lunes, 16 de abril de 2018

CÓMO PERDER AL LECTOR QUE LLEVO DENTRO

Pixabay

Seguro que en muchas ocasiones habéis escuchado a gente que, si la historia es emocionante, da igual si está bien o mal escrita: seguirán leyendo hasta el final, disfrutando de la magnífica novela que ha caído en sus manos.

A mí me entran ganas de llorar de tristeza, porque yo hace tiempo que no puedo, por lo que muchas de las lecturas que empiezo se convierten en fracasos.

Existen muchas razones por las que un libro me puede perder como lectora. Una tras otra, forman una montaña de obstáculos que llega un momento que no estoy dispuesta a superar. El siguiente paso, obvio, es que el libro vuelva a la estantería y no se me ocurra recomendárselo a nadie.

Voy a hacer un resumen de las razones por las que abandono una lectura:

1.- Desconocimiento del autor de lo que significan las palabras.

No puedo disfrutar de una novela en la que se ponen al azar, pretendiendo que yo, como lectora, sea indulgente y adivine lo que quieren decir. Me interrumpen el discurso y me pregunto en qué momento, a la persona que escribió, se le olvidó que para ser escritor hay que dominar las herramientas. No hablo de que se cometa un error con una palabra, sino de la repetición recurrente de esto. Una palabra con una letra intercambiada puede ser producto de una errata que entiendo. Al mejor escribano se le escapa un borrón, como dice el refrán.

2.- Comas.

No sé disfrutar de una novela en la que las comas se lanzan a lo loco, pervirtiendo el sentido de las frases. Me obligan a parar, a releer, a tratar de entender. Puedo perdonar algunas que estén mal, todos tenemos un despiste, pero cuando este fenómeno se repite página tras página...

3.- Lenguaje de andar por casa en pijama y sin peinar.

No me meto en la historia si todas las frases son planas, coloquiales al extremo, sin demostrarme en ningún momento un mínimo estilo. Me pongo a pensar que podría ser una redacción de colegio y se me hunde la novela entera. Lo que peor llevo es que en cada párrafo haya una o dos frases hechas. A todos se nos escapan, es inevitable, pero cuando el texto se apoya en exceso en ellas me empieza a poner muy nerviosa.

4.- Descripciones, descripciones, descripciones. 

No puedo con una historia hiperdescriptiva, en la que cada personaje que sale es descrito hasta en los más mínimos detalles. Y las sillas. Y los cielos. Y las calles. ¿Y la historia? En los años 70 de siglo pasado se abandonaron los experimentos narrativos y se volvió al gusto por contar. Quiero que me cuenten.

5.- Modo corrector permanente.

Me agota parar la lectura para analizar el error que acabo de detectar. Sé que no debería hacerlo, de esto no tiene la culpa nadie más que yo misma.

6.- Frases eternas que mezclan trescientos temas.

El récord creo que lo tiene un libro, curiosamente de una editorial enorme, que habrá pasado por un corrector profesional y muy bien valorado por los blogs. A mí me desesperó. Una frase ocupaba doce líneas, subordinando hasta el infinito, concatenando ideas que no tenían relación alguna entre ellas. En ella se narraba una acción, se describía el aspecto físico de un personaje, su vestimenta y hasta el arco de la puerta.


Todas estas cosas me pierden como lectora más que una mala portada. Eso puedo perdonarlo, porque un escritor no tiene por qué ser capaz de ser un buen portadista y a lo mejor el marketing no se le da bien, pero lo que cuento sí es tarea del escritor.

A mí, donde se me pierde, es en el campo de batalla.

Si al desenvainar la pluma no lleva tinta suficiente, me voy.

jueves, 12 de abril de 2018

REGALOS DE VUELTA

Es una maravilla hacer un regalo y que te lo devuelvan. Voy a ir guardando en esta entrada las fotos que me han ido llegando de los marcapáginas y el libro del sorteo que envié. Sois magia.













NOTA: No tuve la precaución de anotar de quién es cada foto.



lunes, 9 de abril de 2018

LA NOVELA ES UNA EXCUSA PARA ACERCAR A LAS PERSONAS.

Mikel Alvira, escritor navarro, convocó a sus lectores en el pasado viernes en El huerto de Lucas, un lugar peculiar en el barrio de Chueca, en Madrid. La excusa esta vez lleva por título El color de las mareas, y es un libro que comenté el mes pasado en el blog, que me gustó mucho.

Conocí a Mikel como escritor hace un par de años a través de La novela de Rebeca y en persona en un encuentro informal en el Hotel de las Letras, en la Gran Vía. De ese día, lluvioso y gris, guardé tan buenos recuerdos que, en cuanto supe que volvía con otra novela, no lo pensé. Organicé mis caóticos horarios, ajusté mi presupuesto, busqué el modo de ir y volver a casa en el mismo y día y allá que fui.

Con un previo, por supuesto, haciendo caso a su máxima y usando la novela como excusa para acercar a las personas. Junto con María Jesús y Maribel, vecinas, alumnas, amigas, estuve visitando las exposiones de la Fundación Telefónica por la mañana. Vimos una titulada La bailarina del futuro. De Isadora Duncan a Josephine Baker, después nos entretuvimos en otra llamada Naturaleza digital, en la que se exponían obras artísticas de Jennifer Steinkamp que no entendí más allá de una simple curiosidad. Finalmente, vimos la exposición dedicada a la Historia de las telecomunicaciones en España, que a mí particularmente fue la que más me gustó.

Hice algunas fotos.

Aunque sea de 1970, en mi casa hay uno igualito funcionando.
Foto: Mayte Esteban

Centralita
Foto: Mayte Esteban

Telégrafo
Foto: Mayte Esteban


Enseguida nos reunimos con Almudena Gutiérrez, esquivando como pudimos la lluvia, y comimos las cuatro juntas en un local no muy grande, pero sí encantador. Me pareció el sitio ideal para celebrar un encuentro literario de esos que solo convocan a una docena de personas, pues tiene una mesa al fondo muy propia para ello. Nosotras comimos en una más pequeña, os enseño las fotos para que veáis que es precioso.


Fotos: el chico del bar con mi teléfono.


La novela y la charla nos reunieron y el que ellas no se conocieran fue una circunstancia que se solucionó en nada. Por cierto, el restaurante se llama Válgame dios, una de sus puertas y la terracita da a esa calle. El trato fue muy agradable y yo creo que comimos bien. Después del café pensamos dar una vuelta por el barrio hasta que llegase la hora del encuentro, pero tuvimos que acortar el paseo porque la lluvia -siempre la lluvia- nos obligó a refugiarnos. Lo hicimos ya en El huerto de Lucas, un antiguo mercado rehabilitado, que tiene productos ecológicos y una cafetería en el centro. Está también decorado con buen gusto y es singular.

Perfecto para lo que quería hacer Mikel.

Cuando llegó, la charla, coloquio,conversación... fluyó sin protocolos. Mikel se presentó y nos presentaba, siguiendo esa idea con la que titulé esta entrada. La novela como punto de encuentro. La novela como elemento que acerca a las personas. Así supimos de Iuliana, a la que conoció en un tren, o de su amigo Carlos y su anécdota de los melones. Nos presentó a Meirav Kampeas, a la que animó a que nos hablase del libro que va a publicar en breve con Planeta (y la que nos acabó confesando que era la primera vez también que hablaba en público de él). Preguntaron María Jesús, Maribel, Almudena, el hijo de Meirav, no creo que tenga más de 11 años y nos dejó a todos con la boca abierta. Preguntó casi todo el mundo y, como siempre pasa con Mikel, el tiempo pasó rápido y antes de darnos cuenta nos teníamos que marchar.

Hablamos de Marcel y de Beatriz, de esa historia que es como un puzle que se va completando a lo largo de las 500 páginas de la novela. Hablamos de San Telmo, que está y no está en los mapas. Hablamos del mar y de sus otras novelas. Hablamos de escribir, de borrar, de que esto es mucho mejor que al final acabar publicándolo, porque eso, al fin y al cabo, es en cierto modo vanidad. Hablamos de Rebeca y su final, de diferencias y de eso que aglutina su escritura: su voz inconfundible.

Y, por supuesto, nos miramos a los ojos.

Foto: Almudena Gutiérrez con mi teléfono.


No sé cuándo será la siguiente oportunidad. Sé que siempre que me apetezca, me encontraré con Mikel Alvira en sus libros y que con ellos también acabaré encontrándome con otras personas.

DETRÁS DEL CRISTAL




"Estuvieron mirándose unos instantes pero a Ana le parecieron siglos. Pudo sentir al adulto confuso que había sido expulsado de una relación en la que daba más que recibía. Pudo ver la desesperación que había vivido los últimos días y una luz que se encendía, leve, vulnerable todavía a un soplo de brisa. Sintió que un dedo acariciaba suavemente su rostro para dispersar una lágrima y en sus labios un beso tierno e intenso a la vez.

Cerró los ojos y pensó que si uno no apuesta, jamás gana nada."




jueves, 5 de abril de 2018

EL SEXTO SENTIDO LITERARIO

Dice el diccionario de la expresión sexto sentido:

"Habilidad especial o intuición que tiene una persona para percibir realidades que pasan inadvertidas a otros y que le capacita para una determinada actividad o asunto."

Creo que para escribir novela hace falta tener ese sexto sentido. No creo, ni de lejos, que sirva con hacer cursos, con aprender técnicas, con asistir a talleres o con dedicarle el alma. No es una cuestión de voluntad, sino de una sensibilidad especial que tiene que estar en uno mismo.

Es verdad que después hace falta trabajo.

Pero sin antes no hay después.

Por mucho que nos empeñemos...