MAYTE ESTEBAN. Escritora. Abrí paso en España al mundo de la autoedición. Hoy publico con HarperCollins.
domingo, 28 de enero de 2018
CARRETERAS SECUNDARIAS DE IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN
Sinopsis:
El adolescente Felipe y su padre viven a salto de mata, cambiando constantemente de ciudad y de domicilio. Su única posesión es el Citroën Tiburón en el que viajan por la España de finales del franquismo. Van en busca de algo, pero ellos mismos no saben de qué.
Mis impresiones:
He leído esta novela en el marco del club de lectura La sala de espera, organizado por Rubén Berrueco en Facebook. Lo he hecho porque, aunque este no era ninguno de los tres libros que él proponía como lectura de Ignacio Martínez de Pisón, lo tenía en casa desde hace años, en la biblioteca de mi hijo mayor y me pareció un buen momento para ponerme con él. Muchas veces he leído con él los libros que le mandaban en clase, pero este no me pillaría en un momento despejado de lecturas y se quedó. Me gustó la idea de Rubén, la de proponerse como reto leer al menos doce libros al año -uno por mes- y, por otro, poder comentarlo en casa con mi hijo.
La historia empieza a orillas del mar, con los pies de Felipe, el adolescente protagonista, sumergidos en la orilla. Concentrado en lo que le dicen las olas. La voz de su padre, le llama para que se monte en el Tiburón, el coche que tienen y él sabe ya, sin que haya más pistas, que se irán del sitio donde están viviendo. Porque ellos viven así, escapando de un lugar a otro, sin echar raíces en ninguna parte.
Un padre y su hijo.
Un padre y su hijo adolescente, con todos los problemas de incomunicación que genera esta etapa de la vida en la que ninguno quiere parecerse a sus progenitores. Felipe nos va contando su periplo de un lugar a otro a bordo del Citroën y su modo de vida, trampeando, cometiendo pequeñas estafas... Cuenta la relación de su padre con Estrella, una cantante de zarzuela que a él le saca de sus casillas y después con Paquita, una muchacha un tanto hippie y chiflada de la que no entiende que haya sido capaz de enamorarse de un estirado como su padre.
El libro cuenta dos viajes. Uno es ese, el viaje en coche de un lugar a otro, sin quedarse demasiado en ninguno; el otro, es la huida del padre de Felipe. De su pasado, de su familia, de las cosas que le recuerdan que ha fracasado en la vida.
Creo que es una lectura que merece la pena, pues hace un repaso de cómo era la vida y la sociedad de la España de los últimos momentos del franquismo. El autor escribe bien, la novela tiene toques de humor y se aprecia en ella el desencanto de la adolescencia. Y creo que, si a vuestros hijos se la mandan en clase, es además un buen momento para compartir algo.
Aunque sean adolescentes y tampoco sea la situación más propicia para coincidir.
Hay una película protagonizada por Antonio Resines que se basa en este libro.
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novela
jueves, 25 de enero de 2018
MAÑANA TERMINO
Ya, ya sé que es muy aventurado ponerle una fecha a algo que tiene que ver con el proceso creativo, pero yo mañana pienso terminar una novela.
Aunque tenga que multiplicar mi velocidad al escribir por tres.
Aunque me duela la garganta como si no hubiera un mañana.
Aunque me tenga que levantar a las seis (o antes).
Mañana termino esta novela.
Os voy a contar su historia. Cuando en 2014 presenté La chica de las fotos al HQÑ, tenía otra novela MARAVILLOSA terminada, pero acababa de rechazar que dos grandísimas editoriales la publicaran. En ambos casos, la novela no era el problema, sino las condiciones.
El caso es que estaba un poco decepcionada. Pero no solo con esto, sino también con la gente que me rodeaba. Me di cuenta de que me había volcado con personas que no se lo merecían, que en cierto modo se habían aprovechado de que yo tuviera un blog para abrirse paso y, cuando resulta que la que se lo abría era yo, me dejaban sola. Nada de un felicidades en público, aunque algunos sí seguían tirando de privados. A diario. Supongo que para que no los vieran.
Me dije que hasta ahí. Dejé de contestar correos importantes a esas personas, pasé de hacer correcciones por la cara y me retiré discretamente de sus vidas. De algunos no he vuelto a saber, me acuerdo a veces, cuando sale alguna entrada del blog y siempre me digo a mi misma: eras idiota. (Lo sigo siendo, me siguen colando goles por la escuadra, aunque ahora me afecta menos).
Y empecé esta novela que mañana termino. ¿Suena contradictorio? Pues tal vez sí, porque lo es. Me había dicho hasta aquí en cualquier cosa que tuviera que ver con la escritura, pero no con esta novela, porque había pensado publicarla en Wattpad. Me planteé empezar de nuevo, desde cero, con seudónimo o sin él, eso me lo estaba pensando. Pero arrancar de nuevo. Sin embargo, antes de subir un capítulo, me dije que, como me conozco y retoco hasta la extenuación, no lo haría hasta que la terminase.
Algo que se cruzó con quedar finalista en el HQÑ y un cambio de planes sobre la marcha de 180 grados.
La novela ha tenido mil parones de escritura. He escrito otras dos completas en medio, un buen puñado de relatos, tengo varias a la mitad... Yo pensaba dejarla, de verdad, porque me ha costado mucho conseguir lo que quería.
Pero una cosa es querer dejarla y otra que te dejen. Esta es la novela de Pilar Muñoz. Un día se me ocurrió decirle que cómo la veía y ella se entusiasmó con el principio, la primera parte de las tres que la componen. Me ha dicho siempre que siga, que no abandone, y ella sabe que me ha costado muchísimo. Muchas cosas en contra, muchos malos momentos en los que mi ánimo no quería que contagiase la novela.
Pero ya está.
Solo me queda la mitad de la última escena y el epílogo. Tengo las notas, pero aún me queda escribir las palabras del primer borrador. Luego le daré un tiempo, creo que poco porque con tanto parón he tenido tiempo de revisarla muchas veces.
No sé cuándo la veréis, no sé qué pasará con ella. Eso lo dirá el destino.
Pero, ¿queréis que os diga una cosa? Tengo buenas sensaciones. A veces algo, pequeño, casi imperceptible, nos da la pista de que estamos en el buen camino. Pues yo esta tarde, terminando unos apuntes de la generación del 27 (esas cosas que hago yo), mientras corregía unos productos notables casi a la vez (otra cosa que soy capaz de hacer), he tenido una corazonada.
Aunque tenga que multiplicar mi velocidad al escribir por tres.
Aunque me duela la garganta como si no hubiera un mañana.
Aunque me tenga que levantar a las seis (o antes).
Mañana termino esta novela.
Os voy a contar su historia. Cuando en 2014 presenté La chica de las fotos al HQÑ, tenía otra novela MARAVILLOSA terminada, pero acababa de rechazar que dos grandísimas editoriales la publicaran. En ambos casos, la novela no era el problema, sino las condiciones.
El caso es que estaba un poco decepcionada. Pero no solo con esto, sino también con la gente que me rodeaba. Me di cuenta de que me había volcado con personas que no se lo merecían, que en cierto modo se habían aprovechado de que yo tuviera un blog para abrirse paso y, cuando resulta que la que se lo abría era yo, me dejaban sola. Nada de un felicidades en público, aunque algunos sí seguían tirando de privados. A diario. Supongo que para que no los vieran.
Me dije que hasta ahí. Dejé de contestar correos importantes a esas personas, pasé de hacer correcciones por la cara y me retiré discretamente de sus vidas. De algunos no he vuelto a saber, me acuerdo a veces, cuando sale alguna entrada del blog y siempre me digo a mi misma: eras idiota. (Lo sigo siendo, me siguen colando goles por la escuadra, aunque ahora me afecta menos).
Y empecé esta novela que mañana termino. ¿Suena contradictorio? Pues tal vez sí, porque lo es. Me había dicho hasta aquí en cualquier cosa que tuviera que ver con la escritura, pero no con esta novela, porque había pensado publicarla en Wattpad. Me planteé empezar de nuevo, desde cero, con seudónimo o sin él, eso me lo estaba pensando. Pero arrancar de nuevo. Sin embargo, antes de subir un capítulo, me dije que, como me conozco y retoco hasta la extenuación, no lo haría hasta que la terminase.
Algo que se cruzó con quedar finalista en el HQÑ y un cambio de planes sobre la marcha de 180 grados.
La novela ha tenido mil parones de escritura. He escrito otras dos completas en medio, un buen puñado de relatos, tengo varias a la mitad... Yo pensaba dejarla, de verdad, porque me ha costado mucho conseguir lo que quería.
Pero una cosa es querer dejarla y otra que te dejen. Esta es la novela de Pilar Muñoz. Un día se me ocurrió decirle que cómo la veía y ella se entusiasmó con el principio, la primera parte de las tres que la componen. Me ha dicho siempre que siga, que no abandone, y ella sabe que me ha costado muchísimo. Muchas cosas en contra, muchos malos momentos en los que mi ánimo no quería que contagiase la novela.
Pero ya está.
Solo me queda la mitad de la última escena y el epílogo. Tengo las notas, pero aún me queda escribir las palabras del primer borrador. Luego le daré un tiempo, creo que poco porque con tanto parón he tenido tiempo de revisarla muchas veces.
No sé cuándo la veréis, no sé qué pasará con ella. Eso lo dirá el destino.
Pero, ¿queréis que os diga una cosa? Tengo buenas sensaciones. A veces algo, pequeño, casi imperceptible, nos da la pista de que estamos en el buen camino. Pues yo esta tarde, terminando unos apuntes de la generación del 27 (esas cosas que hago yo), mientras corregía unos productos notables casi a la vez (otra cosa que soy capaz de hacer), he tenido una corazonada.
sábado, 20 de enero de 2018
MAPAS EN LA NOVELA
Seguro que habéis escuchado mil veces eso de si tú eres escritor de brújula o de mapa. Yo... tengo mis dudas. Soy de brújula porque a veces les concedo a los personajes el capricho de meterme en embolados, pero soy de mapa porque, aunque me despiste a menudo, no quiero perderme.
Esto no ha sido siempre así, creo que hubo un tiempo que era de instinto puro y duro, que ni brújula ni mapa, hasta el punto de que no podía entender cuando alguien te decía: me queda un capítulo. Me parecía magia absoluta saber eso.
Pero estoy cambiada, he aprendido tantas cosas en estos últimos años que, si no me hiciera con mapas, sé que no sería capaz de terminar ni una sola historia. Claro, que estoy pensando que me licencié en geografía y en esta carrera eran esenciales los mapas. Tal vez por eso acabo trazando mapas de colores para escribir una novela.
Cuando hablo de mapas no me refiero solo a los típicos que sitúan una ciudad, sus carreteras, sus ríos e hitos principales. No. También me refiero a otros. Esos que trazábamos en la geografía del tiempo con las relaciones familiares, los años de nacimiento y las defunciones me sirven para encajar las vidas de todos los personajes; o esos otros planos de ciudades en los que anoto dónde vive cada personaje y los tiempos que le llevaría realizar un recorrido a pie, en coche o en bicicleta desde sus casas hasta sus lugares de trabajo.
También, me da por hacer mapas como el de arriba, un croquis que señala las relaciones familiares y profesionales entre los distintos personajes de mi historia.
Mi cuaderno de notas es un caos de mapas, no sé si porque soy geógrafa y me fascinan o porque, en esta vida, sin un plano y una brújula siempre te acabas perdiendo.
PD: Uno de mis profesores de la Facultad, al leer uno de mis trabajos (Comentario sobre el Atlas de la Ciudad de Madrid) me dijo algo premonitorio: "Dedíquese a escribir, el suyo es el trabajo más ameno que he leído nunca." Eran como cien comentarios a mapas en los que tenía que señalar si tenían todos los elementos, si usaban bien los colores, si la escala era adecuada... Nada para lucirse, desde luego, pero me las arreglé para que cada comentario fuera único y no repitiera un simple patrón.
En ese momento pensé que mi profesor tenía que dormir más, pero llevaba razón, estoy hecha para escribir. Aunque después lo acabe llenando todo de mapas, para que se note lo que soy de verdad.
Esto no ha sido siempre así, creo que hubo un tiempo que era de instinto puro y duro, que ni brújula ni mapa, hasta el punto de que no podía entender cuando alguien te decía: me queda un capítulo. Me parecía magia absoluta saber eso.
Pero estoy cambiada, he aprendido tantas cosas en estos últimos años que, si no me hiciera con mapas, sé que no sería capaz de terminar ni una sola historia. Claro, que estoy pensando que me licencié en geografía y en esta carrera eran esenciales los mapas. Tal vez por eso acabo trazando mapas de colores para escribir una novela.
Cuando hablo de mapas no me refiero solo a los típicos que sitúan una ciudad, sus carreteras, sus ríos e hitos principales. No. También me refiero a otros. Esos que trazábamos en la geografía del tiempo con las relaciones familiares, los años de nacimiento y las defunciones me sirven para encajar las vidas de todos los personajes; o esos otros planos de ciudades en los que anoto dónde vive cada personaje y los tiempos que le llevaría realizar un recorrido a pie, en coche o en bicicleta desde sus casas hasta sus lugares de trabajo.
También, me da por hacer mapas como el de arriba, un croquis que señala las relaciones familiares y profesionales entre los distintos personajes de mi historia.
Mi cuaderno de notas es un caos de mapas, no sé si porque soy geógrafa y me fascinan o porque, en esta vida, sin un plano y una brújula siempre te acabas perdiendo.
PD: Uno de mis profesores de la Facultad, al leer uno de mis trabajos (Comentario sobre el Atlas de la Ciudad de Madrid) me dijo algo premonitorio: "Dedíquese a escribir, el suyo es el trabajo más ameno que he leído nunca." Eran como cien comentarios a mapas en los que tenía que señalar si tenían todos los elementos, si usaban bien los colores, si la escala era adecuada... Nada para lucirse, desde luego, pero me las arreglé para que cada comentario fuera único y no repitiera un simple patrón.
En ese momento pensé que mi profesor tenía que dormir más, pero llevaba razón, estoy hecha para escribir. Aunque después lo acabe llenando todo de mapas, para que se note lo que soy de verdad.
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mapas,
narrativa
viernes, 19 de enero de 2018
HOY HABLAMOS CON SANDRA BRUNA (AGENTE LITERARIO)
Después de diez años asomándome
al espejo y tratando temas relacionados con la literatura, me he dado cuenta de que no he dado
voz a personas que estoy segura de que tienen algo muy interesante que aportar.
Nunca, por ejemplo, he hablado con un agente literario. Es una figura que
conozco, pero no en primera persona. A pesar de llevar tres novelas publicadas
con dos grandes editoriales, mi acceso a ellas no fue por el camino
tradicional: una me vino a buscar a mi casa y arribé en la otra a través de un
premio literario. Quizá por eso, siempre he visto de lejos la figura del agente
o la agencia literaria y no me he parado a valorar su importancia.
No lo he valorado porque mi camino ha sido un sendero un tanto alternativo.
He decidido que quiero saber un poco más, porque quizá se abran ante mis ojos nuevas posibilidades que no he contemplado. O, dado que sois muchos los escritores que visitáis este espacio, tal vez os pase a vosotros.
He buscado en la red agencias literarias y la verdad es que hay muchas, pero me he
decidido a preguntar a Sandra Bruna. Sé que me funcionan bien las corazonadas y la verdad es que esta vez no ha sido distinto. Le he propuesto un cuestionario para ponerlo en común con vosotros, y muy amablemente se ha prestado a
ello.
Sandra Bruna, para los que no la conocéis, lleva casi tres
décadas en este oficio, pero como
veremos en la entrevista su trabajo es mucho más complejo e interesante que el mero hecho de servir de puente entre el autor y la editorial. Si después de leer la entrevista queréis saber un poco más, podéis encontrar su agencia pinchando en el enlace. A ella os la presento en esta imagen, rodeada de libros, una de sus grandes pasiones.
Mayte Esteban: Lo primero, Sandra, es darte la bienvenida a mi blog. Muchas gracias por aceptar el reto de atravesar el
espejo conmigo. Quiero comenzar preguntando lo más obvio. ¿Qué es un agente literario?
Sandra Bruna: Antes que nada
es un placer colaborar contigo y te felicito por tu buen trabajo como Bloggera
y como escritora. Cada vez necesitamos mejores profesionales en el sector, así
que felicidades.
La definición de agente
literario convencional es la persona que media entre autor y editor. Sin
embargo el trabajo de agente ha cambiado mucho desde que empezaron las primeras
agencias y creo que esta definición es la esencia pero, a la práctica, es otra
muy distinta, al menos en mi caso, ya que no sólo mediamos, sino que acompañamos
al escritor de principio a fin con tareas que antes nadie hubiera dicho que
eran de la agente, pero que por mi experiencia en estos 27 años de carrera,
ahora es, en muchos casos, casi imprescindible que el agente intervenga.
ME: Antes, al introducir el tema,
he contado que mi llegada al mundo editorial ha sido un poco inusual, pero
también he observado que en los últimos años, con el acceso que tenemos todos a
internet, muchas barreras que antes existían con las editoriales se han ido
cayendo. Podemos llegar a ellas casi directamente. ¿Por qué sigue siendo necesaria esta
figura del agente o la agencia?
SB: Yo soy partidaria de que
hay autores que no necesitan agente, depende de cada caso, porque hay autores
que son de un solo libro, o porque su carrera literaria es paralela a otras.
Pero, en cambio, creo que hay autores a los que les es muy necesario tener
alguien al lado para dirigir su carrera, porque no sólo es escoger el mejor
editor para cada novela, sino saber dónde quieres ir, dónde quieres llegar, y
hacer una buena estrategia que para cada autor es diferente. Y es diferente
para lengua española y después para cada país donde creemos que esa novela
puede viajar, ya que una de las funciones esenciales que la agente hace es
poder exportar las novelas a otras lenguas, y aquí sí que creo que es vital
nuestra aportación, pero siempre interviniendo desde la publicación castellana.
No vale yo me hago lo de aquí y tú te encargas de lo de fuera, porque la
estrategia es un paquete general, que debe estar bien estructurada desde el inicio. Y para eso creo que hay que
estar en manos de profesionales y, cuando un autor quiere profesionalizar su
carrera, la mayoría de veces, un agente es necesario.
ME: Mira, en eso no había
pensado, no se me había ocurrido que para exportar nuestras novelas es muy útil tener un
agente. Esa es una de vuestras funciones que realmente desconocía por completo. Nos puedes contar, en rasgos generales, cómo trabaja un agente literario. ¿Es
solo un intermediario entre la editorial y el autor o también se implica de
alguna manera en el proceso de creación de la obra? Se me ocurre preguntar si
hace sugerencias para mejorar el texto o para adaptarlo al mercado o si solo se
limita a buscarle una editorial donde encaje.
SB: Esto es lo que quería
decir en la primera pregunta. Hay agentes que se limitan a esto, pero yo he
visto que mi modelo de agencia no va por ahí y nosotros no sólo nos implicamos
en el texto, en ayudar y acompañar, sino después también nos implicamos en ayudar a la editorial a promocionar y a
vender.
Quizás mi agencia es atípica,
pero nunca me ha gustado ser sólo un punto de conexión, porque los libros hay
que vivirlos con el autor para después venderlos, pero eso ya es muy personal.
ME: Pues ese es otro enfoque muy
interesante, porque sé por experiencia que hay veces que te puedes sentir un
poco perdido. Acompañar me parece esencial. Voy viendo cuáles son los beneficios para el autor al trabajar
con una agencia con respecto a hacerlo sin ella, pero seguro que hay algo que
se me escapa.
SB: El autor que quiere
profesionalizarse creo que tiene muchos beneficios con un buen agente al lado.
No sólo porque no está solo con su libro, sino porque hay un trabajo burocrático
que el autor debe olvidar para dedicarse a escribir, y por lo que comentaba de
hacer una buena estrategia editorial, que es distinta y cambiante, y para eso
hay que estar remando juntos con alguien que es de tu equipo. Porque el editor
al que no vendes puede dejar de serlo, en cambio el agente intentará hasta
al final, si ha confiado en ese autor, llegar dónde ambos habíamos planeado, porque
las ventas no dependen siempre de la calidad de la novela ni del autor.
ME: Ahora voy a hacer una
pregunta un poco incómoda. Charlando con autores, me han contado que muchas
veces el trabajo con sus agentes no ha sido del todo satisfactorio. ¿Por qué
tienen mala prensa? ¿Hay mucho intrusismo? ¿Hay mucha gente sin aval haciéndose
pasar por quienes no son?
SB: No es una pregunta incomoda.
Los autores que no están satisfechos con sus agentes deben cambiar de agente o
no tenerlo. Yo creo que no es cuestión de mala prensa, sino de que cada autor
debe saber lo que quiere y porqué lo quiere, igual que el agente, y si ambos
quieren lo mismo, la cosa normalmente funciona. No creo que haya gente
haciéndose pasar por lo que no es, pero sí que es cierto que ser agente no es
nada fácil. Creo que si yo no llevase 27 años en esta profesión, cambiaría
ahora mismo y haría otra cosa, porque desde fuera puedes verlo sencillo, sin
mucha inversión, y que se puede hacer incluso desde casa y no digo que no sea
así cuando uno empieza, pero si te dedicas a ello y creces profesionalmente es
un oficio complejo y de mucha dedicación, que no todo el mundo está dispuesto a
hacer y por eso quizás hay malos entendidos. Además, un valor fundamental para
ser un buen agente es la honestidad a pesar que a veces tengas que decir cosas
que no son fáciles de trasmitir como que una novela no funciona, que hay que
esforzarse más o que no se encuentra editor para una novela que todos
consideramos buena en casa, pero fuera no, para ponerte algún ejemplo. Para que la
relación agente-autor funcione tiene que haber confianza.
ME: Y pensando en la inexistencia
de avales, ¿qué piensas de todo este fenómeno de la autoedición? ¿Crees que es
una moda que pasará y que los autores acabarán volviendo a buscar un hueco en
las editoriales tradicionales? ¿En qué medida crees que está afectando al
mercado literario?
SB: Ha sido un fenómeno y han
salido autores autopublicados que han acabado en grandes editoriales. Yo abrí
una línea de autoedición llamada SB&BOOKS en su momento, bajo el paraguas
de la agencia, para publicar en ebook, y descubrimos nuevas voces que han
pasado al papel, y que estamos muy contentos de poder representar, pero hemos
detectado que la venta de ebook es tan mínima, en la mayoría de los casos, que
no podemos vender gato por liebre y el modelo de negocio como lo teníamos
concebido no puede seguir. Por eso creo que nunca se ha visto afectado el canal
tradicional y por suerte el papel sobrevive bien.
ME: (Yo, que tengo lector digital
desde hace ocho años, he vuelto al papel como lectora. No sé si es
romanticismo, pero cada vez me llama más tener un libro entre las manos y no un dispositivo.)
Como te he dicho al principio, a
pesar de llevar años publicando no tengo ni he tenido agente, así que tengo algunas preguntas técnicas. Por ejemplo, ¿se pueden
contratar vuestros servicios por una sola obra o va vinculado a la actividad
literaria del autor durante un tiempo determinado? ¿Cuánto tiempo suele ser?
¿Tardáis mucho en darle una respuesta respecto a una obra que os mande?
SB: Cada agencia tiene sus
condiciones. Es mejor consultar con quien te interese.
ME: Entiendo. Me preguntaba si había una especie de modelo, como los contratos editoriales que, aunque tienen matices de una editorial a otra -incluso de una obra a otra-, siguen un patrón más o menos general. Y ya la última pregunta.
¿Cómo me convencerías de que necesito contratar tus servicios como autora? A mí
o a cualquiera de los escritores que pasan por el blog.
SB: El que tiene que estar
convencido es el autor, y el agente debe valorar si ese autor necesita los
servicios de un agente, como ya he comentado antes, no todos los autores creo
que necesite agente. En mi caso, es muy importante tener claras las cosas y, por tanto, yo no quiero convencer a nadie de nada de lo que uno mismo no crea o sienta.
Sin embargo, el servicio de una agencia es muy valioso en muchos aspectos cuando
hay respeto, confianza y fidelidad por ambas partes.
ME: Me gustan estas tres palabras, creo que apoyarse en ellas es la mejor manera de que salgan bien las cosas. Ha sido un placer
charlar un rato contigo y conocer un poco más tu trabajo, Sandra. Te deseo que sigas teniendo mucho éxito con todo lo que te propongas.
En la imagen que adjunto en el blog, que amablemente me ha cedido la agencia, Sandra Bruna lleva una camiseta de una campaña solidaria en la que llevan inmersos cinco años: La literatura alimenta. Su objetivo es conseguir recaudar dinero para becas en comedores escolares, para aquellos niños que se encuentran en situación de pobreza y que no reciben una alimentación adecuada. Es el quinto año que se unen a la campaña de Educo. Si quieres saber más acerca de esto, pincha aquí.
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jueves, 11 de enero de 2018
PLANIFICAR EL TIEMPO DE UNA NOVELA
Estaba pensando esta mañana, mientras daba resbalones con la nieve del pinar, en lo mucho que ha cambiado mi manera de trabajar en los últimos años. No solo porque he modificado los horarios -escribía después de comer, que era cuando los niños se dormían la siesta y me dejaban-, era capaz de hacerlo aunque estuviera la televisión puesta y hubiera un escándalo de mil demonios, y nunca me molestaba dejar frases a medias.
Un vez deje a unos personajes en un camino polvoriento, a punto de ser asaltados por tres rufianes y me dio lo mismo que pasara un año entero hasta que decidí terminar la escena.
No planificaba nada, simplemente me sentaba y escribía, siguiendo el instinto de la lectora que siempre he sido. Era todo caótico y mágico, porque de aquel desastre fui capaz de sacar de mí varias novelas y muchos relatos que incluso se llevaron premios.
Insensatos jurados que pensaban de mí cosas buenas...
El caso es que desde hace unos años eso se ha dado la vuelta del todo.
Para escribir necesito silencio absoluto, nada a mi alrededor que perturbe la paz que me permita no dejarme frases a medias ni personajes esperando durante un año en un camino para que los rescate. No puedo soportar la televisión puesta y me cuesta muchísimo concentrarme si hay alguien más en el mismo espacio que yo. Si contamos con que no tengo un lugar para escribir -eso de un despacho con tus cosas, una mesa y una silla para mi no existe, escribo con el portátil sobre las piernas en cualquier lugar-, muchas veces me encuentro con días y días en los que no puedo avanzar.
No hay paz.
En ese contexto de pausas constantes, no puedo exigir a mi familia que me deje la casa para mí sola, he tenido que agarrarme a la planificación. Sobre todo para no verme obligada a releer novelas enteras para ver por dónde iba.
Creedme,cuando llevas 150.000 palabras es una tarea titánica.
Mi modelo de planificación pasa por un cuaderno. En él trazo un calendario, a veces del año que necesito por la misma trama de la novela y otras uno cualquiera. Solo necesito apoyarme en él, situar en un tiempo las escenas para estar segura, por ejemplo, de que no mando a nadie al instituto un domingo -que me pasó en un borrador-, o para no hablar de una tarde fría si por el transcurrir de la novela resulta que hemos llegado al mes de agosto.
Los calendarios tienen notas. Sobre lo que sucede, sobre el tiempo que abarca un capítulo o el día en el que transcurre una escena. A veces escribo quién interviene en cada una y algún dato significativo que no debe pasarme por alto.
¿He dicho planificar?
En realidad, el tiempo no lo planifico, sino que lo fijo en estos calendarios y en esas notas a posteriori, pero no sabía cómo titular la entrada. Lo hago después, me preocupo de dejar esto claro en mis notas, como en otras notas del cuaderno -lo hago a mano- que lleva todos los apuntes de la novela. Las fichas de los personajes, donde apunto a grandes rasgos cómo los imagino -está por la primera vez que use la foto de alguien, pero todo se andará-, lo que sucede en cada capítulo, el esquema previo, el armazón de la novela que a veces no ha sido más que una palabra que definía cada capítulo.
Y vosotros, ¿hacéis algo así? ¿Sois ordenados? ¿Sois un caos? ¿Sois felices escribiendo?
Un vez deje a unos personajes en un camino polvoriento, a punto de ser asaltados por tres rufianes y me dio lo mismo que pasara un año entero hasta que decidí terminar la escena.
No planificaba nada, simplemente me sentaba y escribía, siguiendo el instinto de la lectora que siempre he sido. Era todo caótico y mágico, porque de aquel desastre fui capaz de sacar de mí varias novelas y muchos relatos que incluso se llevaron premios.
Insensatos jurados que pensaban de mí cosas buenas...
El caso es que desde hace unos años eso se ha dado la vuelta del todo.
Para escribir necesito silencio absoluto, nada a mi alrededor que perturbe la paz que me permita no dejarme frases a medias ni personajes esperando durante un año en un camino para que los rescate. No puedo soportar la televisión puesta y me cuesta muchísimo concentrarme si hay alguien más en el mismo espacio que yo. Si contamos con que no tengo un lugar para escribir -eso de un despacho con tus cosas, una mesa y una silla para mi no existe, escribo con el portátil sobre las piernas en cualquier lugar-, muchas veces me encuentro con días y días en los que no puedo avanzar.
No hay paz.
En ese contexto de pausas constantes, no puedo exigir a mi familia que me deje la casa para mí sola, he tenido que agarrarme a la planificación. Sobre todo para no verme obligada a releer novelas enteras para ver por dónde iba.
Creedme,cuando llevas 150.000 palabras es una tarea titánica.
Mi modelo de planificación pasa por un cuaderno. En él trazo un calendario, a veces del año que necesito por la misma trama de la novela y otras uno cualquiera. Solo necesito apoyarme en él, situar en un tiempo las escenas para estar segura, por ejemplo, de que no mando a nadie al instituto un domingo -que me pasó en un borrador-, o para no hablar de una tarde fría si por el transcurrir de la novela resulta que hemos llegado al mes de agosto.
Los calendarios tienen notas. Sobre lo que sucede, sobre el tiempo que abarca un capítulo o el día en el que transcurre una escena. A veces escribo quién interviene en cada una y algún dato significativo que no debe pasarme por alto.
¿He dicho planificar?
En realidad, el tiempo no lo planifico, sino que lo fijo en estos calendarios y en esas notas a posteriori, pero no sabía cómo titular la entrada. Lo hago después, me preocupo de dejar esto claro en mis notas, como en otras notas del cuaderno -lo hago a mano- que lleva todos los apuntes de la novela. Las fichas de los personajes, donde apunto a grandes rasgos cómo los imagino -está por la primera vez que use la foto de alguien, pero todo se andará-, lo que sucede en cada capítulo, el esquema previo, el armazón de la novela que a veces no ha sido más que una palabra que definía cada capítulo.
Y vosotros, ¿hacéis algo así? ¿Sois ordenados? ¿Sois un caos? ¿Sois felices escribiendo?
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