viernes, 3 de marzo de 2017

4 DE MARZO

Este día es esencial en mi biografía. Un cuatro de marzo, un miércoles, a eso de las once y media de la mañana, decidí abrir los ojos a este mundo y quedarme para ver qué era lo que se cocía aquí. Puedo decir que tuve una infancia feliz, un padre y una madre que le lo pusieron fácil, a pesar de que, cuando era pequeña, era bastante inquieta y me metí en más de un lío.

Tengo una ceja partida con la culata de una escopeta de perdigones.

Perdí la cuenta de las veces que llegué a casa ensangrentada por algún tropiezo infantil.

Una vez llené la bañera de casa con renacuajos rescatados de una acequia.

Se me ocurrió que podía ser buena idea tener un murciélago de mascota (no lo es).

Escribí una novela que años después quemé en la estufa.

Terminé la infancia cantando en un disco, grabado en los estudios Sonoland, en Coslada, si no recuerdo mal, habiéndome subido a un escenario cientos de veces con mi hermana y mis amigas, pero no me gustó mucho la experiencia y abandoné el mundo de la farándula casi, casi nada más poner un pie en él.

Después fui una adolescente bastante buena.

Menos una tarde, que cogí los patines y se me olvidó la hora de volver a casa.

O tal vez otra que me caí de la bici y parecía que me había pasado un camión por encima.

Y otra, que me dio una ventolera mental y me escapé, pero tuve que volver porque solo a mí se me ocurre irme antes de comer. El hambre me trajo de vuelta.

Después reconduje mis pasos y me llevaron a la biblioteca. Y ahí me quedé. Descubrí que los libros abrían ante mis ojos un mundo de infinitas posibilidades, de mil aventuras que concluían al cerrar sus páginas y volvían a abrirse en cuanto tomaba otro entre mis manos. De ese tiempo tengo los recuerdos más felices, las charlas con escritores de verdad, de los que aparecen ahora en los libros de texto, que con sus palabras fomentaron en mí ese deseo infantil de convertirme en escritora. Seguí escribiendo, como la hacía desde pequeña, pero con el pudor suficiente como para guardarme para mí ese aprendizaje necesario que no necesita más que tu propia mirada cuando has dejado pasar el tiempo suficiente. Encontré que tenía que seguir practicando y lo hice.

Y después la vida me dio un bofetón.

Unos días antes de cumplir mis 18, una edad que no celebré en absoluto.

La muerte hizo una visita inesperada a mi vida y me costó muchísimo reponerme. Olvidar, eso nunca, eso sigue presente pase el tiempo que pase. Me refugié en los libros, en los que leía y en los de texto, y use las palabras que iban brotando dentro de mí como terapia, como una manera de expresar la rabia que sentía. La madurez llegó de pronto, sin un aviso, y desde ese instante cambié.

La universidad. Las salidas con amigos. El fin de carrera. El paro.

No encontré trabajo enseguida, todo eran empleos mal pagados y encontré más interesante cuidar de mis abuelos, ocuparme de sus citas médicas y de la intendencia diaria. Sin darme cuenta estaba regalándome un tiempo que ahora, desde la perspectiva del tiempo, desde la nostalgia que siento desde que se marcharon definitivamente, considero impagable. Quizá en ese momento no pareciera la mejor decisión, pero ahora creo que sí.

Luego lo dejé todo y me marché a Segovia.

Sin más equipaje que la ilusión de empezar una nueva vida con la persona que quería. Sin nadie alrededor, los dos solos en un mundo tan distinto al mío que reconozco que me costó un poco adaptarme. Encontré trabajo a los tres días, pero lo cambié por otro tres meses después y ahí sigo.

Nació mi hijo y me cambió de nuevo todo, pero era un cambio aceptado, soñado y jamás me oiréis decir gilipolleces como que perdí calidad de vida. No es cierto, me la llenó de luz con sus sonrisas, con cada paso de su aprendizaje que me fascinaba. Más tarde llegó mi niña y se completó esa familia soñada por cualquiera. 

Fui FELIZ.

Lo que buscamos todos en algún momento de la vida, la felicidad que ansiamos y que perseguimos, se vino a casa y ahí estuvo mucho tiempo. Pero es frágil, se rompe cuando menos lo esperas y a mí se me quebró un día de agosto a eso de las ocho y media de la tarde. En el portal de mi casa, cuando mi marido me abrazó y me dijo que mi padre tenía cáncer. No me lo había podido contar él, tuvo que delegar porque creo que es muy difícil decirle a quien más quieres que te vas.

El resto, lo que pasó desde entonces, se resume en una caída en picado hasta que esa historia terminó. En un tímido batir de alas que se habían replegado, pero que años después tuve listas para volar de nuevo. Ya no era FELIZ, se quedó en feliz, pero lo conseguí. Empecé a soñar de nuevo, a tener proyectos y solo entonces la escritura se puso en primer plano.

Y conseguí más de lo que en realidad estaba buscando.

Eso sí, no ha sido un camino de rosas, ha tenido baches y espinas, momentos duros, personas malvadas (por no decir muy hijas de puta, que queda feo) que se tomaron la libertad de meterse en mi vida y sembraron de oscuridad un camino que tendría que haber estado lleno de luz. Su toxicidad fue tal que me costó años librarme de su veneno. Pero el cáncer se trata con quimioterapia, la medicina fue casi tan dura como el tumor. Me dejó rendida.

Hoy cumplo 47 años y creo que puedo decir que ambas cosas las he dejado atrás, enfermedad y presunto remedio.

Y estoy dispuesta a conseguir el objetivo que me he marcado.

Ser FELIZ.

Que no es poco...

martes, 28 de febrero de 2017

LA CIUDAD TRAS LA PENUMBRA DE JAVIER NUÑEZ



Sinopsis:

Cuando despertó, Ricardo Herrero no reconoció la cama en la que había dormido. En el armario había ropa de hombre, pero no era suya. Trató de recordar cómo había acabado allí y, para su sorpresa, se percató de que había olvidado todo su pasado. Lo más extraño, sin embargo, fue salir a la calle para preguntar en qué ciudad estaba y que nadie le ayudase. La gente le ignoraba de una manera abiertamente deliberada. Entonces, una voz habló a su espalda. Cuando se volvió encontró a una chica jovial de unos veinte años que vestía un chándal rosa chicle y calzaba zapatillas de Barbie. 
"—¿Dónde estamos? —le preguntó 
Ella se encogió de hombros.
—¿Cómo es posible que no lo sepas?
—Tampoco me parece que tenga demasiada importancia."
En ese momento no tenía forma de saberlo, pero La Ciudad y aquella chica iban a cambiar su vida de un modo definitivo y para siempre.

Mis impresiones:

No es la primera vez que leo algo de Javier Nuñez. Hace unos meses leí un relato de terror y, aunque no se trata de mi género favorito, reconocí en él que sabe mantener el pulso y la tensión de la historia, además de que maneja el lenguaje a la perfección. Tenía ganas de ver cómo se manejaba en un relato más largo y he llegado a esta novela, la última que ha publicado en Amazon.

Así que en la última semana he leído la novela, La ciudad tras la penumbra, una historia que no sé cómo catalogar. Está en ciencia ficción, fantasía y terror, pero no sé si es exactamente solo eso. La novela plantea un dilema. Ricardo, un joven, despierta un día en una cama que no es la suya, en un apartamento que no reconoce, en una ciudad extraña que tiene una particularidad: todos sus habitantes parecen ignorarle. ¿Todos? No. Hay una muchacha, una joven en torno a los veinte años, Leticia, jovial y alegre, que sí le sonríe y no esquiva sus preguntas, pero que tampoco le ayuda mucho porque no tiene ninguna respuesta para ellas. Parece una niña pequeña, vestida con ropas infantiles y que pinta dibujos de niño, atrapada en el cuerpo de una mujer.

Ricardo, desorientado por no poder recordar nada de su pasado, pero a la vez estando seguro de que no pertenece a ese lugar, trata en vano de escapar de la ciudad extraña en la que se encuentra y a la que no sabe cómo ha podido llegar. En la primera parte de la novela, narrada en tercera persona, todo son preguntas sin respuesta, sucesos cada vez más extraños a los que Ricardo trata de aportar algo de luz sin conseguirlo. El lector, mientras, se pregunta con él qué pasa, y es en la segunda parte cuando averiguamos qué ha sucedido. Entonces, con él, también llegan las dudas sobre si aquello que ha vivido es real, las implicaciones que tiene y la necesidad de seguir aclarando dudas para no volverse loco.

Del resto, mejor no cuento nada porque sería todo un spoiler y ya sabéis que no lo hago. Inciso: una reseña no es un examen para ver si os habéis leído el libro, que leo por ahí algunas que son para dar a quien las escribe por destripador de novelas. Bien está contar algo, pero todo, todo, todo, no, que esto no es un examen de secundaria...

Sigo.

Lo que sí os diré es que la historia es interesante, está muy bien escrita (¡gracias, aún queda gente autoeditándose que merece la pena!) y te hace pensar. Plantearte cuestiones que la ciencia no puede resolver y que solo podemos ficcionar a partir de la imaginación. Desde cero completamente, Javier Nuñez crea un mundo, una explicación para un hecho médico que, a día de hoy, sigue siendo un interrogante y lo convierte en una novela que ha logrado, al menos conmigo, mantener la atención durante todo el tiempo de la lectura.

Los personajes principales de esta historia giran todos en torno a Ricardo Herrero. Sara, su novia, Leticia, la muchacha que encuentra en esa ciudad, sus padres, Luis y Amalia. Frente a estos secundarios de primer orden, existen otros personajes de los que se sirve para conducir la trama: el conductor del autobús, la anciana del bosque, la enfermera, el doctor, los extraños ciudadanos de ese lugar sin nombre cuyo final no se atisba en el horizonte... Todos ellos están perfectamente descritos, no cuesta nada imaginarlos, así como la ciudad.

Os animo a que os sumerjáis en esta historia. Es distinta a lo que había leído hasta ahora y explorar siempre es bueno.

Abre la mente.

sábado, 25 de febrero de 2017

DETRÁS DEL CRISTAL



Se ha vuelto a agotar en Amazon. Esta información es irrelevante, pero es para recordarme a mi misma que las cosas no las sueño, que suceden. Que la novela se vende y se publica que ya no está disponible.

Es que me da rabia cuando me dicen lo contrario.

Todavía la podéis conseguir en digital en la misma página, tan solo por 1,89€. Si os fijáis, es mucho más barata que la inmensa mayoría de las novelas que están en Amazon. Salvo a media docena de lectores, y un par de trolls, ha gustado bastante, así que quizá hasta sea una apuesta bastante segura.

No van a ponerla en un kindle flash (no lo creo, no le han hecho ni un guiño desde que se publicó), tampoco os llegará en un correo masivo a casa, así que me queda contarlo a mí. Intentar que le deis una oportunidad, aunque haya quien dice que al autor es a quien menos caso hay que hacer en estas ocasiones.

Ya, pero es que yo no tengo a nadie que lo haga por mí, así que me toca.

Además, no me da pudor porque esta novela es bastante bonita.

Tierna y dura a la vez. Triste en el fondo, pero hay ratos en los que te puedes estar riendo a carcajadas.

Y es romántica, pero no rosa. No le pongáis ese adjetivo despectivo, esa etiqueta con la que hay quien cree que se distingue este subgénero de novela del movimiento literario del XIX. Ni le queda bien, ni es el suyo.

Os dejo el enlace. Bueno, más bien el principio. Para que decidáis por vosotros mismos.


martes, 21 de febrero de 2017

GANADORES DEL SORTEO DE SU CHICO DE ALQUILER

Ya tengo los números ganadores del sorteo de dos ejemplares en papel de Su chico de alquiler. Las ganadoras, poneos en contacto conmigo para que os lo envíe. Podéis consultar la lista de participantes en el siguiente enlace:


Muchísimas gracias por participar y por vuestra paciencia por el desastre que soy haciendo sorteos.

Laura Sanz

María








lunes, 20 de febrero de 2017

LECTURAS SEMANALES

Esta semana me he embarcado en un reto personal, leer a autoras americanas clásicas de literatura romántica, de las que llevan vendidos millones de ejemplares de sus novelas y han sido traducidas a varios idiomas. Lo he hecho porque no tengo ni la más remota idea de qué escribían, ya que mis lecturas, las que llevo a las espaldas y constituyen mi bagaje lector, no tienen nada que ver con esto.

Lo he dicho un millón de veces, soy más de la generación del 98 que de los best-seller actuales, me motiva más un libro de García Márquez que leer las últimas novedades editoriales, y creo que si he aterrizado en un género como la romántica ha sido por casualidad. No "cumplo" muchas veces expectativas porque en realidad no son las mías como lectora y, de manera inconsciente, o quizá más consciente de lo que parece, me aparto de lo típico.

Es por eso por lo que decidí echar un vistazo a la biblioteca de mi madre y saquearla, trayéndome los libros de romántica que encontré.

Ya he leído dos.

El primero de ellos era de Nora Roberts: Turno de noche. Me ha dejado indiferente. No he conseguido creerme la trama, sentir miedo cuando la protagonista está siendo acosada por uno de sus oyentes o notar la química de los personajes protagonistas, la locutora y el policía, cuando se enamoran. La escritura es plana y tampoco he sacado nada de ella.

Me ha hecho sentirme un fracaso como lectora de romántica.

El segundo ha sido El fantasma de Danielle Steel. De este tengo mejores noticias, sí me ha gustado cómo cuenta la historia, aunque la estructura no me haya convencido en absoluto. Al menos no era plana, por lo menos ha habido momentos en los que me encontraba a gusto leyendo. Sin embargo, la historia romántica de Charlie, el arquitecto protagonista, tardaba un siglo en arrancar. Se entretiene mucho en los prolegómenos de su ruptura con Carole y me lo cuenta todo tantísimas veces que las cien primeras páginas de la novela se hubieran podido resumir en tres y no hubiera pasado absolutamente nada. Luego está la otra historia, la de Sarah Ferguson, que Charlie va leyendo en sus diarios. Creo que podría haber funcionado como novela independiente, interrumpe demasiado la otra trama porque no lo hace en pequeños fragmentos sino en capítulos enteros que te sacan de la primera historia. Para cuando regresa a la de Charlie ya ni te acuerdas de por dónde iba a su vida. Es verdad que sin la historia de Sarah la de Charlie se queda muy coja, eso tengo que reconocerlo, pero también sé que menos es más, y que menos páginas habrían conseguido un mejor resultado, o que los fragmentos del diario de Sarah, interrumpidos más a menudo por la historia del arquitecto, para mí tendrían más interés. O incluso, si me apuráis, que la historia de Sarah, por sí misma, ya tendría entidad para ser una novela sin necesidad de contar la de Charlie.

Lo cerré ayer con una sensación ambivalente.

Tengo dos más, dos novelas que leer esta semana para ver qué me estoy perdiendo.

Espero tener mejores noticias.

Por otro lado, intenté leer una novela romántica de las que se pueden descargar gratis en Amazon. Más de lo mismo. Portada chula, sinopsis medio atractiva, pero un completo desastre. No tiene nada que indique que eso, pasando por un mínimo filtro, pudiera estar publicado. Lo que sí tiene es unas faltas de ortografía como camiones, de las que te sangran los ojos cuando las ves. Y se repetían de manera recurrente. No era un fallo puntual, era un problema más serio.

Me juré que no iba ni a intentar volver a leer esas novelas, pero me sigue quedando la esperanza de que todavía puede existir algo bueno por ahí. Aunque tendré que buscar entre lo escondido, lo visible, de momento, no tiene pinta de mejorar el terrible panorama en el que estamos.