rumor del agua, el lejano sonido del tráfico a mi espalda, al otro lado del paseo marítimo…

No sabía qué me había conducido a sentarme ahí hasta que le vi, paseando por la orilla.

Llevaba unos pantalones a media pierna y las zapatillas en la mano, y caminaba concentrado en sus pies. Supongo que esperaba a las olas que periódicamente los limpiaban de arena y se recreaba en el cosquilleo que provocan en los dedos. El mar, violento cuando quiere, sabe también acariciarnos y él parecía rendido a sus encantos.

Le miraba extasiada, pensando que hacía meses que para mí su presencia era ausencia. No quise hablar para no estropear la magia de tenerle muy cerca. Mi corazón había recuperado la capacidad de latir en cuanto fue consciente de que él había regresado y yo, cobarde o precavida, o deseosa de volver a sentir, no quería interrumpirle.

No hizo falta.

Él levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los míos. Me regaló su sonrisa y sus pasos se encaminaron hacia mí. Arrastraba los pies por la arena caliente y cuando llegó a mi altura abandonó los zapatos y se sentó a mi lado.

-Estás muy guapa.

Así, breve, sin rodeos, como siempre había sido él conmigo.

Me agarró una mano con las suyas y posó sus labios en ella, haciendo que mi cuerpo detonase una tormenta de sensaciones. La paz de minutos antes se había esfumado y en mi pecho estallaba un conflicto bélico de dimensiones épicas. Casi un año sin sentir su presencia a mi lado, casi un año sin escuchar su voz. Casi un año desde la última vez que me miró a los ojos y volvía a mí como si ese tiempo no hubiera existido, como si perpetuamente hubiera permanecido a mi lado.

-Tú también –le dije.

Rodeó mi cuerpo con su brazo y mi cabeza se posó en su cuello, en mi sitio, como yo solía llamarlo cuando nada podía separarnos. El aroma de mi hombre me envolvió de pronto, poniendo los recuerdos en revisión, haciendo que de pronto, todos los reproches por su prolongada ausencia se marchasen. Daba lo mismo lo que le hubiera alejado de mí. Daba igual que me hubiera quedado sola y destrozada. Ya estaba. Él había vuelto.

Nos quedamos así mucho tiempo, amarrados el uno al otro, sin hacer nada más que sentirnos cerca. No hacían falta palabras para que nos entendiéramos.

De pronto, accionado por un resorte, se puso en pie y me arrastró de la mano. Mi instinto me hizo darme la vuelta, preocupada por nuestros zapatos, que se quedaban solos si le seguía pero con una sonrisa me señaló que me olvidase de ellos. La playa estaba desierta y, al fin y al cabo, sólo eran unos zapatos.

Yo también sonreí.

Corrimos por la playa, cerca de la orilla hasta que se paró de pronto, haciéndome tropezar con su cuerpo. Mi rostro se pegó al suyo, tan cerca que fue imposible que nuestros labios no iniciaran una danza de la que habían sido campeones. ¡Cuánto había añorado sus besos!

De pronto sentí mucho frío. Mis ojos, cerrados en el momento íntimo que compartían, se abrieron y observaron espantados que ya no estaba. La playa rápidamente empezó a cambiar, se oscureció el cielo, cayeron las sombras sobre mí.

-Se está despertando.

Oí de lejos una voz de mujer que no reconocía. Al frío se sumó una incómoda sensación en la garganta, había algo que entorpecía mi respiración a la vez que me la estaba facilitando. Intenté moverme pero apenas tenía fuerzas para nada. Abrí los ojos.

A mi alrededor, una sala triste, verde y blanca y, a escasos metros, una mesa con personal vestido de hospital. Intenté ubicarme y lo conseguí nada más ver mis brazos recorridos por tubos y sentir que mi laringe cobijaba un respirador.

Me acordé.

Estaba en la UCI del hospital, lo recordé, ese día me iban a operar.

Entonces volví a agitarme, como minutos antes en la playa.

-Tranquila, no te muevas –me dijo la enfermera-. Ahora mismo te lo quitamos.

No pude contener unas lágrimas.

-No llores, todo ha ido muy bien.

No, nada había ido bien. Yo seguía viva y él había vuelto a marchase de mi lado. Hacía casi un año de la muerte de mi marido.